El séptimo cumpleblog (especial 3,000,000 de visitas)

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El siete, ese número mágico con tantas connotaciones en nuestras vidas, las vidas de un gato (azul), los años de mala suerte al romper un espejo roto y mirarse en él, los siete días de la creación y su contínua repetición en el apocalipsis del final de nuestras vidas, el siete, ese número perfecto.

El siete, los siete días de la semana, las siete notas musicales y los siete colores del arco iris (tradicionalmente, venga, vamos a repetirlos como nos enseñaron en la escuela). Las siete maravillas del mundo, las antiguas y las nuevas. El siete es el número del universo, con sus siete rayos con nombre, Sthula Sharira, Linga Sharira, Kama Rupa, Kama Manas, Manas, Buddhi y Atma. El siete es la balanza y la pareja. Siete son las ramas del saber, Raja, Karma, Jnana, Hatha, Laya, Bhakti y Mantra y siete son las ciudades sagradas, Ayodhya, Máthura, Gaya, Casi, Kanci, Avanti y Dv Araka.

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Aunque el número once es el que más me ha acompañado a lo largo de toda mi vida (y aún hoy sigue haciéndolo de forma misteriosa), mi vida parece regida por el número siete. Hoy confesaré que a los 7 años rompí un espejo y me miré en él. No soy especialmente supersticioso, antes sí, ahora ya no, soy de los que pasa debajo de las escaleras sin temor, de los que no se asusta por cruzarse con un gato negro y de los que ya no hacen tonterías cuando se cae la sal o veo a alguien vestido de amarillo, aprendí a pasar de las supersticiones.

Y aunque no soy supersticioso, sé reconocer algunas cosas y una de ellas es que mi vida ha ido en ciclo de 7 años, pero no siempre para mal, muchas de las veces para bien, cambiando sin querer, quizá fruto de la casualidad, desde que rompí aquel espejo. A los 14 aprendí a ser adulto haciéndome más fuerte, a los 21 abandoné mi soledad para cambiar drásticamente de vida y conocí a los que hoy son mis amigos, a los 28 la vida se llevo mi cincuenta por ciento, a lo que más quería, a mi siempre amigo eterno Yoko al que dediqué el nombre de todos mis proyectos desde entonces. Estoy en los 35, esperando saber si el destino reserva algo o si ese espejo ya se cobró su deuda. A lo mejor el cambio se está produciendo poco a poco, en este mismo momento, y no sepa ver su cara hasta que pase el tiempo.

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Este blog se inició en otro lugar y con otro nombre un 11 de octubre, por el mero hecho de escribir y compartir con los demás, con ese mundo que es una audiencia inmensa, en el que siempre hay alguien para escuchar. Apenas dos meses más tarde y tras la trágica pérdida, Yoko le dio otro sentido y su nombre.

Est teclado está diciendo basta, tras pulsar cada una de sus teclas millones de veces, algunas no se quedan marcadas, os invito a ver que la letra «e» desparace de vez en cuando de las palabras. Su sucesor está aquí al lado y hay que darle paso antes de que mis cabreos al leer lo escrito aumenten.

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Esta celebración del séptimo cumpleaños del blog es muy especial por muchas cosas. El 8 de octubre así como quien no quiere la cosa, las estadísticas reflejaron ya más de 3,000,000 de visitas durante todo este tiempo. Tres millones de miradas que me ilusionan y que se hace una cifra enorme e imposible de asimilar lo suficiente como para ser consciente de ella. Pero no son sólo esos tres millones. Durante esta aventura surgieron otras, El libro gordo de Petete para los niños con sus más de 600,000 secretos, Mars & McLeod con más de 350,000 seriéfilos, el blog no oficial de Mujeres y Hombres y Viceversa con 1,500,000 seguidores, o la pasión por los videojuegos destada en Yoko’s Play con más de 2,300,000 jugadores.

Esos blogs han sido partícipes de parte de mis pasiones y desde hace unas semanas llegan a un nuevo nivel, el de los dominios propios abandonando la casa que los acogió. De esta forma nació primero el lugar que pronto, ahora en prueba, será el centro de todo, el cerebro, la placa madre, el motor, Yoko y Yo.

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La pasión por el entretenimiento no desaparece, Yoko’s Play y Mars & McLeod se fusionan para dar forma a una web de la que estoy muy orgulloso por su estética y por el cuidado que he puesto en hacerla paso a paso durante los meses de verano, En Episodios Anteriores. Con logo creado por un experto chico con residencia en Rumanía y con mascota propia, Jack Shephard y Vincent, creada por uno de los mejores dibujantes de cartoon del mundo, Muhamad Rizqi.

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El círculo se completa con una ilusión hecha realidad y la que fue la fuente de inspiración para que todo esto comenzase hace 7 años. Todo nació el día en que accedí a un blog grupal, creado por unos amigos de Barcelona. De cada publicación, con cada opinión, con cada historia y cada fotografía, consiguieron inspirarme para buscar mi propio hueco en el océano inmenso. Con el tiempo y cada vivencia y situación personal, terminaron dejando el blog. Ahora 7 años más tarde y con muchos nervios y sudores para conseguir su regreso, que ya contaré en otra entrada, se me iluminan los ojos y se me dibuja una gran sonrisa al anunciar la vuelta de Ideoflexia.

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Tras hablarlo con alguno de los autores originales y tener el visto bueno de su creador, volverán Anna y Tietgale (que me emociono de sólo pensarlo). Los lazos de esta vida me cruzaron con gente impresionante a la que no puedo olvidar, compañeros de residencia universitaria que también estarán allí, como Alberto, ese gran artista del que siempre quise un cuadro, un gran polemista y «opinador» y José Luis, educador, con el que apenas compartí unas palabras en su día y alguna que otra hora de gimnasio y de fiesta, pero que el facebook ha hecho que pueda leer unos artículos y ver una personalidad que no pude descubrir en su día.

Cada texto, cada palabra en estos siete años no ha sido tiempo perdido delante de una pantalla. Ha sido como hablarle al mundo, pero sobre todo a mí mismo. La posibilidad de plasmar en palabras pensamientos, inquietudes, aficiones, reflexiones y que cada una de esas palabras esté condicionada por tu propio día a día, hacen que escribir un blog sea algo grande y único. Os espero aquí y en esos nuevos lugares donde las ideas y las pasiones se vierten en un océano sin límites, como botellas con mensaje, donde lo bonito es atrapar una, sacar el papel y disfrutar de la sorpresa que aguarda.

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A tale of two cities

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Hace un par de semanas me puse a ver Oblivion, la última película intepretada por Tom Cruise. Durante los primeros minutos se produjo uno de esas joyas que yo ya llamo «momento LOST», que también podría describir como «una pequeña nota de color, misterio, recuerdo, sensación o sobresalto que de repente inunda la calma y te hace entrar en un momento de exaltación y euforia». Por eso lo llamo más corto «momento LOST», ya que fue esta serie la que me hizo sentir por primera vez esa sensación maravillosa de locura transitoria frente a un televisor.

Jack, otra maravillosa coincidencia lo del nombre, Jack Harper en este caso, entra en su cabaña, en un lugar que aún permanece inalterado ante la invasión alienígena. Un lugar muy parecido a los barracones de Perdidos, otra semejanza más, ambos lugares reducto que parecen anacrónicos y desentonan en el conjunto de la historia y el paisaje global.

Jack pone su mono encima de la nevera y suelta un libro sobre la mesa, encima de otro. En ese momento paro la imagen y, después de tantas coincidencias, surge ese «momento LOST», cuando me fijo en el título del libro que hay debajo, «A tale of two cities», historia de dos ciudades, la novela que Charles Dickens publicó en 1859 y que de alguna manera viene a contar la historia de dos sociedades, de dos formas de pensamiento que crecieron apartadas y siguieron sus caminos hasta que el destino las confronta.

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Una idea que muchos cineastas y guionistas han tomado ya como universal y que en algunas obras es una auténtica delicia. Mientras que en Oblivion supone la confrontación de dos razas que crecieron en mundos diferentes, su sentido en «Perdidos», título que además se le dio al primer episodio de la tercera temporada, fue otra confrontación, la de los supervivientes del Oceanic 815 y los Otros, dos vidas que crecieron por caminos separados y que el destino termina uniendo para dar comienzo a una batalla, a una lucha por otro tipo de supervivencia.

Nuestra vida no deja de ser esa novela. Andamos, vamos y venimos, crecemos dando molde a unas ideas, a un espacio. Muchas veces no somos conscientes de que otras vidas crecen, andan, van y vienen y crean sus propios pensamientos y su propio espacio. Entonces un buen día chocas, y de ese choque nacen amores, batallas, se entremezclan las ideas y los espacios y se forma algo nuevo que andará, irá y vendrá y volverá a chocar de nuevo.

Anticipate

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El segundo y último proyecto que cubre todo lo que quería hacer está a pocos minutos de ver la luz. Decenas de horas van por detrás eligiendo y descartando y con una dura decisión final. Un gasto mínimo que compensa el resultado del que me he enamorado.

Una de las frases más escuchadas de los últimos tiempos ya tiene un hueco en internet.

Tico y Rigodón

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Un buen día de mediados de la década de los años 80, me senté a ver la tele cómodamente en el sofá. Un león llamado Willy Fog se metió en un lío de un par de cajones (que diría cierto personaje de ficción) apostando por un imposible y comenzando una aventura que lo llevaría a dar la vuelta al mundo en 80 días.

Para mí aquella fue la historia original, aunque con el tiempo descubriría que estaba basada, esa y las siguientes aventuras por llegar varios años después con 20,000 leguas de viaje submarino y viaje al centro de la tierra, en novelas de Julio Verne. Era la época en que los animales eran un canalizador para el público infantil, para llevarnos la literatura y las mejores historias a nuestro pequeño plano de realidad imaginaria.

Así que para mí Willy Fog no era una persona de carne y hueso, era un león, igual que Dartaçan no era sino un perro mosquetero. Y sin querer hicieron que me interesase por esas historias cuando crecí.

Hace apenas un par de semanas comencé una nueva aventura de la mano de Studio Ghibli y Level 5 con Ni No Kuni y la Ira de la Bruja Blanca. No pensaba yo que a estas alturas de la película algún personaje de videojuego iba a sacarme unas risas, pero hubo uno que lo consiguió y se llama Drippy.

Inmediatamente sus ocurrencias, la soltura al hablar como si todo lo que le viniese a la mente lo soltase sin pensar, su agilidad mental y falta de tacto, me recordaron de alguna forma a ese querido personaje con acento andaluz que acompañaba sin descanso al francés Rogodón en sus aventuras como mayordomo de Willy Fog en su vuelta al mundo.

Tico es ese personaje que sabe que existe algo malo merodeando a su alrededor, pero cuyo carácter hace que ese miedo se disipe, que los fantasmas y peligros al final se conviertan en pequeños ratoncitos indefensos.

The Name Game

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Ha conseguido lo que parecía imposible, remover el podio de mi lista de series. Después de la intocable Perdidos y la maravillosa Mujeres Desesperadas, American Horror Story se ha ganado el tercer puesto en mi ranking particular, con el permiso de Dexter.

La primera temporada fue fabulosa y trepidante, pero con tan solo dos episodios de la nueva temporada, vuelvo a sentir ese gusanillo y esas ganas de darle vueltas a la cabeza, de desear ver uno nuevo y ver lo que pasará, vuelve esa misma intensidad que tenía con las primeras temporadas de las dos primeras series de mi lista. Y es que lo tiene todo, las abduciones de las que tanto se hablaba en los años 60, los siquiátricos, las monjas y todo lo que ocurría en aquellos lugares, cuando no había casi noticias ni investigaciones y muchos secretos permanecían entre las cuatro paredes, los exorcismos, juega un poco con la historia, el misterio que encierra cada lugar y cada puerta, unos personajes tan carismáticos que cada uno es una entidad, bien construídos y definidos.

Esta semana descubría el video promocional del episodio 10, en la que Jessica Lange interpreta un tema con años de historia y que además se convierte en el título del propio episodio, The Name Game. Meter esta canción en una serie de terror y hacer que tenga sentido, esto es ARTE. (Dejo al final un mini vídeo puesto que por copyright el original no está completo en nuestro país hasta que se emita).

Tuvimos suerte, familia

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A pesar de que la cabecera es un intento de copia de ‘Cuéntame’, a pesar del logotipo de la serie, horrendo, como de hace dos décadas, a pesar de ese tufo a ‘Médico de Familia’ inaguantable y del que la serie bebe su nombre con el título ‘familia’, he de reconocer que me encantó la elección musical, que corre a cargo de Funambulista con ‘Tuvimos suerte’.

A la serie no sé lo que le deseo, porque no creo que le de una oportunidad, pero a esta pedazo de canción pop, con esos cambios melódicos rozando el desafine, que tanto me gusta eso de jugar al límite, siempre inventando la forma de pisar el borde sin llegar a caerse, le deseo lo que su propio título nos da.

Especial EL FIN DEL MUNDO, 21 de diciembre de 2012: La banda sonora del fin del mundo

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Seguro que si supiéramos con toda certeza que el de mañana sería el último de nuestros días, viviríamos la vida como nunca antes, nadie iría a trabajar, algunos se quedarían con sus familias, otros viajarían por última vez a un lugar recóndito del mundo en el que perderse, otros cumplirían sus sueños. No está de más pensar de vez en cuando o que ocurran estas cosas para darnos cuenta de que cada día en nuestras vidas es como una rutina, a veces impuesta por la necesidad. El ser humano es esclavo de muchas cosas y no aprovechamos cada segundo para disfrutar al máximo como deberíamos hacerlo.

Es el momento ideal para disfrutar de la creación del ser humano, de algo que comienza en nuestras vidas como una banda sonora, nuestro propio llanto, y que poco a poco va tomando forma con otras melodías, nuestras, de aquellas con las que nos cruzamos o de las que llegan por casualidad. La música acompaña al hombre desde la creación, de una forma u otra, siempre presente.

No voy a pronunciar más palabras, es el momento de sentarse y escuchar esta banda sonora. Reconozco que algunos cortes me gustan más que otros, pero escucharlo de principio a fin es una delicia, como un último dulce que saborear, por lo que pueda pasar. Y a esta banda sonora he agregado al final mi corte particular, mi aporte, uno de los que no podría faltar en los últimos instantes. Porque si ese momento llegase, me gustaría que alguien me estuviera esperando al otro lado, donde quiera que sea. Dale al play.

1. «Highway to Hell» – AC/DC


2. «Carmina Burana: O fortuna» – Opera


3. «My Way» – Frank Sinatra


4. «The Final Countdown» – Europe


5. «I Don’t Want to Miss A Thing» – Aerosmith


6. «Viva la Vida» – Coldplay


7. «Lux Aeterna: Requiem for a Dream» – OST


8. «It’s the End of the World As We Know It» – R.E.M.


9. «Born to Die» – Lana del Rey


10. «Última noche en la tierra» – La musicalité


11. «The End» – The Doors


12. «The Show Must Go On» – Queen


13. «Apocalypse Please» – Muse


14. «It’s My Life» – Bon Jovi

Es hora de marchar…

15. Move On «BSO Lost – Michael Giaccino»

Los ricos también lloran

los ricos tambien lloran

Hubo un tiempo en mi vida en que se cruzaron series y telenovelas, en el que era tal la similitud, que distinguirlas era cuanto menos una cuestión de percepción personal, más que de definiciones de eruditos y más cuando uno era tan pequeño que no levantaba más de seis palmos del suelo. Era la época de Santa Bárbara, de Dinastía, de Dallas, de Los Ricos También Lloran, de Falcon Crest, de Cristal y La Dama de Rosa, cuando las revistas de televisión en el kiosko se vendían como churros cada semana, cuando entre sus páginas se escondía un coleccionable del capítulo anterior y te regalaban una carpeta para recopilarlos todos, con los protas en la portada.

‘Cristal’: Momentazo, Victoria descubre que Cristina es su hija!!!!

De pequeño solíamos reunirnos todos en el salón para ver la primera telenovela que recuerdo, ‘Los Ricos También Lloran’, alrededor de esa televisión de tubo y sin mando a distancia, que tenía unas resistencias para graduar el brillo y el color y unos botones para cada uno de los nueve canales que podían programarse, no más. Pero no supe diferenciar por mí mismo entre telenovela y serie hasta que llegó ‘Cristal’ y esa Chari antes de cada episodio, la mari ganchillo del siglo XX que se colaba en nuestros televisores, muy cotilla, ella para hablar de lo ocurrido y ponernos los dientes largos al final de cada episodio.

‘Mi vida eres tú’ y sólamente tuuuu

Sólo así aprendí a diferenciar lo que era una telenovela, o lo que era para mí al menos, un serial hecho en los países latinoamericanos, con tramas extensas y trepidantes basadas en relaciones, amores, odios, engaños, parejas ideales que sabes que acabarán juntas al final pero que entre medias se lían y deslían y lían a los que les rodean, hijos abandonados que años más tarde se reencuentran con sus madres, finales en los que se desvela que ese personaje es tu hermano y el de más allá muere mientras te susurra al oído un secreto inconfesable que es la comidilla de los siguientes cien episodios. Argumentos que tienen como eje principal más el mundo de los sentimientos y emociones humanas que cosas ajenas a él.

Los Ricos También Lloran

Es el maravilloso mundo de la ficción, en que la imaginación es tu único límite. Me hacía gracia hoy leer a Gilda Santana, escribir que a veces se levantaba, y mientras echaba la pasta en el cepillo de dientes pensaba “bah, que le secuestren a la hija, que eso me da pa dos o tres semanas”.

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Es hiriente escuchar a la gente maldecir sobre las telenovelas, que si son baratas, que si siempre los mismos argumentos. Pero miradas desde otro punto de vista, cada una de ellas es una peqeña obra de arte, así como el artista saca su pincel y traza líneas por donde la inspiración le lleva, el escritor o guionista plasma en letras e historias los desvaríos de su imaginación.

Un tiro certero a ese personaje que tanto te gusta, una escotilla de la que sale una luz en mitad de una isla perdida, esa nota en el buzón de una mujer desesperada, el oscuro pasajero desvelado. Yo ahora soy más de series que de telenovelas, porque saben jugar a la vez con mi corazón y mi cabeza y unirlos con un nudo en la garganta difícil de desatar.

Y esto es lo que no es una telenovela

Larry Hagman, J.R. Ewing, muere en Dallas

Hay personajes que trascienden a la televisión y llegan a convertirse y formar parte de la vida real. Cuando era pequeño nunca llegué a enterarme de las tramas de ‘Dallas’, simplemente me gustaba ese rato en que me sentaba junto a mi madre, mi padre y mis dos hermanas a ver la serie, una serie que me parecía interminable, que siempre estaba ahí, con mi idea de «JR es malo» y «Sue Ellen es un bruja», personajes que iban y venían y finales impactantes.

Cada verano durante mi infancia, con la llegada de otras series como ‘Falcon Crest’, JR siempre estaba presente, ya fuese para compararlo con la malísima de Ángela Channing, como para mencionar algo así como «eres más malo que JR».
Y fue por todo esto que el pasado verano no pude evitar la emoción al saber que llegaba la nueva ‘Dallas’. Cientos de series más tarde, ahora que mi mente ha aprendido a valorar las cosas bien hechas y que podría decirse soy un completo adicto a ellas, después de dejar Wisteria Lane con un suspiro, después del sentimiento indescriptible de ver a Vincent acompañando en sus últimos momentos a Jack, por fin podría regresar a esas buenas series del pasado que iniciaron este camino, con la tecnología y las ideas del presente. Sí, soy de los que se emociona tarareando las sintonías de las series de televisión y cuando comenzó ‘Dallas’ de nuevo, la disfruté, una sintonía que nunca se olvida.

El universo a menudo tiene un gusto irónico y juega con nuestra realidad y nuestra ficción para brindarnos, como en las mejores series, finales inesperados a nuestras propias vidas. Que Larry Hagman y J.R. Ewing hayan fallecido en Dallas, quizá fuese lo inevitable, o quizá que el destino quería jugar imponiendo su propio argumento.

Sor Sonrisa vaga de nuevo por los pasillos con «Dominique»

Mientras la hermana Jude recorre los pasillos del siquiátrico en ‘American Horror Story: Asylum’, hay algo que no para de sonar y que se queda en nuestras cabezas. Esa música no está ahí puesta por casualidad y se trata de todo un éxito musical del año 1963 llamado «Dominique» e interpretado por la monja belga Jeanine Deckers, más tarde apodada como Sor Sonrisa.

El éxito le llevó a sacar un segundo disco que no triunfó y en el año 67 dejó el convento y no sólo eso, sacó a la luz su verdadera condición sexual yéndose a vivir con una compañera monja del mismo lugar. En ese momento el apodo de Sor Sonrisa se quedó dentro del convento al considerar que era propiedad de la congregación (y sus beneficios, claro).

Bajo el nombre de Luc Dominique compaginó labores sociales con la composición de canciones de protesta a favor de los métodos anticonceptivos, luchando contra la iglesia y sus doctrinas, y también con canciones para niños.

Cuando en los años 80 el gobierno belga le solició más de 200,000 euros en concepto de impuestos royalties por su éxito «Dominique» en el pasado, ella apeló a que los derechos ya eran del convento, los cuales se lavaron las manos cuando se trataba de pagar. Para intentar saldar la deuda, lanzó un remake de su éxito pero, sin obtener la recaudación esperada, se sumió en una depresión y se suicidó junto a su pareja un 29 de marzo de 1985 a los 51 años de edad.

«Dominique» vaga encerrada entre los pasillos de la ficción, y quizá también en los de la realidad, martirizando a aquellos que un día la dejaron vendida y le llevaron a su trágico destino.

Terminando el sombrero

La vida. Es lo que significa al fin y al cabo el proceso de cruzarse con la gente, de las afindades y los desencuentros que van creando hilos desde que nacemos hasta que morimos. Y una vez dejamos el mundo, aún quedan flecos sueltos a nuestro paso capaces de tejer por sí mismos otras prendas, de colores y formas inimaginables, infinitas.

Con un beso de amor verdadero

«Y un día se encontraron atrapados en un lugar en el que la felicidad les había sido robada, nuestro mundo. Así es como sucedió…»

Crecí a mis espaldas con las historias de Pinocho, ese muñeco de madera hecho con tanto mimo por Gepetto, que de repente una noche mágica cobró vida, disfruté de sus aventuras, de esa nariz que crecía con sus mentiras y que nos dejó ese «te va a crecer la nariz como a Pinocho», y de cuando finalmente un hada lo convirtió en el hijo de carne y hueso que aquel hombre deseaba.

Hansel y Gretel que cayeron en la tentación de la dulce casa de chocolate, el despistado Pulgarcito, la niña que no quería ver la realidad de su mundo y se internaba en aquel país de las maravillas con el sombrerero loco y su té en la eterna fiesta del feliz no cumpleaños.

La imagen de la bruja en el libro de cuentos, gorro puntiagudo, cara demacrada, alargada nariz, una verruga, vestida toda de negro y con una roja y envenenada manzana en sus manos, preparada para vengar su odio hacia la mujer que el espejo consideraba la mujer más hermosa del mundo. Un ataud de cristal velado por siete enanitos, donde yace Blancanieves. Un príncipe roto de dolor que, con lágrimas en los ojos, da a su amada el último beso de amor verdadero.

Allá donde acabaron aquellos cuentos, sólo quedaba vivirlos una y otra vez, generación tras generación, millones de niños creciendo, como yo, con sus historias, sus finales felices y moralejas que uno no lograba entender hasta que pasaba el tiempo. Pero nunca nos preguntamos tras ese «vivieron felices y comieron perdices» qué ocurrió. ¿Qué cúmulo de casualidades hicieron que Pepito Grillo llegase a ser la voz de la conciencia? ¿Por qué Gepetto nunca pudo tener el hijo deseado hasta que apareció Pinocho? ¿De dónde nació esa manzana roja envenenada? ¿Por qué la malvada bruja tenía aquel odio tan grande hacia Blancanieves como para desear su eterno suspiro? ¿Qué hubo antes y que pasó después de las historias que nos contaron y leímos?

No podré agradecer lo suficiente a Adam Horowitz y Edward Kitsis que hayan recogido todos esos cuentos de nuestra infancia, a todos los personajes que tan bien conocemos, como si fuesen parte de nuestras vidas, tanto que no necesitan presentación, hayan decidido contestar a todas esas preguntas que jamás nos hicimos y mezclarlas y entrelazarlas como piezas de un complejo puzle para dar vida a una obra de arte llamada «Érase una vez».

Ojala pudiéramos recuperar todo lo perdido con un beso de amor verdadero, aunque si uno lo desea muy muy fuerte, quizá, aunque no sea como lo imaginamos, consigamos traer de vuelta de ese mundo de fantasía, un suspiro que bien vale una vida.

Gantz y la escena del metro

Hace ya bastantes años que me la recomendó, la serie de anime y el manga. La seguí con bastante pasión, una serie distinta, extraña, que habla, sacando el contexto de toda la historia, sobre las pruebas que el alma debe superar antes de desaparecer para siempre y permanecer en paz (mi propia interpretación, claro).

Hace unos meses, con motivo de la entrevista de trabajo de jefe de proyecto junior, por primera vez los dos estábamos ante la parada del metro de Madrid camino de Princesa y entonces le pregunté «¿sabes a qué me suena esto?». Los dos nos miramos y estábamos pensando lo mismo «a la escena de Gantz en el metro».

Algo está cambiando en las marquesinas

Cualquiera que me conozca un poco sabe que una de mis pasiones en mi tiempo de ocio es ver series. Cuando me recuerdo por primera vez jugando con algún juguete me veo en Córdoba, recortando un tigre y una gaviota de un libro de cuentos y jugando con ellos a hacer una serie… pero esto es otra historia. Como yo digo, las series me salen hasta por los poros.

Aunque no es la primera vez, al menos sí que se está convirtiendo en algo habitual y la foto que acompaña este texto y que tomé en una parada de autobús esta misma semana, lo atestigua. Ya pasó con Juego de Tronos y recientemente con Revolution, la nueva de Abrams en su estreo en primicia en Canal +. Hasta aquí todo bien, una cadena de la que hemos visto innumerables anuncios por todas partes. Lo que no me esperaba es ver en las marquesinas el estreno de una serie en Calle 13, concretamente 666 Park Avenue con Terry O’Quinn y Vanessa Williams mirándome desde cada parada de autobús.
Me gusta ver así la ciudad, empapelada con algunos de mis personajes preferidos. Quien sabe si un día de repente Dexter nos pille por sorpresa en la calle o los chicos de Cómo Conocí a Vuestra Madre arranquen una sonrisa a medio camino recordando aquella escena

American Horror Story Asylum, regreso al terror

Una auténtica locura, una genialidad, una vuelta de tuerca al género de las series y, en concreto, al terror, tan irresistible como comer pipas una detrás de otra sin parar. Y es que definir American Horror Story en su primera vuelta no es tan sencillo, algo inimaginable cuando ya estamos pasados de rosca con géneros tan trillados y que apenas sorprenden, después de haber dejado por el camino a ciertas Mujeres Desesperadas y algunos Perdidos.

Con temporadas cada vez más cortas (que la BBC puso tan de moda hace unos años), son de agradecer esos magníficos 12 episodios, que aunque intentase alargar en el tiempo, uno por semana o a veces incluso uno cada dos semanas alternando a Dexter y Smallville entre otras, se hicieron cortos, pero bien intensos. Ya desde el principio logró llamarme la atención una historia común, la de aquellos niños cercana la década de los 80 en la casa del crimen. Fueron sus personajes, la niña con Síndrome de Down, Addie, tan misteriosa y sin embargo nada tan sencillo e inocente, y posteriormente esos brillantes papeles de personajes que se entremezclaban tras el salto temporal, cada uno con su misterio a cuestas.

Lo que más aprecio en una serie es que todo esté hilvanado, que desde el principio uno se dé cuenta de que la historia ya está escrita y tendrá un principio y un final, que no haya personajes satélite de estos que aparecen de la nada para crear otra línea argumental ajenos a la historia que interesa de verdad. En American Horror todo pasa por un motivo, la casa del terror en la que el pasado se hace presente y en la que no existe un futuro hacia el que mirar más allá de la muerte.

Cuento los días para disfrutar de otra maravillosa temporada a la que han nombrado Asylum. Será la primera vez que una serie de nueva generación (y dudo si alguna vez alguna otra serie no procedimental ha hecho esto), cuente con muchos de sus protagonistas de la primera temporada haciendo distintos papeles. Otra genialidad y otra vuelta de tuerca para hacernos disfrutar. La primera noticia llegó al saber que Asylum contaría de nuevo con Jessica Lange (nuestra querida Constance) en el papel de monja en un hospital siquiátrico, con la cantidad de historias que un hospital lleno de menbtes enfermas puede aportar. Sólo espero que no recurran a los sustos fáciles y sepan mantener el nivel de «agobio» y misterio que destiló la primera entrega.

Durante estos días nos han asaltado varios teaser trailers de lo que nos depara el mes de octubre, cuando sará comienzo, pocos días después en FOX España. Seguro que detrás de cada uno de estos teaser hay una historia escondida que descubriremos en menos de tres meses.

Hey Girl con Zooey Deschanel de ‘New Girl’

Nueva comedia por la noche, no estaba interesado, pero mientras me comía las galletas con leche, por qué no echarle un vistazo. Chica nueva en un piso compartido por tres chicos. ¿Convencional? Algo estaba a punto de ocurrir, esto…

No pude evitar quedándome con la boca abierta y partirme de risa mientras la galleta pringada de leche caía desmenuzada al tazón, ¿este opening era real? Sin duda que me llamó la atención por su frescura y sentido del humor, sin duda si algo no era es convencional, sobre todo la cara del payasete de Fred Schmidt, interpretado por Max Greenfield, uno de los actores de la serie con mayor recorrido. De hecho hemos podido verle en Veronica Mars, The O.C. o Melrose Place, si bien se le recuerda más recientemente por su papel en Betty.

Hace relativamente poco, supe que la cabecera era simplemente la porción de una canción más larga, y que quien la canta no es ni más ni menos que Zooey Deschanel, la actriz protagonista que interpreta a la payasa de Jess, y es que si por algo me enganchó la serie es por su papel, completamente original, diferente a lo visto hasta ahora. Una magistral actuación, sencilla y a la vez coplicada por el simple hecho de que es inimaginable la cantidad de tonterías que hace por minuto. Rasgo que destaca también en alguno de sus compañeros de piso, a cada cual más peculiar, algo que me recuerda a la antigua serie de «Apartamento para tres».

Y aquí está la canción que ahora ocupa mi cabeza y que hace que tararear y mover los pies sea un acto reflejo.

Don’t let the sunshine fall from the sky;
Just find the sunshine in your own eyes.
You’re a lollipop, no second prize;
An apple somewhere, in somebody’s eyes.

Hey girl, whatcha’ doing?
Hey girl, where you going?
Shot in the arm, a twinkly eye
She could have fell, fell out of the sky;
She could have fell right out of the sky.
Who’s that girl? (Who’s that girl?)
Who’s that girl? (Who’s that girl?)

Don’t let the moonshine cry up the night.
Step from your shadow, and make it bright.
You’re a lollipop, no second prize;
An apple somewhere, in somebody’s eyes.

Hey girl, whatcha’ doing?
Hey girl, where you going?
You get down, and make a frown;
She’ll come turn, turn, turn it around;
She’ll come turn, turn, turn it around
Who’s that girl? (Who’s that girl?)
Who’s that girl? (Who’s that girl?)

Hey girl. Whatcha’ doing?
Hey girl. Where you going?
You get down, and make a frown;
She’ll come turn, turn, turn it around;
She’ll come turn, turn, turn it around
Who’s that girl? (Who’s that girl?)
Who’s that girl? (Who’s that girl?)

It’s JESS !

¿Quién dijo que la Tardis era propiedad del Doctor Who?

Hay dos series míticas que, debido a que comenzaron cuando aún quedaban bastantes décadas para que yo naciera y cuando ya había nacido continuaban en emisión, pero era demasiado pequeño y no me enteraba ni de la mitad, he ido buscando a lo largo de estos tres últimos años. Una de ellas ya está completa, a falta de la última película que saldrá (de momento), se trata de Star Trek, desde las Series Originales, pasando por la serie animada, hasta los cientos de episodios de sus secuelas y las peliculas. La otra aún está en proceso, y es que es mucho más extensa y complicada, se trata ni más ni menos que del Doctor Who. Soy un aficionado a la ciencia ficción, qué se le va a hacer.

Desde el año 1963 hasta la actualidad, con muy pocas interrupciones, decenas de temporadas, cortas pero precisamente por ello, muy complicadas de conseguir. La extensa colección de capítulos va en aumento y hace algunas semanas que comencé a ver los primeros episodios de esta serie interminable. Aunque aprecio el excelente trabajo de las series actuales que se marcan un principio y un final, hayq ue reconocer que a la ciencia ficción no se le pueden poner límites y que siempre se puede escribir algo nuevo.

Pues como premio a esta constancia por intentar conseguir  50 años de serie (se dice pronto eh), aquí está la recompensa. Llegó de la mano de una chica de correos, que me trajo una caja con un sello gigante en libras. Me la quedé mirando, como preguntando qué era aquello y me hizo bastante ilusión. Y es que, ¿quién dijo que era propiedad del Doctor Who? Una maqueta de hierro fundido emulando a la cabina telefónica más famosa del mundo, la Tardis. No hace ruido, ni se le abren las puertas ni nada extraño, no es un juguete, es un adorno que espero que dentro de algunos meses o pocos años ocupe un lugar junto a la extensa colección que sigue abriéndose paso en la estantería.

Nuestros años pitufos

Comienzan sus vacaciones de verano bien contentos, tras una fiesta de viernes tarde y noche, de esas cuyo sonido se cuela por la ventana a altas horas, con las notas cada vez más cerca, la cartulina plegable donde pone P.A., Bien, Notable o Sobresaliente con buena caligrafía sobre los puntitos diseñados para ello. Cada final de curso de los pequeños, me trae recuerdos lejanos y uno de ellos más fuerte que los demás, quizá por la intensidad con que lo viví, la tómbola fin de curso del colegio.

José María y Rubén acaban las clases y hoy, echando un vistazo a las fotos de la cámara me di cuenta que no publiqué estas, en las que se aferran a un Papá Pitufo. Los pitufos, esos seres azules atemporales que nosotros disfrutábamos cada sábado por la tarde después de comer y que ahora disfrutan en canales de cable o la televisión digital, tras haber pasado ya más de un cuarto de siglo. No sé si la aparición de Gargamel sigue dando miedo o ya dan por hecho que los pitufos van a salir de esa, o si la aparición de Papá Pitufo impone respeto, si la actitud de Tontín provoca risas o realmente creen que es tonto, o si donde antes Pitufina era la dama siempre en apuros, ahora no pensarán que con quién será el siguiente pitufo con que se líe.

Absolutamente todo ha evolucionado, para ellos y para nosotros, disponemos de más información y nadie me quitará de la cabeza que los niños cada vez son más listos a edades más tempranas. No menosprecio para nada la inocencia de nuestros años pitufos, fue la que tuvo que ser, currándonos todo con menos medios, como también tuvieron que hacer nuestros padres, juguetes hechos con cartón, trabajos a máquina con su cinta de tinta negra y roja (y la blanca para borrar con la combinación exacta de teclas), soñar con eso que salía en la tele, que tenían en EEUU y tú nunca podrías tener. Ahora los juguetes ya vienen hechos, el ordenador nos quita trabajo tedioso e internet hace que tener algo que está al otro lado del mundo pueda ser nuestro en veinticuatro horas.

Y hasta con este panorama, nada consigue que la imaginación se acabe, simplemente se pone otros límites distintos. Hasta dónde llegarán nuestros pequeños pitufos… será cuestión de verlo.

El regreso de ‘Dallas’

Somos de la generación de aquellas series interminables, al menos cuando éramos pequeños y no teníamos conciencia casi ni del tiempo, sólo sabíamos que cada año llegaba una nueva temporada y que sus capítulos parecían no tener fin. Los miles de episodios de ‘Santa Bárbara’, los tejemanejes de ‘Dinastía’, la mala de la Chaning que llegaba cada verano con ‘Falcon Crest’ o las intrigas familiares de ‘Dallas’.

Tras los intentos fallidos por rescatar series del pasado que llevan a sus espaldas 20 años o más como fueron el caso de ‘V’ o ‘El coche fantástico’, ahora le toca probar suerte a ‘Dallas’, cuya historia seguirá en tiempo real los acontecimientos sucedidos desde su final hace dos décadas, es decir, cuando nos dispongamos a verla, nos sumergirán dentro de un drama por el que han pasado 20 años, aunque más de uno lo veremos sin tener ni idea de lo que ocurrió, como si fuese una serie de nueva generación. Yo sinceramente sólo recuerdo a JR, a algunas de sus pérfidas esposas y poco más, pero lo que sí recuerdo es que me gustaba seguir aquellas intrigas, al fin y al cabo marcaron el inicio de mi instinto como fiel seguidor de series que soy.

Otro de los principales atractivos de esta nueva vuelta son sus actores y actrices. No sólo vere,mos a un par de personajes por los que habrá pasado el tiempo y que ya estuvieron en la original, sino que se incorporan al elenco nuestra Mary Alice Young (Brenda Strong), el novio de Julie o el jardinero infiel de la ya desaparecida ‘Mujeres Desesperadas’, algo que para los seguidores de esta serie inmortal será como un aliciente añadido.

Melodías que se quedaban en nuestra cabeza y que hoy identificaríamos con los ojos cerrados, la de ‘Dallas’ no es menos. La nueva composición tiene algunos arreglos adecuándose a las nuevas tecnologías y los nuevos tiempos, pero sigue conservando su magia.

La música puede morir también

Dexter sigue el ritual. Extiende por toda la habitación el plástico, recubriendo paredes, suelo y objetos para impedir que sean salpicados. También recubre la mesa del asesinato, allí en el centro, la protagonista de todas las miradas. Poco más lejos de ella, un pequeño atril se levanta sobre una pequeña mesilla, con las fotos de las víctimas del que pronto se convertirá en su propia víctima. Con suavidad y delicadeza limpia y observa el material de su cacería de esa noche. Esta es la noche.

Adam Ben Ezra sigue el ritual. Extiende el plástico por toda la habitación, recubriendo suelos y paredes y también esos objetos susceptibles de ser salpicados. También recubre la mesa del  crimen, allí en el centro, la que no es protagonista de todas las miradas pero que tendrá un protagonista muy especial, ese que morirá a cada nota. Un poco más allá hay una pequeña mesilla también cubierta sobre la que no hay nada, sólo un espacio extrañamente vacío. Con delicadeza y suavidad, afina cada uno de sus istrumentos, su material de cacería para ese día, el día en que matará de placer a la música.

Hasta siempre señora McCluskey

Así es la vida, me disponía a escribir algo totalmente distinto hoy y todo da un giro, como suele ocurrir fuera de estas páginas, cosas que lo cambian todo. No recuerdo ahora un personaje televisivo al que le haya cogido más cariño que a mi querida señora McCluskey. Por ella ha pasado la vida de casi todos y cada uno de los personajes de ‘Mujeres Desesperadas’, directa o indirectamente.

Allí estaba siempre, haciéndose cargo de los revoltosos gemelos, dando sabios consejos a las desesperadas, hasta que un buen día se decidieron a contarnos su triste historia de amor, comenzando en aquella inolvidable escena de apertura en que uno de los gemelos se adentra a hurtadillas en la casa de la hasta entonces «normal» Karen McCluskey, y descubriendo en su congelador algo más que helados. Uno de esos episodios irrepetibles que hicieron que descubriésemos la otra cara de este simpático personaje.

Karen ahora nos deja para siempre el día de ayer viernes, por culpa de un cáncer. Siempre nos quedará su tierna mirada, su pícara sonrisa, la sabiduría reflejada en sus palabras y los ojos bajo las gafas, ocho largos años en que siempre estuvo ahí, pocas veces protagonista, pero suficientes para adorarla como si fuese de la familia. Sé que le daré mi particular adiós viendo los últimos episodios y sufriré cuando ocurra lo inevitable y la ficción se mezcle con la realidad, diciendo adiós a personaje y persona.

Hasta siempre señora McClusky.

No te quedes junto a mi tumba a llorar.

Yo no estoy ahí, estoy dormida,

soy mil vientos que soplan,

soy el resplandor de la nieve,

soy la luz del sol sobre los trigales,

soy la plateada lluvia que cae en otoño,

no te quedes junto a mi tumba a llorar,

yo no morí, no estoy ahí

Erase una vez… las barritas de chocolate Apollo

Que la serie Once Upon a Time se está convirtiendo episodio a episodio en una de las series que más me está gustando, lo dejo fuera de toda duda. Posiblemente llegarán otros episodios, pero de momento el dedicado a Pepito Grillo me parece por muchos motivos y con diferencia uno de los mejores episodios vistos en una serie (con permiso del famoso «Bang!» de Mujeres Desesperadas en su tercera temporada claro). Si alguien aún no ha visto la serie, a lo mejor con decirle que algunos de sus guionistas participaron en la escritura de episodios de Lost puede que sea suficiente, y para el que esto no sea justificable, basta decir que no se va a encontrar con cuentos al uso donde se cuente la misma historia. No, Once Upon a Time llega mucho más lejos que todo eso, le da a los cuentos de siempre otra visión, continúa allá donde ellos lo dejaron, más allá del vivieron felices y comieron perdices, o de repente te conducen a un flashback que nunca te contarán en ningún cuento, en el que sabrás por qué y como consiguió Pepito Grillo su famoso paraguas, inigualable.

Pero bueno, ponerse a enumerar las cualidades de la serie no es el objetivo de este post, sino de un detalle dentro del episodio que me llamó la atención, Pepito Grillo (su personaje en el mundo real) portando una barrita de chocolate Apollo que al niño protagonista se le había caído de la mochila.

Algunos no entenderán qué puede tener de interesante una barrita de chocolate Apollo, pero los más fans de Perdidos sí que lo entenderán perfectamente. Las barritas Apollo entraron en mi vida de forma virtual en el verano de 2006 a través de un juego que me quebró la cabeza (y la espalda), ya que de repente me vi envuelto en la primera traducción que se hacía al español de The Lost Experience, un juego que mezclaba algo poco conocido entonces, la realidad  y la ficción, basado en la intersección entre las temporadas 2 y 3 de Perdidos, como preludio de la segunda. En el juego (os dejo aquí un enlace aunque muchos de los enlaces y fotos ya no funcionan), se proponía al jugador participar activamente en la búsqueda de misterios, descubriendo detalles importantes, tan importantes que sólo a día de hoy aquellos que lo vivimos intensamente podemos entender en toda su inmensidad la historia que se cuenta en la serie (por ejemplo para los seguidores del juego, Alvar Hanso tiene un papael fundamental en La Roca Negra y los primeros habitantes de la isla).

Tan intensa era la participación, que en una jornada en pleno mes de agosto decidieron hacer comprar a la gente barritas de chocolate Apollo, un alimento exclusivamente fabricado para la ficción, no existe en la realidad aunque se comercializase una temporada para el juego, que ni por asomo se comercializaban en España. Pero yo no podía dejar pasar la ocasión de hacer historia, convirtiéndome en el primer español con una de esas barritas de chocolate que enviaba su foto a la página whereisalvar (ya inaccesible), en la que al llegar a un 100% de localización de una franja dorada que sólo tenían algunas chocolatinas repartidas por el mundo, la aventura continuaría. Mi foto con la chocolatina se paseó por varias de las webs más populares que hacían seguimiento del juego (envío un saludo a la gente de Chile que tanto apoyo me dio ese verano), viéndome envuelto en mi primer conflicto mediático a nivel nacional (los otros han sido «culpa» de Mercedes Milá) xD

Collage de fotos al llegar al 100% en Whereisalvar, única imagen que se conserva, yo he visto mi foto ampliándola, una pista, parte de arriba

Las barritas Apollo forman ya desde entonces, y antes, parte de un universo que comenzó con Lost, en el momento en que por primera vez Boone le da a su hermana Shannon una de estas barritas. Las chocolatinas no han abandonado nunca este universo aparte tan especial, han recorrido la despensa del bunker de la estación del cisne, formado parte de una máquina de chuches en un hospital perdido en el tiempo y el espacio y ahora regresan para sacarnos una sonrisa y hacernos decir «estos hijos de puta de guionistas, son ellos, qué grandes son» al verlas en la mano de nuevos personajes de nuevas historias.

Las barritas Apollo, que podrían parecer para alguien que las ve por vez primera tan insignificantes, son uno de los motivos que hacen preguntarse qué historia hay detrás de cada detalle. Por supuesto que es imposible conocerlos todos, no tenemos suficiente vida, pero una vez se conocen, uno es capaz de descubrir esos pequeños detalles en nuestro estado de ánimo y nuestra vida que nos diferencian.

Perdidos en La Cúpula. Horace y Vincent

Dentro de pocos meses hará 2 años que ‘Perdidos’ nos abandonó para siempre, dejando tras de sí una estela de misterios, personajes e historias que bien podrían formar un universo aparte por sí solas. También dejó una legión de fans y seguidores, muchos de los cuales ahora son los que comienzan a tomar las riendas de nuevas series (incluso alguna vocación como guionista o director ha despertado y reconducido)  y en las que en cierta forma dejan esa pequeña píldora, esa imagen, esa frase de alguno de sus personajes que hace mención a esta magnífica obra televisiva.

Pero no son los únicos que le hacen mención. Hoy leía con sorpresa (para qué negarlo, lo he releído unas cuantas veces) en ‘La Cúpula’ de Stephen King, el libro que actualmente ocupa un rato de mi ocio, en una de sus páginas, un comentario acerca de ‘Perdidos’ y que además el autor ha hilvanado concienzudamente. Se trata de un comentario acerca no de la serie en sí, sino de ‘The Hunted Ones’, a la que describe como una ingeniosa continuación de ‘Lost’, refiriéndose de esta forma a una de las series que una de las protagonistas del libro, Andrea, veía en su sofá. Pero lo curioso y llamativo es que hace mención a esto en un capítulo en el que es su perro, Horace, el protagonista del mismo, un capítulo corto en el que a través de la visión del can, se descubre un secreto. La cosa no queda ahí, ya que es en este episodio se desvela de forma anecdótica que Horace puede ver a los muertos, un detalle que nada tiene que ver con la trama, pero que no deja de ser un homenaje a ‘Perdidos’ y a Vincent. Recordemos además que en la serie había un personaje con el mismo nombre, Horace Goodspeed, matemático que perteneció a la Iniciativa Dharma.

Por cierto, como detalle más curioso aún, decir que no busquéis ‘The Hunted Ones’ por ninguna parte, al menos de momento, ya que el nombre de esta serie se lo inventó Stephen King al escribir el libro, quizá como deseo de que alguien hiciese una continuación y adelantarse al futuro.

Mars & McLeod sigue adelante

Cómo pasa el tiempo, más de 5 años en el mundo de los blogs, una ventana en la que poder contar, expresar, comunicar, enseñar y muchas cosas más. Durante todo este tiempo han sido varios los blogs que he creado, sólo dos de ellos se mantienen con regularidad y los otros me sirven como desahogo ocasional cuando siento la necesidad de contar algo específico en la temática del mismo. Sólo uno lo di por finalizado, aunque aún permanece con miles de visitas al día a pesar de quedar sepultado hace ya más de 2 años.

De entre ellos, Mars & McLeod es especial a su manera. Nació hace ya varios años por casualidad, cuando mi amigo Fernando y yo conversábamos bromeando inventando nuestro idioma «nandicede» además de comentar que él era fan de ‘Veronica Mars’ y yo de ‘Las hermanas McLeod’. No hizo falta mucho tiempo para que decidiésemos crear la mezcla perfecta. Con ya más de 350,000 visitas a pesar de haber estado abandonado, hace unos meses sentí la imperiosa necesidad de rescatar un blog de series. Puesto que Fernando ya no podía participar, pensé largo tiempo en crear un nuevo blog, un nuevo nombre, y seguramente lo habría hecho de no ser porque casi todos los que se me ocurrían estaban en uso. Finalmente decidí que no, que lo mejor era conservar ese recuerdo de Mars & McLeod, darle un aspecto renovado, cambiarlo por completo por fuera y mantener la esencia de dentro. Y así de chulo ha quedado.

No hay mucho tiempo para escribir sobre todo, ojala los días tuvieran al menos 1 hora más para eso, porque con la cantidad de series y la cantidad de cosas que querría contar podría salir algo grande, pero el blog siempre está ahí y sigue adelante con el tiempo que se puede.

Volveré a insistir a Fernando en que regrese para participar, esperemos que acepte, con quién mejor que con él para seguir esta aventura.

Los créditos finales

Muy pocos somos los que disfrutamos de esos créditos que ponen el punto y final a una obra, un lugar en el que se esconden nombres y secretos clave que a veces nos hacen recordar antiguas obras de aquellos cuyos nombres aparecen impresos, donde se oculta una pequeña parte, pero la más importante, de la banda sonora y por ende, donde poder encontrar la información para hacerse con esos temas musicales que nos han hecho sentir como reyes del sentimiento durante casi o más de dos horas de ausencia del mundo real.

Una lacra para las televisiones comerciales en abierto y públicas que buscan audiencia rápida sin preocuparse de las minorías, pero a la vez un gran respeto por esas mismas minorías en las televisiones de pago por cable, donde el trato es exquisito. Muchas productoras investigan más allá de la pantalla en negro en la que van apareciendo letras en blanco sobreimpresionadas, una tradición en la que la banda sonora final con los créditos más importantes se mezcla al final con la música principal de la obra para mostrar todo su elenco. Se desmarcan mostrando escenas del making of, fotogramas con los momentos más importantes e incluso continuando o añadiendo sobre la historia ya contada, todo con el objetivo de reeducar a un público que no sabe apreciar esos momentos finales, que enseguida desestima, cambia o se levanta empleando su tiempo en otras cosas. Cinco minutos de sus vidas.

Eres de esos que en el cine odia que tras un final nostálgico en que los ojos se empañan, de repente las luces se enciendan sin dejarte tiempo para recomponerte mientras te recreas en la música. Eres de esos que viven los créditos hasta el final, hasta que salen los carismáticos iconos como los del Motion Picture, hasta que sale el THE END sabiendo entonces que ya sí puedes desconectar y volver a la realidad.

La isla que no tuvo Navidad

Atemporal, infinita, imperecedera, tal y como ahora perdura en nuestros recuerdos, la isla nunca tuvo una Navidad.

No tuvo adornos, ni tambores o panderetas ni árboles decorados de espumillón y bolas de colores brillantes.

Lo más cerca que estuvo fue de las estrellas y del tan desconocido y a la vez apasionante espacio que habita entre el cielo y el infierno.

Yu-Gi-Oh! Season Zero Yu-Gi-Oh! Capsule Monsters Yu-Gi-Oh! Yu-Gi-Oh! GX Yu-Gi-Oh! 5D’s y Yu-Gi-Oh! Zexal

Fue hace ya bastantes años cuando por primera vez en Nickelodeon y ya empezada, me enganché a esos episodios diarios de una serie que consistía en duelos de cartas. Una buena forma de pasar el rato de la merienda y una forma de reengancharme a series de dibujos animados que por aquel entonces se desmarcaban de la moda de series insulsas y sin vida creadas por ordenador.

Así llegó a mi vida Yu-Gi-Oh! y desde entonces ha estado en ella todo este tiempo, con sus 224 episodios originales de los cuales muchos se quedaron sin cruzar el charco pero que son toda una lección de cómo debe hacerse una serie para enganchar a la audiencia, con historias contadas que pueden divertir a los niños y a la vez pueden ser interesantes para un público más adulto, más cuando uno puede jugar a las cartas o con los videojuegos de la serie, estos con un gran salto evolutivo. Aún recuerdo sensaciones que años más tarde me producirían otras series que no eran animación, descubrir parentescos que no imaginaba entre los protagonistas, anhelos y por fin comprobar el grado de maldad y bondad que parecía no estar ligado con la realidad que yo imaginaba.

La serie estuvo salpicada de diversos side-episodes, que se alejaban momentaneamente de la trama principal durante parte de la temporada para saltar a otro universo, para, al regresar, mezclarse con la continuación de la historia de una forma magistral. Ni qué decir tiene que seguir una serie tan larga durante tantos años, va haciendo crecer la intensidad del final, apoteósico y del que aún he de ver sus últimos minutos, aunque sea en español latino y las voces se me antojen extrañas. Descubrir la existencia de Yu-Gi-Oh! Season Zero hace poco y ver que esos momentos a los que se referían en los episodios de la serie original, se debían a esta otra serie, fue todo un motivo de alegría.

Yugi daba después el relevo a Jaden con la continuación en Yu-Gi-Oh! GX, una serie totalmente independiente pero con la misma columna vertebral. Eso sí, de lejos las primeras temporadas comparadas con la original, distaban mucho de ofrecer una serie para un público adulto, concentrándo sus esfuerzos en un público más infantil y llevando la historia a un entorno poco creíble pero que también se saldó con éxito en sus casi 200 episodios. Fue aquí cuando nació para el mundo de los videojuegos una saga que aún hoy sigue sacando una entrega por año: Yu-Gi-Oh! Tag Force.

A su término, la serie no descansó, renovó por completo su apariencia y se instaló en otro universo con Yu-Gi-Oh! 5D’s con la que llegó un nuevo concepto que sin embargo tuvieron que llevar por otros derroteros quizá por petición popular, duelos en carretera mez clados con duelos clásicos, esta vez con una historia más amena e interesante, volviendo a crear a dos personajes antagonistas con algo que contar, de nuevo con decenas de episodios por delante, saga que culminó hace algunas semanas para dejar paso a otra idea diferente.

Y es que Yu-Gi-Oh! en sus más de 10 años de historia sigue sin dar tregua y ahora se convierte en Yu-Gi-Oh! Zexal, el último invento que estoy deseando ver, eso sí, después de reventar el resto de episodios que aún me quedan por ver, que son unos cuantos. No he querido saber de qué trata, dejaré que la magia de ese primer día que me senté a ver la serie por primera vez, haga acto de presencia, aunque no he podido evitar ver un pequeño adelanto… al fin y al cabo, la música de Yu-Gi-Oh! nunca se olvida.

Los pájaros

Antes de que los guionistas de Perdidos decidieran que los pájaros chocasen contra las ventanas, Hitchcock ya hizo que su comportamiento se saliera de lo habitual. Nada de plácidos vuelos en días soleados sobre el océano.

Los Pájaros de Alfred Hitchcock

Perdidos

 

Superman inmortal

Cuando un personaje supera ampliamente tus años de vida y, más aún, cuando su futuro inmediato deja claro que continuará viviendo en los comics, libros y pantallas durante siguientes generaciones, intentar hacerse con todo lo que le rodea es una tarea que se vuelve casi imposible.

Superman ha formado parte de las vidas de varias generaciones y lo seguirá haciendo. Desde el reciente final de Smallville, las películas y su música inconfundible y característica, numerosos comics en los que se entremezcla con otros superhéroes, Lois y Clark, las aventuras como el joven Superboy, las series animadas, tanto en solitario como acompañado en La Liga de la Justicia. Decenas de miles de páginas, miles de minutos televisados que parecen no tener fin a medida que uno se pone a indagar, intentando llegar al origen de todo.

Fue en junio de 1938 cuando Superman apareció por primera vez en nuestras vidas (en las de aquellos que lo vivieron). Fue en la revista Action Comics y lo hizo de la mano de Jerry Siegel y Joe Shuster, apareciendo por primera vez en su historia en la portada, en una ciudad sumida en el caos y levantando un coche para salvar la vida de un hombre, exhibiendo sus poderes desde bien pequeño ya en la primera página interior levantando con sus brazos un sofá.

Dónde residen las ganas de saber más y más de uno de los personajes que más ha marcado la infancia. El deseo por conocer el devenir de la historia, cómo se entrelazan los personajes y esas pinceladas que tan bien supo pintar Smallville, haciendo guiños contínuos a lo que ya sabríamos que sucedería en un futuro. Esas son las respuestas, la magia de la imaginación entendida como un mundo ficticio que cobra sentido y realidad.

Dónde me trasladan estas notas… a un mundo en el que los superhéroes se ocultan bajo unas gafas, a un mundo que vivirá siempre.

Comienza American Horror Story

Mmmm… saber que existe una nueva serie, no leer nada acerca de ella y sentarse para disfrutar de algo nuevo que nunca sabes dónde te puede llevar, como aquel día en que de mala manera me senté a comerme unas tostadas de queso encima de la máquina de coser de mi madre viendo PERDIDOS, o cuando comencé a ver Mujeres Desesperadas en el televisor grande del salón «a lo grande». Series que sin saberlo (obvio, cómo lo iba a saber entonces), se han convertido en mis favoritas e imprescindibles.

Nunca se sabe dónde te puede pillar una buena serie de esas, que quizá se queden por el camino y te dejen un buen sabor de boca lamentando que no a todo el mundo se lo dejase, de esas que nunca llegan a convencerte, o que quizá te convencen pero notas que les falta algo, llámese movimiento, acción, personajes definidos…

Comienza American Horror Story. No sé de qué va, no sé cómo es, sólo imágenes de tráilers. Comienza algo nuevo y no sé si se convertirá en algo grande para mí.