Harry Potter Wizard’s Collection, la edición ¿definitiva?

Espero que sí, que sea la edición definitiva, aunque nunca se sabe en un futuro, con tanto remake que se estila ahora, si alguien decida dentro de unos años volver a rehacer las películas de la saga de libros de J.K. Rowling.

Hace algunos años llegaron a España las ediciones «ultimate» de Harry Potter, concretamente de las dos primeras películas en blu ray, copia digital y extras nunca vistos además de algunos regalos de merchandising. Y ahí se quedó, mientras que en el resto de Europa continuaron saliendo, en nuestro país nos tuvimos que conformar con este lanzamiento que no continuó, a pesar de que los discos eran los mismos para todos los países del continente y llevaban traducción al castellano de los extras y menús y doblaje íntegro.

Parece que se hayan estado reservando los discos que nunca vieron la luz hasta ahora para lanzar esta Wizard’s Collection, un baúl enorme lleno de sorpresas, con 31 discos con las películas en blu ray y dvd, extras y un disco escondido (no diré dónde, no tardé mucho en encontrarlo eso sí) divididos en varios cajones y en forma de libro.

El nombre de la edición tiene su sentido, el baúl es como un pequeño engranaje de misterios y trucos. Además de los discos, trae bastante material para los más fans de la saga como bocetos, libros de sellos y artefactos, un mapa de situación o un pergamino, pero lo que más me sorprendió fue el mapa de tela del merodeador, simplemente espectacular, y el guardapelo, de gran calidad.

El baúl viene con un certificado de autenticidad de edición limitada en el que se puede ver que la tirada es de poco más de 60,000 ejemplares. Una edición muy cuidada y original que merece la pena, tanto como objeto decorativo para los que somos fans de Harry Potter, como por las cientos de horas extra que nos transportarán una vez más a ese universo.

Encaje y esponja

No sé si puede haber imágenes más fuertes que las vividas en los últimos días en el país, concentraciones que terminan a hostia limpia entre manifestantes y funcionarios a los que pagamos para que nos den de hostias, que ya es el colmo de la estupidez humana, pero la escena que he presenciado esta mañana me ha dejado con cara de asco y repudio.

Los niños son como esponjas, absorven todo tipo de información y, sin que nos demos cuenta, están pendientes de nuestros gestos y palabras con los cinco sentidos, por algo después los hijos salimos casi siempre a los padres.

Tras la salida del colegio, una madre estaba hablando a sus dos hijos pequeños, que no tendrían más de 5 ó 6 años, acerca de lo malo que es el presidente actual, de los despidos y recortes a los funcionarios, una serie de información imposible para un niño de esa edad. Por supuesto no he podido escuchar toda la conversación mientras iba detrás por el mismo camino, pero lo que he escuchado en cierto momento de cada uno de los dos pequeñajos me ha dejado asombrado y asustado: «todos los políticos son una mierda», «sí, hijo, son todos una mierda». Todo mientras la madre seguía con su charla como si estuviese hablando con adultos, explicando en lenguaje tierno a sus dos hijos la situación actual y lo que a ella le convenía sobre la presindencia actual y la anterior. Inaudito.

Por qué no dejan que los niños sean niños, bastante tienen ya en el colegio como para que una madre les machaque con sus problemas como si fueran adultos, metiéndoles ideas preconcebidas en la cabeza con las que crecerán sin dar lugar a que puedan opinar libremente porque eso ya estará ahí dentro influyendo en sus decisiones aunque no lo quieran.

Hoy una vez más me alegro por haber tenido y tener la madre que tengo, porque no me saturaba la cabeza con problemas de mayores, por dejarme decidir a cada momento sin hilar mi vida y plasmarla en una tela previamente cortada para que yo encaje en ella a su perfección.

Sólo quedaba yo

No es el tipo de colchón de siempre, algo más duro, ese especial que tengo desde pequeño para corregir la espalda (que ya se me quedó bien hace tiempo), y al que me acostumbré, pero el sitio para dormir está genial y al fin y al cabo, para dormir ahí ya sólo quedaba yo.

La habitación de las niñas, de mis hermanas, fue antes la habitación de mis padres, hasta que ambas se intercambiaron pared con pared. Muy pronto el lugar donde de pequeño no hacía más que despertar a mis padres los sábados por la mañana lanzándome en la cama, se convirtió en terreno vedado por mis dos hermanas, el acceso a la habitación se convirtió en una ardua tarea, puerta cerrada, cuchicheos… esas cosas de chicas. Y yo, que quiero y siempre he querido lo que no tengo y siempre he querido hacer del «no puedo» un «puedo hacerlo», me metía como podía y donde podía, como buen hermano pequeño.

Aproveché la visita de nuestros amigos, los arregla paredes de humedad que actuaron en mi habitación, para instalarme casi de forma definitiva en ese lugar de la casa, donde he pasado un primer verano sin calor excesivo y donde si puedo pasaré un invierno calentito, lejos de mi habitación encantada, esa que parece un horno cuando más calor hace y un congelador cuando hace frío, todo lo contrario al resto de estancias.

Mi madre ya anda diciéndome que me vaya despidiendo de dormir en la nueva cama y vaya pensando en volver a la mía, por eso de que se gastó tanto en un colchón bueno, pero creo que podré salirme con la mía.

The last remember Mujeres Desesperadas

Aunque sabía que se estaba acercando, mi cabeza parecía no querer admitirlo, pero ya no le ha quedado más remedio, de repente los episodios han tomado un rumbo que huele a un final, de esos que me dejarán delante del televisor, durante varios minutos, con un gran vacío cuando todo acabe.

‘Mujeres Desesperadas’ llegó a mi vida hace ocho años, un jueves por la noche, en la misma semana en que se estrenó en nuestro país ‘Perdidos’. Ambas iniciaban un camino que la cadena FOX España daba a conocer como «las series de nueva generación». Estas series se diferenciaban de las otras que habíamos visto de pequeños en sus tramas, mucho más elaboradas y complejas, además de una mezcla de géneros en los que tenía cabida el misterio. ‘Mujeres Desesperadas’ era y es la mezcla perfecta de comedia, drama y misterio.

Vi el primer episodio en el salón, y aún recuerdo ese cosquilleo y esas ganas de descubrir otra de las nuevas series que abrirían un camino que en ese momento jamás hubiera acertado a pronosticar. Hacía pocas horas que mi boca se había quedado abierta con el final del piloto de ‘Lost’, así que decidí olvidar todo lo visto y me dejé sorprender con la primera y sorprendente escena en que su protagonista principal se suicida. Por mi cabeza pasan las imágenes de un día normal, de Martha Huber acercándose a por su batidora cuando por la ventana ve el cuerpo y el charco de sangre. Y aquel final en que las cuatro amigas reciben una carta de amenaza y el misterio hace acto de presencia mientras la cámara se aleja, dejándome con tantas ganas de más y preguntándome por qué Mary Alice se suicidó.

La primera temporada fue trepidante, combinando el sentido del humor (he de confesar que muchas veces han consegido que me tire por el suelo de la risa) con los pequeños detalles que ayudaban a resolver el misterio del suicidio, tan complejo, que fui incapaz siquiera de imaginar la realidad de lo sucedido. Una traca final de sucesos que me dejaron impresionado por el detalle con que se había cuidado cada personaje y movimiento.

El resto de temporadas se basaron en otros misterios concretos que me resultaron algo más sencillos de resolver, sólo a la espectativa de saber si mis intuiciones eran ciertas. Mientras que la sensacional primera temporada se centraba en el suicidio de Mary Alice y la tormentosa relación de la familia Young, la segunda nos trajo a Wisteria Lane a nuevos inquilinos, los Applewhite y el misterioso personaje que guardaban en secreto en el sótano. El final de aquella fase nos trajo a Orson y la desaparición de su mujer, una temporada irregular debido a la huelga de guionistas que hizo que los misterios se desencadenasen antes de lo previsto. Con la cuarta temporada, la casa de los sucesos (casi comparable ya a la de American Horror Story) recibía después de doce años a su antigua propietaria, Katherine Mayfair con todos sus secretos, permitiéndonos conocer más detalles.

La quinta temporada nos trajo consigo un sensacional regalo, cinco años adelante en el tiempo. He de decir que fue una de las temporadas que más disfruté después de la primera, quizá por el hecho de ver a esos pequeñajos de Wisteria, que ahora ya no eran tan enanos, tomando el control de muchas de las tramas, haciendo cobrar vida y dando un nuevo sentido al barrio residencial más famoso de la tele. De hecho, a fecha de hoy, cada vez que veo a Porter, Juanita o MJ, echo la vista atrás, como si a pesar de saber que sólo es una serie de televisión, realmente hubiera formado parte de mi vida de alguna forma.

MJ siempre ha conseguido sacarme una sonrisa gracias en parte a su sensacional doblaje al castellano, esa cara de pillo e inteligente y esa vocecita, se convertiría sin quererlo en uno de los protagonistas del final de la quinta temporada como parte de los planes de Dave. La siguiente y sexta temporada se centró en el misterio de los nuevos vecinos, los Bolen, una familia aparentemente familia y perfecta, nada más lejos de la realidad. Tras esta temporada, decidieron rescatar a viejos personajes, puede que ya intuyendo el cercano final de la serie, resolviendo por fin los cabos sueltos de Paul Young.

Para la última temporada y final, después de tantas vicisitudes, ya no serían ni nuevas familias ni antiguos vecinos, sino el crimen de las propias protagonistas, una vuelta de tuerca final para aquellas que siempre habían visto todo desde la ventana, ahora el misterio eran ellas mismas.

La serie me deja momentos inolvidables. Nunca olvidaré algunas de las muchas frases finales de cada episodio que, a modo de epíteto, ponían cada semana punto y final al episodio en la voz de Mary Alice, frases que siempre han conseguido emocionarme y hacerme llorar, algunas veces con una sonrisa acompañando y otras con una desconsolación total por la intensidad de las palabras y lo acertado de su mensaje, basadas en cosas que todos los seres humanos hemos pensado o vivido en alguna ocasión.

No podré olvidar el intenso final de «Bang!», el episodio del supermercado, el que hasta el momento ha sido inigualable y es por derecho el mejor episodio de una serie que haya visto jamás además de la verdadera esencia de ‘Mujeres Desesperadas’. Como tampoco podré olvidar los emocionantes episodios que sólo encuentran comparación con series como ‘Falcon Crest’, en que vivimos esa incertidumbre del suceso de la avioneta o del tornado que llegó a Fairview.

Esta última temporada me ha dejado otro de los grandes momentos,y ahora comprendo que necesario, que ha conseguido que me tire todo un episodio llorando, precisamente, como bien dije antes, por el hecho de que la serie y sus personajes llegan a formar parte de la vida de uno, se meten cada semana dentro de ella y juegan a tocarte en lo más profundo. Es por ello que, si bien el final del episodio de la muerte de Mike Delfino, uno de mis personajes preferidos, de esos que pedí muchas veces hablando solo al televisor «por favor que no se muera nunca», me dejó trastocado, no fue tan intenso como lo que vino después con su funeral, uno de esos episodios «flashback» que tanto me gustan (como el del manitas) en que la serie te muestra que el día a día cobra sentido con cada persona que nos cruzamos, que todo lo que nos dicen y nos enseñan sirve para remodelar nuestras vidas en uno u otro sentido aunque parezca que no son importantes hasta que las perdemos.

Ayer asistí a una de esas grandes escenas que me costará olvidar y que hizo que las lágrimas fluyesen, la secuencia en la que Susan reconduce el dolor de MJ por la pérdida de su padre lanzando unos botes de mermelada hacia la pared. No puedo describir lo que sentí cuando MJ deja resbalar por su mano uno de los botes y decide que su dolor debe ser compartido a través del abrazo de su madre.

Porque esta serie está llena de momentos mágicos que de repente hacen que tu mundo se pare, te hacen reflexionar, con palabras o simplemente llevándote de la mano a través de una historia para terminar en un tiempo en el que tu vida y la de los personajes parecen darse de la mano. Entonces sale una sonrisa de complicidad o unas lágrimas de tristeza, creando un lazo que te une a ella, inseparable.

Ahora estas dos, las dos primeras series de esa llamada nueva generación se acaban para siempre, en mi espacio temporal. Nunca escribí sobre el final de ‘Perdidos’, probablemente nunca escribiré sobre el final de ‘Mujeres Desesperadas’, quizá porque, al igual que hice con ‘Lost’ y acabo de hacer ahora, prefiera contar lo que siento antes de que todo termine, y una vez termine, no haga falta contar nada porque ya se sepa lo que siento sin necesidad de hablar, algo así, tan parecido, como cuando perdemos a alguien que queremos tanto.

Diario de… multados por defender los derechos de los niños

El pasado mes de junio en Talavera de la Reina, al igual que en muchas otras ciudades españolas, muchos padres y madres se echaron a la calle, organizando concentraciones para defender los derechos escolares de sus hijos, ante tanto recorte que ya está empezando a tocarnos ahí bien abajo.

Unos meses más tarde una de mis antiguas compañeras de trabajo, al igual que otros muchos asistentes a esta concentración, acaban de recibir en sus casas una carta del ayuntamiento penalizándoles con, ¡ATENCIÓN! ¡¡600 € de multa!!

Como si hubieran sido 2€ o unos céntimos, ¿dónde ha quedado el derecho a la libertad de expresión? ¿Dónde está ese supuesto estado de democracia que sólo nos vale para limpiarnos el culo cada 4 años votando a desconocidos que salen rana y hacen lo que les da la gana? (Lo digo para quien vote porque yo desde que tengo derecho no lo he hecho en la vida precisamente para no tener que arrepentirme). Y todo por mirar por los derechos de sus hijos, una multa bestial que bien le servirá al ayuntamiento para comprar buenos coches o arreglar carriles bici que cuando no están recién pintados son manchas en la carretera.

El programa Diario de… de Mercedes Milá supuestamente ya se ha puesto en contacto con algunos afectados y por mi parte les he hecho llegar la denuncia. Parece mentira que en pleno siglo XXI tengamos que recurrir a un programa de televisión para denunciar unos hechos porque nadie más hace caso, ni siquiera los juzgados, donde nadie ganaría nada puesto que la concentración según ellos no fue comunicada con previo aviso. ¿Si la hubieran comunicado les hubieran permitido hacerla? No.

Seguramente no se pueda conseguir ya nada, pero al menos mostrar la realidad de lo que está sucediendo en este país nos sirva para que haya una gota que colme el vaso y alguien acabe con esta pesadilla.

La casa de un hombre es su castillo

El lugar donde uno puede desear, puede hacer y deshacer libremente, opinar, expresar alegrías y arrojar lágrimas sin miedo a nada y sin tener respuesta, formar una familia, rodearse de amigos o estar solo.

A veces, en lugar de un castillo, la casa de un hombre es el foso, uno que ni siquiera es suyo, que comparte y que no quiere, un hogar previo a cruzar el puente soñado.

@fotografía de Mr. Monster (basado en la frase de Thomas W. Coke)

Un baño de agua tibia

Todavía puedo cerrar los ojos e imaginar que me voy introduciendo en el agua caliente de una bañera. Primero los pies, que van a su ritmo, siempre por delante, comunicando al cuerpo lo que le espera, agua templada y relajante que se va extendiendo a todo el cuerpo hasta llegar al cuello. Calma total.

Un baño de estos ya sólo cabe en mi imaginación, desde que se impuso la conciencia colectiva del gasto de agua y cambiamos la bañera por un plato de ducha y, ahorrar se ahorra en dinero y en salud para el planeta, pero nadie quita que ese deseo siga ahí dando vueltas y sólo pueda ser disfrutado en ocasiones muy especiales y eso que nunca me he metido en un jacuzzi (con lo que soy yo de Gran Hermano).

Muy atrás quedan esos sábados por la mañana en que mi madre me acariciaba con cuidado mientras me lavaba el cuerpo y la cabeza, en que sobre la superficie del agua navegaban algunos juguetes y me tiraba las horas muertas imaginando historias de barcos y tesoros o por el mismo aburrimiento, siendo un poco más mayor, uno se arrancaba a entonar una canción en el lugar con la mejor acústica de la casa.

Ahora que lo recuerdo, Yoko aún llegó a esa época de la bañera y nos preguntamos al cambiarla, cómo nos las apañaríamos para meterle en un plato de ducha. Suerte que al sentir el agua se quedaba de piedra.

No me imagino una vida sin ti princesa

Una pared desnuda es como un lienzo que llama al arte. Es el lugar propicio en el que dejar un mensaje para alguien especial o para la humanidad, allí plasmado, perdurando en el tiempo, mientras la pared permanezca en pie.

Un día está vacío y al otro, sin que nadie se de cuenta, como si una mano invisible en la noche lo tocase con su gracia, aparece aquel escrito. Este muro se levantó hace poco, pero ya tiene sus marcas de amor. No sé quién es él, no sé quien es ella, pero cuando cada día paso por allí y lo leo, no puedo evitar una sonrisa, «los dos a 3msc».

Ella Baila Sola (rarezas) «So long!»

No sería un auténtico fan de mi grupo musical favorito si no tuviera recopildos ya no sólo cada uno de los álbumes que han ido saliendo al mercado, incluyendo recopilatorios y videos, sino también cada una de las canciones en las que han colaborado, en otros discos y con otros atistas.

Hace algunos años, una amiga, Ana, de Medina del Campo, me envió por correo postal una cinta de casete con un concierto de Ella Baila Sola. Aún recuerdo aquella tarde en que me saqué el sobre a la terraza al sol en verano, lo abrí, cogí el reproductor y los cascos y me quedé una hora tarareando esas canciones conocidas, hasta que llegó una grata sorpresa, una canción inedita que Marta y Marilia cantaban cuando aún no había nacido Ella Baila Sola y el grupo llevaba por nombre «The Just».

Entonces, como ahora, una melodía nueva de EBS provoca en mí un estado extraño, como si el resto del mundo se parase durante unos minutos, mis oídos se deleitan con las melodías, casi sin hacer caso al principio a la letra hasta que no la escucho varias veces. Sé que cada nueva canción es algo especial, porque sé que la cantaré cientos de veces y que me acompañará en muchos viajes y momentos y así la trato, como lo más especial dedicando toda la atención sin darme apenas cuenta.

Dentro de este entramado de hilos que conforman la existencia y que parecen inconexos, hay uno que de repente ha encontrado su sentido y su meta una vez más. Tras varios años carteándonos, por fin conocí a la chica con la que compartía gustos musicales. Nos pasamos toda una noche viendo fotos y vídeos de Ella Baila Sola en aquella visita a Medina del Campo que hice en una escapada de Cuenca un fin de semana. Antes de despedirnos me regaló algo muy especial, un CD con todas las colaboraciones del grupo y con el concierto de 1998 de cadena Dial que dieron en Valencia.

La magia de internet no conoce límites. Parece que han quedado atrás esos momentos en que enseñabas en una foto de papel a tus conocidos el autógrafo de tu artista preferido, ahora podemos hablar con ellos a través de twitter o facebook de tú a tú, como si fuesen de la familia, más cercanos que nunca. He tenido el placer de hablar con quien más ilusión me hacía, por una parte con Marilia que en breve sacar su primer disco en solitario y por otra con Marta Botía.

Se me ocurrió hacer referencia en su facebook al nombre del grupo y sus orígenes, algo que originó una entrada en que daban los detalles y donde decidí echar un vistazo más atrás en el tiempo del grupo y mencionar una canción de la que en aquel momento no recordaba el título. Entre todo conseguimos saber de cuál se trataba y Marta quedó sorprendida de que nos acordásemos después de tanto tiempo, así que pidió que si alguien la tenía que se la pasase o subiese de alguna forma ya que deseaba tenerla.

La cinta no la encontré, pero recordé el CD que me regaló mi amiga y allí estaba el corte, la canción en inglés que es toda una rareza y pieza de coleccionista, tarareable, sencilla, con ritmo, con sonido Ella Baila Sola cien por cien, allí estaba «So long!». Se la envié a través de mensaje privado y en cuanto lo vio me contestó.

Aquí va como regalo para Marta, que hoy es su cumpleaños y para todos los fans, los que lo somos desde el principio y los que llegan, porque EBS sigue adelante, parece un sueño después de todo lo que hemos pasado, pero es real y es bonito.

So long!

Distrito C

Ni que fuera el aeropuerto. Desconozco la cantidad de cosas que le habrán sucedido a los que recorren sus pasillos y parques cada día, pero en esta, mi tercera visita al Distrito C por motivos de trabajo me ha dejado claro que pasear por un edificio con decenas de puertas y poder traspasarlas libremente se convierte en toda una aventura.

No tan divertido como acceder a las instalaciones. Me da rabia que pite el detector de metales, ese que te hace sentir como un criminal portando una pistola o un cuchillo. Da igual que sepas que no llevas nada extraño, al pasarlo nadie te quita esa sensación de miedo e incertidumbre que te reconcome por dentro y pide a gritos amortiguados para uno mismo «que no pite por favor, que no pite», simplemente para no ser el centro de atención.

Pues da igual, esta vez me ha pitado, una, dos y tres veces, cada vez que salía del edificio y tenía que regresar, además con cambio de guardia, que lo hace más complicado aún porque no te reconoce y vuelta a pasar la misma vergüenza. Sí, hasta las llaves he tenido que dejar en una bandeja y ya me han dejado como caso imposible, tampoco era cuestión de quitarse el cinturón y montar una escena a lo full monty allí en medio.

Tras más de 5 horas llegaba el momento de salir junto a otros compañeros de la competencia, pero antes, encargo en la planta 1, lo que ha originado que nos perdiésemos por los pasillos cual japoneses por una ciudad (sólo nos faltaban las cámaras de fotos para parecer turistas) y terminásemos dando con las escaleras de bajada, que un compañero al meter la tarjeta en el lugar equivocado se le cayese dentro de la máquina y la perdiese (ayy Hassan xD) y que tuviésemos que regresar al punto de partida por una puerta que parecía inaccesible pero que hemos atravesado sin pudor hasta llegar a los ascensores.

Un momento de risas de varios minutos que nos ha sentado muy bien. Es lo que tiene pasear por lugares desconocidos.

Fotografía Olímpica Londres 2012 – Los Juegos Paralímpicos

Hoy Londres se despierta, digamos, con algo de melancolía, como si le faltase algo. Por sus calles desfilan los últimos deportistas y visitantes de estos juegos que agotan las horas antes de coger un vuelo hacia casa, calles que ya nunca más volverán a ser grises en nuestra mente, porque recordaremos su color, su algarabía, cada uno de sus monumentos dando un toque de distinción a los deportes más comunes.

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Londres seguirá siendo esa joya de la corona, esas cabinas telefónicas contrastando con el color de sus calles, esa gente seria, responsable y ese país de protocolo y del té a la hora en punto, pero las miradas del mundo entero han visto latir su corazón y aunque aún siga conservando ese aire de misterio que le caracteriza, ahora también sabemos que respira.

Despierta

La vida nos sumerge en un estado de letargo, dentro de la rutina, donde todo sigue igual, donde los sueños permanecen dormidos y una extraña red mágica los contiene en un lugar muy profundo, debajo de las piedras de una habitación encantada.

Pero nada, absolutamente nada permanece dormido para siempre, puede tardar más o menos tiempo en removerse el mundo, el tambalearse los cimientos. Puede ser una palabra, puede ser un recuerdo, puede ser una imagen. De repente el sueño dormido emerge a la superficie y uno está llamado a cumplirlo, como está escrito en su destino.

Marilia Andrés Casares comienza la grabación de su primer disco en solitario

¿Cómo aguanta uno la separación de su grupo de música favorito? ¿Cómo sobrevivir «musicalmente» a diez años de ausencia de aquella voz que tanto te transmitía?

Hace ya más de una década que Ella Baila Sola dejó de existir como el dúo formado por Marta y Marilia. Durante todos estos años sus canciones no han dejado de sonar, en mi ordenador, en la cadena de música, en mi iPod, en mi móvil, allá donde he ido, siempre me han acompañado, como siempre, músicas imperecederas, audiciones infintas, de estas que de tanto escuchar, cuando uno ve una imitación en un programa a lo «lluvia de estrellas», es capaz de detectar hasta la mínima variación de notas, nada escapa a un verdadero fan.

Marta Botía, tan sólo poco más de un año tras esta separación traumática, lanzó su primer álbum en solitario «Cumplir lo prometido», que aunque no salió muy bien parado en ventas, fue un respiro, un soplo de aire fresco y más del espíritu de Ella Baila Sola para sobrellevar la noticia. Marilia también tenía entre sus planes el lanzamiento de un disco que sin embargo no llegaría nunca.Hubo que esperar hasta hace casi ya tres años para que el dúo EBS regresase, bajo sus siglas y con una nueva voz, según explicó Marta Botía, porque Marilia no quería regresar al mundo de la música.

Desconozco (y en cierta manera me gustaría saber la otra versión) si es que Marilia se lo ha pensado mejor y sus ideas han cambiado porque le haya visitado la inspiración o s realmente no deseaba regresar como dúo, sea lo que fuere, hoy Marilia Andrés Casares, después de tantos años, por fin nos desvela que se encuentra grabando, con mucha ilusión y nervios, desde esta semana en los estudios de Londres el que será su primer trabajo discográfico en solitario, del que todavía se desconoce el nombre ni estilos musicales.

Sólo tenemos una fotografía de ese estudio, con micros y una guitarra, pero ya es suficiente, y si lo unimos a que EBS continúa con su segundo álbum, las separaciones de los grupos musicales no son ni tan malas, mirándolo dsde el lado positivo.

Parece que fue ayer

Salimos en dirección a la Iglesia de San Andrés Apóstol en el coche de Jesús, yo de copiloto y Bea detrás, los tres hablando de los que haríamos y del presente, sí, a pesar de no habernos visto desde hacía muchos años, cuando lo normal es que se hable en pasado.Nada más arrancar, ya pasamos al lado de la peluquería (esa que Bea dice que está al lado de un «puti», que no lo está) en la que las chicas se pondrían guapas unas horas después para la boda, esa en la que tendrían que decir que se casaba el director de agricultura de Castilla La Mancha para que las dejasen un peinado «inagotable», vamos, de esos que duran una etenidad.

«Hay que ver, que parece que nunca nos hayamos ido, parece que fue ayer», sonó en la voz de Bea por primera vez. Sería esta una frase que pronunciaríamos varias veces. Así continuamos hablando durante todo el camino, no sé ellos, pero imagino que como yo contentos por estar juntos de nuevo y poder disfrutar de más tiempo. Ya de paso recordamos esta canción que le dejé a Bea hace algunos días, esa que escuchábamos en la sala de audio de la Residencia del Cossío y que decidimos que sería nuestra canción, tan cierta como que nos define a cada segundo, nosotros somos esos chavales que andábamos por el casco viejo de Cuenca de fiesta y ahora allí estábamos, algunos con hijos y de boda.

(lágrimas de alegría)…

La subida a la iglesia fue espectacular, nunca había ido más allá del Alcázar, callejuelas estrechas y empinadas, peores que las de Cuenca, que ya es decir (aún tengo un dedo mal y con tirita puesta cuando me marché), en que el coche encaja prácticamente pon algunos centímetros de diferencia y la gente va ocultándose en las puertas y recovecos para no ser atropellada, como si fuese un videojuego, igualico.

De repente un claro entre tanta estrechez y allí estaba Almu a la salida de la iglesia. Achuchón de aquellos de los viejos tiempos y de nuevo esa sensación d que todo se desbarata, de que el reencuentro imaginado desde hacía tanto tiempo, al final es más sencillo de lo que parecía, y de nuevo un «parece que fue ayer», como si definitivamente el día anterior nos hubiésemos visto y nos juntásemos de nuevo para la merienda de los fines de semana.

Reencuentro con Nico, el novio de la boda, el protagonista, el gruñón más simpático, religioso donde los haya, dándome un abrazo efusivo (pocas horas más tarde me haría llorar) y emocionado por que estuviese allí.

Una vez dentro, todos participamos de la decoración que aún faltaba, yo dejándome la dentadura partiendo celo para las flores, movimiento de bancos, últimos retoques y las reinas de la fiesta, las mariposas decorativas, un éxito sin precedente, tanto que las chicas no paraban de pensar desde que las vieron en la forma de secuestrarlas. Tan fácil como al final de la boda tirar de ellas. Un divertido rato de risas con las dos señoras mayores que «nunca habíamos visto una decoración tan bonita y mira que hemos visto bodas» que se dedicaban a ser los ojos del cura, que conocían lo que le gustaba y lo que no, fotos y confidencias, además de nuevas incorporaciones, una amiga de pilates de Jesús que se unía a la family de forma temporal.

Entonces aparecieron Gema y Sandra H., que dijeron que llegarían más tarde, estaban igual que siempre, como si el tiempo se hubiera detenido (una vez más) y en lugar de contar los años de ausencia, todo continuó de forma natural, como si nos hubiéramos visto hace una semana nada más.

Al salir ya era de noche, el tiempo de nuevo había pasado volando y nos costó mucho guardar silencio en la zona cercana donde estaban los coches y donde había reunido un grupo de visitantes escuchando las viejas historias de la ciudad y sus monumentos. Pero es que somos así, si ya solos somos un mundo, juntos somos como una bomba de relojería que explota constantemente.

Es muy difícil expresar ese sentimiento que se resume en las palabras «parece que fue ayer», una mezcla de necesidad de mostrar afecto sin mostrarlo, de expresar felicidad absoluta sin expresarla, quizá lo que más se le puede asemejar es el estar en el lugar que más te gusta del mundo, una playa en la noche mirando el horizonte estrellado, un bosque verde correteando entre los árboles, un lugar precioso y respirar la brisa mientras cierras los ojos, lo más parecido a sentirse a gusto sabiendo que estás con la gente que quieres.

No éramos todos los que estabamos, algunos podría verlos unos minutos al día siguiente y a otros algún día los veré, pero aún quedaba lo mejor, toda una noche por delante, con cosas de esas que sólo nos pasan a nosotros y algunas emocionantes aventuras por el parking…

Los primeros reencuentros

Cuando uno sueña con un reencuentro y el tiempo va pasando y nunca llega a producirse, la intensidad de ese sueño es proporcional a las ganas y a ese tiempo. Parece que nunca va a llegar el momento hasta que llega y entonces el mundo de repente deja de ser lo que es para convertirse en lo que quieres que sea.

Me tomé la semana con tanta tranquilidad y emoción que no preparé nada hasta última hora antes del viaje a Toledo. Apenas dos horas para tener todo preparado y además sin saber qué ponerme, un poco bastante perdido porque al llegar a la estación de autobuses no sabía ni a donde ir, hacía más de 6 años que no visitaba la ciudad. Al final, con unas cuantas prisas terminé un viernes 31 de agosto a las 17:30 de la tarde camino de la ciudad imperial recibiendo las indicaciones y consejos de los amigos que me esperaban en el destino, en el viaje más corto que recuerdo (a pesar de tener una duración considerable).

He de reconocer que las dos únicas veces que he cogido un taxi en toda mi vida fueron para subir de la plaza en Cuenca y para ir a ella, pero decidí hacer uso del comodín y dejar que un señor al que le tuve que indicar una calle que no conocía, al lado de una avenida que no conocía y un supermercado que sí conocía (para sorpresa mía) mientras le relataba mi niñez en aquella ciudad. Mientras le hablaba, atrás en el asiento, no podía quitarme de la cabeza el libro de «La estrella más brillante» de Marian Keyes, porque sin querer, ahora yo era uno de esos pasajeros que relataban sus historias.

Le hice parar cuanto antes (en parte porque el taxímetro se estaba hinchando demasiado ya) porque ya me podía guiar por esa zona. Quizá los metros más largos, una acera que subía. Pregunté por la calle y una chica me indicó. Nadie en casa. Llamada de teléfono. Y allí nos encontramos, a la salida de la puerta del supermercado, el primer reencuentro don Jesús, un abrazo, un par de besos y mucha emoción contenida. Nunca lo imaginé así en mis sueños, me sorprendió quizá porque no tenía esas ganas de llorar que siempre imaginé, tampoco ese abrazo intenso. Simplemente estaba feliz y sólo me apetecía continuar adelante.

Tras contarnos algunos momentos y recordar otros, aparte de quedarme un poco sorprendido por otro hecho, Bea ya se estaba aproximando. Bea, mi pequeña Bea, por la cabeza se me pasaban esos momentos de risas con su paricular humor. Salimos a recibirla abajo y allí estaba, saliendo del coche. De nuevo el recibimiento acabó con todo lo que imaginé. Un abrazo fuerte y un beso, como si el tiempo se hubiera detenido aquel verano de hace años y de repente hubiera decidido continuar su marcha. Quizá era hora de ir acostumbrándome, porque se repetiría una y otra vez.

Se que estos días algo ha cambiado, había dejado de sentir esa sensación y ahora que volví a sentirla, no puedo evitar echarla de menos. Sé que les necesito como siempre, como desde el primer día que conectamos. Hay tantas historias que son inacabables, cada minuto, cada segundo una nueva aventura, tantas para contar… estos son mis amigos.

Mis amigos y yo

No sé cuántas veces soñé con ese momento cada vez que nos separamos, los nervios del reencuentro, imaginar cómo sería, quizá un abrazo intenso, lágrimas, comenzar a contar todas las historias de estos últimos años…

Toooodo se desbarató. De repente, en un sólo segundo, todo cambió. Aquel abrazo intenso se convirtió en un abrazo normal y un par de besos, las lágrimas se sustituyeron por sonrisas cómplices y, excepto algún pequeño paréntesis, no malgastamos el tiempo contando los últimos años. Como Bea me dijo: «Parece como si jamás nos hubiésemos separado, como si no hubiera pasado el tiempo, como si fuera ayer la última vez que nos vimos».

Y nada tan cierto como eso, de repente es como si estuviésemos otra vez conviviendo en el mismo hogar, pateando las calles de Cuenca, esta vez las cuestas de Toledo, desayunando juntos, compartiendo espacios, redescubriendo las viejas bromas y nuestro particular sentido del humor que nos conectaron a todos de una forma inexplicable hasta el día de hoy y más allá.

No estábamos todos (la que podíamos haber liado si eso llega a suceder), pero sí una buena parte. Disfrutamos de los preparativos de la boda de uno de los nuestros y de una velada muy especial que terminó como sólo pudo terminar en nuestro caso, porque estas cosas sólo nos pasan a nosotros. Como diría alguien: «!Que se sepa quienes somos!».

Correr por el parking desierto del Alcázar a las casi 3 de la madrugada, con un hipo de la leche mientras la música clásica suena por los altavoces, no tiene precio. Por cierto, el ron me lo metieron en mi granizado de limón, no hay otra explicación posible.

Continuará…