
Sí, seguro que eres de los que sientes ese pequeño vacío que costará llenar, que has ido a encender hoy el televisor y has caído en la cuenta de que hoy ya no echan esos deportes que sólo pueden disfrutarse cada cuatro años. Las llamas olímpicas se extinguieron dejando un nudo en la garganta, aunque renacerán en otro lugar, cuando pase un tiempo, porque todo final tiene un principio.
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Hacer de algo que tradicionalmente siempre había sido aburrido, algo divertido. Ese era el propósito de la ceremonia de clausura de estos trigésimos juegos de Londres 2012. La música una vez más tomó el mando con numerosos artistas del país, algunos de ellos leyendas que ni siquiera estaban presentes por no estar ya entre nosotros, pero no se limitaron a hacer de esta una ceremonia al uso, donde sobre un escenario se fuesen turnando para dar un concierto. No.

Demasiados países y culturas pendientes de esa noche como para hacer ese tipo de desfile de cantantes sin más. No me imagino una clausura de unos juegos en los que tuviera que soportar a cantantes que no conozco de un país remoto. Por supuesto para ellos sería divertido, pero para una persona que no le gustase ese tipo de música, no. Para evitar esto, cambiaron el típico escenario estático por un escenario múltiple móvil, cantantes que eran traladados en vehículos recorriendo esa carretera que hacía unas horas fue pista para records mundiales, coches que explotan, autobuses de la época de los 70, taxis de lujo, todo un espectáculo visual para que nadie se aburriese.

Uno de los primeros momentos más impactantes fue ver esa Londres en miniatura, congelada, en la que se daban cabida los principales monumentos y lugares turísticos, recobrando la vida y el color con música de percusión. Inexplicable la sensación de ver a todo un estadio contar las campanadas del big ben a las nueve en punto, puntualidad británica para dar comienzo a todo lo que estaba por llegar.

Algunas viejas glorias de la música ya fallecidas tuvieron su merecido homenaje, como John Lennon. Mientras sonaba su música, multitud de voluntarios, portaron piezas llevándolas hacia el centro del estadio para formar una sorpresa que no se desvelaría hasta el final, una sorpresa de la que apenas disfrutamos dos segundos, efímera, todas aquellas partes formaban el rostro del artista y de repente se difuminaban para volver a sumergirlo en el recuerdo.
El estadio siguió llenándose de luces y colores, mención especial al espectacular trabajo infográfico que se paseó entre los espectadores durante las cuatro horas que duró el evento, aquellas luces que siempre habían estado ahí al lado de cada asiento, fueron más importantes que nunca, por ellas vimos pasar olas, aves, modelos de pasarela, ondas musicales, fundiéndose con la acción que tenía lugar más abajo, el estadio se convertía en un todo visual.

Muchos las esperaban y estaban llegando, varios taxis recorrieron la pista y cinco de ellos se adentraban en la Union Flag convertida en pasarela de lujo. Allí estaban cantando el single que les dio la fama hace ya muchos años, inmortal e imperecedero, las Spice Girls y un rugido de aplausos y gritos. A uno le da por pensar si estas chicas hubieran tenido ese éxito ahora, qué habría sido del twitter y otras redes sociales, hubieran dejado al Justin Bieber en bragas. Impresionante el paseo que se dieron montadas sobre los techos de los taxis y entonando otra de sus canciones. Ya hicieron un intento, están un poco más mayores y más centradas, pero nunca se sabe, quizá cuando vean la repercusión, decidan darse otra oportunidad, muchos se lo agradecerían. Oportunidad que aprovechan muy bien ahora otros grandes chavales que están naciendo como quien dice, One Direction, grandiosos y espectaculares voces.

He de reconocer que me aburrí después un buen rato, quizá porque esperaba mucho más de la presentación de Brasil, que no fue capaz de sorprenderme con esa puesta en escena más que trillada, quizá porque me daba cuenta en ese momento que los juegos de Londres son los que más me han gustado de esta mi pequeña historia, porque han desprendido intriga, inteligencia y sobre todo han demostrado que el derroche de imaginación se queda pequeño cuando piensas, que hay que dejarse llevar y hacer que esas figuras que nacen en tu cabeza cobren vida, y que vivan por sí solas, que se conviertan en lo que quieran convertirse, en algo especial.

Si este ha sido el pebetero más imaginativo y sorprendente de la historia, capaz de dejarme embelesado cada vez que en directo lo ponían ante falta de señal de algún deporte, sin ganas de apartar la vista de él, más sorprendente y emotiva fue su despedida. Antes de extinguirse, las llamas olímpicas se esparcieron sobre el cielo y crearon un ave fénix, el que renace de sus cenizas una y otra vez, inmortal como la llama que nunca se apaga en los corazones. Las llamas de cada pequeño pebetero se apagaban y todo volvía a ser como empezó, el pebetero se convirtió en cenizas, pero ese fuego que ardió durante tantos días seguía allí sobrevolando el cielo, tomando otra forma, preparándose para viajar a otro lugar al que llevar su magia.