Cuando un personaje supera ampliamente tus años de vida y, más aún, cuando su futuro inmediato deja claro que continuará viviendo en los comics, libros y pantallas durante siguientes generaciones, intentar hacerse con todo lo que le rodea es una tarea que se vuelve casi imposible.
Superman ha formado parte de las vidas de varias generaciones y lo seguirá haciendo. Desde el reciente final de Smallville, las películas y su música inconfundible y característica, numerosos comics en los que se entremezcla con otros superhéroes, Lois y Clark, las aventuras como el joven Superboy, las series animadas, tanto en solitario como acompañado en La Liga de la Justicia. Decenas de miles de páginas, miles de minutos televisados que parecen no tener fin a medida que uno se pone a indagar, intentando llegar al origen de todo.
Fue en junio de 1938 cuando Superman apareció por primera vez en nuestras vidas (en las de aquellos que lo vivieron). Fue en la revista Action Comics y lo hizo de la mano de Jerry Siegel y Joe Shuster, apareciendo por primera vez en su historia en la portada, en una ciudad sumida en el caos y levantando un coche para salvar la vida de un hombre, exhibiendo sus poderes desde bien pequeño ya en la primera página interior levantando con sus brazos un sofá.
Dónde residen las ganas de saber más y más de uno de los personajes que más ha marcado la infancia. El deseo por conocer el devenir de la historia, cómo se entrelazan los personajes y esas pinceladas que tan bien supo pintar Smallville, haciendo guiños contínuos a lo que ya sabríamos que sucedería en un futuro. Esas son las respuestas, la magia de la imaginación entendida como un mundo ficticio que cobra sentido y realidad.
Dónde me trasladan estas notas… a un mundo en el que los superhéroes se ocultan bajo unas gafas, a un mundo que vivirá siempre.