Hola Yoko:
Esta tarde Lobito dejó esta vida para marcharse a tu lado. Tras comer, le dejaron en el patio del chalet atado. Poco tiempo después, cuando Rubén fue a buscarlo, se lo encontró con convulsiones y rápidamente avisó, pero no se pudo hacer nada ya, a los pocos segundos yacía sin vida.
Me paro a pensar en la existencia, tan irregular para unos y para otros, de forma incomprensible cualquier momento puede ser el que nos lleve, somos tan frágiles como gotas de lluvia golpeando el suelo y desperdigándose por ytodas partes. La vida de Lobito ha sido efímera, apenas le ha dado tiempo suficiente a disfrutar más de esas carreras por el descampado, ni de más momentos de risas, cariño y juegos de Rubén y José María, cuya principal ilusión era ir a verle siempre que podían a la parcela.
Hoy esas risas y juegos han sido llanto. José María apenas lo comprende, sabe que ha muerto pero a su edad apenas sabe que no le volverá a ver nunca más. Rubén sí lo entiende, la primera vez que su madre tuvo que explicarle el significado de la palabra «morir» fue cuando tú te fuiste. Hoy al lado del cuerpo inerte de Lobito, arañaba el suelo y gritaba pidiendo irse con él.
Conozco el sentimiento. No es fácil dejar marchar y sólo el paso del tiempo logra aliviar las heridas, aunque no curarlas del todo. Para no sentirnos siempre mal, quizá el secreto consista en mirar cara a cara a ese último recuerdo, en revivirlo una y otra vez hasta que forme parte de lo que somos, de nuestra vida, aunque al revivirlo en nuestra soledad de nuevo algún día, nos provoque un nudo en la garganta.
Estas fotos son el último recuerdo de esta tarde. Mientras que la tristeza invade ahora mismo los corazones, tenemos la suerte de que en las fotografías se inmortalizan los momentos de felicidad. Ahí permanecerán encerrados para siempre.
en memoria de Lobito que falleció la tarde del 2 de mayo de 2010