El gato azul: El regreso de Sofía

gato azul

Después de algunas semanas en que apenas he tenido tiempo para sentarme a escribir como se merece, aquí os traigo la tercera entrega de esta historia. Escribir un relato o un libro conlleva mucho tiempo. Muchas veces cuando me viene la inspiración hago una sentada de algunas horas y, a veces, sale algo bueno. Otras veces en muy contadas ocasiones, me despierto en mitad de la noche y mi cabeza se inunda de buenas ideas, en ocasiones a consecuencia de sueños o pesadillas (que por qué no, también ayudan y mucho).

Detrás de mí, en la otra habitación, conservo una carpeta con decenas de hojas e historias de ese personaje que algún día espero sacar a la luz y que sólo los que estuvieron conmigo en la Residencia Universitaria Bartolomé Cossio tuvieron la oportunidad de leer en un fragmento que saqué en la primera revista mensual (esa que se nos quedó en el limbo del tiempo después, proyecto de los fanzines que tanto me gustan). Ellos, entre ellos mis amigos, pudieron leer el principio de todo, el primer episodio de la novela.

Ese personaje tiene su pequeña historia, y mientras crece y se desarrolla, otro ocupa mi tiempo, este curioso gato azul del que tengo tantas y tan buenas ideas que a veces no sé por cual comenzar. Muchos, a puerta cerrada, sobre el anterior capítulo le tomaron cariño al gatito que se salvó y el final lo consideraron un tanto trágico cuando pensaban precisamente que ese era el protagonista de la historia. No puedo contarles todo ni a ellos ni a vosotros. Me gusta saber que, cuando escribo, alguien no puede adivinar con tiempo lo que va a suceder en una historia, quiero que cuando una persona se siente a leer lo haga sabiendo que puede ser sorprendido… pero también que otras veces tiene el control, hasta el punto de no saber si lo que imagina será o no lo que ocurra.

Quizá con esta nueva entrega sepan perdonar la tragedia de la anterior. En el capítulo que váis a leer, se mezclan el tiempo presente y un pequeño flashback emotivo. Esa mirada atrás no es ni mucho menos el inicio de la historia, pero sí parte de ella.

El Gato Azul: El regreso de Sofía – por José Francisco Cedenilla

Sofía Tarenzi vio cómo su vida de repente daba un giro inesperado. Hacía apenas unos minutos ocupaba el asiento 42 de un pájaro volador en los cielos de Italia y ahora estaba sentada en el tercer banco de una iglesia. Pensó que se sentía como un mantel blanco colgando de una cuerda y meciéndose contra el viento bajo la luz del sol del atardecer de la Toscana, mientras alguien vareaba sus entrañas con fuertes sacudidas que, si bien eran dolorosas, tenian ese regusto amargo y a la vez dulce de la expiación de los pecados. Mientras enfocaba la vista en la figura de un Cristo crucificado, imponente sobre la cabeza del párroco, y bajaba la mirada hacia el ataúd semiabierto, no podía dejar de admitir que toda su vida se había visto condenada al mismo hecho, alejarse de las personas a las que más quería y quererlas en la distancia hasta perderlas para siempre. Un cariño que ella sentía de verdad, pero que nunca llegaba a transmitir.

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Sus manos, con más hueso que piel, dedos finos y alargados, agarraban los pantalones vaqueros de color negro. Dos anillos de plata colgando de su cuello por una cadena, contrastaban con el color añil de la camiseta. Semblante serio y pensativo, ojos verdes llenos de tristeza, rasgos finos con pómulos que sobresalían y se convertían en su rasgo más característico, acentuado por el negro color de su pelo en media melena, un poco rizado y despeinado, abombado y despegado de su rostro. Las palabras del Señor se habían convertido durante aquella media hora en un mero tránsito entre sus dos oídos, porque su cabeza estaba ocupada recordando el tiempo que pasó a su lado.

Sofía tenía apenas siete años cuando, de la mano de un hombre, cruzó la puerta por primera vez. Una mano grande acarició su cabeza, aquel hombre se agachó, le dio un beso en la mejilla y dejó a su lado una maleta de equipaje donde estaban algunas de las cosas que había recogido de su habitación. Allí se quedó estática durante unos minutos, desorientada. Aquella casa olía a bizcocho recién horneado, a madera, a flores, a primavera, olía a hogar. Mientras miraba hacia el fondo del pasillo, donde había unas escaleras que subirían a algún desván lleno de secretos, una voz ronca y desgastada salía del lugar de donde venía ese dulce olor. La puerta, rota y desgastada, se entornó con un chirrido y una señora mayor se acercó ilusionada a la pequeña niña, llenándola de besos y abrazos.

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Recordaba aquel momento mejor que ningún otro porque algo en su interior se rompió del todo. Fue cuando su abuela Olivia le cogió de la mano, mientras con la otra portaba su maleta, mientras subían juntas las escaleras del fondo hacia ese desván lleno de secretos que se convertiría en su nuevo hogar, fue mientras pisaba cada uno de los escalones y a cada pisada su corazón se iba llenando de un peso insoportable y le costaba más respirar, cuando notó las primeras lágrimas de sentimiento resbalar por sus mejillas y sintió que dejaba algo atrás.

Un pequeño alboroto en la iglesia le hizo despertar de su sueño de recuerdos, cuando el párroco pidió a todos ponerse en pie. A pesar del dolor, sabía que cuando había perdido a alguien en su vida, por suerte siempre aparecía alguien para consolarla, este era su destino.

Ensimismada aún en sus pensamientos, sintió que alguien a su lado le agarraba de la mano y le daba un pañuelo. Apenas se había percatado de que las lágrimas volvían a inundar su rostro. Sin llegar a levantar la mirada mientras se secaba, le dio las gracias. La otra persona le tendió la mano y le ayudó a levantarse mientras le susurraba bajito.

– Hola, me llamo Noel.

No me quieras tanto, que de tanto amor muero

camino natural toledo

«Déjalo en las ramas, es demasiado pequeño aún, se habrá caído del nido.»

Ella se resistía a abandonarlo a su suerte, tan pequeño e indefenso. Y si lo dejaba allí y se caía y se hacía daño.

«Déjalo entre las ramas, entre las hojas, así aprenderá a volar«. Y tras decir esto se dio la vuelta.

Ella no pensaba dejarlo allí, aún conservaba en su bolsillo el alpiste para las gallinas que se había traído de casa antes de salir hacia la ciudad y en un rápido pero cuidadoso movimiento, metió al pequeño pajarillo en su bolsillo, donde  tendría abundante cantidad de comida, donde estaría a salvo de caídas, de la lluvia y de pisadas de extraños, allí estaría confortable y calentito, al abrigo y sin faltarle de nada.

Mientras continuaba su día con normalidad, pensó en llegar a casa, dejar libre a ese pequeño amigo recién conocido y tenerlo para siempre. Su mente no estaba en los libros ni atenta a las palabras de la profesora, sino en un mundo imaginario muy lejos de allí. Su pequeño amigo, sería su pequeño amigo para siempre.

Pasaron las horas del mundo en las nubes y al salir metió la mano en el bolsillo para sacarlo y ver cómo estaba. Un ligero tinte impregnó su mano. Aquella persona que le había dicho que lo dejase entre las ramas se acercó.

«¿Qué tienes en la mano?»

«Sangre, tengo sangre«. Algo denotaba en su tono de voz que no quería terminar de reconocer la realidad, que no estaba preparada.

«Déjame que mire«. Introdujo la mano en el bolsillo y sacó alpiste tintado de rojo. Debía ser comida pasada que con el calor se había quedado así.

Volvió a introducir la mano y esta vez tocó algo más. Poco a poco, el cuerpo inerte de su pequeño amigo fue saliendo del bolsillo. De repente desaparecieron los sueños, la tarde que se antojaba soleada se tiñó de niebla igual que sus pequeños ojos. ¿Cuánto había durado aquella amistad? Si apenas fueron unos segundos, pensó.

a la memoria de Yoko, al que me unió una amistad de 13 años y que ahora perdura para siempre, siempre en los bolsillos te llevo

Relato : José Francisco Cedenilla

fotografía: Camino Natural del Tajo (Toledo), por José Francisco Cedenilla

música: Joshua Pearson «Where the Heart Begins»

Con un beso de amor verdadero

«Y un día se encontraron atrapados en un lugar en el que la felicidad les había sido robada, nuestro mundo. Así es como sucedió…»

Crecí a mis espaldas con las historias de Pinocho, ese muñeco de madera hecho con tanto mimo por Gepetto, que de repente una noche mágica cobró vida, disfruté de sus aventuras, de esa nariz que crecía con sus mentiras y que nos dejó ese «te va a crecer la nariz como a Pinocho», y de cuando finalmente un hada lo convirtió en el hijo de carne y hueso que aquel hombre deseaba.

Hansel y Gretel que cayeron en la tentación de la dulce casa de chocolate, el despistado Pulgarcito, la niña que no quería ver la realidad de su mundo y se internaba en aquel país de las maravillas con el sombrerero loco y su té en la eterna fiesta del feliz no cumpleaños.

La imagen de la bruja en el libro de cuentos, gorro puntiagudo, cara demacrada, alargada nariz, una verruga, vestida toda de negro y con una roja y envenenada manzana en sus manos, preparada para vengar su odio hacia la mujer que el espejo consideraba la mujer más hermosa del mundo. Un ataud de cristal velado por siete enanitos, donde yace Blancanieves. Un príncipe roto de dolor que, con lágrimas en los ojos, da a su amada el último beso de amor verdadero.

Allá donde acabaron aquellos cuentos, sólo quedaba vivirlos una y otra vez, generación tras generación, millones de niños creciendo, como yo, con sus historias, sus finales felices y moralejas que uno no lograba entender hasta que pasaba el tiempo. Pero nunca nos preguntamos tras ese «vivieron felices y comieron perdices» qué ocurrió. ¿Qué cúmulo de casualidades hicieron que Pepito Grillo llegase a ser la voz de la conciencia? ¿Por qué Gepetto nunca pudo tener el hijo deseado hasta que apareció Pinocho? ¿De dónde nació esa manzana roja envenenada? ¿Por qué la malvada bruja tenía aquel odio tan grande hacia Blancanieves como para desear su eterno suspiro? ¿Qué hubo antes y que pasó después de las historias que nos contaron y leímos?

No podré agradecer lo suficiente a Adam Horowitz y Edward Kitsis que hayan recogido todos esos cuentos de nuestra infancia, a todos los personajes que tan bien conocemos, como si fuesen parte de nuestras vidas, tanto que no necesitan presentación, hayan decidido contestar a todas esas preguntas que jamás nos hicimos y mezclarlas y entrelazarlas como piezas de un complejo puzle para dar vida a una obra de arte llamada «Érase una vez».

Ojala pudiéramos recuperar todo lo perdido con un beso de amor verdadero, aunque si uno lo desea muy muy fuerte, quizá, aunque no sea como lo imaginamos, consigamos traer de vuelta de ese mundo de fantasía, un suspiro que bien vale una vida.

El gato azul : Nacimiento

El Gato Azul: Nacimiento – por José Francisco Cedenilla

Margaret fue corriendo hacia la cocina, había perdido ya la cuenta. ¿Eran horas o quizá días? Aunque ahora que se daba cuenta, en realidad había pasado todo este tiempo corriendo de un lado a otro de la casa intentando encontrar una salida. Pero ahora sólo tenía una cosa en mente, debía beber, beber mucha agua, se lo pedía su cuerpo, se lo pedían sus cuerpos. Como pudo, se hizo con el control de la puerta de la cocina, a la que le faltaban tirador y bisagra, el tirador había sido sustituído por un cómodo agujero del tamaño de una moneda y la puerta siempre se quedaba entornada sin llegar a cerrarse del todo, lo cual era una suerte.

La suciedad comenzaba a campar a sus anchas. Huellas de pisadas resecas sobre agua evaporada y cristales rotos, las ultimas pastillas que habían rodado por el suelo junto con la caja y el prospecto pegado al pavimento. Sorteó con un gran salto aquel desastre ante el cual nada podía hacer y empezó a beber pequeños sorbos de lo que quedaba, en aquella casa, cada vez más vacía de todo. El líquido le dio nuevas fuerzas para hacer el camino de vuelta y también le quitó ese mal sabor de boca. Recorrió una vez más toda la planta baja de la casa en busca de una salida, una puerta, una ventana, un resquicio por el que escapar, sin éxito. Durante las siguientes seis horas lo intentaría una y otra vez y tras cada intento se quedaba quieta, mirando las escaleras de madera que se dirigían hacia el segundo piso, desde el que sonaba un extraño tintineo. «Si tan sólo pudiera hacer ese esfuerzo» se preguntaba. Pero en su estado, la longitud de cada peldaño era totalmente incompatible con el esfuerzo que requería subirlos, una caída y todo habría sido en vano. «Aunque quizá allá arriba esté la salida» pensó.

Muy poco a poco y apoyándose contra la barandilla, intentó subir los primeros escalones. Cerró los ojos y aguantó el dolor. Sintió un calor asfixiante pero siguió adelante, tenía un objetivo, tenía que salvar su vida, sus vidas, a cualquier precio. El calor se convirtió en un terrible frío repentino que le paralizó todo el cuerpo y mientras caía hacia atrás, rodando por las escaleras, sintió que algo se había desprendido en su interior y de repente supo que lo último que había decidido en su vida, había sido la elección correcta. Sacó fuerzas para completar su misión en esta vida y lanzó un último grito desgarrador. Murió a las 19:38 de un 9 de diciembre, una hora que, trágicamente, nadie registraría en ninguna parte, al fin y al cabo había sido una muerte natural, tranquila y silenciosa. Aunque qué importaba la hora, el reloj que la marcaba y que estaba a pocos metros de allí, llevaba con las agujas paradas en ella hacía más de dos días, un bonito reloj de pulsera bañado en una plata que no había perdido su brillo en cincuenta años y que llevaba grabadas unas iniciales, «T y O» y una frase en latín «Eram quod es, eris quod sum».

En aquella casa, la muerte había significado el límite de las cosas. Con un pequeño gruñido, la puerta de la cocina volvió a entornarse y todo se sumergió en el más absoluto silencio, tan sólo empañado por el breve tintineo que venía de la parte de arriba, cuando la ligera brisa de aquella tarde entraba por la ventana abierta y golpeaba los bonitos adornos de la lámpara de una habitación ya olvidada.

El personal de policía y sanitario llegaron poco tiempo después rompiendo la calma, alertados por la llamada de una vecina que «oyó algo». En un primer instante nadie reparó en las escaleras, que estaban enfrente de la entrada a pocos metros, sólo un estudiante que ese año comenzaba las prácticas. Mientras Noel se acercaba atónito hacia aquel punto, los demás descubrieron el cuerpo de la anciana en la sala de estar. Su cuerpo yacía en el suelo cerca de una banqueta, la falda un poco levantada y un paño en la pierna izquierda. Una brecha en la cabeza y un reguero de sangre ya seca, a consecuencia de una caída mientras limpiaba viejos recuerdos y fotografías. Mientras el personal sanitario certificaba la muerte y se ponían en contacto con un forense, la policía logró identificar a la víctima. Olivia Deseps se llamaba.

Noel sintió lástima. Varios cuerpos yacían al límite de las escaleras. Ella tenía la lengua con algún rastro de sangre, ojos apagados pero rostro sereno. Los recién nacidos no habían sobrevivido. La cogió suavemente de las patitas y al cambiar de ángulo lo vio. Eran diminutas pisadas, demasiadas juntas, y dos hilos de mezcla entre fluídos y sangre que se alejaban de allí en dirección a una puerta entreabierta. Rápidamente se incorporó y no tardó en entrar en la cocina. Pudo ver el desastre, pero también vio lo contrario y esbozó una tierna sonrisa.

Era pequeño, muy pequeño. ¿Cómo había conseguido llegar allí? Entre los restos resecos de pisadas sucias había un pequeño cacharro de color blanco, adornado con un par de pegatinas de florecitas y un nombre, «Margaret» cada letra de un color. Dentro de ese bebedero estaba él, acurrucado y sereno, durmiendo plácidamente sobre el charco de agua que quedaba. Noel se sentó y acercó lentamente la mano hacia el sensible cuerpo que respiraba agitadamente. Con un dedo acarició con cuidado la pequeña cabecita. Al menos en aquella casa algo había quedado con vida.

Cogió el cacharro cuidadosamente con él dentro y salió por la puerta, depositándolo en el primer peldaño de las escaleras sin apartarse de él, mientras un compañero le daba una bolsa con las pertenencias de la víctima entre las que destacaba un bonito reloj de plata grabado con una frase que pronunció en voz alta sin saber su significado.

Buscó el cuarto de baño y cogió una toalla para envolver al pequeño superviviente antes de salir a la calle. Abandonaron la casa ante la atenta mirada de numerosos vecinos, de aquellos que se lamentaban por la muerte y de los que observaban esa nueva vida entre las manos de Noel. A veces hay tan poco tiempo para observar una vida y sorprenderse por el milagro y sin embargo toda una vida para observar tantas vidas que se cruzan.

Cuando Noel entregó al gatito al veterinario se aseguró de que lo dejaba en buenas manos y de que se llevaba buenas noticias antes de partir, pero decidió acercarse una última vez para acariciar de nuevo con su dedo la pequeña cabecita, le hubiera gustado ver los pequeños ojillos recién abiertos, aunque ahora apenas pudiera ver manchas difusas. Antes de salir por la puerta miró de reojo una vez más y con la luz que dejó entrar y que impactaba en su carita, comenzó a desplegar los párpados. Tenía unos ojos preciosos que no olvidaría, pero era hora de marchar y dejar que todo siguiera su curso. Mientras subía a la ambulancia y se alejaba de allí, se llevó consigo la última imagen, la del sol del atardecer grabando a fuego los primeros instantes de una nueva vida.

El pequeño murió dos horas más tarde.

El gato azul : Encuentro (parte I)

Hace ya más de año y medio, era un 13 de septiembre del año 2010 cuando el gato azul apareció en mi vida. He de reconocer que los gatos no me gustan, pero no puedo evitar verles como seres que saben más de lo que cuentan, con ojos que parecen destilar inteligencia, sabiduría y sobre todo misterio. La historia comenzó a dar vueltas en mi cabeza durante bastante tiempo, pero aún faltaba consistencia, quería un punto de inicio que tuviera un trasfondo, digamos que lo que quería era el principio que imaginé durante tantos días, pero que detrás de todo aquello hubiera algo más, algo así como otro punto de inicio que también tuviese su parte de misterio, todo con el fin de darle profundidad a la historia. Una historia de historias comunes pero que para ser desvelada viajará a su punto final y al pasado.

El gato azul tiene un origen que irá siendo desvelado y que su vida se entrelaza estrechamente con hilos finos con alguien a quien todavía no conocéis y con la vida del otro protagonista. La pesadilla de este protagonista fue mi pesadilla y por eso les hago conocerse a ambos en este punto de encuentro.

El gato azul: Encuentro (parte I) – por José Francisco Cedenilla

La existencia se teje con hilos tan finos que a menudo no comprendo por qué estos no se rompen más a menudo, cuando se cruzan unos con otros, expuestos a las inclemencias del tiempo y el destino. Mientras aquel gas me pisaba los talones, si es que les puedo llamar así, tras saltar torcí la esquina con toda la rapidez que me fue posible y entonces allí le vi, allí estaba, de pie, forcejeando la puerta y girando la vista atrás, mirando absorto el humo que salía como una esponjosa nube sobre mi cabeza, dulce algodón blanco. Me quedé inmóvil en el recodo del pasillo, entonces bajó la vista y nuestras miradas se cruzaron por primera vez. Pude ver el sudor de su frente que resbalaba e intuir su estado de pánico, pero aún así, también tuvo un breve espacio de tiempo para salir de ese estado incoherente, mirarme con otros ojos y fruncir el ceño.

Fui consciente de que no entendía nada, no obstante aquel día se había convertido para él en su peor pesadilla y, entre el estado de pánico y la sensación de impotencia, encontrarme, encontrar algo así en un lugar como aquel, no tenía ya sentido alguno. Hasta un loco se hubiera vuelto más loco en sí.

Como cuando uno en el mundo normal, donde todo lo que pasa entra dentro de lo razonable y actúa según las reglas humanas, aquel día de sin sentidos y cosas inexplicables debió convertirse de repente en su mundo real y le continuó el juego. Mientras cogía ese objeto rojo, por su cabeza pasaron las imágenes de ese maldito cuadro, de sus compañeros, de la suerte que había tenido, del pánico y de esa nube de gas flotando al otro lado del pasillo y, mientras suplicaba a un ser superior que se rompiese la pequeña abertura de la puerta, terminó pensando qué diablos hacía esa criatura parada al final del pasillo observando sus movimientos ni qué diablos estaba pasando allí. Pánico.

Sé que no todos los días uno teme por su vida encerrado en un lugar apartado, en el que en doscientos kilómetros a la redonda no existen señales de vida humana. En estas circunstancias lo último que uno espera, entre el miedo y el descontrol, es encontrarse a un gato azul, en medio del pasillo de un psiquiátrico de mala muerte.

(continuará…)

Podcast El Ladrido de Yoko – Episodio 9: Decisiones

Aquel día en que parecía no llegar nunca la noche, aquella noche de hace ya 12 años en que 10 personas desconocidas agarraban sus maletas sin saber lo que iba a ocurrir y sacaban su mejor sonrisa, nerviosa o despreocupada, mientras eran víctimas de unos flashes que ya jamás les abandonarían, en que por sus mentes pasaban tantas cosas y nada a la vez. Mientras todo esto ocurría, durante y mucho tiempo antes, todo el mecanismo se había puesto en marcha. Desde Ivan e Ismael y la sonrisa que lograban sacarnos cada día cuando se cepillaban los dientes frente al espejo, desde aquel puzle enorme y aquellas cartas con las que Ania se sentía tan feliz o la primera expulsión que fue como vivir lo más parecido a un «funeral» por la pérdida de la primera concursante. Después de ellos vendrían decenas más, amores ahogados detrás de un sofá, una boda en el patio, rivales desconocidas y encontradas, vacas asesinas, botellas y vasos de agua voladores… tantos detalles que van viniendo a la mente al recordar, toda una vida que un pequeño de 12 años ha podido vivir.

Todo lo que llegaba hasta nosotros era un elaborado trabajo de un grupo de personas a las que los fans de Gran Hermano no les podremos agradecer nunca lo suficiente el habernos narrado y resumido horas y horas de convivencia. Sólo veíamos el resultado de su trabajo, pero no a ellos, sabíamos lo que veíamos, pero no conocíamos en cómo y el por qué. Internet está lleno de lugares y sorpresas maravillosas y Gilda Santana es una de esas sorpresas, con la que he tenido el gusto de intercambiar algunas palabras escritas de vez en cuando. Guionista entre otros de mis queridos Gran Hermano y La Casa de Tu Vida, decidió escribir un relato en su blog sobre su propia vivencia titulado «Decisiones», reflejando en gran parte una historia similar que estaba teniendo lugar dentro de la casa de GH 12 + 1 entre Sindia y Sergio, la historia de tantas mujeres cuyas vidas no han sido suyas, sino del poder de otros hombres, hasta que ellas han conseguido ver el verdadero significado de la palabra libertad en su más amplio sentido.

Gran Hermano, al que yo muchas veces me refiero como «el ojo de la ceradura», se ha convertido poco a poco en una ventana donde observarnos a nosotros mismos, en la que horrorizarnos por barbaridades cometidas dentro y de las que tantas veces hemos sido protagonistas así como en la de emocionarnos por sentimientos que conocemos bien o a los que no podemos dar explicación. Y es que no hay nada más nostálgico, bonito y emocionante a la vez que llorar sin saber por qué, por un simple gesto o por unas palabras, unas lágrimas cuyo origen es probable que nunca conozcamos, pero que salen de lo más profundo, más que del dolor y la felicidad.

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Hace unos días pedí permiso a Gilda Santana para darle voz y música a su relato y ahora, una vez recuperado de la afonía, aquí está este regalo impagable del que nos ha hecho disfrutar y pensar. Para ti Gilda, por darnos tanto. Para todos, que lo disfruteis, hecho con la mejor de las intenciones.

Este cuarto

La última noche en aquel lugar, el que le vio nacer, donde pasó de una cuna a la cama, de la que tantas veces se cayó mientras dormía entre sábanas empapadas en sudor por culpa de alguna pesadilla. Se levanta a tientas en la oscuridad de la noche, con sólo el reflejo de la luna menguante que se cuela por la ventana y recorre aquel suelo por el que antaño gateaba y sobre el que dio sus primeros pasos, el que sirvió de escenario improvisado para las historias de sus muñecos y coches con los que pasaba las tardes después de la merienda, el que pisarían los amigos y familiares para celebrar cada 365 días esa gran fiesta de cumpleaños.

En su camino a la ventana respira un agradable aroma y de repente su cuerpo se hace más lento y pesado, como si para llegar a su destino tuviera que atravesar las risas de los invitados que alguna vez acudieron a aquel lugar, el aroma de tartas y bizcochos, su primera varicela, seres queridos, el recuerdo de aquella primera vez, un perro pelirrojo que de repente frena un instante su marcha, que descansa a sus pies hecho un pequeño ovillo. Se agacha y lo acaricia con el recuerdo.

Cuando se incorpora y consigue dar un paso al frente, se percata de que en la silla hay un niño pequeño que llora desconsolado por sentirse incomprendido, extraño, pero no le preocupa, porque sabe que dentro de unos años ese dolor habrá desaparecido y lo habrá hecho más fuerte. Apoya los brazos sobre la ventana y respira hondo. Abajo en la calle todo cambia muy deprisa. Una madre que da de merendar a un niño en la calle mientras juega con su camión, un grupo de niños que se divierten jugando en el barro, un balón que se cuela por la casa de al lado, tres hermanos que se dirigen hacia un cobertizo donde guardan las bicicletas, ellas tienen una blanca, él una roja con el faro trasero roto.

Levanta sus brazos apoyados en la ventana y vuelve dentro, donde parece que la claridad de esa media luna ha logrado invadirlo todo, todo lo que queda. Las cajas de cartón se apilan por toda la habitación y ya sólo algunas fotografías adornan las desnudas paredes. Acerca su mano a ese ser al que tanto quiso y con la yema de los dedos intenta acariciar lo que ya no existe. Una a una las fotografías van desapareciendo, arranca con cuidado a ese grupo de amigos que están sentados alrededor de una fuente, sonrie con la sonrisa cómplice de dos amigas que hacen muecas a la cámara, y con esa en la que él y sus hermanas posan con algunos personajes de peluche de la tele.

Vuelve a la cama y se tumba boca arriba con las manos detrás de la cabeza, pensando en los momentos que ese lugar le regaló, un lugar que desde hace un tiempo estaba frío y distante, como si ya no sucediese nada importante que recordar entre sus paredes, como si estuviera perdiendo la vida. Se durmió pensando que quizá en un futuro, otra pequeña vida ocuparía su suerte, que habría otros primeros pasos, montones de cumpleaños con olor a tarta y bizcocho de chocolate y pequeños seres bajitos con los que lucharía sobre ese suelo, entre risas y mordiscos.

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Podcast El Ladrido de Yoko – Episodio 3: La magia de la radio en la noche

Un sonido se hace más fuerte cuando todo el mundo duerme, cuando todo está en el más absoluto silencio. Una voz que no rompe la serenidad, pero que con sus palabras ayuda a convertirla en algo agradable. Cuando todo está sumido en la oscuridad, una palabra llega a ser la luz que ilumina nuestros sentidos, podemos percibir cada acento, cada entonación, cada fragmento, una voz que termina convirtiéndose en amiga con el paso del tiempo, amiga y compañera de nuestros sueños. Ya sea en un frío invierno en que nos metemos bien arropados por las mantas en la cama o en una calurosa noche de verano en que salimos a la terraza buscando el contacto con el frío de las baldosas mientras nos tumbamos mirando hacia el firmamento, infinito y oscuro.

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Cada pequeña historia cotidiana cobra otro sentido que a la luz del sol no tendría tanta importancia. El relato de un beso, los motivos que llevaron a una disputa, deseos y miedos de gente desconocida y sin embargo tan cercanos, que de repente salen de las ondas y se hacen un hueco en nuestros oídos, como si realmente hubieran sido parte de nuestra vida diaria.

La magia de la radio en la noche es una voz que te susurra como si te cantasen bajito al oído una pequeña nana.

Podcast El Ladrido de Yoko – Episodio 1: Las aventuras de Lor, el caballo mágico

De vez en cuando abro esa gran carpeta que guardo como un tesoro, en la que desde pequeño recopilo los viejos cuentos que escribía estando en la escuela, los relatos del instituto, los que vendrían después como intentos o como obras preentadas a concursos, también bocetos de historias inacabadas que quizá algún día vean la luz.

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No recuerdo cómo nació Lor, el caballo mágico, que presento en esta historia narrada en el siguiente audio. Formó parte de un trabajo narrativo para el colegio, cuando seguramente contaba con 4 o a lo sumo 5 años de edad, una edad en la que mi imaginación volaba cada tarde inventando cosas nuevas recién salía de clase, cuando mientras tomaba la merienda y veía los dibujos animados, estaba deseando ponerme a dar rienda suelta a todas las ideas que se habían agolpado en mi mente a lo largo del día.

Una vez narrado el cuento, uno observa ahora con el tiempo muchos fallos que desearía corregir, repeticiones de palabras, cambios de escenario inconexos, diálogos demasiado vacíos y rápidos sin detenerse a saborear la historia. Quizá esos fallos sean el fiel reflejo de lo anterior, de las ganas de terminar algo que necesitaba contarme a mí mismo sin pensar cómo lo verían los demás, para dedicarme a narrar la siguiente historia sin perder más tiempo en algo que ya daba por hecho. Y por ese mismo motivo, hubiera sido un sacrilegio mutilar, ampliar o corregir esta historia. Al fin y al cabo es cuento con 30 años de historia de cuando era un enano y que sólo tres personas han leído: mi madre, mi profesor en aquel entonces y yo.

Tres décadas más tardes, con voz y la música que le corresponde, he querido que sea este cuento y no otro. el que abra esta nueva ventana a las posibilidades de seguir compartiendo con el mundo. Un relato que aún conserva en su página principal los colores de los rotuladores con los que dibujé una portada, en una época en la que aún no pasaba por mi mente que un ordenador pudiera después hacerlo todo mucho más bonito, nunca más personal, en el que las letras son perfectas con una caligrafía impensable hoy y en el que se puede leer la anotación detrás del 9 de nota: «demasiado mágico, pero muy bien».

¿Que de dónde procede la ilusión por hacer «El ladrido de Yoko»? Es una historia muy sencilla que quizá algún día cuente.

El niño del siglo

Hace ya doce años que, en esten mismo lugar desde el que estoy escribiendo, me ponía frente a un papel en blanco, con los rayos de sol de la última tarde del año, de la última tarde de 1999, penetrando por la ventana y golpeando mi cara y mi espalda, regalándome sin saber cómo, la inspiración para un pequeño relato de apenas un par de páginas, impregnado por en renaciente fervor de las historias de Harry Potter, cuando aún en el país apenas nadie conocía nada sobre su existencia, antes de que se convirtiese en un fenómeno imparable.

He buscado en vano aquel relato sin éxito en la carpeta a la que van a parar todos mis retazos y quizá ande perdido en algún disco duro, un disquete o un disco compacto y sin querer algún día aparezca y me regale una pequeña dosis de lectura y pueda compartirla por entero entre estas páginas que antes no tenía.

Recuerdo muy bien lo que sentí al escribirlo, la inspiración me llegaba mirando a través de la ventana, sabía lo que quería, quería que en la fiesta y la incertidumbre del cambio de 1999 a 2000 hubiera celebraciones en un mundo real pero imaginario, pero a la vez quería un misterio, la parte ajena a todos los cambios, ajena a las risas, ajena a la diversión. Y así surgió el comienzo de esa pequeña historia en el que en una ciudad costera la gente se preparaba para vivir una gran fiesta, la música sonaba por todos los rincones y los fuegos artificiales iluminaban los cielos. Y así surgió también el lado misterioso, de aquella persona ajena a todo que vivía su propio dolor. Cerca de una cueva al lado del mar, una mujer se debatía entre la vida y la muerte dando a luz a un niño, se levantaría contra sus mermadas fuerzas y se encaminaría hacia la algarabía para pedir ayuda. Pero nunca llegaría a su destino, porque en el callejón oscuro, tan cerca de su meta, las fuerzas le fallarían y la vida de un niño quedaría abandonada a su suerte en aquel lugar lejos de las miradas.

«El niño del siglo», un relato corto que dejé inacabado, que me brindó una tarde de fin de siglo que nunca olvidaré por lo que disfruté escribiéndolo, pero que años más tarde continuaría de otra forma, hilando sin querer una historia que algún día espero poder contar, una historia que sin pretenderlo va surgiendo como si todos sus textos estuieran interconextados entre sí, o mejor dicho, como si realmente pudieran interconectarse entre sí.

Verano días 4 y 5 – Una habitación para Sofía

Sofía ya está en casa, la que a partir de ahora será su casa, su habitación, con sus colores, sus muñecos (aún debo decidir el mío mira que para una niña me cuesta decidirme más después de dos sobrinos) y su nueva cuna. Es maravilloso pensar cómo será su evolución a partir de aquí, lo que le condicionará a vestir de una forma u otra, a pensar de la misma forma a medida que crezca. Cuántas cosas nacen de algo tan simple.

Cuando se haga mayor no lo recordará, debido a la imperfección humana que nos hace olvidar experiencias algo más allá de los 4 años para abajo, pero otros lo recordarán por ella, sonreirá y se lo llevará consigo. Cuando le diga que fui el primero en ver sus hoyitos como los de su madre al sonreir mientras soñaba o cuando le cuente que mientras yo iba al trabajo en una noche de tormenta su madre se dirigía al hospital y mientras salía de nuevo el sol ella nacía, cuando su madre le recuerde cómo la cogió por primera vez piel con piel.

Mientras en Madrid Sofía se acomoda en sus nuevas mantas, la etapa del ecuador entre Noddy y yo llega a su punto más vulnerable, ese en que se coge ya demasiada confianza y uno empieza a pensar que muy pronto deberemos decirnos un largo «hasta luego». Apenas me dejó disfrutar ayer del partido que nos llevó por primera vez a la final de un mundial porque no paraba de darme la lata mordiéndome los pies. Ya estamos en la final, esto es como los cometas, que quizá uno sólo lo pueda ver una vez en la vida. Mención especial a la reina Sofía, muy bien vestida de bandera pero impresionante su nulo manejo del lenguaje español que me hace preguntarme si aún en sus aposentos no seguirá hablando griego, porque conjugar en una misma frase de dos palabras mal el género «jugador bonita» no lo hace ni un niño alemán recién llegado a las islas para pasatr sus vacaciones. Deprimente, hasta de mala leche me puso. Un poco más de cultura no le vendría mal.

Tras el partido, entre pitidos de coches, toda la humanidad vestida con la camiseta de España o las banderas (quién lo diría cuando los colores de España nos parecían antiestéticos hace tan sólo unos años) saqué a Noddy a la calle con poco tiempo por delante ya que al día siguiente había que estar en pie de nuevo para ir a trabajar. Y el trabajo ya es otra historia, podría decirse que por primera vez en más de tres años y medio me he sentido mal por las decisiones tomadas, engañado en cierta forma. Un día de inflexión que hará que jamás me fie ya de nadie. Cuánto echo de menos a quien se fue, porque estoy casi seguro de que esa decisión nunca la habría tomado. A algunos no les vendría mal un poco de objetividad y echarle un par de huevos.

Por suerte me queda aún una cosa, la seguridad y confianza en que todo tendrá su lado justo y en que hoy he hecho algo de lo que me siento orgulloso y que ha salido de camino del trabajo a casa. Y a partir de ahí que se coma la conciencia quien tenga que comérsela.

Goodbye LOST (parte I)

Decía Cornelia Funke en uno de los párrafos más bellos e inspiradores que he podido leer jamás, en su libro «Corazón de Tinta», que a nada se pegan mejor los recuerdos que a las páginas impresas, pudiendo recordar el momento en el que leímos un libro como si cada una de sus páginas fuesen un aroma que trae recuerdos y nos transportan mágicamente al lugar donde todo ocurrió.

Tengo muchos recuerdos de Perdidos, de cuando aún nadie conocía la serie en nuestro país y sólo algunos disfrutábamos de ella cuando llegaba cada primavera a las pantallas, tras varios meses de espera de traducción y doblaje, que antes eran interminables y que seis años después se han reducido a tan sólo una semana de diferencia e incluso la emisión simultánea. Sería de locos intentar abarcar en unos cuantos párrafos las impresiones de una serie que ha ocupado en mi vida el lugar más importante, por encima de coches fantásticos, de visitantes, de angelas chaning malvadas, a los que guardo con cariño… por eso, como si de un viaje se tratara y porque englobar la esencia del mismo sería una tarea imposible, prefiero recordarlo en diapositivas, como cuando llegas con las maletas a casa tras el largo recorrido, sacas la cámara de fotos y, mientras miras la pantalla y van pasando una a una, entonces se dibuja una sonrisa en tu rostro y comienzas a recordar sensaciones y momentos especiales que viviste.

Me resistía a pensar que PERDIDOS acabase, no fui consciente de ello hasta que vi el final del episodio 6×14 «El Candidato», entonces supe que todo estaba llegando a su fin y que no había vuelta atrás.

Era primavera del 2005 cuando FOX comenzó a lanzar su campaña de promoción de «la nueva generación de series». Parte de la década de los 90 y principios del nuevo siglo estaba centrada en programas concurso de televisión, series tradicionales, de corte familiar y de comedia, con gran éxito y que a día de hoy aún continúan, pero ahondando siempre en la misma temática. Atrás quedaban viejas glorias del recuerdo que por su repercusión y aprovechando esta nueva generación, han visto cómo eran rehechas aprovechando los nuevos caminos argumentales y la tecnología. En esta campaña promocional, dos eran las abanderadas que se disponían a abrir fuego en un camino inexplorado hasta entonces: PERDIDOS y MUJERES DESESPERADAS, nuevos argumentos alejados de la temática habitual, una «nueva generación de series» que sin olvidar los lazos emocionales, nos dejarían pensando más allá del capítulo y nos harían sumergirnos en ellas hasta sentir formar parte de las mismas.

Así nació el primer promocional de LOST, un avión que se estrella en una isla y del que logran sobrevivir 48 pasajeros, ningún otro dato más. Lo he contado tantas veces… aquel día, un lunes primaveral, aún con un poco de luz entrando por la ventana, mis padres estaban viendo el televisor en el salón y yo decidí cenar en la habitación de mis hermanas, me preparé el plato, unas cuantas rebanadas de pan, una tarrina de crema de untar y un cuchillo. Estaba ya listo para ver lo que era esa llamada «nueva generación de series», con la idea preconcebida de que iba a presenciar una serie más de supervivencia en una isla, pero sentía una gran expectación.

Con esa predisposición me senté a verla. Nubes blancas a través de una ventanilla de avión y el rostro de Jack, un viaje aparentemente normal del que ya estaba prevenido de su destino, un espectacular accidente también aparentemente normal. Recuerdo la primera impresión de esa cabecera tan atípica, la palabra PERDIDOS en blanco sobre fondo negro acercándose cada vez más y un sonido de fondo basado en la secuencia de números más famosa de la televisión. Después el ojo de Jack despertando en la selva, todo un recurrente a lo largo de la serie. Jack después era conducido por Vincent a la playa, sólo unos años después nos enteraríamos de que Vincent seguía indicaciones del humo negro encarnado en el padre de Jack, fabuloso.

El rescate deja imágenes emocionantes, sólo a estas alturas ahora que veo levantar a Jack a Claire se puede sentir la grandeza de la obra. Entonces no sabía quién era ella ni ella quién era él. ¿No es simplemente maravilloso?

Visita a la cabecera del avión, ¿qué hacía un cadaver en lo alto de unas ramas? Lo que la isla escondía era demasiado grande para ser contado en unos segundos…

Bueno, hasta casi el final del episodio piloto, una serie de supervivencia con algún que otro misterio, algo atípica, pero entonces algo se mueve en la isla entre los árboles de la profunda selva. Allí hace aparición eso que durante bastantes meses nos tuvo en vilo, ¿un dinosaurio? ¿un tipo de monstruo? La verdad es que a pesar de que imaginé tantas formas e hice tantas cábalas, la imaginación de los guionistas lo superó. Justo en ese momento estaba acabando mis panecillos de crema untada y, mientras Charlie decía aquella famosa frase de ¿dónde demonios estamos? mi cara de sorpresa era un fiel reflejo también de la de los protagonistas. Cuando me quise dar cuenta, la palabra PERDIDOS aparecía de repente abarcando la pantalla con el peculiar «gong» que nos ha acompañado siempre y mis morros estaban untados y la boca abierta. Cuando conseguí reaccionar ante ese impactante final tuve una serie de emociones que me hicieron levantarme corriendo, ir donde estaban mis padres y la necesidad de contarles todo lo que había visto, pero me era imposible expresar todo lo que había sentido.

Era cierto, aquella serie era diferente y, sin yo saberlo, en ese momento se estaba iniciando un camino de seis largos años de un puzle de piezas, una nueva generación de series que me harían pensar más allá del episodio. La espera de 7 días hasta el siguiente episodio se hizo tan eterna como intrigante, mi cabeza no paraba de dar vueltas de vez en cuando a lo que podría estar ocurriendo.

La isla comenzaba entonces a desvelar parte de sus misterios arrojando otros, cuando vi por primera vez al oso polar pensé lo jodidamente maravillosa que era la serie. ¿Qué diablos hacía un oso polar en una isla perdida? Creí que el ruido del episodio piloto era provocado por este y otros osos polares, nada más lejos de la realidad que vendría después.

Todo corría a un ritmo endiablado, una señal en francés que llevaba repitiéndose durante 16 años… hoy se me ponen los pelos de punta al recordar lo que había tras esa señal, maravilloso guión, inigualable.

De entre todas las historias, aquella que me hizo levantarme del sillón, abrir los ojos y la boca de sorpresa, fue la de Locke, era la primera vez en una serie en la que veía algo así, la historia narrada en flashback asociada en todo momento al presente pero a la vez recuperando la esencia del episodio piloto para contar una historia que logró emocionarme. Nunca podré olvidar el momento en que se descubre la situación de Locke cuando intenta embarcar en su aventura y repite una y otra vez la frase de «no me digas lo que no puedo hacer». Era el primero de los muchos secretos que estaban por venir, pero este lo recuerdo especialmente por la impresión que me hizo sentir.

Recuerdo la escena de Jack y Rose hablando como algo especial, sobre el sentido de la vida y la supervivencia. En aquel momento no sabía el secreto de Rose y mucho menos lo que estaría por llegar en esos otros 48 días frenéticos. Ver esta imagen hoy remueve viejos sentimientos.

Qué decir de esta imagen, una de mis historias preferidas, la de Jin y Sun, y lo que hoy significa. Siempre esperaba con ansias conocer más detalles acerca de cómo se conocieron y de las dificultades a las que tenían que hacer frente. Les cogí especial cariño a lo largo de estso seis años y en el episodio «El Candidato»… imaginad cómo lo pasé.

Hasta ese momento los misterios de la isla eran más o menos bastante tangibles, pero ¿y este? El padre de Jack, supuestamente muerto y que era trasladado en el avión en su ataud de repente cobra vida y guía a su hijo. Tuvimos que esperar 6 años para saber por qué y quién era. Otra maravilla de esas que hacen la serie un círculo que se alimenta.

Imágenes como esta nos devuelven una sonrisa y muchas historias a la cabeza, Jack y Locke, el hombre de ciencia y el hombre de fe, una metáfora aplicada que nunca ha abandonado la serie y que nos ha regalado grandes momentos, es curioso ver a ese hombre ciencia reconvertido con el paso de los episodios.

FOX cometió un error en la emisión de los episodios 9 y 10, cambió de forma no intencionada el orden de los mismos, con lo cual vimos llegar a Sayid a las cuevas antes de que se produjera su encuentro con la mujer francesa, algo que produjo una especie de flashback dentro de otro flashback que ahora considero un error brillante y ya no puedo concebir la idea de ver estos episodios de otra forma porque el efecto fue magistral, un error del «destino» que me hizo adorar aún más la serie.

Es curioso hoy ver la imagen de Locke en el sueño de Claire, con los ojos oscuros representando el mal y recordar la conversación que mantuvieron:

Claire: ¿Qué está pasando?

Locke: Tú sabes lo que está pasando

Claire: Pero no lo entiendo, ¿por qué…?

Locke: Era tu responsabilidad pero dejaste que se lo llevaran, Claire. Ahora todos pagarán el precio.

Es maravilloso lo que se desprende hoy de esta conversación y de esa imagen de Locke. Simplemente brillante.

Misterios físicos, metafísicos inexplicables y de repente hace acto de presencia entre la confusión un pasajero que no está en la lista, Ethan, al que durante semanas rodeó un halo de misterio impenetrable. Su sola preencia me ponía los pelos de punta, mi cabeza estaba a punto de estallar con tantas incógnitas, ¿por qué estaba entre los supervivientes? ¿cómo llegó a la isla?

Locke y Boone explorando la selva y una maldita linterna cae al suelo haciendo un ruido metálico, descubriendo el que sería el misterio que nos arrastraría después al final de la temporada, uno de los mayores misterios de las series en televisión, la escotilla. La obsesión de Locke por descubrir lo que había dentro era patente, haría lo posible por no abandonar esa isla hasta descubrirlo. PERDIDOS está llena de elementos míticos que recordaremos siempre, los osos polares, la escotilla, la estatua, la Roca Negra… cuando los personajes se quedaron observando lo que era la famosa Roca Negra imaginé una roca de enormes proporciones. Una vez más los guionistas superaron la imaginación del espectador. Y durante los seis siguientes meses hasta el comienzo de la segunda temporada la Roca Negra sería un elemento esencial en la historia, no estaba allí por casualidad. Era la primera evidencia de que en la isla hubo habitantes. Durante los seis siguientes meses descubriríamos quienes fueron, pero en la serie no se desvelaría hasta 5 años después.

El doble episodio final fue realmente intenso y nos dejó retazos de lo que estaba por venir. El encuentro del destino, Ana Lucía y Jack que iban a intercambiar sus asientos entre la cola y la cabecera del avión… este encuentro decidió parte de sus destinos. Impresionante recordarlo.

Aquello que se movía en la isla hizo acto de presencia, aunque no nos quedó muy claro que fuese eso precisamente después de tantos misterios vistos, el sonido de cadenas que quedaría desvelado en la temporada final. Aunque el humo negro ya había hecho de las suyas en la isla, el primer encuentro cara a cara con uno de los personajes principales de la serie fue con Locke, inolvidable la escena en la que la cámara nos lleva en primera persona a los ojos del humo negro y miramos a los ojos desafiantes de Locke, que regresa misteriosamente con más fe y fuerzas que nunca tras su encuentro.

Otro de los momentos que me puso la piel de gallina haciéndome levantar del asiento. Parte de los supervivientes escapan en la balsa y de repente aparece un barco en las inmediaciones, parece que ha llegado el final de la temporada y de la serie, por fin van a ser rescatados, recuerdo este momento con especial alegría, aplaudiendo porque la travesía había llegado a su fin, sintiéndome parte de los personajes a bordo y de repente… el capitán de aquel barco dice que quieren al niño. Si alguien me hubiese grabado habría visto mi cara de alegría descompuesta, esa que sólo sale cuando tras una gran alegría de repente llega una decepción inimaginable. Me invadió una sensación de desconcierto que no desapareció ni varias horas después de acabado el episodio, aunque aún quedaba la imagen final para el recuerdo, esa de la que por más que pasa el tiempo no puedo olvidar, porque significaba el mejor final de una serie que haya visto jamás en mi vida, un mundo abierto de posibilidades.

Me pilló en la silla de la habitación, mi televisión de tubo de 14″, la ventana abierta en verano, de noche, los pies sobre la mesa, lo recuerdo como si hubiese ocurrido hace mucho, mucho tiempo, pero a la vez tan cercano. Jack y Locke una vez más, la escotilla abierta y sus rostros alejándose ante lo desconocido. Pasé 6 largos meses pensando en galerías subterráneas, en mundos paralelos donde habitaban dinosaurios, en cosas imposibles… una vez más los guionistas superaron mi imaginación, pero para saber lo que se escondía dentro de la escotilla, debía esperar. Mientras tanto, el grito de sorpresa final, no me lo quitó nadie. Quien me escuchase pensaría que estaba loco, pero esta serie jodidamente brillante estaba empezando a sacar cosas que jamás había experimentado.

Gran Hermano cumple hoy, 23 de abril, 10 años. Así lo viví

¿Dónde estaba yo hace 10 años un 23 de abril del año 2000?

Vine de Cuenca y eran vacaciones de Semana Santa, aún me quedaban ese fin de semana y la siguiente semana. Tal día como hoy entonces era domingo y desde hacía varios meses no paraba de anunciarse el programa que revolucionaría la televisión y nos haría cambiar el concepto de la misma.

Durante toda la jornada no paraba de anunciarse Gran Hermano mientras de fondo sonaba esa sintonía que no nos ha abandonado nunca y que siempre nos pone los pelos de punta a los seguidores, como si fuese una pequeña alarma que ya está impresa en nuestro yo interno y activa algún mecanismo que mezcla la ilusión, la emoción y una tremenda alegría. A día de hoy aún recuerdo que fue este programa el que hizo que la «voz de telecinco», esa que siempre permanecía invisible anunciando los programas, diese la cara por primera vez frente a unos monitores donde los realizadores y operadores verían todo lo que pasó y sigue pasando entre esas cuatro paredes mágicas.

Poco más recuerdo del transcurso de ese día excepto la enorme expectación ante algo que iba a ser nuevo. Antes de las 21:30, que era la hora de comienzo, me preparé unos panecillos tostados y un poco de crema de untar y me senté en el suelo frente a la mesa baja encendiendo la televisión, preparándome para lo desconocido.

Recuerdo flashes memorables, como imágenes de esas que pasan como diapositivas de algún momento de la vida de uno. Mercedes Milá con el pelo corto anunciando que a partir de esa noche no volveríamos a ver la televisión con los mismos ojos (cuánta razón tenía), recuerdo a los concursantes llegando en coches separados uno a uno y juntos posando para una foto. Recuerdo con especial cariño el momento en que el último de los participantes entraba por la puerta de esa casa y la sensación indescriptible que me embargó cuando el copresentador cerraba la puerta, como si realmente algo GRANDE estuviese a punto de ocurrir desde ese momento. Recuerdo el momento de las primeras presentaciones, a Silvia y a Maria José Galera, a Nacho, Vanesa y Ania especialmente.

Y especialmente la última imagen que se me quedó grabada antes de irme a dormir esa noche, Silvia en la habitación sobre la cama hablando con sus compañeros. Porque cuando me fui a dormir, Gran Hermano no acabó, sino que continuó en mi cabeza. Estuve largas horas sin poder pegar ojo, pensando en qué estarían haciendo dentro de aquella casa, deseando levantarme por la mañana y ver el resumen y los directos, quería saber lo que estaba pasando en cada momento. Durante esa semana no me perdí las memorables conexiones en directo del corrillo de Maria Teresa Campos en Día a Día, los resúmenes precedentes, de la tarde y las conexiones de la noche…

Llegaba el momento de volver a Cuenca y entonces, ahí es cuando fui consciente de que realmente acababa de dar comienzo una nueva historia de la televisión. Cada tarde y noche nos juntábamos todos en la residencia de estudiantes del Cossio para ver los resúmenes. Por las mañanas si llegaba de cualquier descanso entre asignaturas de la universidad, encontraba a los que estudiaban de tarde en el ocio mirando los resúmenes de la mañana, todo el mundo hablaba de Gran Hermano.

Y por supuesto, jamás podré olvidar la impresionante velada que nos deparó la primera noche de expulsión. Las horas previas entre unos 40 de los 120 estudiantes de la residencia hicimos una porra para decidir quién iba a ser expulsado, antes se podía hacer perfectamente puesto que hacían el famoso pacto. No llegué a tiempo de poner mi parte del dinero, pero de los 120 fui el único que apostó por la salida de Maria José Galera, con lo cual no tuve recompensa y hubo bote para los que sí pusieron el dinero.

Aquella noche de la primera gala de expulsión nos juntamos alrededor de 50 personas en el ocio del hogar 3 frente al televisor, unos en el sofá de piel, otros en las sillas y otros en el suelo, como bien podíamos, riendo, disfrutando, comentando todo, algo que después vino a ser como una tradición durante el transcurso de toda la edición y las siguientes. El momento de la expulsión recuerdo esa tensión inolvidable, nuestras caras, la de risas que nos pasamos durante varias horas después incluyendo Crónicas Marcianas mientras la frase «quién me pone la pierna encima» nos hacía desencajar la mandíbula o el «no lloréis que me voy a casar con ella». Durante los días siguientes en cualquier rincón era la frase recurrente junto a la de «sólo puede quedar uno». Gran Hermano se convirtió en uno más de nosotros.

La mañana siguiente a la expulsión todas las radios querían tener a Maria José Galera, los pasillos de la Universidad estaban como conmocionados y el primer encuentro con los compañeros era de necesidad casi urgente casi al instante de mirarnos y saludarnos el preguntar: «¿Viste ayer Gran Hermano?»

Me alegro de haber podido vivir algo así, único e irrepetible, de que el tiempo haya pasado y el programa continúe a pesar de sus inevitables defectos por culpa de aquellos que se consideran seguidores del programa y no hacen sino cabrear y hacer más daño que bien a los verdaderos seguidores y al propio programa, inetntando, más que disfrutar, meternos a sus preferidos por los ojos, olvidándose de lo realmente importante.

Hoy día 23 de abril me apetece escuchar eso que hace que se active una alarma en mi interior que me hace sentir feliz… y con el paso del tiempo, me conduce a la nostalgia.

Ha llegado tu hora…

Con este título se iniciaba hace algunas semanas el concurso de relatos breves de Círculo de Lectores de temática de suspense y terror, cuyos 3 mejores relatos se llevarán a casa la película «Déjame entrar», galardonada en  Sitges con el Meliés de Oro. El próximo 8 de marzo se conocerá a los ganadores.

De momento todos los relatos se pueden leer en ESTE ENLACE. No puedo reproducir aquí el contenido del mismo por las propias normas del concurso, pero está bajo el nombre de José Francisco. Escribirlo no fue sencillo, tan sólo se contaba con 500 caracteres sin contar espacios para escribir una historia redonda y que además tuviese misterio.

Nada más ver el concurso me vino a la cabeza un relato breve que escribí hace algunos años titulado «El hombre del siglo», que espero algún día forme parte de uno de los capítulos del libro que llevo ideando desde hace ya 7 años y del que aún tengo sólo este episodio y montones de hojas con ideas y relaciones entre los personajes y los que les sucedió y les sucederá, vamos, esbozos. Me gustó tanto la idea, que me basé en uno de los momentos clave del capítulo, el cual tuve que repasar hasta 15 veces para restar caracteres sin que la historia perdiese el sentido y la forma y a la vez encajase en las bases del concurso. Al final tras mucho esfuerzo lo conseguí y el resultado quedó como esperaba, sin perder un ápice de lo que pretendía contar.

LOST: Missing Pieces

El universo LOST es amplio, tan amplio que algunos que seguimos cada detalle del mismo a veces nos llegamos a sentir frustrados ante tanta información, porque es imposible abarcarla en toda su inmensidad.

A los numerosos juegos interactivos por la red que los guionistas de la serie han llevado a cabo entre temporada y temporada para aliviar la espera a los fan incondicionales y que comenzaron con THE LOST EXPERIENCE, hay que sumar otra serie de informaciones que por desgracia, aunque tuvimos la oportunidad de acceder a ellas en su idioma original gracias al mundo abierto de las comunicaciones por Internet, nunca han llegado traducidas y han supuesto un handicap para los seguidores menos duchos en el idioma inglés.

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Episodio 1: The Watch (El Reloj)

Protagonistas: Jack Shephard y Christian Shephard

Escrito por: Carlton Cuse

Dirigido por: Jack Bender

Fecha de emisión original: 6 de noviembre de 2007 Verizon – 12 de noviembre de 2007 ABC

Nos encontramos en el día en que se celebrará la boda entre Sarah y Jack. El padre de Jack, Christian, aprovecha para contarle a su hijo que su abuelo desaprobó la que iba a ser su boda con Margo tiempo atrás, motivo por el que no ha llevado el reloj que le regaló para el día de su boda. Sin embargo Christian cree que su hijo esta vez está haciendo lo correcto y decide regalarle ese reloj que Jack no duda en ponerse de inmediato. En el episodio Christian reprocha a su hijo que esté arrojando piedras. Más tarde Tom volvería a reprochar a Jack el acusar a Los Otros de ser malas personas, haciendo referencia a la metáfora que da nombre al capítulo «Extraño en tierra extraña».

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No ha ocurrido así con unas piezas magistrales que se lanzaron periódicamente desde el 6 de noviembre del año 2007 hasta el 4 de febrero del año 2008, preparando a los espectadores de cara a la temporada 4. Bajo el nombre original de MISSING PIECES por ser estas piezas perdidas, nunca emitidas, de un puzzle que el espectador debe saber encajar en un lugar concreto de las 3 temporadas previas, ofrecen una visión más amplia de LOST, incluso en ocasiones desvelando detalles menores que nunca pudimos ver dentro de la serie y que aquí obtienen respuesta.

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Episodio 2: The Adventures of Hurley and Frogurt (Las Aventuras de Hurley y Frogurt)

Protagonistas: Hugo Reyes y Neil «Frogurt»

Escrito por: Edward Kitsis y Adam Horowitz

Dirigido por: Jack Bender

Fecha de emisión original: 13 de noviembre de 2007 Verizon – 19 de noviembre de 2007 ABC

Neil se acerca hacia Hurley cuando este sale de la tienda de Rose y Bernard y le pregunta sobre la botella de Dharma, intentando indagar si él y Libby van a mantener una cita. En este episodio se desvela que Neil sentía algo por Libby.

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Muy pronto estos mini episodios pasaron a llamarse MOBISODES por su carácter portátil, ya que estaban destinados para su descarga en los móviles de nueva generación de Verizon, aunque casi al mismo tiempo se iban filtrando en Internet pasando a llamarse para otros WEBISODES en la página de ABC que los emitía 6 días después, tan rápido como desaparecían de diferentes portales de videos por motivos de derechos de autor, aunque ya los podemos encontrar en cualquier parte.

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Episodio 3: King of the Castle (El Rey del Castillo)

Protagonistas: Jack Shephard y Benjamin Linus

Escrito por: Brian K. Vaughan

Dirigido por: Jack Bender

Fecha de emisión original: 20 de noviembre de 2007 Verizon – 27 de noviembre de 2007 ABC

Uno de los episodios más interesantes. En él podemos ver a Ben y Jack jugando una partida de ajedrez a la vez que con sus palabras juegan otra partida muy diferente. Jack sigue en su firme convicción de escapar de la isla y Ben le dice que si se marcha, podría llegar el momento en que decidiese regresar a ella. En este episodio Jack bromea sobre la posibilidad de destruir el submarino…

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MISSING PIECES se compone de 13 episodios de corta duración entre 1:22 y 3:27 minutos que nos ofrecen aproximadamente media hora más de intrigas y que fueron lanzados también, debido a su enorme éxito, en la versión DVD y Blue-Ray (por primera vez los Mobisodes en calidad de alta definición 1080p) de la CUARTA Temporada. Tal fue su éxito que incluso llegaron a recibir una nominación a los Emmy Award bajo la categoría «Outstanding Special Class – Short-format Live-action Entertainment Programs».

Episodio 4: The Deal (El Trato)

Protagonistas: Michael Dawson y Juliet Burke

Escrito por: Elisabeth Sarnoff

Dirigido por: Jack Bender

Fecha de emisión original: 26 de noviembre de 2007 Verizon – 3 de diciembre de 2007 ABC

Otro episodio con un momento revelador que jamás pudimos ver en la serie. Michael está atado y Juliet le habla sobre el trato que tienen. Podrá salir de la isla con Walt, del cual le revela que es un chico especial, si cumple su parte. También le recuerda el acuerdo que tienen entre los dos en relación con la hermana de Juliet una vez haya conseguido escapar. No pasa por alto el momento en que Juliet le pregunta a Michael si estaría dispuesto a hacer cualquier cosa por su hijo. Y vaya si lo hace.

Episodio 5: Operation: Sleeper (Operación: El Dormido)

Protagonistas: Jack Shephard y Juliet Burke

Escrito por: Brian K. Vaughan

Dirigido por: Jack Bender

Fecha de emisión original: 3 de diciembre de 2007 Verizon – 10 de diciembre de 2007 ABC

De nuevo otro episodio revelador, ya que nos aporta claridad acerca de por qué Jack confió plenamente en ella. Juliet entra en la tienda de Jack y le habla sobre la verdad y por qué está con ellos. Ben le ha encargado una misión, saber qué mujeres están embarazadas para que luego sean secuestradas. Ante la sorpresa de Jack, ella le cuenta que está de su parte desde que llevó a Sun a la estación médica.

Episodio 6: Room 23 (Cuarto 23)

Protagonistas: Benjamin Linus y Juliet Burke

Escrito por: Elisabeth Sarnoff

Dirigido por: Jack Bender

Fecha de emisión original: 10 de diciembre de 2007 Verizon – 17 de diciembre de 2007 ABC

Walt ha hecho algo especial, algo que provoca la activación de la alarma y Juliet cree que lo mejor es que regrese con su padre, algo a lo que Ben se niega, ya que asegura que Jacob lo quiere consigo, además de decir que es sólo un niño. ¿Qué ha hecho Walt? Una imagen que enlaza con otro flashback anterior que ya nos dejó atónitos. El cuarto 23 es el mismo en el que a Karl le mostraban imágenes en flash repetidamente.

Episodio 7: Arzt & Crafts (Arzt y Cosas)

Protagonistas: Jin-Soo Kwon, Sun Paik Kwon, Hugo Reyes, Michael Dawson y Leslie Artz

Escrito por: Damon Lindelof

Dirigido por: Jack Bender

Fecha de emisión original: 17 de diciembre de 2007 Verizon – 24 de diciembre de 2007 ABC

Otro de los momentos que lanzaba una cierta idea sobre qué podría ser el humo negro. Leslie intenta convencer a Sun y Jin para no ir a las cuevas como ha propuesto Jack, incluso cuestiona el papel de líder del médico cirujano. Sin embargo, tras el encuentro con el humo negro, decide cambiar de opinión y mudarse a las cuevas. ¿Recordáis el episodio 5×12 «dead is Dead»? Todo está enlazado.

Episodio 8: Buried Secrets (Secretos Enterrados)

Protagonistas: Sun Paik Kwon y Michael Dawson

Escrito por: Christina M. Kim

Dirigido por: Jack Bender

Fecha de emisión original: 24 de diciembre de 2007 Verizon – 31 de diciembre de 2007 ABC

Sun está enterrando algo en la arena cuando de repente aparece Michael buscando a Vincent. Sun aprovecha para contarle que la isla para ella es como una especie de castigo. Cuando Michael trata de consolarla, aparece Vincent ladrando y rompiendo la magia que se estaba creando en torno a ellos dos. Lo que Sun entierra es su carné de conducir de Estados Unidos, algo que emplearía para comenzar una nueva vida y huir de Jin, ya que se había convertido en otro hombre al que ya no amaba.

Episodio 9: Tropical Depression (Depresión Tropical)

Protagonistas: Leslie Artz y Michael Dawson

Escrito por: Carlton Cuse

Dirigido por: Jack Bender

Fecha de emisión original: 31 de diciembre de 2007 Verizon – 7 de enero de 2008 ABC

Michael mantiene una conversación con leslie para enterarse sobre cuáles serían las mejores condiciones meteorológicas para zarpar el barco. Leslie le confiesa que no tiene ni idea y que todo se lo inventó para tratar de conseguir ayuda lo antes posible y así salir de la isla. Lesli también le cuenta a Michael por qué se encontraba de viaje a Sydney, para ver a una chica que había conocido por Internet.

Episodio 10: Jack, Meet Ethan. Ethan? Jack. (¡Jack conoce a Ethan! Ethan él es Jack)

Protagonistas: Jack Shephard y Ethan Rom

Escrito por: Carlton Cuse

Dirigido por: Jack Bender

Fecha de emisión original: 7 de enero de 2008 Verizon – 14 de enero de 2008 ABC

Jack está buscando medicinas cuando Ethan aparece con un maletín con ellas explicando que lo ha encontrado en la selva. También menciona que lo más probable es que Claire deba dar a luz en la isla además de desvelar a Jack que su esposa murió en el parto junto al bebé que esperaban. En un inevitable guiño, Ethan se ríe cuando Jack menciona, refiriéndose al bebé de Claire, que es bueno que no esté solo, a lo que Ethan responde «definitivamente no estás solo»…

Episodio 11: Jin Has a Temper-Tantrum on the Golf Course (Jin Tiene una Crisis en el Campo de Golf)

Protagonistas: Jin-Soo Kwon, Hugo reyes y Michael Dawson

Escrito por: Drew Goddard

Dirigido por: Jack Bender

Fecha de emisión original: 14 de enero de 2008 Verizon – 21 de enero de 2008 ABC

Perder al golf no sienta nada bien a Jin que comienza a lanzar improperios en una de sus partidas junto a Hurley y Michael. Jin confiesa sentirse solo e infeliz.

Episodio 12: The Envelope (El Sobre)

Protagonistas: Juliet Burke y Amelia

Escrito por: Damon Lindelof y J.J. Abrams

Dirigido por: Jack Bender

Fecha de emisión original: 21 de enero de 2008 Verizon – 28 de enero de 2008 ABC

Esta escena enlaza con lo que pudimos ver al inicio de la tercera temporada, cuando Juliet se quema la mano sacando unos panecillos del horno y llaman a la puerta. La invitada es Amelia. Juliet le cuenta a Amelia que entre ella y Ben la relación no es buena y decide contarle un secreto que debe guardar. Cuando se dispone a sacar un sobre de un cajón de la cocina, suena un timbre. En el sobre se ocultan las radiografías de Ben.

Episode 13: So It Begins (Así Que Eso Comienza)

Protagonistas: Vincent y Christian Shephard

Escrito por: Drew Goddard

Dirigido por: Jack Bender

Fecha de emisión original: 28 de enero de 2008 Verizon – 4 de febrero de 2008 ABC

Se trata de un episodio muy especial en el que nos situamos desde el punto de vista de Vincent, el perro de Walt. Vincent recorre la selva dejando atrás ropas y maletas, algo que hace presuponer que nos encontramos instantes antes de comenzar la serie y que Jack despierte. Se escucha un silbido que resulta ser de Christian llamando al labrador. En ese momento Christian da indicaciones al perro para que vaya y despierte a su hijo inconsciente indicándole que «tiene trabajo que hacer», una frase muy recurrente de este personaje a lo largo de la serie. La escena enlaza con el principio de la serie cuando Jack abre los ojos y se encuentra en medio de la selva. Toda una maravilla de mini episodio que da comienzo a la historia más grande jamás contada.

Un año en la vida de J. K. Rowling

12 meses en la vida de esta aclamada escritora que ha alcanzado su mayor éxito con la saga de novelas de Harry Potter. Un recorrido desde su niñez con fotografías inéditas de una mujer que se ha prodigado poco por los medios, hasta su edad adulta, mientras escribía la que sería la última novela, Harry Potter y Las Reliquias de la Muerte.

Parte I

Parte II

Parte III

Cómo vive, cómo escribe y dónde, la acompañamos en la comida, mientras viaja y hace otras rutinas diarias. Un documental irresistible para los muggles en elq ue el aclamado novelista James Rancie ha pasado tiempo con la escritora para conocer todos los detalles de su vida. Una mujer corriente pero a la vez maravillosa que nos ha regalado una historia y un personaje que permanecerán para siempre en la historia de la literatura.

Parte IV

Parte V

Parte VI

Siempre fiel

“Espérame aquí, amigo mío”, eran las palabras que Canelo escuchaba de su dueño a diario cuando acudía al Hospital a practicarse la diálisis. Canelo le esperaba en la puerta todos los días. Debido a la enfermedad el dueño tuvo que ser hospitalizado pero jamás saldría de aquel edificio..
Allí estaba Canelo, en la puerta, cada día, esperando la salida de su dueño..
12 largos años en espera de un milagro. Tal fue el cariño del pueblo que le impidieron ir a la perrera, se le intentó buscar una familia nueva.. pero Canelo seguía yendo cada día a la puerta del Hospital.
Durante los 12 años la gente le cuidó y le alimentó, era el perro de Cádiz.

Homenaje a Canelo

El 9 de diciembre de 2002, el fiel Canelo dejó de esperar. Fue atropellado por un coche dado a la fuga.
Dos años mas tarde, el callejón que frecuentaba justo al lado del hospital, se le llamo Canelo, “La calle Canelo”.

Resiliencia

Bonita y complicada palabra que ha formado parte de muchos de nosotros sin saberlo, pero cuyo significado, el que encierran sus efectos, es bien conocido.

Desde pequeños, muchos nos vemos obligados a madurar antes de lo que se supone deberíamos hacer. La vivencia de situaciones difíciles y complicadas a una edad temprana, ser el objeto de insultos, ser testigos de algo que jamás debiéramos haber visto, dificultades económicas, situaciones, es decir, que nos han impedido vivir una etapa que debería haber sido como la de los demás niños.

Sin saberlo, mientras hemos sido objeto de esas situaciones, nos hemos ido fortaleciendo, afrontándolas como algo natural, aunque sin olvidarlas, y superando todos los obstáculos. En definitiva, hemos salido fortalecidos al hacerle frente y somos más inmunes a estas y otras situaciones similares que se puedan producir a lo largo de nuestra vida.

Así es la resiliencia, la capacidad de una persona para sobreponerse a una tragedia o un dolor emocional, pudiendo salir fortalecido de esos mismos contratiempos.

El Patito Feo

por Hans Christian Andersen

parte 1

¡Qué lindos eran los días de verano! ¡Qué agradable resultaba pasear por el campo y ver el trigo amarillo, la verde avena y las parvas de heno apilado en las llanuras! Sobre sus largas patas rojas iba la cigüeña junto a algunos flamencos, que se paraban un rato sobre cada pata. Sí, era realmente encantador estar en el campo.

Bañada de sol se alzaba allí una vieja mansión solariega a la que rodeaba un profundo foso; desde sus paredes hasta el borde del agua crecían unas plantas de hojas gigantescas, las mayores de las cuales eran lo suficientemente grandes para que un niño pequeño pudiese pararse debajo de ellas. Aquel lugar resultaba tan enmarañado y agreste como el más denso de los bosques, y era allí donde cierta pata había hecho su nido. Ya era tiempo de sobra para que naciesen los patitos, pero se demoraban tanto, que la mamá comenzaba a perder la paciencia, pues casi nadie venía a visitarla.

Al fin los huevos se abrieron uno tras otro. “¡Pip, pip!”, decían los patitos conforme iban asomando sus cabezas a través del cascarón.

-¡Cuac, cuac! -dijo la mamá pata, y todos los patitos se apresuraron a salir tan rápido como pudieron, dedicándose enseguida a escudriñar entre las verdes hojas. La mamá los dejó hacer, pues el verde es muy bueno para los ojos.

-¡Oh, qué grande es el mundo! -dijeron los patitos. Y ciertamente disponían de un espacio mayor que el que tenían dentro del huevo.

-¿Creen acaso que esto es el mundo entero? -preguntó la pata-. Pues sepan que se extiende mucho más allá del jardín, hasta el prado mismo del pastor, aunque yo nunca me he alejado tanto. Bueno, espero que ya estén todos -agregó, levantándose del nido-. ¡Ah, pero si todavía falta el más grande! ¿Cuánto tardará aún? No puedo entretenerme con él mucho tiempo.

Y fue a sentarse de nuevo en su sitio.

-¡Vaya, vaya! ¿Cómo anda eso? -preguntó una pata vieja que venía de visita.

-Ya no queda más que este huevo, pero tarda tanto… -dijo la pata echada-. No hay forma de que rompa. Pero fíjate en los otros, y dime si no son los patitos más lindos que se hayan visto nunca. Todos se parecen a su padre, el muy bandido. ¿Por qué no vendrá a verme?

-Déjame echar un vistazo a ese huevo que no acaba de romper -dijo la anciana-. Te apuesto a que es un huevo de pava. Así fue como me engatusaron cierta vez a mí. ¡El trabajo que me dieron aquellos pavitos! ¡Imagínate! Le tenían miedo al agua y no había forma de hacerlos entrar en ella. Yo graznaba y los picoteaba, pero de nada me servía… Pero, vamos a ver ese huevo…

-Creo que me quedaré sobre él un ratito aún -dijo la pata-. He estado tanto tiempo aquí sentada, que un poco más no me hará daño.

-Como quieras -dijo la pata vieja, y se alejó contoneándose.

parte 2

Por fin se rompió el huevo. “¡Pip, pip!”, dijo el pequeño, volcándose del cascarón. La pata vio lo grande y feo que era, y exclamó:

-¡Dios mío, qué patito tan enorme! No se parece a ninguno de los otros. Y, sin embargo, me atrevo a asegurar que no es ningún crío de pavos.

Al otro día hizo un tiempo maravilloso. El sol resplandecía en las verdes hojas gigantescas. La mamá pata se acercó al foso con toda su familia y, ¡plaf!, saltó al agua.

-¡Cuac, cuac! -llamaba. Y uno tras otro los patitos se fueron abalanzando tras ella. El agua se cerraba sobre sus cabezas, pero enseguida resurgían flotando magníficamente. Movíanse sus patas sin el menor esfuerzo, y a poco estuvieron todos en el agua. Hasta el patito feo y gris nadaba con los otros.

-No es un pavo, por cierto -dijo la pata-. Fíjense en la elegancia con que nada, y en lo derecho que se mantiene. Sin duda que es uno de mis pequeñitos. Y si uno lo mira bien, se da cuenta enseguida de que es realmente muy guapo. ¡Cuac, cuac! Vamos, vengan conmigo y déjenme enseñarles el mundo y presentarlos al corral entero. Pero no se separen mucho de mí, no sea que los pisoteen. Y anden con los ojos muy abiertos, por si viene el gato.

Y con esto se encaminaron al corral. Había allí un escándalo espantoso, pues dos familias se estaban peleando por una cabeza de anguila, que, a fin de cuentas, fue a parar al estómago del gato.

-¡Vean! ¡Así anda el mundo! -dijo la mamá relamiéndose el pico, pues también a ella la entusiasmaban las cabezas de anguila-. ¡A ver! ¿Qué pasa con esas piernas? Anden ligeros y no dejen de hacerle una bonita reverencia a esa anciana pata que está allí. Es la más fina de todos nosotros. Tiene en las venas sangre española; por eso es tan regordeta. Fíjense, además, en que lleva una cinta roja atada a una pierna: es la más alta distinción que se puede alcanzar. Es tanto como decir que nadie piensa en deshacerse de ella, y que deben respetarla todos, los animales y los hombres. ¡Anímense y no metan los dedos hacia adentro! Los patitos bien educados los sacan hacia afuera, como mamá y papá… Eso es. Ahora hagan una reverencia y digan ¡cuac!

Todos obedecieron, pero los otros patos que estaban allí los miraron con desprecio y exclamaron en alta voz:

-¡Vaya! ¡Como si ya no fuésemos bastantes! Ahora tendremos que rozarnos también con esa gentuza. ¡Uf!… ¡Qué patito tan feo! No podemos soportarlo.

Y uno de los patos salió enseguida corriendo y le dio un picotazo en el cuello.

-¡Déjenlo tranquilo! -dijo la mamá-. No le está haciendo daño a nadie.

-Sí, pero es tan desgarbado y extraño -dijo el que lo había picoteado-, que no quedará más remedio que despachurrarlo.

-¡Qué lindos niños tienes, muchacha! -dijo la vieja pata de la cinta roja-. Todos son muy hermosos, excepto uno, al que le noto algo raro. Me gustaría que pudieras hacerlo de nuevo.

-Eso ni pensarlo, señora -dijo la mamá de los patitos-. No es hermoso, pero tiene muy buen carácter y nada tan bien como los otros, y me atrevería a decir que hasta un poco mejor. Espero que tome mejor aspecto cuando crezca y que, con el tiempo, no se le vea tan grande. Estuvo dentro del cascarón más de lo necesario, por eso no salió tan bello como los otros.

parte 3

Y con el pico le acarició el cuello y le alisó las plumas.

-De todos modos, es macho y no importa tanto -añadió-, Estoy segura de que será muy fuerte y se abrirá camino en la vida.

-Estos otros patitos son encantadores -dijo la vieja pata-. Quiero que se sientan como en su casa. Y si por casualidad encuentran algo así como una cabeza de anguila, pueden traérmela sin pena.

Con esta invitación todos se sintieron allí a sus anchas. Pero el pobre patito que había salido el último del cascarón, y que tan feo les parecía a todos, no recibió más que picotazos, empujones y burlas, lo mismo de los patos que de las gallinas.

-¡Qué feo es! -decían.

Y el pavo, que había nacido con las espuelas puestas y que se consideraba por ello casi un emperador, infló sus plumas como un barco a toda vela y se le fue encima con un cacareo, tan estrepitoso que toda la cara se le puso roja. El pobre patito no sabía dónde meterse. Sentíase terriblemente abatido, por ser tan feo y porque todo el mundo se burlaba de él en el corral.

Así pasó el primer día. En los días siguientes, las cosas fueron de mal en peor. El pobre patito se vio acosado por todos. Incluso sus hermanos y hermanas lo maltrataban de vez en cuando y le decían:

-¡Ojalá te agarre el gato, grandulón!

Hasta su misma mamá deseaba que estuviese lejos del corral. Los patos lo pellizcaban, las gallinas lo picoteaban y, un día, la muchacha que traía la comida a las aves le asestó un puntapié.

Entonces el patito huyó del corral. De un revuelo saltó por encima de la cerca, con gran susto de los pajaritos que estaban en los arbustos, que se echaron a volar por los aires.

“¡Es porque soy tan feo!” pensó el patito, cerrando los ojos. Pero así y todo siguió corriendo hasta que, por fin, llegó a los grandes pantanos donde viven los patos salvajes, y allí se pasó toda la noche abrumado de cansancio y tristeza.

A la mañana siguiente, los patos salvajes remontaron el vuelo y miraron a su nuevo compañero.

-¿Y tú qué cosa eres? -le preguntaron, mientras el patito les hacía reverencias en todas direcciones, lo mejor que sabía.

-¡Eres más feo que un espantapájaros! -dijeron los patos salvajes-. Pero eso no importa, con tal que no quieras casarte con una de nuestras hermanas.

¡Pobre patito! Ni soñaba él con el matrimonio. Sólo quería que lo dejasen estar tranquilo entre los juncos y tomar un poquito de agua del pantano.

Unos días más tarde aparecieron por allí dos gansos salvajes. No hacía mucho que habían dejado el nido: por eso eran tan impertinentes.

-Mira, muchacho -comenzaron diciéndole-, eres tan feo que nos caes simpático. ¿Quieres emigrar con nosotros? No muy lejos, en otro pantano, viven unas gansitas salvajes muy presentables, todas solteras, que saben graznar espléndidamente. Es la oportunidad de tu vida, feo y todo como eres.

-¡Bang, bang! -se escuchó en ese instante por encima de ellos, y los dos gansos cayeron muertos entre los juncos, tiñendo el agua con su sangre. Al eco de nuevos disparos se alzaron del pantano las bandadas de gansos salvajes, con lo que menudearon los tiros. Se había organizado una importante cacería y los tiradores rodeaban los pantanos; algunos hasta se habían sentado en las ramas de los árboles que se extendían sobre los juncos. Nubes de humo azul se esparcieron por el oscuro boscaje, y fueron a perderse lejos, sobre el agua.

Los perros de caza aparecieron chapaleando entre el agua, y, a su avance, doblándose aquí y allá las cañas y los juncos. Aquello aterrorizó al pobre patito feo, que ya se disponía a ocultar la cabeza bajo el ala cuando apareció junto a él un enorme y espantoso perro: la lengua le colgaba fuera de la boca y sus ojos miraban con brillo temible. Le acercó el hocico, le enseñó sus agudos dientes, y de pronto… ¡plaf!… ¡allá se fue otra vez sin tocarlo!

El patito dio un suspiro de alivio.

-Por suerte soy tan feo que ni los perros tienen ganas de comerme -se dijo. Y se tendió allí muy quieto, mientras los perdigones repiqueteaban sobre los juncos, y las descargas, una tras otra, atronaban los aires.

Era muy tarde cuando las cosas se calmaron, y aún entonces el pobre no se atrevía a levantarse. Esperó todavía varias horas antes de arriesgarse a echar un vistazo, y, en cuanto lo hizo, enseguida se escapó de los pantanos tan rápido como pudo. Echó a correr por campos y praderas; pero hacía tanto viento, que le costaba no poco trabajo mantenerse sobre sus pies.

Hacia el crepúsculo llegó a una pobre cabaña campesina. Se sentía en tan mal estado que no sabía de qué parte caerse, y, en la duda, permanecía de pie. El viento soplaba tan ferozmente alrededor del patito que éste tuvo que sentarse sobre su propia cola, para no ser arrastrado. En eso notó que una de las bisagras de la puerta se había caído, y que la hoja colgaba con una inclinación tal que le sería fácil filtrarse por la estrecha abertura. Y así lo hizo.

En la cabaña vivía una anciana con su gato y su gallina. El gato, a quien la anciana llamaba “Hijito”, sabía arquear el lomo y ronronear; hasta era capaz de echar chispas si lo frotaban a contrapelo. La gallina tenía unas patas tan cortas que le habían puesto por nombre “Chiquitita Piernascortas”. Era una gran ponedora y la anciana la quería como a su propia hija.

Cuando llegó la mañana, el gato y la gallina no tardaron en descubrir al extraño patito. El gato lo saludó ronroneando y la gallina con su cacareo.

-Pero, ¿qué pasa? -preguntó la vieja, mirando a su alrededor. No andaba muy bien de la vista, así que se creyó que el patito feo era una pata regordeta que se había perdido-. ¡Qué suerte! -dijo-. Ahora tendremos huevos de pata. ¡Con tal que no sea macho! Le daremos unos días de prueba.

Así que al patito le dieron tres semanas de plazo para poner, al término de las cuales, por supuesto, no había ni rastros de huevo. Ahora bien, en aquella casa el gato era el dueño y la gallina la dueña, y siempre que hablaban de sí mismos solían decir: “nosotros y el mundo”, porque opinaban que ellos solos formaban la mitad del mundo , y lo que es más, la mitad más importante. Al patito le parecía que sobre esto podía haber otras opiniones, pero la gallina ni siquiera quiso oírlo.

-¿Puedes poner huevos? -le preguntó.

-No.

-Pues entonces, ¡cállate!

Y el gato le preguntó:

-¿Puedes arquear el lomo, o ronronear, o echar chispas?

-No.

-Pues entonces, guárdate tus opiniones cuando hablan las personas sensatas.

Con lo que el patito fue a sentarse en un rincón, muy desanimado. Pero de pronto recordó el aire fresco y el sol, y sintió una nostalgia tan grande de irse a nadar en el agua que -¡no pudo evitarlo!- fue y se lo contó a la gallina.

-¡Vamos! ¿Qué te pasa? -le dijo ella-. Bien se ve que no tienes nada que hacer; por eso piensas tantas tonterías. Te las sacudirías muy pronto si te dedicaras a poner huevos o a ronronear.

-¡Pero es tan sabroso nadar en el agua! -dijo el patito feo-. ¡Tan sabroso zambullir la cabeza y bucear hasta el mismo fondo!

-Sí, muy agradable -dijo la gallina-. Me parece que te has vuelto loco. Pregúntale al gato, ¡no hay nadie tan listo como él! ¡Pregúntale a nuestra vieja ama, la mujer más sabia del mundo! ¿Crees que a ella le gusta nadar y zambullirse?

-No me comprendes -dijo el patito.

-Pues si yo no te comprendo, me gustaría saber quién podrá comprenderte. De seguro que no pretenderás ser más sabio que el gato y la señora, para no mencionarme a mí misma. ¡No seas tonto, muchacho! ¿No te has encontrado un cuarto cálido y confortable, donde te hacen compañía quienes pueden enseñarte? Pero no eres más que un tonto, y a nadie le hace gracia tenerte aquí. Te doy mi palabra de que si te digo cosas desagradables es por tu propio bien: sólo los buenos amigos nos dicen las verdades. Haz ahora tu parte y aprende a poner huevos o a ronronear y echar chispas.

-Creo que me voy a recorrer el ancho mundo -dijo el patito.

-Sí, vete -dijo la gallina.

Y así fue como el patito se marchó. Nadó y se zambulló; pero ningún ser viviente quería tratarse con él por lo feo que era.

Pronto llegó el otoño. Las hojas en el bosque se tornaron amarillas o pardas; el viento las arrancó y las hizo girar en remolinos, y los cielos tomaron un aspecto hosco y frío. Las nubes colgaban bajas, cargadas de granizo y nieve, y el cuervo, que solía posarse en la tapia, graznaba “¡cau, cau!”, de frío que tenía. Sólo de pensarlo le daban a uno escalofríos. Sí, el pobre patito feo no lo estaba pasando muy bien.

Cierta tarde, mientras el sol se ponía en un maravilloso crepúsculo, emergió de entre los arbustos una bandada de grandes y hermosas aves. El patito no había visto nunca unos animales tan espléndidos. Eran de una blancura resplandeciente, y tenían largos y esbeltos cuellos. Eran cisnes. A la vez que lanzaban un fantástico grito, extendieron sus largas, sus magníficas alas, y remontaron el vuelo, alejándose de aquel frío hacia los lagos abiertos y las tierras cálidas.

Se elevaron muy alto, muy alto, allá entre los aires, y el patito feo se sintió lleno de una rara inquietud. Comenzó a dar vueltas y vueltas en el agua lo mismo que una rueda, estirando el cuello en la dirección que seguían, que él mismo se asustó al oírlo. ¡Ah, jamás podría olvidar aquellos hermosos y afortunados pájaros! En cuanto los perdió de vista, se sumergió derecho hasta el fondo, y se hallaba como fuera de sí cuando regresó a la superficie. No tenía idea de cuál podría ser el nombre de aquellas aves, ni de adónde se dirigían, y, sin embargo, eran más importantes para él que todas las que había conocido hasta entonces. No las envidiaba en modo alguno: ¿cómo se atrevería siquiera a soñar que aquel esplendor pudiera pertenecerle? Ya se daría por satisfecho con que los patos lo tolerasen, ¡pobre criatura estrafalaria que era!

¡Cuán frío se presentaba aquel invierno! El patito se veía forzado a nadar incesantemente para impedir que el agua se congelase en torno suyo. Pero cada noche el hueco en que nadaba se hacía más y más pequeño. Vino luego una helada tan fuerte, que el patito, para que el agua no se cerrase definitivamente, ya tenía que mover las patas todo el tiempo en el hielo crujiente. Por fin, debilitado por el esfuerzo, quedose muy quieto y comenzó a congelarse rápidamente sobre el hielo.

A la mañana siguiente, muy temprano, lo encontró un campesino. Rompió el hielo con uno de sus zuecos de madera, lo recogió y lo llevó a casa, donde su mujer se encargó de revivirlo.

Los niños querían jugar con él, pero el patito feo tenía terror de sus travesuras y, con el miedo, fue a meterse revoloteando en la paila de la leche, que se derramó por todo el piso. Gritó la mujer y dio unas palmadas en el aire, y él, más asustado, metiose de un vuelo en el barril de la mantequilla, y desde allí lanzose de cabeza al cajón de la harina, de donde salió hecho una lástima. ¡Había que verlo! Chillaba la mujer y quería darle con la escoba, y los niños tropezaban unos con otros tratando de echarle mano. ¡Cómo gritaban y se reían! Fue una suerte que la puerta estuviese abierta. El patito se precipitó afuera, entre los arbustos, y se hundió, atolondrado, entre la nieve recién caída.

Pero sería demasiado cruel describir todas las miserias y trabajos que el patito tuvo que pasar durante aquel crudo invierno. Había buscado refugio entre los juncos cuando las alondras comenzaron a cantar y el sol a calentar de nuevo: llegaba la hermosa primavera.

Entonces, de repente, probó sus alas: el zumbido que hicieron fue mucho más fuerte que otras veces, y lo arrastraron rápidamente a lo alto. Casi sin darse cuenta, se halló en un vasto jardín con manzanos en flor y fragantes lilas, que colgaban de las verdes ramas sobre un sinuoso arroyo. ¡Oh, qué agradable era estar allí, en la frescura de la primavera! Y en eso surgieron frente a él de la espesura tres hermosos cisnes blancos, rizando sus plumas y dejándose llevar con suavidad por la corriente. El patito feo reconoció a aquellas espléndidas criaturas que una vez había visto levantar el vuelo, y se sintió sobrecogido por un extraño sentimiento de melancolía.

-¡Volaré hasta esas regias aves! -se dijo-. Me darán de picotazos hasta matarme, por haberme atrevido, feo como soy, a aproximarme a ellas. Pero, ¡qué importa! Mejor es que ellas me maten, a sufrir los pellizcos de los patos, los picotazos de las gallinas, los golpes de la muchacha que cuida las aves y los rigores del invierno.

Y así, voló hasta el agua y nadó hacia los hermosos cisnes. En cuanto lo vieron, se le acercaron con las plumas encrespadas.

-¡Sí, mátenme, mátenme! -gritó la desventurada criatura, inclinando la cabeza hacia el agua en espera de la muerte. Pero, ¿qué es lo que vio allí en la límpida corriente? ¡Era un reflejo de sí mismo, pero no ya el reflejo de un pájaro torpe y gris, feo y repugnante, no, sino el reflejo de un cisne!

Poco importa que se nazca en el corral de los patos, siempre que uno salga de un huevo de cisne. Se sentía realmente feliz de haber pasado tantos trabajos y desgracias, pues esto lo ayudaba a apreciar mejor la alegría y la belleza que le esperaban. Y los tres cisnes nadaban y nadaban a su alrededor y lo acariciaban con sus picos.

En el jardín habían entrado unos niños que lanzaban al agua pedazos de pan y semillas. El más pequeño exclamó:

-¡Ahí va un nuevo cisne!

Y los otros niños corearon con gritos de alegría:

-¡Sí, hay un cisne nuevo!

Y batieron palmas y bailaron, y corrieron a buscar a sus padres. Había pedacitos de pan y de pasteles en el agua, y todo el mundo decía:

-¡El nuevo es el más hermoso! ¡Qué joven y esbelto es!

Y los cisnes viejos se inclinaron ante él. Esto lo llenó de timidez, y escondió la cabeza bajo el ala, sin que supiese explicarse la razón. Era muy, pero muy feliz, aunque no había en él ni una pizca de orgullo, pues este no cabe en los corazones bondadosos. Y mientras recordaba los desprecios y humillaciones del pasado, oía cómo todos decían ahora que era el más hermoso de los cisnes. Las lilas inclinaron sus ramas ante él, bajándolas hasta el agua misma, y los rayos del sol eran cálidos y amables. Rizó entonces sus alas, alzó el esbelto cuello y se alegró desde lo hondo de su corazón:

-Jamás soñé que podría haber tanta felicidad, allá en los tiempos en que era sólo un patito feo.

Así conocí y me despedí de Harry Potter, el niño que vivió

Creí que su busqueda iba a ser complicada, revolviendo toda la casa en busca de aquel recorte de hace casi 10 años. Pero una simple escalera me ha ayudado a encontrar el pequeño trozo de periódico que sobresalía de un bloc negro. Lo he cogido entre mis manos como un tesoro, amarillento por el paso del tiempo, lleva grabada en él la fecha en la que conocí a Harry Potter.

«año XI, numero 211 CRONICA Domingo 31 de octubre 1999»

«HEROE INFANTIL / 13 MILLONES DE LIBROS VENDIDOS: Harry Potter no es malo, es un «best-seller». El inesperado éxito de este libro infantil apenas se ha visto enturbiado por la aparición de algunos detractores. La autora, Joanna Rowling, malvivía con una pensión hasta que creó al niño huérfano aprendiz de mago»

«No tenía dinero para fotocopias ni para un ordenador,mecanografié el texto dos veces» – J.K.Rowling

«Algunos padres ven en Harry Potter una fantasía dominada por el sexo, las drogas y el satanismo»

Primer artículo sobre Harry Potter gracias al que le conocí

Según he hecho estas fotografías que ilustran el artículo, por un momento, entre sonrisa y sonrisa, me he sentido como ese personaje de la obra al que guardo tanto cariño, Colin Creevey (con una pequeña diferencia que sólo saben aquellos que han terminado de leer el último libro), ese chaval de primer curso que no para de hacer fotografías a Harry Potter por considerarlo un ídolo.

¿Un libro infantil que había logrado colocar 13 millones de copias vendidas? Fue lo primero en que pensé aquel 31 de octubre (curiosamente día de Halloween, día de fiesta especial en Hogwarts) en la sala de prensa de la Residencia Universitaria Bartolomé Cossío en Cuenca, donde estaba estudiando. Arranqué las dos páginas del periódico y las conservé, releyendo durante toda esa semana varias veces el texto, donde de forma detallada se hablaba sobre los orígenes de Harry Potter, cómo su autora lo ideó, cómo muchas editoras creyeron que no era un libro apto para el público infantil, que los niños no estarían dispuestos a leer un texto tan largo y sin imágenes… hasta que una editorial tuvo la valentía de sacar la primera edición de Harry Potter y la Piedra Filosofal, el primero de la saga.

Es cuanto menos curiosa la relación entre los detractores del libro, de los que también se hablaba en el artículo, con la guerra mágica que se desarrolla en el mismo a lo largo de su historia, comparables a esos malvados mortífagos.

Si algo tenían que agradecerle por primera vez en la literatura a Joanna Rowling era el hecho de haber conseguido enfrentar a los niños y no tan niños a sus propios fantasmas e incluso a la propia muerte con todos los valores que el ser humano es capaz de aportar. Hartos de cuentos infantiles donde la verdad era encubierta, donde los fantasmas son buenos, donde los personajes son simples marionetas sin sentimientos, sin darnos cuenta J.K. Rowling propuso un nuevo estilo literario que nos ha movido a muchos a pasar noches en vela, a hablar durante meses sin parar de sus aventuras, a pasar años pendientes de esos personajes que iban creciendo con nosotros, a nuestro ritmo, cambiando y pasando por sentimientos que nos eran conocidos, presentándonos lo maravillosa y a la vez cruel que es la realidad en la que nos movemos.

Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos, Quidditch a Través de los Tiempos y Los Cuentos de Beedle el Bardo, los 3 libros adiccionales sacados de la biblioteca de Hogwarts

El sábado siguiente a la aparición del reportaje del periódico, decidí bajar a la ciudad a comprarlo, un 6 de noviembre de 1999. Entonces nadie conocía a Harry Potter, mi única pista era el nombre del protagonista y un título «Harry Potter y la Piedra Filosofal» que fui recordando a duras penas durante todo el camino entre cuestas y carreteras para que no se me olvidase. De hecho en la primera librería a la que entre no hubo suerte, ni siquiera me daba cuenta de que era una librería «religiosa» y al salir y percatarme me reí al pensar lo que acababa de hacer, intentar comprar el libro de la historia de un pequeño mago, libro al que los padres acusan de incitar al satanismo según describía el artículo, en un sitio como aquel. El dependiente me miraba extrañado y lo rebuscó en el almacén, pero no encontró nada.

Se presentan los personajes de la primera película que fui a ver al cine con mi amiga Almudena

El ánimo iba decayendo y ahora lo comparo al desánimo que sentía Potter en su búsqueda de los Horrocruxes. Tenía la necesidad de leer ese libro que había encandilado a tantas personas en otro país y que aquí nadie parecía conocer, ni siquiera habían oído nombrar a Harry Potter en su vida. Probé suerte en otra librería y también pusieron cara de extrañados, bajaron al almacén y de pronto allí estaba el dependiente, mirándome desde la parte baja de las escaleras con dos libros, uno amarillo y otro verde, cada uno en una mano. Con la mezcla del desánimo y la ilusión de haberlo encontrado por fin, se me había olvidado el título del primero, aunque enseguida lo recordé y me quedé con el amarillo, sintiendo a la vez una reconfortante sensación al saber que la segunda parte estaría ahí esperándome cuando hubiese terminado la primera.

1,500 pesetas me costó y era la 2ª edición. Hoy en el centro comercial he aprovechado para coger el libro, que entonces cuando compré no venía con el característico logotipo que establecieron tras su firma con la Warner, y he mirado el nº de edición, ni más ni menos que la 51.

Cada vez que pienso lo que me costó encontrar el libro aquel mes de noviembre y lo fácil que es hoy, vienen a mi mente una y otra vez las primeras palabras de J.K Rowling en el primer libro:

«- ¿Una carta? – repitió la profesora McGonagall, volviendo a sentarse-. Dumbledore, ¿de verdad cree que puede explicarlo todo en una carta? ¡Esa gente jamás comprenderá a Harry! ¡Será famoso… una leyenda… no me sorprendería que el día de hoy fuera conocido en el futuro como el día de Harry Potter! Escribirán libros sobre Harry… Todos los niños del mundo conocerán su nombre.»

Colección completa Harry Potter. Todos son 1ª edición excepto el primer libro que es de 2ª edición

Jamás olvidaré la noche del 24 de diciembre de 1999 en que comencé a leerlo. Tras regresar de la velada de nochebuena no tenía sueño y decidí que era el momento perfecto para saber el por qué del tremendo éxito de un libro infantil…. y cuando acabé de leer el primer capítulo sentí algo que nunca antes había sentido, una mezcla de sensaciones. Emoción, ganas de seguir leyendo, intriga, perfección, algo inexplicable que se quedará por siempre conservado en aquel momento y en aquel lugar.

Toda esa noche apenas pude pegar ojo y estaba deseando levantarme para leer el siguiente capítulo del libro que ya me había atrapado, del libro que sin yo saberlo, me atraparía sin remedio durante casi 10 años. Aquellas vacaciones de navidad mi boca no hacía sino hablar de Harry Potter, indagando, elucubrando teorías, tanto que el segundo libro llegó el día 6 de enero como regalo por parte de mi madre. Y mientras llegaba el tercero, muchos amigos sucumbían ante la lectura del famoso mago al escucharme hablar sobre él y vivían la experiencia que yo mismo había vivido, de noches en vela. Recuerdo especialmente a Almudena, en la sala de ocio por la noche a las tantas a la luz de la lámpara leyendo mientras los demás veíamos la televisión, concentrada en el placer de su lectura.

Me es imposible olvidar el placer que me produjo leer el tercer libro, Harry Potter y el Prisionero de Azbakan. Si ya había sucumbido ante la grandeza de la obra de Joanna, con este tomo disfruté hasta decir basta y a día de hoy es de todos los libros que he leído en mi vida, el mejor. Por supuesto que el Prisionero de Azkaban tiene su sentido completo habiendo leído los dos anteriores. Con él pasé a otro nivel de lectura al que nunca antes había llegado. En él la autora fue dando pequeñas pinceladas de la historia, de esas que al principio pasan desapercibidas, para en los últimos capítulos desvelar que todo lo que estaba ocurriendo tenía un sentido, un sentido que también se relacionaba con los dos títulos anteriores. Y es aquí cuando descubrí la magia, el cuidado y la sabiduría que J.K. Rowling le estaba dando a Harry Potter, cuando descubrí que nada me alejaría ya de este y los restantes cuatro libros que estaban por venir, porque el destino de Harry Potter, su historia, ya estaba escrita.

Harry Potter vence finalmente a la censura y también es acusado de plagio

Tras los tres primeros libros de la saga y entre rumores impactantes como el que decía que la autora ya tenía escrito el final y lo guardaba celosamente en la caja fuerte de su casa, entre sucesos reales en su vida y cambios como el nacimiento de un nuevo hijo, apareció Harry Potter y el Cáliz de Fuego un 9 de marzo de 2001 en nuestro país, libro que me dejó impactado porque doblaba casi en número de páginas al tercero, más de 600, lo que significaba aumentar el doble la emoción. Este libro se volvió más adulto, el protagonista estaba evolucionando y la gente que lo leía también lo hacía. Fue impresionante saber de niños de 9 y 10 años que en apenas 3 días, impacientes, ya se habían terminado de leer esta nueva parte y el hecho de que por primera vez en la historia de nuestro país y en gran parte del mundo entero, por fin Harry Potter alcanzó durante varias semanas consecutivas el primer puesto en la lista de ventas.

Hubo que esperar 3 años hasta que vio la luz en febrero de 2004 Harry Potter y la Orden del Fénix, el libro más largo de la saga con casi 1000 páginas y 2 años más cuando en febrero de 2006 apareció Harry Potter y el Misterio del Príncipe, libro este que iba allamarse Harry Potter y el Príncipe Mestizo, haciendo referencia como pretendía la autora en el títlulo original, Harry Potter and tha Half-Blood Prince, al príncipe de sangre sucia o mestiza, nacido de muggle y mago, pero el robo de la copia original del texto y otras cuestiones hicieron que este tomo tuviese en su título su propia historia que pasará a la historia propiamente dicha de la literatura. Estas cuarta, quinta y sexta parte profundizaban en el conocimiento del mundo mágico de Harry Potter, en su entorno, nos mostraron a un protagonista confundido con su propio destino, nos sorprendieron por su dureza en determinadas situaciones, por sus misterios resueltos y ante todo nos prepararon el camino para la última y definitiva batalla.

La historia de Joanne Kathleen Rowling, que tuvo que ponerse las iniciales J.K.Rowling para vencer la reticencia del público inglés a comprar un libro de una mujer

Dos años habían pasado desde entonces cuando el 21 de febrero de 2008 me acerqué con un sentimiento de nostalgia a la librería de siempre y dije «venía a por el último libro de Harry Potter«. Y entonces me vino a la mente de nuevo la vez que fui a comprar el primer libro, pensando en aquel primer día que busqué a Harry como a un niño perdido que no se sabe dónde está. Como bien aventuró la profesora McGonagall en las primeras páginas del primer tomo, ese día no había caras extrañas ni búsquedas por almacenes, porque ese día ya todo el mundo sabía quien era Harry Potter, ese día ya se habían escrito libros y millones de artículos sobre él en todo el mundo, ese día, Harry Potter ya se había convertido en el mago más famoso del mundo entero y no quedaba niño que no le conociese.

Y aquí estoy un 24 de enero de 2009, 9 años y un mes desde que abriese sus aventuras por primera vez, habiendo intentado alargar lo máximo posible el último libro, inquieto por enfrentarme a ese final con el que siempre soñé cómo sería, pero a la vez anegado en la tristeza por saber que todo acaba aquí. Durante este tiempo, al igual que el protagonista, he conocido a mis verdaderos amigos, he sufrido el dolor, la pérdida de seres queridos, me he emocionado e ilusionado, experimentado nuevas metas, mi vida ha cambiado.

Ningún recuerdo queda grabado mejor que en las hojas impresas de un libro y Harry Potter atesora entre sus páginas muchos momentos irrepetibles…

Son las 18:00 de la tarde y las últimas páginas acaban de pasar escapándose entre mis manos como si tuviesen vida propia. Con cuidado he colocado el libro, ya cerrado, en el hueco que le corresponde, junto a los otros séis y sólo he podido pensar en una cosa… que algún día, en el futuro, alguien cogerá el primer libro amarillo de Harry Potter sin saber de dónde salió ni cual es su origen, ni las historias que le esperarán desde ese momento… y una vez más la magia volverá a empezar.

– Entonces – continuó Dumbledore bajando del pupitre para sentarse en el suelo con Harry-, tú, como cientos antes que tú, has descubierto las delicias del espejo de Erised.

– No sabía que se llamaba así, señor.

– Pero espero que te habrás dado cuenta de lo que hace, ¿no?

– Bueno… me mostró a mi familia y… […]

– Déjame explicarte. El hombre más feliz de la tierra puede utilizar el Espejo de Erised como un espejo normal, es decir, se mirará y se verá exactamente como es. ¿Eso te ayuda?

– Nos muestra lo que queremos… lo que sea que queramos…

– Sí y no – dijo con calma Dumbledore-. Nos muestra ni más ni menos que el más profundo y desesperado deseo de nuestro corazón. Para ti, que nunca conociste a tu familia, verlos rodeándote. […] Sin embargo, este espejo no nos dará conocimiento o verdad. Hay hombres que se han consumido ante esto, fascinados por lo que han visto. O han enloquecido, al no saber si lo que muestra es real o siquiera posible.

[…]

– El espejo será llevado a unan nueva casa mañana, Harry, y te pido que no lo busques otra vez. Y si alguna vez te cruzas con él, deberás estar preparado. No es bueno dejarse arrastrar por los sueños y olvidarse de vivir, recuérdalo.

El placer de la lectura

En mi casa mis padres jamás han leído un libro, exceptuando aquellos que de niños les obligaron a leer hasta que, por obligación y necesidad de trabajo, dejaron la escuela. Pero sí nos nutrieron de ellos desde pequeños y nos instruyeron en el cuidado con el que hay que tratarlos.

fotografía de Alfonso Menendez

Mi casa siempre ha estado llena de libros, de Félix Rodriguez de la Fuente, de Aficciones, Enciclopedias… poco a poco se fue llenando con nuestro granito de arena, de libros infantiles, de la adolescencia y más adultos, hasta no haber prácticamente habitación principal en la casa donde no haya varias estanterías llenos de ellos, acumulando las sensaciones y el placer de la lectura que nos regalaron.

Pero hay un lugar en la casa especial que ha tardado casi 10 años en rellenarse, especial sólo para mí, ocupado por 7 libros. Uno de ellos no está ocupando su hueco, ocupa la estantería cercana a mi cama… y muy pronto, muy a mi pesar, con lágrimas en los ojos y una sonrisa, volverá a su sitio… y mientras lo coloque allí, me será imposible no rendirme ante la más grande historia jamás contada.

Para ti

Hola Yoko,

Aquel post de octubre tenía una meta un poco más lejana que tres meses, para aquellos que formaron parte del todo o durante la aventura que suponía este 1,000,000, por sus palabras, su admiración y sus consejos, para mí mismo, que nunca confié en que sería capaz de sobrellevar la pérdida y que puse en este espacio aquella tristeza ahogada ahora convertida en memoria.

Para aquellos que han creído. Para los que en una tarde calurosa disfrutaban mojándose mientras se sacudían y envolvían en su juego a todos los demás. Para los que esperaban pacientemente o con inquietud a que las cosas perdidas regresasen. Para los que permanecían con la ilusión de un sueño por cumplir. Para los que se dejaban llevar por la libertad de no hacer nada. Para los que una tarde de domingo significaba poder hacer cualquier cosa.

Para aquellos que a pesar de los fuertes vientos, de las lluvias y nevadas, de las tempestades y adversidades, eran constantes, leales y fieles amigos que aguantaban a su lado. Para los que resistían todas las inclemencias. Para aquellos que en la búsqueda de su destino y durante un largo camino lleno de dificultades, conseguían llegar a su objetivo cumpliendo así el principio y el fin con el que fueron marcados, con la sola y suficiente ayuda de su fortaleza interior. Para aquellos que unía sus vidas.

Para los que miraban en una misma dirección uniendo sus sueños y compartiéndolos con otros. Para aquellos cuya meta era disfrutar de lo que les deparase la vida. Para los que resistían los dolores y las enfermedades con valor. Para aquellos que buscaban un resquicio por muy pequeño que fuese para aferrarse a la vida y para aquellos que les ayudaban a conseguirlo.

Para aquellos que luchaban por llegar más lejos. Para los que lejos de ver la vida pasar ante sus ojos, aprovechaban cada momento y lo vivían como si fuese el último de su existencia consiguiendo metas imposibles. Para aquellos cuyos ojos miraban a un punto infinito, observando en la distancia aquello que se ocultaba más allá de lo físico. Para aquellos que por la inevitable casualidad del destino, se cruzaban en tu camino en una parte de tu vida, dejando una huella en esta que jamás se borraría. Para aquellos que vivían cada instante sin pensar en las consecuencias, para los que disfrutaban de momentos inolvidables y eran felices y hacían felices a los demás.

Para aquellos que vigilaban a los suyos de cerca para evitar que no cometiesen los mismos errores, para conseguir que creciesen lo mejor posible. Para los que se diviertían dando muestras de afecto y recibiéndolas y pensando que pocas cosas había tan bonitas como la sonrisa de una emoción compartida. Para aquellos que no necesitaban de nada más que lo que les proporcionaba la naturaleza y lo que podían hacer con ello.
Para los que eran felices con cualquier cosa, pasando momentos divertidos e interesantes con la simple compañía de alguien que jugase con ellos.

Por los momentos de risas que pasé contigo cuando pisaste la nieve por primera vez, cuando te veía soñar, cuando te ponías furioso porque te mojaba la cabeza con agua en los calurosos veranos o te limpiaba las orejas con los odiosos bastoncillos. Por los juegos que compartimos entre pelotas de tenis, zapatillas que iban y venían por los pasillos y tus sabrosos y preferidos wensis.

Por la alegría que a ambos nos provocaba ese momento en que sacaba la correa del cajón y tintineaba con su sonido característico, que ahora está apagado bajo mi cama como el mejor recuerdo de aquellos cortos y largos paseos que nos llevaban a descubrir los lugares de siempre que ahora sin tu presencia no son lo mismo.

Por toda la vida que me has dado, por ser mi sombra, mi otra mitad y mi mejor e inseparable amigo.

Te quiero.-

El monte de las ánimas

Hace muchos años, como lectura obligada, entre los poeamas y relatos del libro «Rimas y Leyendas» de Gustavo Adolfo Becquer encontré esta historia. Una leyenda que merece la pena ser leída un día como hoy.

EL MONTE DE LAS ÁNIMAS
(Leyenda de Soria)

La Noche de Difuntos, me despertó a no sé qué hora el doble de las campanas. Su tañido monótono y eterno me trajo a las mientes esta tradición que oí hace poco en Soria.

Intenté dormir de nuevo. ¡Imposible! Una vez aguijoneada la imaginación es un caballo que se desboca y al que no sirve tirarlo de la rienda. Por pasar el rato, me decidí a escribirla, como en efecto lo hice.

A las doce de la mañana, después de almorzar bien, y con un cigarro en la boca, no le hará mucho efecto a los lectores de El Contemporáneo. Yo la oí en el mismo lugar en que acaeció, y la he escrito volviendo algunas veces la cabeza con miedo cuando sentía crujir los cristales de mi balcón, estremecidos por el aire de la noche.

Sea de ello lo que quiera, allá va, como el caballo de copas.

-Atad los perros, haced la señal con las trompas para que se reúnan los cazadores y demos la vuelta a la ciudad. La noche se acerca, es día de Todos los Santos y estamos en el Monte de las Animas.

-¡Tan pronto!

-A ser otro día, no dejara yo de concluir con ese rebaño de lobos que las nieves del Moncayo han arrojado de sus madrigueras, pero hoy es imposible. Dentro de poco sonará la oración en los Templarios, y las ánimas de los difuntos comenzarán a tañer su campana en la capilla del monte.

-¡En esa capilla ruinosa! ¡Bah! ¿Quieres asustarme?

-No, hermosa prima. Tú ignoras cuanto sucede en este país, porque aún no hace un año que has venido a él desde muy lejos. Refrena tu yegua, yo también pondré la mía al paso, y mientras dure el camino te contaré esa historia.

Los pajes se reunieron en alegres y bulliciosos grupos. Los condes de Borges y de Alcudiel montaron en sus magníficos caballos, y todos juntos siguieron a sus hijos Beatriz y Alonso, que precedían a la comitiva a bastante distancia. Mientras duraba el camino, Alonso narró en estos términos la prometida historia:-

-Ese monte que hoy llaman de las Animas pertenecía a los Templarios, cuyo convento ves allí, a la margen del río. Los Templarios eran guerreros y religiosos a la vez. Conquistada Soria a los árabes, el rey los hizo venir de lejanas tierras para defender la ciudad por la parte del puente, haciendo en ello notable agravio a sus nobles de Castilla, que así hubieran solos sabido defenderla corno solos la conquistaron. Entre los caballeros de la nueva y poderosa Orden y los hidalgos de la ciudad fermentó por algunos años, y estalló al fin, un odio profundo. Los primeros tenían acotado ese monte, donde reservaban caza abundante para satisfacer sus necesidades y contribuir a sus placeres. Los segundos determinaron organizar una gran batida en el coto, a pesar de las severas prohibiciones de los clérigos con espuelas, como llamaban a sus enemigos. Cundió la voz del reto, y nada fue a parte a detener a los unos en su manía de cazar y a los otros en su empeño de estorbarlo. La proyectada expedición se llevó a cabo. No se acordaron de ella las fieras. Antes la tendrían presente tantas madres como arrastraron sendos lutos por sus hijos. Aquello no fue una cacería. Fue una batalla espantosa: el monte quedó sembrado de cadáveres. Los lobos, a quienes se quiso exterminar, tuvieron un sangriento festín. Por último, intervino la autoridad del rey: el monte, maldita ocasión de tantas desgracias, se declaró abandonado, y la capilla de los religiosos, situada en el mismo monte, y en cuyo atrio se enterraron juntos amigos y enemigos, comenzó a arruinarse. Desde entonces dicen que cuando llega la noche de Difuntos se oye doblar sola la campana de la capilla, y que las ánimas de los muertos, envueltas en jirones de sus sudarios, corren como en una cacería fantástica por entre las breñas y los zarzales. Los ciervos braman espantados, los lobos aúllan, las culebras dan horrorosos silbidos. Y al otro día se han visto impresas en la nieve las huellas de los descarnados pies de los esqueletos. Por eso en Soria lo llamamos el Monte de las Animas, y por eso he querido salir de él antes que cierre la noche.

La relación de Alonso concluyó justamente cuando los dos jóvenes llegaban al extremo del puente que da paso a la ciudad por aquel lado. Allí esperaron al resto de la comitiva, la cual, después de incorporársele los dos jinetes, se perdió por entre las estrechas y oscuras calles de Soria.

Los servidores acababan de levantar los manteles; la alta chimenea gótica del palacio de los condes de Alcudiel despedía un vivo resplandor, iluminando algunos grupos de damas y caballeros que alrededor de la lumbre conversaban familiarmente, y el viento azotaba los emplomados vidrios de las ojivas del salón.

Solas dos personas parecían ajenas a la conversación general: Beatriz y Alonso. Beatriz seguía con los ojos, y absorta en un vago pensamiento, los caprichos de la llama. Alonso miraba el reflejo de la hoguera chispear en las azules pupilas de Beatriz.

Ambos guardaban hacía rato un profundo silencio.

Las dueñas referían, a propósito de la noche de Difuntos, cuentos temerosos, en que los espectros y los aparecidos representaban el principal papel; y las campanas de las iglesias de Soria doblaban a lo lejos con un tañido monótono y triste.

-Hermosa prima exclamó, al fin, Alonso, rompiendo el largo silencio en que se encontraban, Pronto vamos a separarnos, tal vez para siempre; las áridas llanuras de Castilla, sus costumbres toscas y guerreras, sus hábitos sencillos y patriarcales, sé que no te gustan; te he oído suspirar varias veces, acaso por algún galán de tu lejano señorío.

Beatriz hizo un gesto de fría indiferencia: todo un carácter de mujer se reveló en aquella desdeñosa contracción de sus delgados labios.

-Tal vez por la pompa de la Corte francesa, donde hasta aquí has vivido se apresuró a añadir el joven. De un modo o de otro, presiento que no tardaré en perderte… Al separarnos, quisiera que llevases una memoria mía… ¿Te acuerdas cuando fuimos al templo a dar gracias a Dios por haberte devuelto la salud que viniste a buscar a esta tierra? El joyel que sujetaba la pluma de mi gorra cautivó tu atención. ¡Qué hermoso estaría sujetando un velo sobre tu oscura cabellera! Ya ha prendido el de una desposada; mi padre se lo regaló a la que me dio el ser, y ella lo llevó al altar… ¿Lo quieres?

-No sé en el tuyo contestó la hermosa, pero en mi país una prenda recibida compromete una voluntad. Sólo en un día de ceremonia debe aceptarse un presente de manos de un deudo…, que aún puede ir a Roma sin volver con las manos vacías.

El acento helado con que Beatriz pronunció estas palabras turbó un momento al joven que, después de serenarse, dijo con tristeza:

-Lo sé, prima; pero hoy se celebran Todos los Santos y el tuyo entre todos; hoy es día de ceremonias y presentes. ¿Quieres aceptar el mío?

Beatriz se mordió ligeramente los labios y extendió la mano para tomar la joya, sin añadir una palabra.

Los dos jóvenes volvieron a quedarse en silencio, y volvióse a oír la cascada voz de las viejas que hablaban de brujas y de trasgos, y el zumbido del aire que hacía crujir los vidrios de las ojivas, y el triste y monótono doblar de las campanas.

Al cabo de algunos minutos, el interrumpido diálogo tornó a reanudarse de este modo:

-Y antes que concluya el día de Todos los Santos en que así como el tuyo se celebra el mío, y puedes, sin atar tu voluntad, dejarme un recuerdo, ¿no lo harás? -dijo él, clavando una mirada en la de su prima, que brilló como un relámpago, iluminada por un pensamiento diabólico:

-¿Por qué no? -exclamó ésta, llevándose la mano al hombro derecho, como para buscar alguna cosa entre los pliegues de su ancha manga de terciopelo bordado de oro, y después, con una infantil expresión de sentimiento, añadió:

-¿Te acuerdas de la banda azul que llevé hoy a la cacería, y que no sé qué emblema de su color me dijiste que era la divisa de tu alma?

-Si.

-¡Pues… se ha perdido! Se ha perdido, y pensaba dejártela como un recuerdo.

-¡Se ha perdido! ¿Y dónde? -preguntó Alonso, incorporándose de su asiento y con una indescriptible expresión de temor y esperanza.

-No sé… En el monte acaso.

-¡En el Monte de las Animas! -murmuró, palideciendo y dejándose caer sobre el sitial. ¡En el Monte de las Animas! -luego prosiguió, con voz entrecortada y sorda-: Tú lo sabes, porque lo habrás oído mil veces. En la ciudad, en toda Castilla, me llaman el rey de los cazadores. No habiendo aún podido probar mis fuerzas en los combates, como mis ascendientes, he llevado a esta diversión, imagen de la guerra, todos los bríos de mi juventud, todo el ardor hereditario de mi raza. La alfombra que pisan tus pies son despojos de fieras que he muerto por mi mano. Yo conozco sus guaridas y sus costumbres, y he combatido con ellas de día y de noche, a pie y a caballo, solo y en batida, y nadie dirá que me ha visto huir el peligro en ninguna ocasión. Otra noche volaría por esa banda, y volaría gozoso como a una fiesta; y, sin embargo, esta noche…, ¿a qué ocultártelo?, tengo miedo. ¿Oyes? Las campanas doblan, la oración ha sonado en San Juan del Duero, las ánimas del monte comenzarán ahora a levantar sus amarillentos cráneos de entre las malezas que cubren sus fosas… ¡Las ánimas!, cuya sola vista puede helar de terror la sangre del más valiente, tornar sus cabellos blancos o arrebatarlo en el torbellino de su fantástica carrera como una hoja que arrastra el viento sin que se sepa adónde.

Mientras el joven hablaba, una sonrisa imperceptible se dibujó en los labios de Beatriz, que, cuando hubo concluido, exclamó en un tono indiferente y mientras atizaba el fuego del hogar, donde saltaba y crujía la leña, arrojando chispas de mil colores.

-¡Oh! Eso, de ningún modo. ¡Qué locura! ¡Ir ahora al monte por semejante friolera! ¡Una noche tan oscura, noche de Difuntos y cuajado el camino de lobos!

Al decir esta última frase la recargó de un modo tan especial, que Alonso no pudo menos de comprender toda su amarga ironía; movido como por un resorte se puso en pie, se pasó la mano por la frente, como para arrancarse el miedo que estaba en su cabeza y no en su corazón, y con voz firme exclamó, dirigiéndose a la hermosa, que estaba aún inclinada sobre el hogar, entreteniéndose en revolver el fuego:

-Adiós, Beatriz, adiós, Hasta pronto.

-¡Alonso, Alonso! -dijo ésta, volviéndose con rapidez; pero cuando quiso o aparentó querer detenerlo, el joven había desaparecido.

A los pocos minutos se oyó el rumor de un caballo que se alejaba al galope. La hermosa, con una radiante expresión de orgullo satisfecho que coloreó sus mejillas, prestó oído a aquel rumor que se debilitaba, que se perdía, que se desvaneció por último.

Las viejas, en tanto, continuaban en sus cuentos de ánimas aparecidas; el aire zumbaba en los vidrios del balcón, y las campanas de la ciudad doblaban a lo lejos.

Había asado una hora, dos, tres; la medianoche estaba a punto de sonar, cuando Beatriz se retiró a su oratorio. Alonso no volvía, no volvía, y, a querer, en menos de una hora pudiera haberlo hecho.

-¡Habrá tenido miedo! -exclamó la joven, cerrando su libro de oraciones y encaminándose a su lecho, después de haber intentado inútilmente murmurar algunos de los rezos que la Iglesia consagra en el día de Difuntos a los que ya no existen.

Después de haber apagado la lámpara y cruzado las dobles cortinas de seda, se durmió; se durmió con un sueño inquieto, ligero, nervioso.

Las doce sonaron en el reloj del Postigo. Beatriz oyó entre sueños las vibraciones de las campanas, lentas, sordas, tristísimas, y entreabrió los ojos. Creía haber oído, a par de ellas, pronunciar su nombre; pero lejos, muy lejos, y por una voz ahogada y doliente. El viento gemía en los vidrios de la ventana.

-Será el viento -dijo-, y poniéndose la mano sobre su corazón procuró tranquilizarse.

Pero su corazón latía cada vez con más violencia, las puertas de alerce del oratorio habían crujido sobre sus goznes con chirrido agudo, prolongado y estridente.

Primero unas y luego las otras más cercanas, todas las puertas que daban paso a su habitación iban sonando por su orden; éstas con un ruido sordo y grave, y aquellas con un lamento largo y crispador. Después, un silencio; un silencio lleno de rumores extraños, el silencio de la medianoche; lejanos ladridos de perros, voces confusas, palabras ininteligibles; ecos de pasos que van y vienen, crujir de ropas que arrastran, suspiros que se ahogan, respiraciones fatigosas, que casi se siente, estremecimientos involuntarios que anuncian la presencia de algo que no se ve y cuya aproximación se nota, no obstante, en la oscuridad.

Beatriz, inmóvil, temblorosa, adelantó la cabeza fuera de las cortinas y escuchó un momento. Oía mil ruidos diversos; se pasaba la mano por la frente, tornaba a escuchar; nada, silencio.

Veía, con esa fosforescencia de la pupila en las crisis nerviosas, como bultos que se movían en todas las direcciones, y cuando dilatándolas las fijaba en un punto, nada; oscuridad de las sombras impenetrables.

-¡Bah! -exclamó, volviendo a recostar su hermosa cabeza sobre la almohada de raso azul del lecho. ¿Soy yo tan miedosa como esas pobres gentes cuyo corazón palpita de terror bajo una armadura al oír una conseja de aparecidos?

Y cerrando los ojos, intentó dormir…: pero en vano había hecho un esfuerzo sobre sí misma. Pronto volvió a incorporarse, más pálida, más inquieta, más aterrada. Ya no era una ilusión: las colgaduras de brocado de la puerta habían rozado al separarse, y unas pisadas lentas sonaban sobre la alfombra; el rumor de aquellas pisadas era sordo, casi imperceptible, pero continuado, y a su compás se oía crujir una cosa como madera o hueso. Y se acercaban, se acercaban, y se movió el reclinatorio que estaba a la orilla de su lecho. Beatriz lanzó un grito agudo, y rebujándose en la ropa que la cubría, escondió la cabeza y contuvo el aliento.

El aire azotaba los vidrios del balcón; el agua de la fuente lejana caía y caía con un rumor eterno y monótono; los ladridos de los perros se dilataban en las ráfagas de aire, y las campanas de la ciudad de Soria, unas cerca, y otras distantes, doblaban tristemente por las ánimas de los difuntos.

Así pasó una hora, dos, la noche, un siglo, porque la noche aquella pareció eterna a Beatriz. Al fin, despuntó la aurora. Vuelta de su temor entreabrió los ojos a los primeros rayos de la luz. Después de una noche de insomnio y de terrores, ¡es tan hermosa la luz clara y blanca del día! Separó las cortinas de seda del lecho, tendió una mirada serena a su alrededor, y ya se disponía a reírse de sus temores pasados, cuando de repente un sudor frío cubrió su cuerpo, sus ojos se desencajaron y una palidez mortal descoloró sus mejillas: sobre el reclinatorio había visto, sangrienta y desgarrada, la banda azul que fue a buscar Alonso.

Cuando sus servidores llegaron, despavoridos, a notificarle la muerte del primogénito de Alcudiel, que por la mañana había aparecido devorado por los lobos entre las malezas del Monte de las Animas, la encontraron inmóvil; asida con ambas manos a una de las columnas de ébano del lecho, desencajados los ojos, entreabierta la boca, blancos los labios, rígidos los miembros, muerta, ¡muerta de horror!

Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de Difuntos sin poder salir del Monte de las Animas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas terribles. Entre otras, se asegura que vio a los esqueletos de los antiguos Templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa y pálida y desmelenada que, con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso.

Gran Hermano 10

Diez ediciones bien merecían un recuerdo, diez ediciones bien merecían sacar de su encierro y volver a montar toda esa factoría que nos dejó sueños, risas y emociones que despertaron por primera vez en nosotros: la libertad para mirar a través de ese «ojo de la cerradura», la libertad para opinar de los demás, la responsabilidad de decidir si los deseos de una persona acaban o continúan.

La oportunidad de ver lo nuevo con lo antiguo, ver cobrar vida a una mesa en la que 8 años atrás se decidía la repartición de un premio por una causa, donde se produjo la primera discusión, ver ese enorme puzzle de GH colocado por las paredes mientras los nuevos concursantes lo limpian, ver de nuevo una mochila sobre el colchón donde VANESA dijo el famoso «jódete». Ver ocupar de nuevo el asiento del sofá desde el que MARIA JOSÉ fue la primera expulsada, ese jardín en el que se realizaron tantos juegos y bailes y donde una vez vivió un perro y su caseta…

No sé con qué concursante quedarme, a cada cual más difícil, enrevesado y lleno de historias por contar…

No sé con qué momento quedarme de ayer. El baile japonés entre LI y ANA, la confusión YO-LI, el tomate orlando de MIRENTXU, El recuerdo de la primera casa de GH después de 8 años y la emoción de ver entrar por esa puerta de nuevo al ganador, esas pareces vacías llenas de recuerdos que resuenan como ecos en el tiempo, la intromisión del presente en el pasado, como si de repente despertase ese corazón dormido, ver desfilar uno a uno a cada concursante, a cada cual más diferente creando uno de los repertorios más variados de personas que se haya visto jamás, el momento anuncio de horno amarillo a juego con zapatos de ALMUDENA, las primeras risas y conexiones de gente que acaba de conocerse, el picotazo del avestruz a los rizos de JAVIER, la confusión del abrigo de RAQUEL con un perro, el fallo de sonido que jamás dio tanto juego en la televisión…

De todo sólo sé que me quedo con una cosa segura, con la sonrisa y las lágrimas que se han ido alternando en mi rostro a lo largo del programa, con las ganas de gritar que este concurso me encanta, con la ilusión de saber que cada vez que se mira a través de ese «ojo de la cerradura» comienza una historia diferente.

ANA TORO

Publicista de 36 años. Nacida en Granada en el seno de una familia acomodada. Ha recorrido gran parte del mundo y habla varios idiomas. Es muy aventurera y se considera libre e independiente. Entre sus múltiples aficiones están el flamenco, la bosanova, el deporte, los animales y cualquier tipo de actividad creativa. Ana es una persona muy segura de sí misma y afirma: «si intentan manipularme salto como un lanzallamas de ácido sulfúrico».

Su gracia natural invita siempre a una sonrisa, los momentos dejados desde el primer minuto no tienen desperdicio, especial mención al baile japonés que LI tiene que enseñarle.

ALMUDENA MARTÍNEZ

Es auxiliar administrativo, pero lleva 10 años trabajando de cajera. Se considera una persona meticulosa con el orden y la limpieza, competitiva y con aspiraciones de llegar muy lejos. Está soltera, se siente muy orgullosa de su familia y cree que tiene suerte en la amistad, aunque no tanto en el amor.

¿Cuántas veces se ha vaticinado que entraría en la casa alguien como ella? 7 años esperándola y ya la tenemos aquí. Con un gran carácter pero a la vez divertida.

CARLOS FERNÁNDEZ

Es soldador y está casado con Gema Zafra. Le gusta el fútbol, jugar a la videoconsola y esquiar. Se considera un chico muy observador, tímido, reservado y con un carácter muy tranquilo que, a menudo, tiene que aplacar el fuerte carácter de su mujer.

GEMA ZAFRA

Vive en Sant Vicenç dels Horts con su marido, Carlos Fernández, que también ha entrado como concursante en ‘Gran Hermano’. Llevan 10 años de relación y esperan seguir compartiendo su vida para siempre. Es una enamorada del flamenco y años atrás cantaba en un grupo. Se define como una persona impaciente, alegre y muy competitiva.

Los primeros habitantes de la casa de GRAN HERMANO 10. El momento en el que CARLOS entra y cuando creemos que le va a dar un beso en la cara se lo da a GEMA en la boca fue una gran sorpresa. Deberán fingir que no se conocen de nada, todo un guiño a nuestras gemelitas de GH9.

GERMÁN RAMÍREZ

Es relaciones públicas y ha realizado algunas incursiones en el mundo televisivo. Le gusta practicar snow, surf y boxeo. Su ídolo es Jim Carrey y su sueño es hacer una película con él. Está soltero y se considera un verdadero “terremoto”, inquieto, divertido y muy sociable.

Para el recuerdo su encuentro con GISELA, cuando ella asegura ser mala para retener los nombres y él le contesta «mientras no seas mala para otras cosas». Un guasón, aunque ya sabemos dónde terminan los guasones en este programa, quién no recuerda a FRAN de GH2.

CARLOS HOYA

Es licenciado en Administración y Dirección de Empresas y actualmente dirige una consultora inmobiliaria. Ha vivido en varios países y habla varios idiomas. Tiene valores tradicionales y Dios forma parte de su vida. Está soltero y afirma que nunca se ha enamorado porque es muy exigente. Se define como competitivo, tenaz y con un gran afán de superación. Es muy creativo y le gusta mucho el deporte, la lectura, la música y el cine.

Me recuerda a alguien, como si fuese un clon de ese personaje que llevaba animales al programa DE DOMINGO A DOMINGO de Belinda Washington y a Crónicas Marcianas. Si alguien recuerda su nombre que lo diga.

GISELA BETANCOURT

Es diplomada en Trabajo Social y se gana la vida como modelo. Le gusta practicar todo tipo de deportes: tenis, ping-pong, karate, baloncesto, gimnasia rítmica, voleibol y atletismo, entre otros. Está soltera y se considera una mujer muy romántica y entregada cuando se enamora.

La belleza personificada.

IVÁN MADRAZO

Combina su profesión de modelo de pasarela y fotografía con su faceta de empresario de una distribuidora de electrodomésticos. Está soltero y se considera simpático y divertido. Le gusta mucho cuidarse, las carreras de Fórmula 1, la hípica y el mundo de la moda.

Debajo de su rostro se oculta una historia que merece la pena ser descubierta. Vivir una historia de amor y perderlo todo en unos meses debe encerrar dolor y ganas de superación.

JAVIER PALOMARES

Es diplomado en Magisterio Musical y cantante de una orquesta polifónica en su tiempo libre. Contraerá matrimonio el año que viene, pero antes quiere disfrutar de una última experiencia extrema. Es dinámico, maniático y divertido. Entre sus aficiones destacan el teatro, el cine, la televisión y conocer lugares nuevos. Su viaje más gratificante ha sido al Sáhara, donde afirma que ha aprendido a valorar mejor las cosas.

Uno de los personajes más carismáticos de esta edición. Es el perfecto ejemplo de que no debemos juzgar a la gente a primera vista. Así se deja claro en su video de presentación, además de saber que a las avestruces les gusta el pelo rizado.

JIE LI

Vive en España desde hace seis años. A pesar de que su familia quiere que conserve las tradiciones de su país, es una apasionada de la cultura española. Trabaja como dependienta en una tienda de ropa. Adora a los animales, la música, el cine, el color rosa, el personaje de Hello Kitty y los karaokes y odia el racismo.

Demuestra su simpatía con cada palabra. Enseñará baile japonés a ANA y sabemos que le da miedo los hombres con pelo 😛

JULIO GONZÁLEZ

Actualmente prepara oposiciones para ingresar en la Policía Nacional. Está soltero y se considera una persona especial, sociable y presumida. Es un apasionado del surf, del mundo del motor y del gimnasio y cuida mucho su cuerpo y su alimentación. Le gusta mucho cantar y lo hace muy bien. Ha entrado en “Gran Hermano” para que la gente le conozca tal y como es.

Un día se le ocurrió escribir para participar y de pronto coge su primer avión fuera de las islas y entra en la casa de Gran Hermano.

DOLORES FERNÁNDEZ

Es estudiante de Biología, pero su gran pasión es el mundo de la estética. Tiene un centro de belleza que ella misma dirige. Está soltera y se considera una mujer conservadora y tradicional. No ha tenido suerte en el amor y necesita conocer gente nueva y cambiar de aires. Le gusta mucho leer, ir de compras, el cine y viajar.

Bajo su apariencia que recuerda a una antigua concursante de GH4 (Sonia Arenas), se oculta una mente inteligente.

RAQUEL GÓMEZ

Es diplomada en Logopedia, azafata de profesión y actualmente se prepara para ser piloto. Le gustan los deportes acuáticos, los coches y el fútbol. Está divorciada y se considera muy independiente, aventurera y arriesgada. En el ámbito personal, confiesa que quiere dar un giro completo a su vida. Asegura que a veces despierta mucha envidia entre las mujeres.

La primera impresión que he tenido es que sus objetivos profesionales y personales sin duda crearán conflicto de intereses con otros de la casa.

MIRENTXU ÁLVAREZ

Está casada y tiene tres hijos y dos nietos. Ha sido una trabajadora incansable que ha sacado adelante su propio negocio de ropa infantil. Dedica su tiempo libre a la interpretación y al cuidado de los suyos. Le gusta viajar a países exóticos sola o acompañada. No le gustan las discusiones ni crear polémica y asegura que le gusta estar con gente joven.

Muchos hacían conjeturas de que entraría alguien mayor en la casa y después de 7 años sus espectativas se han visto cumplidas. La concursante de mayor edad que ha pisado GH. Gana mucho más en compañía riendo que sola hablando. Todo un regalo para la casa.

ORLANDO BREYNER

En el ámbito profesional se define como un “vendedor de ilusiones”, ya que es propietario de varias atracciones de feria infantiles. Está soltero y se autodefine como un hombre soñador, arriesgado y sensible. Le gusta cuidar su imagen y cada noche espera encontrar el amor de su vida. Pasa su tiempo libre navegando en Internet. Cree que hay que vivir la vida intensamente, ya que lo que verdaderamente importa son las experiencias.

Tras su sonrisa hay toda una vida de idas y venidas, de amigos en el camino y de historias vividas. Uno de mis preferidos por toda la vida que encierra y que ha visto.

EVA FREIRE

Es licenciada en Bellas Artes. Trabaja como ganadera de lunes a viernes y como camarera las noches de viernes y sábados. Su entorno desconoce cuál es su actividad laboral durante la semana. Su gran pasión son los caballos y la pintura. Se autodefine como una persona decidida, espontánea, impulsiva y con un carácter muy fuerte. Está soltera y se considera poco afortunada en el amor, si bien está dispuesta a encontrarlo.

Toda una trabajadora con una intensa vida. Al igual que el anterior, una vida interesante por conocer.

Castillo de naipes

Jorge cruzó la puerta de la consulta del sicólogo con parsimonia y sin inmutarse ante nada, ni siquiera le sorprendió el hecho de que no estuviese allí el mismo especialista que lo había tratado durante las dos últimas semanas.

– Buenos días don… – miró de soslayo la lista de pacientes- Jorge. Soy el doctor Melides y estoy sustituyendo a su sicóloga durante una temporada.

Jorge lo miró haciendo un gesto de desdén y se aceleró pronto a ocupar su asiento sin saludar.

– Cuando quiera podemos empezar. -dijo Jorge- Pregúnteme, me apetece salir de aquí cuanto antes. Haga usted su trabajo y así yo seguiré con el mío.

Hubo un silencio incómodo durante el cual ambos no sabían reconocerse, ni el uno al otro ni siquiera ellos mismos. Un rato después el doctor Melides abrió un cajón de su consulta y sacó una baraja de cartas.

– ¿No me ha escuchado?- se impacientó Jorge.- Haga lo que hacen los de su especie, preguntar sobre mi vida y sacarme lo peor. De seguro que su vida no se queda atrás. – Miró la baraja de cartas e hizo un gesto de desaprovación.- ¿Me va a leer el tarot?

El doctor sacó lentamente las cartas de la baraja y se puso a construir un castillo de naipes con mucho cuidado ante la mirada incrédula de su paciente. Una vez construído el castillo de tres pisos, el doctor se le quedó mirando.

– Tiene frente a usted un castillo de naipes. ¿Qué desea hacer con él?

Jorge se incorporó de costado de su asiento y sopló con fuerza haciendo caer las cartas sobre la mesa.

– Eso deseo hacer- contestó.

– ¿Por qué ha elegido hacer eso?

– ¿No es acaso lo que hubiese hecho cualquiera?- replicó Jorge.- Eso es una pamplina.

El doctor reunió de nuevo las cartas y las guardó en la caja.

– No todo el mundo hubiese destruído el castillo de naipes, ¿por qué su primera opción es la de acabar con las cosas? Tenía la opción de construir otro castillo similar o incluso la opción de superarme con un piso más.

– ¿Y por qué iba a perder el tiempo construyendo algo que no sirve para nada?

– Usted no lo ha construído, lo he construído yo. ¿Por qué acaba con mi castillo y con mi tiempo?

– Porque no sirve para nada, ya se lo he dicho. ¿Por qué acaba usted con mi tiempo?

El doctor se lo quedó mirando fijamente.

– Porque desde aquel accidente usted no siente nada. Destruir es una opción que se elige, igual que la de construir, pero nadie la impone. Es libre para decidir sus actos en todo momento, pero no se da cuenta que con ello interfiere en la libertad de los demás, en la libertad de otros para construir su mundo, tanto si le parece que sirve para algo como si no.

Beso muerto

Cuando ÉL se despierta cada día recostándose de lado en la cama, se levanta y sube la persiana de su preciosa casa a las afueras de la ciudad, dejando que los primeros rayos de sol de la mañana inunden una habitación anclada en el pasado.

Se despereza, bosteza y encamina sus pasos hacia la cocina donde prepara un tazón de leche con cacao. Por las mañanas recién despierto ÉL se comporta como una máquina, aunque prefiere no pensar en ello. Este día sí lo hace y por eso rompe con la rutina de cada día. No habrá tostadas, sólo esa taza que ha preparado. No habrá viaje a la ciudad y al trabajo en ese viernes, unas llamadas bastarán.

beso muerto

Con la taza en la mano se sienta con armonía cerca de la ventana dejandose inundar los ojos por los preciosos rayos de color dorado y, entre el desconcierto de la pequeña brisa que mueve los árboles creando un espacio mágico, recuerda lo que ya nunca más podrá volver a hacer, dar un beso de buenos días a la persona que más ha querido en su vida.

fotografía retocada: the inhabitant / texto del relato: cedequack