La caja

No, no voy a hablar de ‘La Caja’, ese programa tan interesante del que ya hablé en su día y que me parece algo maravilloso (cuando va gente anónima). Voy a hablar de esta caja, aunque más que hablar, sólo la voy a mostrar.

No sé, una caja cerrada es tan interesante… Uno se pregunta qué habrá ahí dentro. Esta noche a las 00:00 en punto tendré el placer de abrirla, no antes, porque hay cosas que no están permitidas, pero como que las doce de la noche es una hora muy atractiva para hacer este tipo de cosas, como la Cenicienta.

Un premio que sabe a triunfo. El papá de Super Mario, Shigeru Miyamoto, premio Príncipe de Asturias

Faltan apenas poco más 48 horas (bueno, para mí menos de 24) del lanzamiento de la nueva WiiU, la primera consola de Nintendo en alta definición. Atrás quedan aquellos días, cuando era pequeño, en que me acercaba, aún con los ojos muertos de sueño de los nervios de la noche anterior, a la tienda a por mi primera consola, la GameBoy.

Durante esos primeros años en que SEGA y Nintendo libraban su particular batalla, e incluso con la llegada de la desafortunada Dreamcast y el formato del CD en PlayStation, los juegos a vista de los demás no dejaban de ser un mero entretenimiento temporal, pasatiempo de niños, o como los llamaban algunos, las maquinitas. «Niño, deja de jugar a la maquinita y ven a comer ya que se enfría la sopa». Cuántas veces me ha dicho eso mi madre.

De Nintendo…

Pos suerte desde hace una década, la llegada de las nuevas generaciones de consolas y las nuevas tecnologías que han permitido hacer de los videojuegos toda una experiencia sensitiva y emocional, han colocado a la industria en el puesto que se merece desde hace tanto tiempo y el primer premio fuera del mundillo que se concede a nivel internacional además viene de España, todo un Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades para el creador de ese famoso personaje que en pocas horas podremos disfrutar por primera vez en consola en todo su esplendor en HD, Shigeru Miyamoto.

a WiiU

Antes de tener una consola propia, una noche de nochevieja la pasamos en la casa de mis tios. Después de cenar y comernos las uvas, mi prima me enseñó una consola de color grisáceo que tenía en su habitación, debajo del televisor, se llamaba Nintendo y era toda una sensación. Nos tiramos hasta las cinco de la madrugada sin parar, riéndonos con esos tontos Lemmings y sus complicados niveles. Pero mucho antes de eso, había un pequeño fontanero pixelado con el que no parábamos de saltar sobre los enemigos, recoger setas que nos daban media vida, que bajaba por las tuberías, que se hacía invencible durante un ratito y que recogía monedas. Así me encontré con el hijo de Shigeru Miyamoto por primera vez en mi vida, Super Mario.

Regreso a la «Vida de Pi»

Que haya pasado casi una década desde que el libro salió a la luz y nadie haya decidido, hasta este momento, trasladarlo a la gran pantalla, sólo puede significar que, o bien los que lo leyeron y podían convertirlo en celuloide prefirieron dejar entre las páginas de un libro su esencia o que los que podían hacerlo, nunca llegaron a leerlo.

La primera vez que vi «Vida de Pi» fue entre las páginas de una de las revistas de Círculo de Lectores. Aunque no confiaba en el título, su argumento ya me pareció alentador. Tenía miedo de aburrirme enseguida, una historia desarrollada en una sola localización, donde no hay conversación posible porque sólo hay un ser humano que ha de sobrevivir con y a los animales que le acompañan. Todo se disipó cuando comencé a pasar las páginas y asistí al comienzo de un gran relato, corto y capaz de conmover y a la vez enseñar para el que quiera ver en ello un aprendizaje de la vida.

Me alegra volver a hablar de este libro que ahora será convertido en película, del que apenas recuerdo algunos retazos, lo que hace que pudiera ponerme a leerlo con la misma incertidumbre de hace años.

Larry Hagman, J.R. Ewing, muere en Dallas

Hay personajes que trascienden a la televisión y llegan a convertirse y formar parte de la vida real. Cuando era pequeño nunca llegué a enterarme de las tramas de ‘Dallas’, simplemente me gustaba ese rato en que me sentaba junto a mi madre, mi padre y mis dos hermanas a ver la serie, una serie que me parecía interminable, que siempre estaba ahí, con mi idea de «JR es malo» y «Sue Ellen es un bruja», personajes que iban y venían y finales impactantes.

Cada verano durante mi infancia, con la llegada de otras series como ‘Falcon Crest’, JR siempre estaba presente, ya fuese para compararlo con la malísima de Ángela Channing, como para mencionar algo así como «eres más malo que JR».
Y fue por todo esto que el pasado verano no pude evitar la emoción al saber que llegaba la nueva ‘Dallas’. Cientos de series más tarde, ahora que mi mente ha aprendido a valorar las cosas bien hechas y que podría decirse soy un completo adicto a ellas, después de dejar Wisteria Lane con un suspiro, después del sentimiento indescriptible de ver a Vincent acompañando en sus últimos momentos a Jack, por fin podría regresar a esas buenas series del pasado que iniciaron este camino, con la tecnología y las ideas del presente. Sí, soy de los que se emociona tarareando las sintonías de las series de televisión y cuando comenzó ‘Dallas’ de nuevo, la disfruté, una sintonía que nunca se olvida.

El universo a menudo tiene un gusto irónico y juega con nuestra realidad y nuestra ficción para brindarnos, como en las mejores series, finales inesperados a nuestras propias vidas. Que Larry Hagman y J.R. Ewing hayan fallecido en Dallas, quizá fuese lo inevitable, o quizá que el destino quería jugar imponiendo su propio argumento.

El regreso de J.K. Rowling con «Una vacante imprevista»

Hace ya algunos años que Harry Potter nos abandonó. Atrás queda esa última tarde de lectura, que decidí terminar en el lugar que tantos buenos ratos me ha dado entre sus páginas, a pesar de que me congelase de frío, ya no sólo por la temperatura del exterior, sino por los nervios de saber que se acababan 10 años de lectura, que iba a llegar al final de todo después de haber imaginado durante una década entera.

Es muy bonito, y hasta romántico, el saber que algo no volverá, que ha terminado para siempre. Esa simple idea sobrevolando la mente, crea un profundo y complejo universo de emociones en el interior. Harry, Hermione y Ron siguen ahí para siempre, en los fan fics de los más fans, en los dibujos de los niños pequeños.

JK. Rowling no le ha abandonado, es difícil y sería absurdo desprenderse así de repente de un personaje que te ha dado tanto y del que todo el mundo habla (algo que vaticinó la escritora en el primer capítulo de la saga, aún cuando ni siquiera había sdo publicado, me rio yo de los profetas antiguos). Mientras dedica sus esfuerzos a completar Pottermore, un lugar mágico que nos desvela curiosidades sobre el mundo de Potter y sobre la propia escritora, J.K. Rowling ha lanzado ya un nuevo libro que poco tiene que ver con la magia.

La autora desembarca así en el terreno de la literatura para público potencialmente adulto, aunque ni Potter era para niños, por mucho que algunos que se creen expertos se empeñen, ni nadie puede asegurar que este libro no sea devorado por niños.El libro llevará en España el título de «Una vacante imprevista», la historia que habla de la variedad de situaciones y acciones humanas ante un mismo hecho, la muerte de un concejal y la lucha y loq eu la gente es capaz de hacer para conseguir ese puesto que ha quedado libre. El libro será publicado, como los de Harry Potter, por la editorial Salamandra. El perfecto regalo para estas navidades, porque se pone a la venta el 19 de diciembre.

Y nada mejor como homenaje y para recordar viejos tiempos, que ponerme a leerlo una buena noche del 24 de diciembre por la madrugada, tal y como hice ya hace 12 años con la historia del niño que vivió. Sólo echaré de menos cuando lo haga a mi pequeño ser, mi otra mitad que descansaba a los pies de la cama mientras soñaba entre las páginas.

Lugar de paso

Cuando echo la vista atrás y pienso en cómo era antes mi barrio, pienso que cualquier persona que se hubiese marchado entonces y regresase por navidad sin haberlo visto cambiar día a día, no lo reconocería y lo primero que sentiría sería añoranza.

Ahora hay una avenida, nuevos edificios, un supermercado, allí, al lado de la fábrica de harina donde antes había un descampado, en el que pasábamos las tardes jugando al béisbol, el que se llenaba de barro en días lluviosos para jugar al pincho, por el que pasear comiéndose un helado en verano, un lugar de risas y juegos, de tardes tranquilas sin ruido de coches, sin miedo a que el balón se escapase hacia cualquier lugar.

Ya no hay risas de niños, tan solo motores rugiendo y gente que pasa con la cabeza agachada camino de cualquier otra parte.

Cristalino

Por qué adoro los lugares remotos, inexplorados y que muy pocos hombres han pisado, las selvas amazónicas, las montañas rocosas, las playas paradisíacas, una casita de madera perdida en la nieve o cerca de un lago.

Adoro la inspiración que desprenden, en cada rama, en cada hoja, cada puesta de sol sobre un horizonte inalcanzable, infinito, cada gota de agua cristalina es una historia diferente, un poema que nace desde algún rincón olvidado.

Caídos del cielo

¿Alguien se acuerda de estos muñecos caídos del cielo?

Una avioneta pasó surcando el cielo, llevando tras su estela un mensaje publicitario que ondeaba al viento. Como un mago que chisca los dedos, pasé de la ciudad y de 2012 a una playa de la Manga del Mar Menor en los años 80, cuando entre el baño en el mar salado, las risas y juegos con el frisby y el miedo a las picaduras de esas inoportunas medusas, otra avioneta sobrevolaba nuestras cabezas y lanzaba a la tierra montones de muñecos de plástico con paracaídas.

Quién abrirá la puerta hoy para ver salir el sol

Su cálida voz, profunda y con ese característico acento del sur, me trae unos recuerdos agradables de mi niñez cuando viajaba a Córdoba. En él escucho la voz de mi tio Maxi, tan parecida, casi igual, el hombre tranquilo que leía novelas del oeste, el que me regaló mis primeras figuritas de indios y vaqueros con las que jugaba en el suelo, el que siempre me sonreía y me daba una palmadita enel moflete, el que más se parecía a mí en mi familia, en caracter y gustos. Se cumplen ya 10 años desde que nos dejó, desde aquel día en que haciendo el traje para la fiesta de disfraces de la Residencia Universitaria, me corté con las tijeras y me hice sangre, a eso de las cinco de la tarde, con el sol poniéndose ya por el oeste, recibía la llamada y recogía mis cosas, y durante el largo viaje de vuelta a casa, pensaba en todas las cosas que habíamos hecho juntos, pocas pero inolvidables. Me contaron que estaba ingresado y aún me quedaba una esperanza, pero me lo contaron así para no hacerme daño durante el trayecto. Cuando llegué y pregunté qué tal estaba, recuerdo la cara de mi hermana sorprendida y negando y sólo sé que lloré hasta quedarme dormido.

Aunque muchas canciones tienen algo especial que han conseguido removerme algo por dentro, sólo tres de ellas consiguen emocionarme hasta el punto de crearme un nudo en la garganta, tan difícil de deshacer, que los ojos no aguantan más. La primera de ellas fue ‘Por ti’ de Ella Baila Sola. Eran su letra, su mensaje, el del sentido humano de protección hacia los más necesitados. La segunda me pilló totalmente desprevenido un sábado por la mañana de hace ya 14 años, mientras el locutor de Los 40 decía algo como «ya están aquí de nuevo, esto es lo nuevo de Ella Baila Sola» y de repente, entre los acordes de la guitarra comenzó a sonar ‘Despídete’. Entonces era la canción que describía mi vida. A la vez que me traía recuerdos de ese «adiós con el corazón»que cantábamos en el coche de cuando íbamos de veraneo a Madrigal de la Vera, a un hostal apartado del mundo donde conocí a amigos inolvidables y teníamos que despedirnos al final de cada verano, también contaba mi propia historia de futuro, muy pronto marcharía a la Universidad y entonces yo sería el protagonista de esa canción. Todavía recuerdo la primera vez que la escuché, dónde estaba, allí de pie, con un nudo en la garganta sin poder contener las lágrimas.

Uno nunca elige cuando llora de verdad. A veces las catástrofes más fuertes nos hacen más duros y sin embargo, cualquier pequeña brisa de aire, puede convertirse en el detonante, como una ruleta loca de sentimientos. Aunque había escuchado los primeros segundos, no fue hasta ayer en la noche, cuando regresé a la cama a las 4 de la madrugada, que me puse los auriculares del ipod y le di al play para escuchar ‘Quién’ de Pablo Alboran. Fue la calidez de la voz y el recuerdo que me traía siempre, el susurro del principio que daba paso a algo que iba a crecer más fuerte, que me haría llorar, poniéndome de nuevo ese nudo en la garganta, cuando escuché la frase más maravillosa que he oído jamás en mi vida, esa que con pocas palabras es capaz de contar una vida, su pasado, su presente y su anhelo de futuro, a la vez que le brinda un sentimiento de melancolía indescriptible.

Cuando no hay escapatoria, cuando se ha perdido aquello que más te importa y parece que todo se encuentra envuelto en la más absoluta oscuridad. Estas palabras saben calmar el dolor, mitigarlo y decirte al oído, con muy poquito, algo que me cuesta pronunciar aún en alto sin que ese nudo en la garganta vuelva a aparecer de nuevo.

Así fue el eclipse total de sol que oscureció el cielo del pacífico el 13 de noviembre de 2012

Que la humanidad lleve milenios mirando al cielo esperando este acontecimiento, con una mezcla entre miedo y asombro, saber que la ilusión cuando se mira hacia arriba no se ha perdido y lo que se siente tampoco, no tiene precio.

Hace miles de años, no había una cuenta atrás hasta que la Luna tapa al Sol, costumbre que es ya como nuestra tradición moderna preferida para muchos acontecimientos especiales y que aquellos humanos, en aquella época, no cambiarían por sus rituales.

Pero ahí estuvieron y ahí estamos con el paso del tiempo, mirando todos a ese mismo cielo, al astro y al satélite que nos acompañan en este viaje.

fotografía principal por Mauricio-PH

El eclipse solar total del 13 de noviembre de 2012 será el más remoto del siglo

Mientras la Luna se pasea entre La Tierra y el Sol, arrastraá consigo una sombra de proporciones épicas sobre nuestro planeta, una sombra de más de 160 kilómetros de ancho que viajará por el océano Pacífico y la gran barrera de coral hasta llegar a Australia.

El eclipse total podrá ser visto en el norte de Australia, aunque sólo la ciudad de Cairns podrá disfrutar de apenas dos minutos mientras la Luna tapa casi por completo el astro. Por suerte y gracias a las tecnologías, podrá ser seguido online a través de internet.

Se trata por tanto del eclipse solar más remoto de este siglo, ya que el camino de su sombra apenas roza tierra firme. Eclipse de navegantes y, para algunos, el principio del fin.

Midtown Comics

No se puede decir que sea un apasionado de los comics, sin embargo tanto su mundo como todo lo que gira en torno a ellos me apasiona. De pequeño no tenía los típicos libros de Superman ni de Batman, sino montones de revistas de Disney que leía una y otra vez. Las que más me gustaban eran las de Patoaventuras, o lo que más tarde en la serie de dibujos animados se llamaría así. Aquellos comics me despertaron un interés por Mickey, Donald, Goofy y todos esos personajes, que aún continúa a día de hoy.

Más tarde, entre la etapa de mi niñez y la adolescencia, me acercaba cada sábado al kiosco para comprar una bolsa de un periódico ya desaparecido hace años y que el dependiente me dejaba llevarme sin tener que pagar el periódico. Dentro de esa bolsa que costaba unas 150 pesetas si mal no recuerdo, venían algunas joyas del comic, aventuras variadas en cada número. Todas esas aventuras deben andar por ahí en las cajas escondidas con Thor, Superman y Lobezno en su interior, entre otros.

Mentiría si dijese que soy más de comics que de libros, de hecho de pequeño solía enfadarme si entre mis regalos se escondía un gran libro con viñetas en lugar de cientos de páginas para leer y disfrutar. Los comics tienen una lectura más ligera y visual, dejan menos campo a la imaginación, y eso es algo que personalmente es lo que menos me gusta de ellos. A pesar de este inconveniente personal, soy capaz de reconocer una buena obra cuando la tengo delante, y si tuviera que elegir un comic de entre todos los comics, el mío sería sin duda Tintín.

Si hay un lugar en el que saben tienen más comics que en ninguna otra parte del mundo, ese lugar es sin duda Midtown Comics, una sede con cuatro tiendas repartidas en pleno Nueva York, la principal de ellas en Times Square. El emporio de los comics, el lugar en el que comprar, vender, participar y disfrutar, el lugar en el que cualquier aficionado o veterano no pueda sentirse extraño al ir a buscar a su superhéroe favorito, ya sea de ahora o de hace setenta años, porque aquí lo viven todo con mucha pasión.

La tienda no se queda atrás en tecnologías e información. Compra-venta de ejemplares impresos, varias redes sociales a través de las cuales seguir sus noticias, un blog, canal de youtube y hasta una aplicación en iTunes para venta de números online en todo el mundo. Y por si esto fuera poco, además dan la oportunidad a nuevos artistas para exponer sus trabajo en la tienda y convertir su superhéroe en una leyenda.

Hoy me he sentido identificado de alguna forma con el reportaje que simultáneamente para varios países ha emitido National Geographic centrado en esta tienda, como homenaje a todos los fans de los comics. No hace mucho me hice con una edición de coleccionistas, el baúl con todas las obras de Tintín, incluído el número inédito que Hergé nunca pudo finalizar y que abrí con sumo cuidado, como si fuera un tesoro.

Algunos comics de Disney siguen apareciendo en alguna estantería de la casa. Desde entonces todo ha cambiado mucho. Ahora ya no es necesario ni siquiera ocupar espacio, basta con hacer un simple click y leerlo en la tablet pasándo sus páginas con un simple arrastre del dedo. Un movimiento, sin embargo, que jamás podrá sustituir la sensación del olor de las páginas impresas, pero que sigue encerrando la misma magia de siempre.

Lo que Sandy se llevó

Tendemos a separar a los elementos de la naturaleza, la fuerza del viento, la volatilidad del fuego, el poder del agua. Todo parece en orden y en calma, como una persona cuerda y tranquila.

Y cuando a la naturaleza se le cruzan los cables, olvida cada elemento por separado y los une a todos para sembrar el caos sobre La Tierra. Un grito desesperado.

Viva el horario infantil

Acabo de llegar a casa, hoy tocaba, con mucho retraso, ver el episodio 1,000 de mi comedia favorita, pero este no podía verlo de espaldas, como acostumbro para aprovechar el tiempo, enterándome de todo lo que se cuece en la comedia, este necesitaba su tiempo especial, así que lo he quitado para verlo en otro momento más tranquilo.

Informativo que salta, un hombre tiroteando con una escopeta a otro que está a un metro de él y mientras las balas impactan en su cuerpo como si le estuvieran dando puñetazos, el pobre hombre hace un gesto reflejo de taparse la cara y el cuerpo como si con ello pudiese evitar lo que se viene encima. Cae al suelo, sin vida, el hombre que disparó, le remata por si acaso. Son las 21:11 de la noche, la hora en que los niños acaban de ver «Pasalaspapas» y similares y se reenganchan mientras juegan con sus padres regresados del trabajo.

Me causan asco y repudio aquellos y aquellas que van de cultos y de defensores de la audiencia, que se escandalizan cuando a las 16:30 de la tarde o a las 22:00 de la noche sale una teta o un culo, que se echan las manos a la cabeza cuando ven a dos personas discutir en la sobremesa sacando trapos sucios y lo llaman telebasura y van a los juzgados a denunciar que esas cosas no deberían salir en horario infantil.

Personas que después en sus casas son los primeros en no dar ejemplo, que discuten con gritos e insultos delante de sus hijos, que llevan dobles vidas con amantes, salidas nocturnas y relaciones fuera de pareja. ¿A quién van a dar ejemplo y denunciar esta panda de sinvergüenzas?

Prefiero mil veces que mis hijos viesen una teta o un culo, una discusión encarnecida en la televisión que no cómo termina la vida de un hombre en plena calle a sangre fría.

No se trata de horario infantil, se trata de lógica humana y de saber un poco de sicología infantil, los niños no son idiotas y ya no vivimos en los años 80, dicen «puta» o «cabrón» antes de saber hablar y por mucho que se les repita o reprenda, lo seguirán diciendo, con más empeño si cabe.

No seamos gilipollas y terminemos ya con esta idea tan asquerosa llamada horario infantil, porque, seamos sinceros, comencemos por respetar dentro de casa, porque si no lo hacemos ahí, cómo vamos a pedir a un televisor que lo haga por nosotros.

fotografía de Rez González

Contigo me cruzo deprisa

A cierta hora del día, la de la hora del té, la del café, la de la siesta, la de tantas cosas mágicas, mi destino es seguir andando.

Y dentro de esa rutina he encontrado también una chispa de magia. Son apenas dos segundos y una mirada que que no llega ni a uno solo. Voy por el camino deseando que llegue el momento y entonces llega, se ve venir, esa persona con la que cada día me cruzo deprisa  e intercambiamos una mirada que bien vale todo el camino.

Esta noche al volver no podía dejar de pensar en esas pequeñas cosas que a uno le hacen feliz, pensaba en esa mirada, en que me gustaría poder leer su pensamiento y saber si el sentimiento era correspondido de la misma forma o si sólo son imaginaciones mías.

Y mientras pensaba eso, como un regalo, de repente, a la hora de la cena, la hora de los amigos, la hora del «ponte el pijama», la hora de los sueños, al torcer la esquina, por primera vez en la noche y segunda vez en el día, se produjo ese momento mágico, que me supo a canción bonus en el disco de mi grupo de musica favorito.

Esta canción tiene ya casi 15 años de vida, nunca la he compartido antes porque creo que aquello que más me gusta se merece algo muy especial y este es su momento. Dedicado a esa persona que no conozco de nada, con la que me cruzo deprisa, pero con la que el tiempo se detiene y en esa fugaz mirada surge toda una vida.

El misterio de la tortuga perdida del sexto e

Dos pisos más abajo, algo así como unos 6 metros bajo tierra, alguien ha perdido a una tortuga. La pequeña se encontraba sola esta mañana en el portal, dentro de una jaula, con agua y comida, allí, en medio de las escaleras. La pusieron al lado de la pared para que no estorbase al paso y ahora ni hay agua, ni hay comida, ni está la jaula y tampoco la tortuga.

Sólo queda este cartel que me encontraba por sorpresa, el primero que veo en mi vida en el que alguien busca una tortuga como rescate, por eso me llamó más la atención y me pareció curioso, enterándome después de la terrible historia.

¿Alguien se ha llevado la jaula? ¿El dueño ya tiene la tortuga y se ha olvidado de quitar el cartel? Aunque lo más probable de todo, ¿ha abierto la tortuga la puerta de la jaula, se la ha atado a cuestas y ha huído?

Sor Sonrisa vaga de nuevo por los pasillos con «Dominique»

Mientras la hermana Jude recorre los pasillos del siquiátrico en ‘American Horror Story: Asylum’, hay algo que no para de sonar y que se queda en nuestras cabezas. Esa música no está ahí puesta por casualidad y se trata de todo un éxito musical del año 1963 llamado «Dominique» e interpretado por la monja belga Jeanine Deckers, más tarde apodada como Sor Sonrisa.

El éxito le llevó a sacar un segundo disco que no triunfó y en el año 67 dejó el convento y no sólo eso, sacó a la luz su verdadera condición sexual yéndose a vivir con una compañera monja del mismo lugar. En ese momento el apodo de Sor Sonrisa se quedó dentro del convento al considerar que era propiedad de la congregación (y sus beneficios, claro).

Bajo el nombre de Luc Dominique compaginó labores sociales con la composición de canciones de protesta a favor de los métodos anticonceptivos, luchando contra la iglesia y sus doctrinas, y también con canciones para niños.

Cuando en los años 80 el gobierno belga le solició más de 200,000 euros en concepto de impuestos royalties por su éxito «Dominique» en el pasado, ella apeló a que los derechos ya eran del convento, los cuales se lavaron las manos cuando se trataba de pagar. Para intentar saldar la deuda, lanzó un remake de su éxito pero, sin obtener la recaudación esperada, se sumió en una depresión y se suicidó junto a su pareja un 29 de marzo de 1985 a los 51 años de edad.

«Dominique» vaga encerrada entre los pasillos de la ficción, y quizá también en los de la realidad, martirizando a aquellos que un día la dejaron vendida y le llevaron a su trágico destino.

Laika

Son muchas las ilusiones que unos padres vuelcan en sus hijos. Los tiempos cambian, las oportunidades son diferentes y todo aquello que un día ellos no pudieron llevar a cabo, hacen maravillas para que los que les siguen puedan lograrlo al fin, incluso esas pequeñas victorias que nacen y culminan las toman como logros personales, aunque no sean suyos propios.

Inconscientemente depositamos en nuestras mascotas otra serie de deseos. Les cubrimos bien con una manta cuando hace frío, les colmamos de caricias y jugueteamos con ellos, queremos que sean ajenos a los problemas del ser humano, son una evasión, nuestra evasión.

Hace ya 55 años, una perrita llamada Laika se convirtió en el primer ser vivo que viajaba al espacio. Toda una temeridad de aquellos a los que se les ocurrió la idea de utilizar un animal como conejillo de indias, poco valiente y algo que no comparto. Algo así como «pon tú la mano en el fuego y así si quema me avisas». Ellos no tienen voluntad para decidir lo que quieren hacer cuando nuestra orden está ya dada.

Y es que cuando de relaciones entre mascotas y humanos se refiere, puede haber puro interés o puro sentimiento y sólo cuando uno es capaz de entender que su mascota no es recipiente de sueños y que nuestros caprichos pueden hacer daño, empieza a crearse una cierta relación de empatía que no necesita expresarse con palabras.

Terminando el sombrero

La vida. Es lo que significa al fin y al cabo el proceso de cruzarse con la gente, de las afindades y los desencuentros que van creando hilos desde que nacemos hasta que morimos. Y una vez dejamos el mundo, aún quedan flecos sueltos a nuestro paso capaces de tejer por sí mismos otras prendas, de colores y formas inimaginables, infinitas.