Todos sabemos ya, los que somos seguidores desde el principio de los tiempos de Gra Hermano, cómo funciona esto. Ya pueden pasar años y décadas, que Íñigo seguirá siendo el chaval pesado del polo verde (a pesar de molestarse con Mercedes Milá porque se le recordase por esto tal y como pudimos ver hace poco), Bea «la Legionaria» y la que no para de tirarse un pedo donde le dé la gana, Pepe Herrero «el estratega» del nominator, Niki el de los papeles de la paella… y así podríamos seguir con cada uno de los cientos de concursantes que han pasado por la casa. A cada uno se le recuerda por algún momento concreto de su estancia, sea o no agradable y a Argi le ha tocado la peor de las etiquetas posibles, una etiqueta que está manchada con las huellas de todos y cada uno que desde el pasado martes por la noche no ha dejado de dar bombo a una broma (sí, broma, yo no la pongo entre comillas como hacen otros medios que no conocen ni la mitad de este reality y lo que significa estar allí encerrado) de mal gusto, hasta el punto de elevarla a otra categoría.
En Gran Hermano todo está grabado. Sabemos cómo funciona el mecanismo del 24 horas, si algo importante sucede dentro de la casa, nada mejor que enfocar al ojo o al jacuzzi o donde no haya nada para después emitirlo en las galas o resúmenes. Ya es que ni nos molesta, lo hemos dejado por imposible. Pero lo que no pueden es evitar cosas como la que sucedió en directo, además mientras se hacía emisión por el nuevo canal 9, y que me pilló cenando por suerte. Los concursantes se encontraban preparando la cartelería para hacer una manifestación dentro de la casa y reivindicar las cosas que necesitaban dentro de la casa, algo como un minimundo aparte manifestándose contra el gobierno (aquí el súper). Obviamente el tema de conversación giró en torno a las manifestaciones y Argi, que como ella misma se describe es una bocazas, volvió a meter la pata y en broma dijo que ella la única manifestación a la que había ido era para que volviese «la ETA».
Sus compañeros de alrededor se rieron como nos podemos reir cada uno de nosotros al escuchar estas bromas de humor negro y macabro. Sale por instinto, auqnue inmediatamente reaccionamos, como lo hicieron sus compañeros y ella misma, reconociendo que había sido de muy mal gusto.
Este pequeñísimo momento que duró un suspiro, si bien después Argi, sabiendo que estaba en la tele, estaba preocupada por si se emitía fuera, en otra época sin redes sociales de por medio, se hubiera quedado como lo que es, una simple broma de las tantas que se han hecho en nuestro país sobre bandas terroristas, asesinatos y muertes entre amigos. Pero no, las redes sociales tienen ese poder a veces maravilloso, a veces terriblemente cruel. Durante más de una hora me quedé observando las reacciones bajo la pantalla, por la que iban desfilando esa suerte de mensajes sms que toman el pulso a las opiniones que se van formando entre la gente. Y mientras los seguidores de Argi la defendían diciendo que era una broma sin importancia aunque de mal gusto, los detractores de la concursante, que también hay muchos, se dedicaron a elevar esta broma a otro grado diferente, haciéndose notar igualmente en todas las redes sociales.
Lo de las redes sociales como digo, es a veces terriblemente cruel, ver cómo una serie de personas que no se conocen de nada, de repente se unen con una facilidad pasmosa para crear un hashtag y hacerlo trending topic, cómo una persona con un poder de convicción elevado, puede destrozar en segundos la vida de otra persona sin que nadie pueda remediarlo.
Una información que hace unos años hubiera quedado en la nada, se difundió como la pólvora por los medios (a los que ya no les hace falta casi ir a la puerta de la casa de nadie, con seguir su twitter les sobra y les basta para contrastar información) y obviamente con la Asociación de Víctimas contra el Terrorismo hemos topado, que al leer las informaciones trastocadas, porque twitter no deja de ser un teléfono escacharrado como al que jugábamos de pequeños, no tardaron tanto como asociación como su presidenta, en pedir al programa la expulsión inmediata de la concursante y tomar medidas en el asunto. Y digo información trastocada y además no contrastada, porque en su twitter piden esta expulsión porque la concursante, según ellos «pidió la vuelta de ETA», lo cual es mentira.
El jueves la bola siguió creciendo más y más sin límites, tanto que Argi y los hashtags de apoyo a la concursante se convirtieron en trending topic nacionales. Lo más curiosos es que, mientras los impresentables que habían sembrado la semilla desaparecían sin dejar rastro, el papel de los defensores de que aquello no era para tanto, se tornaba harto complicado ante un fuego que una vez creado ya no podían apagar de ninguna forma. Ni siquiera la invitación de la productora de Gran Hermano a Argi en el confesionario para retractarse de sus palabras y pedir perdón por el desafortunado comentario eran ya suficientes (ver el vídeo en este enlace), ni sus lágrimas, ni los nervios que tantos vimos reflejados en ella al sentir que era ya consciente de que la había liado sin querer. (Dónde estaría su cabeza en esos momentos sabiendo la repercusión de una frase desacertada, los que seguimos el concurso lo sabemos).
Ya lo dije hace un tiempo, cuando el caso La Noria, cuando los anunciantes hicieron boicot a un programa por no estar de acuerdo con una situación puntual. Lo dije. Dije que si conseguían salirse con la suya y acabar con el programa, en aquel momento estaríamos en un punto de inflexión en que la televisión dejaría de ser como la conocemos, dejaría de ser ese medio con libertad de expresión, con programas variados y libertad para crear.
A Argi ayer no la expulsó Gran Hermano ni la productora que está detrás (ya tuvieron la oportunidad de dejarlo claro), una productora que en todo momento ha tratado este tema como se merece, como un comentario desafortunado sin más, como tantos otros se han hecho en la casa sin consecuencias (véase a los gemelos diciendo que «estás más perdida que Marta del Castillo» o «antes prefiero estar muerto que ser gay»), dando libertad de expresión y dejando en manos de la audiencia decidir lo que considera ético o no, que para eso somos personas con la capacidad de decidir lo correcto o lo que no lo es. Dentro de esa casa, donde algunas veces llegas a olvidarte de las cámaras, se llegan a producir situaciones tan reales como en la vida misma. Como tantas veces dice Mercedes Milá, si a cada uno de nosotros nos pusieran una cámara al hombro las 24 horas del día, no podríamos aguantar después ver todo lo que hemos dicho y hecho si se emitiese públicamente.
La AVT no jugó limpiamente, enfrentándose a una persona que no se podía defender y dar explicaciones normalmente porque estaba encerrada dentro de una casa (y ellos son los primeros que deberían haber pensado en ello y haberse enterado de las cosas antes de escribir impulsivamente en una red social).
A Argi no la expulsó Mediaset, aunque así se lo dijeran porque tenían que hacerlo de esa manera, para desvincular de esa responsabilidad a la productora del programa.
A Argi la expulsaron esos anunciantes que se cargaron La Noria y a los que un día se les dio un poder que no les correspondía. Ahora saben cómo meter presión, ahora se creen jueces, ahora se creen dioses capaces de decidir lo que debe o no debe ser. Un camino que, como dije en su momento, es muy pero que muy peligroso y que cada vez se hace notar más. Ayer la víctima fue Argi, pero mañana puede ser otro cualquiera. No piensan en las consecuencias ni en nadie, ni siquiera en sus potenciales compradores, aunque ellos los hagan con la intención de desvincularse de ciertas opiniones socialmente mal vistas.
Va a resultar ahora que los que pisen cierto centro comercial o cierta clínica dental son santitos todos, que sólo ven documentales de La2 o Saber y Ganar como quieren hacer crees sus anunciantes. Pues no, esas mismas personas que pisan esos comercios, son gente normal, con sus defectos, con opiniones variadas, no son perfectos. Defienden a un tipo de audiencia que no existe, porque es una audiencia imaginada, perfecta, blanca, inmaculada.
Durante estos días he seguido muy de cerca este asunto y he escrito vehementemente las palabras según las sentía en los diferentes medios habituales que tengo para escribir. El poder que un día se dió a los anunciantes va a tener sus repercusiones y sólo espero que de tanto usarlo al final la tortilla se dé la vuelta y la sociedad sepa reaccionar para hacer ese boicot que tanto estilan últimamente a quien lo merece, porque ayer me dolía ver el hashtag BoicotGH cuando debería haber sido BoicotAnunciantesInquisidores, porque eso es lo que son, inquisidores en una sociedad que cada día pretende ser más libre. Ayer Argi no fue libre, fue una de esas tantas «brujas» cazadas y quemadas en la hoguera para disfrute de sus ejecutores que necesitaban saciar su sed y dar ejemplo, un ejemplo que no existe.
La presión hizo que a Mediaset no le quedase otro remedio que expulsar a la concursante, a pesar de que si por ellos fuera no lo hubieran hecho, ya que como demuestran las imágenes, las disculpas son más que aceptables. Pero como todo grupo empresarial en este sector, están cogidos por los mismísimos huevos, o eso o vivir un caso La Noria. Un chantaje digno de llevar ante los tribunales.
Si bien este asunto me exaspera, hay otro que no quiero dejar pasar por alto. Ayer la Asociación de Víctimas contra el Terrorismo me dejó francamente desilusionado, por su actitud, de escribir sin pensar, sin contrastar antes la información, difundiendo con un comentario algo tan grave, acusando a una persona de hacer apología contra el terrorismo. Como digo, los principales culpables de toda esta situación son los que con sus dedos intentaron tecla a tecla poner una etiqueta a una persona (cuánto nos gusta esto eh) sabiendo que estaban actuando mal, pero creo que tenemos el deber, que tienen el deber, los que saben que tienen más fuerza social, el de hacer el caso que se merece a las redes sociales. Las redes sociales no deben elegir por nosotros, no deberían llevarnos a un estado de euforia, no deberíamos creer todo lo que en ellas se dice, son un teléfono escacharrado lleno de medias verdades o verdades a medias y hay que ponerlas en su lugar antes de que se les dé también un poder que no deberían tener.
Tras la expulsión, mientras se emitía José Mota, leí que en 13tv estaban debatiendo sobre Gran Hermano. Ya que estaba siguiendo todas las reacciones, por qué no ver algunas más. Lo que escuché me dejó boquiabierto y con ganas de ir al servicio a potar. Una mesa de debate en la que poco menos que ponían a Argi como una terrorista infiltrada, colaboradores que hablaban sin saber, acusándola de hacer apología contra el terrorismo. Uno de los momentos más indignantes fue la intervención telefónica de la presidenta de la AVT, que tuvo los santos cojones de decir que ella nunca había pedido la expulsión de la concursante. Por suerte para esta señora, tenemos una cosa que se llama captura de pantalla, que la disfrute tanto como ha disfrutado del poder que ayer le concedieron, ese poder que cuando uno lo tiene entre las manos o le quema y lo suelta o le hace más cruel de por vida.
Gran Hermano lleva con nosotros 13 años, se dice pronto. Juntos nos hemos enfrentado a esa primera vez en que socialmente una puta (por qué no, vamos a llamarlo con todas sus letras) dice que es puta y a las reacciones de la gente, a esa primera vez en que una persona transexual, un gay o una lesbiana confiesan su condición y a ver ls reacciones de la gente, juntos hemos asistido al escarnio público al que fue sometido Carlos «el yoyas» por un jugueteo con su novia que de haber sido hoy lo hubiéramos tomado como algo muy normal, juntos hemos vivido lo que supone el chantaje emocional y el machismo más exagerado (y que sin embargo es tan común) de la mano de nuestra Sindi. Cuando parecía que todo eso ya se estaba empezando a ver en la sociedad con normalidad y que estábamos aprendiendo a discernir entre lo que es grave o lo que no lo es, llega un tema que ha sumergido a un gran número de personas en un debate sin precedentes.
Yo sólo pido desde aquí, aunque sé que será imposible por la larga historia que llevamos a nuestras espaldas, que en la medida de lo posible seamos conscientes de lo que ha sucedido y de quienes son los culpables de que hoy una persona lleve una etiqueta ante la cual ha de ser muy estable emocionalmente para poder sobrellevar y superar. Algunos deberán mirarse a ellos mismos y otros tendrán que decidir si el poder que se les ha otorgado les está haciendo cambiar algo abanderando algo que no existe, la perfección.
Argi para mí no era ni mucho menos la ganadora de esta edición, aunque su evolución en el concurso, de parecerme un simple mueble pasó a mostrar sus sentimientos y ser imprescindible, llegó a conquistarme algunas semanas. Pero no deseo que lleve la etiqueta de «expulsada por la broma sobre el terrorismo», deseo que lleve la etiqueta de «ganadora moral de Gran Hermano». Vaya esto por sus seguidores, porque el apoyo durante estos dos días a la concursante y persona ha sido brutal y porque ya es hora de que la sociedad ponga a cada cual en su sitio, el que merece.