21 años

Hoy me he levantado tarde, remoloneando en la cama antes de poner los pies en el suelo. He desayunado tranquilamente y al cruzar la cocina he sentido una sensación de vacío que ya sé que nunca nadie podrá llenar nunca. Fui ingenuo cuando le tuve por fin conmigo, pensaba entonces que estaríamos juntos al menos un cuarto de siglo, pero nuestra ilusión se quedó en poco más de la mitad de tiempo. Hubiera cumplido hoy 21 años.

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No nos conocimos al uso, no recuerdo qué estaba haciendo yo tal día como hoy cuando él nació, sólo sé que gracias a que dos días más tarde me levanté antes de lo normal y desayuné tranquilamente viendo la televisión antes de ir al instituto, nuestros destinos se cruzaron a través de una pantalla. Es natural cabrearse cuando no salen las cosas como uno quiere, cuando un suceso se topa en tu camino por haber elegido ese día ir por otro sitio o cuando lo eludes y das gracias por no haber estado allí en ese momento, tantísimas cosas que pasan a diario y que son causa de nuestras decisiones combinadas con las de los demás y la propia naturaleza, que es infinito. Yo aprendí aquel día que todo ocurre por algún motivo, y que dentro de ese infinito de posibilidades, hubo, hay y habrá buenas y malas por siempre, porque son… las cosas que pasan.

Todo lo que ocurrió después fue una maravillosa locura que no cambiaría por nada del mundo y que repetiría una y otra vez si pudiera echar el tiempo atrás. En todo este tiempo que ha pasado, nuevas vidas han llegado a la familia. Hace poco me sentaba con mi sobrina Sofía aprovechando que se quedó unos días en casa, para mostrarle las fotografías. Nunca llegó a conocerle y le hablé de él, de cómo sus primos le daban de comer yogur cuando se lo acababan. Se quedó mirando fija las fotos, como pensativa. Yo también pensé cómo sería si aún viviese.

Te quiero, mi cincuenta por ciento.

Si pudiéramos revivir el momento de cada fotografía de nuestro álbum

Lo que daríamos a veces por hacer un poco de magia y poder revivir como si fuese un making of algunas de las fotografías de nuestro álbum.

Yo me trasladaría a la Talavera de la Reina antigua, al menos más antigua de la que yo conozco claro, a ese paseo en blanco y negro con el carrito donde iba mi hermana mayor, o a las ferias en las que mi padre se divertía tirando con la escopeta junto a sus amigos, cuyos hijos fueron amigos míos después, o al momento en que mis padres se hacían fotografías apoyados junto al puente de hierro que cruza el Tajo.

Reviviría aquellos momentos frente a la puerta de la casa de mi abuelo, junto a mi prima y su columpio azul, o cada cumpleaños con sus bizcochos de chocolate y un montón de gente rodeándome mientras apago las velas.

Volvería para verle a él, mi pequeña criatura, mi cincuenta por ciento, y volveríamos a realizar ese primer paseo en que era un pequeño canijo pelirrojo con las patitas delgadas, del que había que tirar para que andase porque le daba miedo.

Sin duda, volvería.

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¿Que 10 años no son nada? ¿Perdona? Mis 8 en FormulaTV

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Traslado aquí el post que escribí en mi blog The Salingers para FormulaTV con motivo de la celebración de su 10º aniversario, de los cuales 8 he sido y sigo siendo un seguidor. FormulaTV forma parte de mi vida de ocio de alguna forma y allí he pasado momentos tan interesantes como los que estais a punto de descubrir.

Me siento como cuando a Marta o Marilia de Ella Baila Sola les preguntan sobre por qué rompieron como grupo o cómo se conocieron. ¿Cómo llegué a FormulaTV que ahora cumple 10 años? Llegué por casualidad un buen día del mes de febrero del año 2006, cuando el curso de páginas web en el que me encontraba estaba tocando a su fin, cuando entre los compañeros comenzamos a hablar de esa nueva serie llamada «Perdidos» y teníamos todo tipo de teorías acerca de lo que podía ser el humo negro.

Escuché a uno de ellos hablar sobre las audiencias que estaba obteniendo la serie en USA y entonces decidí buscar en google por primera vez en mi vida estas palabras «audiencias de tv». Jamás pensé que las tres palabras que introduje en ese preciso momento con el teclado, me conducirían a la mayor aventura virtual de mi vida.

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Mientras se esfumaban los últimos días del curso, siempre nos dejaban un rato de ocio, el cual aproveché ya que yo en casa no tenía internet. Todo ese tiempo lo dedicaba a entrar en los foros de audiencias y leer las cifras. Un buen día me di cuenta de que  más abajo (lerdo era un rato, qué le vamos a hacer) había comentarios de varias personitas con unas foticos pequeñas y un nick y vi a uno llamado [Delorean_Reloaded] que estaba en ese momento además hablando de «Perdidos».

Fue en ese instante, una mañana previa al fin de semana, un viernes 3 de marzo del año 2006, que me registré con el fin de hablar de la serie con esa persona.

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534705234Lo que ocurrió a partir de ese día ha sido y sigue siendo una aventura maravillosa en la que se han cruzado por mi camino, y yo en el de ellos, cientos de foreros de España y de todo el mundo, en los que he conversado acerca de todo lo habido y por haber a través de más de 85,000 mensajes en los que he debatido, discutido, defendido y por qué no, troleado un rato en el buen sentido, no con malas intenciones. Voy a intentar hacer un resumen de los momentos que me vienen a la cabeza en forma de flashbacks, por su crudeza, por su dureza, porque me emocionaron, porque me divirtieron. Muchos de los protagonistas que me acompañaron a lo largo de ellos, los recordarán conmigo con una sonrisa. Los que no hayan tenido el placer, comprenderán por qué esta web es tan importante para mí y verán que hubo tiempos en que llegamos a convertirla en una casa donde hacer travesuras de todo tipo y éramos felices llevándolas a cabo.

En la web siempre ha estado muy presente para todos la figura del baneador, ese ser al que por suerte sólo tuve el placer de conocer mediante un aviso personal un día que me pasé bastante, pero sin que llegase a tocarme nunca. Los fines de semana de los primeros años, convertíamos a FormulaTV en un campamento de juegos. Quedábamos furtivamente en una de las noticias al azar y allí comenzábamos un juego de nombre basado en el famoso programa de Oº en sus inicios, le dimos el nombre de SEQMSDFTVDM (Soy El Que Más Sabe De FTV Del Mundo) en el que uno lanzaba una pregunta y mediante pistas había que adivinar la respuesta. Había ranking y todo y las risas estaban aseguradas con las hilarantes respuestas que se nos ocurrían.

Muy pronto en la web encontré al forero compañero de aventuras y bromas cuyo nombre es ya todo un mito para los veteranos, [THe-BeST]. Fan de Rebelde Way y The OC, su peculiar estilo al comentar hacía que me identificase con él y me generase el buen rollo que necesitaba. Por desgracia su dureza con algunos foreros le valió varios baneos, uno de ellos bastante largo tras el cual decidió no volver, aunque más tarde lo haría con otro nick, pero algo había cambiado, ya no era lo mismo. Suele ocurrir hasta con los amigos que uno no ve desde pequeño, ¿verdad?

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Lo que pasó, pasó. No sé si sentirme orgulloso de lo que hice o arrepentirme de aquel momento. No sé si la redactora periodista que creó al mismísimo diablo se hizo popular y rica ni qué es de su vida, pero su artículo de «House: Mala medicina» ya fuera de línea (ojala lo pudiéramos rescatar de alguna forma porque es historia de FTV), en el que junto con otro forero comencé a criticar la serie y al propio artículo, generó tanta controversia por nuestros primeros comentarios que hasta sacamos a la misma autora de su encierro.

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Aquello no quedó ahí. Tal fue el lio que se armó que aquello terminó convirtiéndose en una palabra que aborrezco y que a día de hoy he borrado o intento borrar de mi vocabulario: «rinconcito». Fue lugar de fuertes acusaciones, de trapos sucios, de amistades y enemistades, de algo realmente grande que llegó a batir todos los records que existen de comentarios en un solo artículo en la historia de la web, nada menos que casi 20,000. Allí además, como curiosidad, se conocieron dos foreros llamados [bluejeans] (con el que me llevaba fatal y que terminó dejando la web) y la dulce y suave [DaRK_PRiNCeSS]. Desconozco si fuera del mundo virtual llegaron a conocerse, pero sí sé que las aventuras en ese espacio y la historia que vivieron de alguna forma le inspiraron para escribir sus libros. Podeis encontrarlo en las librerías bajo su seudónimo, Blue Jeans, libros como «Buenos días, princesa». ¿Cómo se os queda el cuerpo, foreros?

Casi 6 millones de mensajes acumula FormulaTV, pero no todos habeis tenido un privilegio reservado sólo a veteranos, haber asistido a la lucha por el mensaje 1,000,000. Lo recuerdo como una locura insana y unas risas que ahora me salen innatas al rememorarlo. Fue cayendo la tarde y hacia la noche. Era difícil saber dónde caería dicho mensaje ya que había infinidad de noticias en las que cualquiera podía escribir. Hicimos apuestas, propuestas indecentes y cuando apenas quedaban unas decenas de mensajes para llegar a la cifra mágica, aquello se convirtió en una orgía ilegible en la que yo por lo menos me estaba descojonando vivo delante del ordenador.

Y como en los recuentos de votos, ante tanto mensaje llegó el momento de buscar al ganador/a, algo de lo que JARG difunto (después entramos a ese tema), dio fe como maestro de ceremonias. Al final sucedió en el foro general de audiencias donde RUBI se hizo con el premio con una mierda de comentario de Gran Hermano sin sentido 😛 Todavía después de tantos años sigue siendo un misterio dónde fueron a parar los mensajes previos. La leyenda dice que hubo un pacto entre RUBI y el redactor para que se lo llevase, ganándoselo mediante un trabajito extra debajo de la mesa xD

Ha habido y sigue habiendo multitud de foreros con los que he disfrutado lo indecible. [-a-tu-lado-] y nuestro «un domingo cualquiera», persona fiel, respetuosa y de lo mejor que uno puede encontrarse, por mucho que le moleste que diga que Emma García podría dedicarse perfectamente a abrir latas de conservas con los dientes, es lo que hay. [nando1987], mi bicho querido con el que creé el vínculo Mars & McLeod, ahora enepisodiosanteriores.com por nuestra pasión compartida de las series, amigo de facebook y de internet durante tantos años (ahora sí se puede decir amigo, ¿verdad?). [Maria_123] y sus innumerables nicks y su coño a cuestas todo el rato.

No podría nombrar a todos sin que esto se extendiese hasta el próximo fin del mundo de los mayas, pero  he de dar las gracias a todos por compartir aquellas noches de conversaciones calientes en horario adulto, algunas extendidas hasta bien entrada la madrugada, por las noches en que los directos de Gran Hermano nos hacían quedarnos desvelados mientras comentábamos… lo dimos todo, lo seguimos dando todo porque somos pura energía.

Uno de los momentos más especiales que había para un forero y que se convirtió en costumbre, era la celebración de mensajes con número redondo. Primero celebrabas los 100 y los dedicabas a unos cuantos, después los 1,000 más emotivos, y así de mil en mil en los que cada vez era más complicado resumir tantas vivencias. Tómese por mi parte este pedazo de homenaje para dar las gracias a todos, desde el creador de la web hasta el último mono trolero.

Muchos se habrán sorprendido de que haya dicho que en mi haber tengo más de 85,000 mensajes, cuando en mi perfil hay algo más de 72,000, pero hay una época oscura por la que pasamos aquí a la que incluso pusimos un nombre en seña como el 23-F. Durante un periodo de tiempo la web quedó inaccesible por el cambio de servidores y a la vuelta algunos nos encontramos con iconos cambiados y con más de 16,000 mensajes perdidos. Por suerte he cambiado, ahora no me interesan tanto los números, de hecho acabo de enterarme de los que llevo para ponerlo aquí.

No todo vino a ser malo, de repente me reencontré con mi icono de Jack, uno de los famosos iconos de «Perdidos» con caras sucias. ¿Sabiais los recién llegados que antes sólo había una serie de iconos para elegir hasta que por nuestra insistencia nos dejaron ponernos uno personalizado? Os voy a enseñar parte de mi colección, los que más he utilizado a lo largo de todos estos años, los tenía por ahí guardados en un CD antiguo de recuerdos. Desde aquí pido perdón a los redactores y baneadores por ser tan pesado con mi famosa frase «queremos iconos de Perdidos con caras limpias» 😛

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Si hay una historia que ha conmovido y sacudido de cabo a rabo, más de rabo que de cabo, a la comunidad de lectores y escritores en ciernes de FormulaTV, esa ha sido la enfermedad y muerte de JARG. Este forero interpretó un buen papel y nos metió de lleno en la mayor mentira, el mayor engaño de la historia, haciéndonos creer que tenía una enfermedad y un tiempo después retirándose para acabar sus últimos días postrado en una cama (bueno, él nunca dijo que fuese una cama, podría haber sido un ataud perfectamente). Yo, que en esos momentos era un pipiolo en internet, me lo tragué todo, hasta que él mismo me desveló la verdad, José Angel, todo un crack (ayy, otra palabra prohibida en mi vocabulario esta última). La historia de una muerte y una resurrección en directo, ‘pa vivirla oiga.

Si tuviese que introducir en el diccionario una nueva definición de la palabra «ocio» sin duda pondría FormulaTV. No todo han sido risas y colegueo, FormulaTV me ha permitido dar rienda suelta a mi imaginación y a mi pasión como escritor. Todavía recuerdo mi primera colaboración con un artículo de opinión sobre «Gran Hermano: El ojo por la cerradura» y la alegría inmensa que experimenté al verlo publicado en primera plana y cómo ahora era yo el que recibía los halagos y las críticas (más halagos que críticas, para qué nos vamos a engañar).

Otra de las cosas más maravillosas que tuve la oportunidad de hacer es la primera traducción mundial al castellano del juego The Lost Experience, mediante los recién inaugurados foros. Cada jornada traducía e investigaba los juegos casi al ritmo USA para hacerlo llegar a toda la comunidad de lectores que agradecían enormemente el esfuerzo de algo que de otra forma no podrían haber disfrutado. Gracias a ese juego descubrí a gente de Chile y de otros países que se registraron exclusivamente en la web para agradecérmelo. Los que seguimos de cerca aquel juego, podemos decir que somos unos verdaderos expertos, así que si queda alguien por saber de qué va, aún está a tiempo de descubrir una de las experiencias más emocionantes de «Perdidos», descubrir qué son los números, de dónde viene La Roca Negra y quien es Hanso. Todo esto me animó a poner los cimientos de la traducción del juego en la Lostpedia (lugar en el que un desalmado quitó mi nombre del historial y se adjudicó la primera piedra).

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He sido muy pesado siempre con esta web y no paré hasta conseguir la creación de blogs personalizados. Aún les queda recorrido, aunque andan algo parados en novedades y características y eso hace que no escriba más en ellos desde una buena temporada, pero ahí continúan grandes devoradores de la televisión hablando sobre las series, programas del corazón y todo tipo de divertidas noticias. Una reverencia para todos, incluso para la madre de Frigenti.

Sé, soy consciente de que me quedarán cosas en el tintero o incluso que encuentre conversaciones o capturas interesantes que guardase durante todo este tiempo y que cuando las recuerde esto ya estará publicado. Prometo que si recuerdo alguna os lo indicaré en la entrada mediante una actualización conveniente. Aunque quizá tenga otra sorpresa mejor preparada.

Pero no puedo despedirme sin hacer mención a una genialidad que siempre ha sido como la hermana gemela de FormulaTV, FR, así se la conocía en los foros y yo preguntaba y me decían: «es Formula Rosa». Si habeis llegado a tener la paciencia necesaria para leer todo lo anterior, habreis llegado a la conclusión de que FormulaTV ha sido más que un portal de televisión en el que mirar audiencias y debatir noticias. Ha sido un lugar en el que discutir, en el que compartir, hacer amistades e inclkuso en el que enamorarse de personas a las que algunos han legado a conocer en la vida real, en el que exponernos a los demás cual personajes de «Sálvame».

Formula Rosa fue la otra cara de Formula TV, el lugar de las confidencias, de las curiosidades, de las frases graciosas, de las entrevistas, de los cotilleos entre foreros. Era casi obligatorio entrar a diario en ambos lugares para enterarse de todo de forma global, una revista del corazón entre gente desconocida, repito: una genialidad.

FR cerró sus puertas, pero otros continuaron su espíritu como FormulerosTV, lugar al que concedí mi primera y única entrevista como personaje de FormulaTV.

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FormulaTV cumple 10 años. Hemos crecido con ella, hemos visto cómo cambiaba nuestro lugar de encuentro, cómo algunas cosas se levantaban y otras se destruían. Como buenos profesionales, hablan de las ganas del proyexto que un día salió adelante, de las cifras, de los que hacen posible el portal, del apoyo de todos los profesionales de la televisión y del nuestro sin el cual nada de esto es posible tampoco.

Yo no puedo hablar de eso porque no he estado ahí dentro, pero sí puedo hablar de otra cosa que no son cifras, que no son profesionales del medio. Puedo y hablo desde la ilusión como lector de entrar cada día en esta página casi cada día sin falta, desde aquella mañana en que vi a aquellas personitas escribiendo sobre sus programas y series preferidas de la televisión.

El momento en el que aquella mañana puse cedequack y la contraseña y le di al botón de acceso, no sabía hasta qué punto dónde me estaba metiendo.

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00:35

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Alguien se encargó de pintar con rotulador un par de líneas sobre un pergamino, en el que se dibujaba una cigüeña portando un bebé con una tela en el pico, marcando las 00:35 sobre un reloj analógico pintado, mientras yo no paraba de llorar en aquella sala del hospital.

Mi madre siempre ha sido muy fuerte, pero tan fuerte que es demasiado resistente y cabezona. A pesar de estar medio desmayada o con muchos problemas, siempre tiene un temple de hierro, es imposible que alguien se entere porque pone una barrera entre sus problemas y lo demás, su vida ha estado entregada a nosotros desde que nacimos y siempre nos ha sacado adelante sin hacernos partícipes de sus malestares.

Su punto cabezota fue lo que marcó el inicio de mi vida. Pude haber nacido antes, pero ocultó las contracturas del parto a mi padre y terminó de ver el episodio de «Starsky y Hutch» antes de decirle que la llevase al hospital, que ya era hora de que yo viniese al mundo.

No sé si es por esto que me gustan tanto las series, que puede ser, al final llegué al mundo a las 00:35 de una noche del 2 de febrero, lo dice el papel que una mano desconocida pintó aquella noche antes de acurrucarme y sentir el contacto de esa persona tan fuerte.

De dónde vienen esos vientos de música

Sólo los que me conocen muy muy bien pueden entender que esta canción en su propia voz después de tanto tiempo suponga un momento muy especial. Cuando todo terminó temí no volver a escuchar la magia, pero afortunadamente el Universo infinito con cada uno de sus hilos volvió a moverse a favor del viento trayendo de nuevo la melodía.

El reloj de mi ordenador marca el año 2014… parece que haya pasado apenas un ratito cuando, jugando de pequeño, soñaba con el año 92 y las olimpiadas que parecía no llegar nunca. Ahora el tiempo pasa tan rápidamente que no me doy ni cuenta, con metas definidas pero inciertas. A veces creo saber de dónde vienen esos vientos de música, pero es todo una ilusión. Esos vientos vienen de alguna parte, van a ningún lugar y entre medias se pierden en el vacío. Esos vientos son una chispa de magia que de repente se encienden en mi cabeza.

La vida no es como tú esperas…

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Pierdes un montón de tiempo pensando en cómo será tu vida.

El caso es que no lo sabrás hasta el día en que abras los ojos y veas. Que si te relajas y aceptas lo inesperado, tal vez encuentres algo más hermoso de lo que podías haberte imaginado.

La vida no es como tú esperas… es aún mejor.

(A la memoria de Yoko 15 oct 1993 – 8 dic 2006, por el día en que me levanté sin esperar nada, me relajé, abrí los ojos y le vi, por regalarme ese tiempo inesperado con el que nunca conté)

Historia de dos almas iguales en lugares distantes

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No es algo que me suela ocurrir y cuando ha sucedido ha sido una especie de deja vu que enseguida se ha desvanecido, eso de tener un amigo, distanciarse por obligaciones de la vida y entre la nueva gente que conoces en otro lugar de repente encontrar a su alma gemela, que de pronto te encuentras escuchando sus mismas tonterías que tanta gracia te hacen, sus mismos gestos y expresiones y darte cuenta de que ese amigo no stá quizá tan lejos y un poquito de él puedas encontrarlo en otra persona en un lugar distante.

Nunca me ha ocurrido como ahora con mi amigo Javi, con sus payasadas, quizá un poco más burro al hablar, sus gustos, las bromas que solía gastarme. Apenas bastaron unas horas para encajar a la perfección el uno y el otro y todo un verano para disfrutar, uno de mis primeros amigos reales, del que me di cuenta de que me necesitaba y no era un quedar por quedar para salir a alguna parte. Tuvimos que separarnos, al igual que de otros amigos, por circunstancias del trabajo y para continuar nuestros caminos, pero ahora cada día tengo un poco de él en un compañero de trabajo.

Sus mismas tonterías, manías y bromas, las mismas expresiones y conexión o camaradería, como se quiera llamar. Es increíble descubrir en uno y otro aspectos y gustos similares, como en la última foto que mi amigo Javi compartió, con una recreativa en su habitación cuando hace poco mi compañero me enseñó su propia recreativa. Son como dos almas iguales separadas con las que el destino me ha cruzado, algo que alivia un poco la espera de poder volver a verlo, porque lo tengo más cerca que nunca. No es él, pero se le parece.

20 años

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Hoy nacías tú. En algún lugar del mundo, mientras yo continuaba mi vida sin saber de ti, tú nacías y abrías por primera vez tus pequeños ojos para ver este mundo, sin saber que en pocas horas nuestros destinos se cruzarían por una extraña mezcla de casualidades, por lo inevitable.

Cuando lo tenía entre mis manos, cuando aún era lo bastante pequeño para cogerlo en el regazo y acariciarlo, siempre pensé que estaríamos juntos mucho tiempo, quizá veinticinco años. Lo acariciaba mientras dormía apacible, observando esa cara tan dulce y pelirroja, su perfecta narizota negra y redondeada, sus orejas suaves, le molestaba un poco viendo cómo se revolvía cuando le hacía cosquillas en los tres pelos del bigote que le sobresalían del morro y no me resistía a darle unos besos grandotes, pensando todo lo que nos quedaba por disfrutar y por vivir.

Aunque cuando nació aún no sabíamos el uno del otro, nos conocimos un 16 de octubre de 1993, bueno, más bien yo lo conocí a él. Papá y mamá habían viajado a Córdoba y estaba solo en casa con mi hermana mayor. Esa mañana hice algo inusual porque me levanté antes de lo previsto, simplemente me desperté antes, no sé por qué. No era consciente de que ese pqueño descontrol me cambiaría la vida. Normalmente solía levantarme con la hora pegada, el tiempo justo para prepararme el desayuno, arreglarme y salir pitando al instituto. Pero aquella vez fue distinto, me lo tomé con calma, me preparé un desayuno más completo, y en lugar de desayunar de pie como siempre, me senté tranquilamente en la mesa de la habitación para beber el cola cao con leche y unos cereales.

Sólo iba a desayunar, pero como había tiempo por delante decidí poner la tele. Podía haberme levantado más tarde haciendo el remolón en la cama, haber desayunado sin más, podía haber puesto el televisor en cualquier cadena, incluso unos minutos más tarde y entonces todo en mi vida habría tomado otro rumbo, pero ocurrió como debía ocurrir. Estaban terminando los dibujos animados de Telecinco en «Desayuna con alegría», presentado por Sofía Mazagatos entonces y acto seguido salió una camada de once cachorros pelirrojos, todos en una cesta, recién nacidos el día anterior. Junto a Juan Luis Malpartida, el criador (más conocido también por llevar los animales de El Gran Juego de la Oca de Emilio Aragón en Antena 3), estaba Sofía Mazagatos. De esa camada, cada uno de los perritos iba a quedarse en alguna casa, dos para Sofía, uno para Patricia Pérez, otros para presentadores y presentadoras de la cadena y dos de ellos iban a ser para dos niños, los que estábamos al otro lado de la pantalla. Para ello había que escribir una carta de por qué queríamos tener un perro. No había sorteo de por medio, nada de suerte, aquí jugaba el sentimiento.

No tenía ni idea de que un mes más tarde uno de esos niños era yo. Redacté la carta y la finalicé al llegar del instituto. Una vez redactada contando todas las ganas que tenía de tener un perro, le dije a mi hermana lo que iba a hacer y la dejé en el buzón de correos más cercano. Más tarde Pilar Soto, redactora que la eligió, me contó que se había emocionado mucho al leer la carta y que estaba en los archivos de la cadena, yo desgraciadamente no tengo ninguna copia, aunque me encantaría e intentaré ver si es posible rescatarla de alguna forma, sabr el sentimiento que escribí aquel día y que me llevó a él.

Con tantos niños escribiendo para un programa tan popular, casi lo di todo por perdido desde el momento en que inserté la carta en el buzón, pero allá iba. Las semanas pasaron y un día llegó un aviso de telegrama. En ese momento nada se me pasó por la cabeza, sólo sé que recuerdo ir a la oficina de correos cuando caía la noche, cruzando la calle San Francisco, pasando por debajo de una escalera (no me olvidaré de este detalle), llegar a la oficina, recoger el telegrama y prometerme no leerlo hasta llegar a casa. Quizá era de alguno de los amigos o amigas con los que me carteaba por entonces.

Me pudieron la ganas, lo hice en el ascensor. Cogí el sobre y lo abrí leyendo sus primeras palabras: «Enhorabuena, has ganado el perro…». Me había hecho tan a la idea de la imposibilidad de que alguien me diese un regalo tan querido que lo había olvidado, incluso durante unos segundos me extrañé y no supe a qué se refería. Los 32 segundos en el ascensor dieron para abrir el telegrama, leerlo, extrañarme y comprender que se refería a aquel día en que escribí. También me dio tiempo a saltar de alegría, recuerdo la sensación como si estuviera allí dentro de nuevo, a salir disparado, llegar a casa y gritar por todas partes localizando a mi madre para decirle que me habían dado al perro.

Otro error de cálculo. El día que envié la carta, la única que sabía el secreto era mi hermana, así que las caras de mis padres eran un poema ya que no entendían nada. Con tranquilidad les expliqué todo y un poco reticentes ya que nunca habían querido que tuviésemos un perro en casa a pesar de llevar varios años insistiendo, no les quedó más remedio que aceptarlo.

En el telegrama me venía un telefono para llamar pero aunque lo hice, ya era demasiado tarde aquel día, tuve que esperar al día siguiente para contarcar con la redactora. Resultó que al escribir la carta, no indiqué ningún número de teléfono, además de casi ningún dato para contactar conmigo, lo que hizo que Pilar Soto tuviera que buscarse la vida para encontrar la dirección de alguna forma hasta dar conmigo. También tenía una mala noticia, y es que la entrega del perro se retrasaría hasta enero, debido a que la niña a la que le habían dado el otro tenía unos problemas personales. Pilar me prometió que los perros estarían muy bien acompañados, correteando entre la redacción y los presentadores de la cadena hasta que pudiésemos grabar el programa.

Sí, había que ir a Telecinco para grabar la entrega. Ocurrió a mediados de enero de 1994, una redactora nos llevó en coche directamente hasta los estudios por los que recorrimos sus pasillos, en los que muchos actores y presentadores se me quedaron mirando confundiéndome con uno de los personajes de Médico de Familia (Iván Santos, que hacía el papel de Alberto), hasta llegar, atravesando el comedor, hasta la zona exterior donde estaba situado el plató de «Desayuna con Alegría».

Nada más entrar y esperar un rato a que estuvise la otra chica, Sofía Mazagatos vino directa a saludarnos y a coger con cariño a los dos perritos que acababan de llevar a la entrada para que eligiésemos. Había una perrita y había un perrito. No sé muy bien cómo sucedió, miré a uno y a otro y sólo sé que en la cara de él había algo que me enternecía, así que lo cogí.

Prepararon nuestros micrófonos e hiceron algunas pruebas de sonido. Tenía a mi lado a Sofía Mazagatos, que me decía más o menos lo que iba a preguntarme además de contarme que ella se había quedado con dos y alguna que otra historia antes de empezar. Yo no dejaba de acariciar el pelo suave y rojizo de ese cachorro que se acurrucaba en mis piernas. Fue el día en que Yoko y yo nos conocimos por fin. Y así ocurrió…

El séptimo cumpleblog (especial 3,000,000 de visitas)

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El siete, ese número mágico con tantas connotaciones en nuestras vidas, las vidas de un gato (azul), los años de mala suerte al romper un espejo roto y mirarse en él, los siete días de la creación y su contínua repetición en el apocalipsis del final de nuestras vidas, el siete, ese número perfecto.

El siete, los siete días de la semana, las siete notas musicales y los siete colores del arco iris (tradicionalmente, venga, vamos a repetirlos como nos enseñaron en la escuela). Las siete maravillas del mundo, las antiguas y las nuevas. El siete es el número del universo, con sus siete rayos con nombre, Sthula Sharira, Linga Sharira, Kama Rupa, Kama Manas, Manas, Buddhi y Atma. El siete es la balanza y la pareja. Siete son las ramas del saber, Raja, Karma, Jnana, Hatha, Laya, Bhakti y Mantra y siete son las ciudades sagradas, Ayodhya, Máthura, Gaya, Casi, Kanci, Avanti y Dv Araka.

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Aunque el número once es el que más me ha acompañado a lo largo de toda mi vida (y aún hoy sigue haciéndolo de forma misteriosa), mi vida parece regida por el número siete. Hoy confesaré que a los 7 años rompí un espejo y me miré en él. No soy especialmente supersticioso, antes sí, ahora ya no, soy de los que pasa debajo de las escaleras sin temor, de los que no se asusta por cruzarse con un gato negro y de los que ya no hacen tonterías cuando se cae la sal o veo a alguien vestido de amarillo, aprendí a pasar de las supersticiones.

Y aunque no soy supersticioso, sé reconocer algunas cosas y una de ellas es que mi vida ha ido en ciclo de 7 años, pero no siempre para mal, muchas de las veces para bien, cambiando sin querer, quizá fruto de la casualidad, desde que rompí aquel espejo. A los 14 aprendí a ser adulto haciéndome más fuerte, a los 21 abandoné mi soledad para cambiar drásticamente de vida y conocí a los que hoy son mis amigos, a los 28 la vida se llevo mi cincuenta por ciento, a lo que más quería, a mi siempre amigo eterno Yoko al que dediqué el nombre de todos mis proyectos desde entonces. Estoy en los 35, esperando saber si el destino reserva algo o si ese espejo ya se cobró su deuda. A lo mejor el cambio se está produciendo poco a poco, en este mismo momento, y no sepa ver su cara hasta que pase el tiempo.

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Este blog se inició en otro lugar y con otro nombre un 11 de octubre, por el mero hecho de escribir y compartir con los demás, con ese mundo que es una audiencia inmensa, en el que siempre hay alguien para escuchar. Apenas dos meses más tarde y tras la trágica pérdida, Yoko le dio otro sentido y su nombre.

Est teclado está diciendo basta, tras pulsar cada una de sus teclas millones de veces, algunas no se quedan marcadas, os invito a ver que la letra «e» desparace de vez en cuando de las palabras. Su sucesor está aquí al lado y hay que darle paso antes de que mis cabreos al leer lo escrito aumenten.

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Esta celebración del séptimo cumpleaños del blog es muy especial por muchas cosas. El 8 de octubre así como quien no quiere la cosa, las estadísticas reflejaron ya más de 3,000,000 de visitas durante todo este tiempo. Tres millones de miradas que me ilusionan y que se hace una cifra enorme e imposible de asimilar lo suficiente como para ser consciente de ella. Pero no son sólo esos tres millones. Durante esta aventura surgieron otras, El libro gordo de Petete para los niños con sus más de 600,000 secretos, Mars & McLeod con más de 350,000 seriéfilos, el blog no oficial de Mujeres y Hombres y Viceversa con 1,500,000 seguidores, o la pasión por los videojuegos destada en Yoko’s Play con más de 2,300,000 jugadores.

Esos blogs han sido partícipes de parte de mis pasiones y desde hace unas semanas llegan a un nuevo nivel, el de los dominios propios abandonando la casa que los acogió. De esta forma nació primero el lugar que pronto, ahora en prueba, será el centro de todo, el cerebro, la placa madre, el motor, Yoko y Yo.

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La pasión por el entretenimiento no desaparece, Yoko’s Play y Mars & McLeod se fusionan para dar forma a una web de la que estoy muy orgulloso por su estética y por el cuidado que he puesto en hacerla paso a paso durante los meses de verano, En Episodios Anteriores. Con logo creado por un experto chico con residencia en Rumanía y con mascota propia, Jack Shephard y Vincent, creada por uno de los mejores dibujantes de cartoon del mundo, Muhamad Rizqi.

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El círculo se completa con una ilusión hecha realidad y la que fue la fuente de inspiración para que todo esto comenzase hace 7 años. Todo nació el día en que accedí a un blog grupal, creado por unos amigos de Barcelona. De cada publicación, con cada opinión, con cada historia y cada fotografía, consiguieron inspirarme para buscar mi propio hueco en el océano inmenso. Con el tiempo y cada vivencia y situación personal, terminaron dejando el blog. Ahora 7 años más tarde y con muchos nervios y sudores para conseguir su regreso, que ya contaré en otra entrada, se me iluminan los ojos y se me dibuja una gran sonrisa al anunciar la vuelta de Ideoflexia.

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Tras hablarlo con alguno de los autores originales y tener el visto bueno de su creador, volverán Anna y Tietgale (que me emociono de sólo pensarlo). Los lazos de esta vida me cruzaron con gente impresionante a la que no puedo olvidar, compañeros de residencia universitaria que también estarán allí, como Alberto, ese gran artista del que siempre quise un cuadro, un gran polemista y «opinador» y José Luis, educador, con el que apenas compartí unas palabras en su día y alguna que otra hora de gimnasio y de fiesta, pero que el facebook ha hecho que pueda leer unos artículos y ver una personalidad que no pude descubrir en su día.

Cada texto, cada palabra en estos siete años no ha sido tiempo perdido delante de una pantalla. Ha sido como hablarle al mundo, pero sobre todo a mí mismo. La posibilidad de plasmar en palabras pensamientos, inquietudes, aficiones, reflexiones y que cada una de esas palabras esté condicionada por tu propio día a día, hacen que escribir un blog sea algo grande y único. Os espero aquí y en esos nuevos lugares donde las ideas y las pasiones se vierten en un océano sin límites, como botellas con mensaje, donde lo bonito es atrapar una, sacar el papel y disfrutar de la sorpresa que aguarda.

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Moda

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He visto esta imagen y me ha sido imposible evitar que el primer pensamiento que me viniese a la cabeza fuesen los Power Rangers, y después de eso, toda esa serie de películas que mi padre nos alquilaba cuando éramos pequeños cuando teníamos el vídeo Beta y después el VHS, desde King Kong pasando por Godzilla y todos sus sucedáneos, mezclando a unos y otros, a cada cual peor hecho, en películas baratillas de serie B que ahora me parecen lo peor del mundo pero que en su tiempo lograban entretenerme. No sé si eran esos efectos especiales de tres al cuarto o la idea de imaginármelos como juguetes, pero fuese como fuese, me dejaban delante de la pantalla con los ojos pegados.

Los Power Rangers y toda esta parafernalia me pillaron con la edad justa en la que uno se deja llevar por el resto de niños. Que si ahora todos vestidos de Power Ranger, tú azul, tú rosa, tú amarillo, el regalo más deseado de las ferias y sus tómbolas, los muñecos campando a sus anchas por los escaparates de las jugueterías… el caso es que echo la vista atrás y aunque sí recuerdo que me lo pasaba muy bien delante de la pantalla, nunca llegué ni a vestirme de uno de los personajes ni a tenerlos como muñecos, a pesar de que los deseaba.

El tiempo pasa y uno se pregunta, como con Médico de Familia, cómo pudo llegar a ver semejantes bazofias. El secreto está muy claro, es la moda la que nos mueve desde siempre, audiencias millonarias para series y películas que no valen tanto pero sobre las que se genera un movimiento que te lleva a rastras sin querer. Y pasa lo mismo en todos los campos, en la literatura, en la moda de vestir, en los objetos y consumibles que utilizamos y comemos todos los días. Todo es objeto de la moda y lo que se escapa de ella está destinado a un segundo plano.

Lo mejor de todo es que cualquiera de nosotros podemos imponer una moda sin o pretendiéndolo. Basta con mezclar una idea en la que crees y confías al cien por cien con un mucho de personalidad en el momento oportuno. Y el ingrediente más importante: la suerte.

Marilia, Marilyn y Superman

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Septiembre. «Trae el casete de Ella Baila Sola, por favor»- le dije.

Mi padre aparecía por la puerta de casa una tarde de septiembre de hace diecisiete años tras llegar del trabajo. Salí corriendo a ver si lo traía. Sí, allí estaba el casete, con aquellas dos chicas en portada sentadas cómodamente sobre un sofá, que apenas me había dado tiempo a descubrir esas semanas a través de una simple canción, sin internet entonces. Ahora sabía que se llamaban Marta y Marilia, aunque al principio las llamaba «lo echamos a suertes».

Cogí el «loro» de la habitación y lo arrimé al enchufe de la cocina mientras mi madre terminaba de cocinar. Metí el casete y, sin darme cuenta en ese momento, comencé a descubrir realmente la música.

Una voz sonaba en el salón, mi madre diciendo que fuese a cenar. Todos estaban allí, pero yo seguía embelesado frente a los altavoces, con los codos apoyados sobre la encimera y pensativo, divagando sobre cada nota, cada palabra, cara ritmo. Aquellas canciones me hacían sentir algo diferente dentro de mí. Era un conjunto perfecto, lleno de armonía que entraba por mis oídos y ya jamás podría escapar.

Ante la insistencia, apagué la música. Ante la insistencia y porque sabía que aún quedaban muchas canciones por disfrutar. Siempre me ha gustado reservar para más tarde y disfrutar poco a poco de lo que me hace sentir bien.

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Han pasado diecisiete años desde aquel mágico momento y de los muchos más que llegaron desde ese día. La emoción de poder disfrutar del enorme éxito, de descubrir a los demás sus canciones como si fuesen propias, la de compartir con otros fans conciertos, vídeos, fotos y recuerdos, el segundo disco, el tercero que intenté que me vendiesen dos días antes y que tuve en mis manos el fin de semana previo a su salida en una calle de Cuenca. La dolorosa ruptura «infinita», los trabajos en solitario o acompañando a otros artistas. El tremendo vacío que intenté llenar con otras voces y dúos y el feliz regreso a medias hasta su nueva ruptura. Toda una vida junto a Marta y Marilia.

Escuchar de nuevo su voz, tras una década de silencio, fue como dar marcha atrás al reloj o como si una mano invisible hubiera dado al pause de mi radiocasete y de nuevo hubiera pulsado el play a placer. Cuando parecía que todo estaba perdido y que nunca volveríamos a escucharla, Marilia aparecía de repente para unir a otros que, como yo, conservábamos el bonito recuerdo de nuestra banda preferida.

El primer disco, el segundo, el tercero, el recopilatorio, el de Marta Botía, el de EBS… muy pronto tendrán a su lado un compañero de viaje infatigable con nueve nuevas canciones que comienzan por «Marilyn y Superman».

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La primera vez que lo escuché no pude evitar sorprenderme. Acostumbrado a una Marilia acompañada con coros y cuyas letras eras muy metafóricas, a las que había que encontrar un sentido e invitaban a reflexionar, ahora me encontraba ante algo distinto y que desencajó mis ideas. Ese «algo» nuevo ya no está construído de frases metafóricas, sino de frases sencillas y directas que incluso puede que a alguno le suenen infantiles, adolescentes  incluso graciosas. Las notas encorsetadas han dejado paso a un estilo más abierto para dar rienda suelta a una voz que ya no tiene coros, que suena limpia y perfecta, con las pequeñas imperfecciones perfectas de esos pequeños desafines que me encantan y que le hacen única.

Estas casi dos décadas me han enseñado a disfrutar de las idas y venidas, de lo que fue, de lo que es, de lo que se marcha y de lo que regresa. Ya no soy el niño que apoyaba los codos sobre la mesa escuchando embelesado, pero cada vez que oigo sus voces de nuevo, me doy cuenta de que sigue ahí, encerrado en algún lugar de mi cabeza, esperando con ilusión volver a pegar el oído en el altavoz mientras alguien me insiste que vaya a probar la cena.

Curro y el legado de las aves

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No hay verano que no tengamos a cargo a una mascota. Echando la vista atrás, desde el año 2008 unos peces de colores, unas tortugas, el año 2010, el mejor de todos, mi queridísimo perro Noddy y los maravillosos nueve días que me regaló entre mordiscos y muchas, muchas tonterías, después vinieron unas cobayas y este año le tocó el turno a un agapornis.

Por la parte paterna, los pájaros siempre han sido la mascota preferida, aunque parece ser que conmigo se rompió esa cadena, porque no logro encontrarle el sentido a tener a un pájaro en una jaula cantando todo el rato y volviéndote la cabeza loca, que es lo que me ha pasado con Curro, además situado al lado de mi habitación y respetando apenas las horas de sueño (y porque no escuchaba ningún ruido).

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Aunque no tengo muchas referencias más allá de lo que he visto, mi abuelo se dedicaba casi a la cría de pájaros, con discusiones con mi abuela frecuentemente debido a esta pequeña pasión que conservaba en la terraza. Tengo vagos recuerdos, de cuando los dejaba las puertas abiertas y me aseguraba que volverían para comer, y así era. De salir a saludarle siempre en el mismo lugar, dándoles de comer, observándoles. Cuando yo crecí, apenas hablábamos de ellos porque no me interesaban, pero sin duda tenía que tener grandes conocimientos, que ahora ya será imposible recuperar. El tiempo quita lo que da.

En casa, de pequeño, siempre tuvimos pájaros. Nunca les hacía caso alguno y terminé acostumbrándome a ellos. El último nos acompañó coexistiendo con Yoko (al que le decía «pipi» y se volvía loco levantándose sobre las patas traseras y mirando hacia la jaula).

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Un día me levanté y el pájaro estaba tirado en la parte baja de la jaula, inerte. Con él acabo el legado de esta mascota en la casa y comenzó el reinado de otra. Tuvo su entierro, necesario. Lo envolví con cuidado en unos trapos y junto con Yoko salimos de paseo a un pequeño camino al lado del colegio. Allí hice un pequeño hoyo con las manos, lo enterré y cubrí de tierra, haciéndole comprender mediante la palabra «pipi» que ahora allí descansaría para siempre. Para asegurarme, volví a pronunciar la palabra en casa. Yoko no se levantó sobre las patas buscando, algo había comprendido quizá.

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Un guión de cartones y muñecos

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Desde que apenas tenía 3 años de edad y escribí mi primer poema, que de repente me encontré en una vitrina en uno de los pasillos del colegio recibiendo después un premio (una historia que ya contaré), no he parado de crear, imaginar, historias de todo tipo, aunque menos de lo que quisiera.

Maldigo esas dichosas épocas en que la inspiración desaparece por motivos personales e impiden dar rienda suelta a la creación, pero cuando esta vuelve es apasionante. Ese papel en blanco se inunda de tinta y uno no sabe cuándo terminar.

En estos últimos 7 años he dejado aparcado el formato de papel tradicional. Atrás queda aquella época en que la imaginación tenía que reconducirla mediante papel, boli, lápiz, recortables, tizas e historias inventadas que quedaron perdidas en el aire porque fueron solo habladas. Como no tenía ordenador, imaginaba lo que sería escribir con uno, crear imágenes y tener todo un mundo nuevo al alcance de la mano. Cuando lo tuve delante sin embargo, comprobé que esas posibilidades también había que canalizarlas para crear algo bueno, si bien he de confesar que cuantas más posibilidades tuve a mi alcance, más moría un poco la salud de la imaginación, las firguras de papel, las cajas de galletas convertidas en diversos objetos y casas, cuando de repente un trozo de papel cobraba vida propia y se convertía en llave para un concurso improvisado o una simple silla colocada del revés sobre otra daba para varios episodios inventados de una serie que se llevó el viento.

Ahora todo está más al alcance, incluso tengo la posibilidad de compartir con el resto del mundo algo que antes se quedaba entre cuatro paredes o entre las hojas de una carpeta, pero no dejo de recordar los momentos en que, cuando era pequeño, me ponía enfrente de un trozo de cartón y un par de muñecos y coches y las palabras fluían en un guión en directo por los que ahora daría todo por tener entre mis manos.

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Los 80: Mercromina para las heridas

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No recuerdo cuándo fue la última vez que mi madre cogió aquel botecito de tapa blanquecina y cuerpo oscuro. No recuerdo cuándo fue la última vez que lo desenroscó y de su interior salía un estrecho tubito empapado en un pigmento rojo, cuando según se acercaba a la zona afectada, el cerebro a uno lo ponía ya en preaviso del escozor que iba a sentir. No recuerdo esa última vez en que, con mucho cuidado, iba pasándolo, casi acariciando la piel por encima.

Eran los últimos meses de los años 80 cuando mi hermana comenzó a estudiar enfermería en Cuenca. Yo apenas tenía 11 años y, aunque vagos, si tengo algunos recuerdos del momento en el que el antiséptico que nos había acompañado desde el principio de nuestras vidas, vivió sus últimos momentos a nuestro lado.

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Fue un dia en que mi padre se hizo una herida. De repente mi hermana le dijo a mi madre:»tráeme el betadine». Lo recuerdo alto y claro, la palabra «betadine». Recuerdo a mi madre sacando de su mochila de viaje un frasco de color amarillento, recuerdo unas gasas, impregnadas de una sustancia amarillenta, oscura, casi marrón, al contacto con la piel.

Al día siguiente miré en el armario. El botecito colorado con su tapa blanquecina había desaparecido y no recordaba cuándo fue la última vez que esa sustancia roja limpió mi piel. En aquel momento supe que algo había cambiado y que nunca volvería verlo.

Mercromina, gracias por curarme tantas veces de pequeño, de una forma tan dolorosa y suave.

Los confines de la ciudad antigua

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Cada vez que miro al río Tajo no puedo evitar sentir un cierto aire de nostalgia, de las viejas historias que me contó mi padre, de cuando el río se convertía en playa improvisada de verano y de los días calurosos. Ya me lo imagino en bañador lanzándose de cabeza desde la orilla y recorriendo de orilla a orilla su cauce.

También escuchaba con atención las historias y peligros de sus profundidades, que hicieron, entre otras cosas, que se impidiese el baño hace ya algunas décadas.

El río se sitúa allá en los confines de la ciudad antigua, la ciudad de pocas murallas y los puentes de piedra y de hierro, porque siempre ha sido una ciudad abierta, que algún día crecerá hacia la otra orilla.

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Hoy me he quedado mirando a los coches pasar de un extremo a otro y he caído en la cuenta de que jamás he cruzado hacia el otro lado, ese otro lado que es como un pequeño misterio, para mí tan aficionado a las series, algo así como lo que hay al otro lado de la escotilla por ejemplo.

Tengo que cruzar y averiguar lo que se esconde en ese lugar que siempre he imaginado.

La primera vez

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Cuando somos pequeños tenemos la enorme suerte de poder sorprendernos con cada nuevo descubrimiento. La primera vez que nos lanzamos a la piscina, la primera vez que vamos a la playa, nos sumergimos en esas aguas frías y probamos su sabor salado.

La primera vez que salimos a un largo viaje, el que nos cuentan que es tan largo que nos faltaba tiempo para acopiar en una mochila montones de juegos y chucherías, para al final acabar con la cabeza dando bandazos de un lado a otro en la parte trasera del coche.

La primera vez que sentimos algo por alguien sin saber qué es y algo comienza a cambiar.De repente nuestro pensamiento queda ocupado casi por completo todas las horas del día por ese sentimiento extraño sin poder sacarlo de la cabeza.

Afortunadamente cuando crecemos, el mundo nos ofrece otras primeras veces únicas e inolvidables para poder recordar, distintas sin embargo, pero que logran unir líneas temporales con el niño que fuimos.

Y lo más maravilloso de todo es vivir esas primeras veces sin saber que están ocurriendo, hasta que no pasa el tiempo y uno se da cuenta de lo importante que fueron, hasta que no tomas conciencia de que el destino las cruzó en tu camino por una razón. Quedan entonces convertidas en leyendas, en retales de nuestras vidas, personales, intransferibles.

@ fotografía de Alchemy Photography

y volver

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El tiempo me enseñó a aceptar la muerte. Me enseñó a poder revivir los mejores momentos con una sonrisa en la cara en lugar de con lágrimas, a mirar cara a cara a los últimos momentos sin sentir un nudo en la garganta. Pero al tiempo se le olvidó avisarme de algo más.

Ayer en el parque vi aquella figura tan reconocible, pelos de color pelirrojo, andares de cazador, cazadora en este caso y no pude resistir ir hacia ella. Además de a Yoko, sólo he visto en mi vida a tres setter irlandés, pero lo que hace especial esta circunstancia es que nunca había visto uno desde que él murió.

Me acerqué y empecé a acariciar ese pelo tan suave, el mismo que acaricié durante años, cada mañana, cada noche, cuando entre risas o entre sollozos ponía su cara delante de la mía intentando participar en todo, lo bueno y lo malo. Mientras le acariciaba, hizo esa postura, apoyando su lomo contra mis piernas, como hacía él. Todo era igual, como volver.

Me hubiera quedado así eternamente. Fue unos segundos después de dejarle cuando entendí que el tiempo no me había enseñado aún a aceptar la gran necesidad de tenerle a mi lado de nuevo… y volver.

Volver

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Cuando miro algunos años atrás en el tiempo y recuerdo lo que era sentirse feliz, cuando nos reencontramos y probamos de aquella mezcla explosiva que se creó mágicamente, cuando siento lo que sentía, cuando veo sus sonrisas, cuando disfruto de nuevo de sus bromas y de su compañía, el tiempo de nuevo regresa donde debiera estar y cuando se esfuma, me invade una profunda sensación de desasosiego.

Me pregunto qué estoy haciendo con los mejores años de mi vida, en una ciudad que para mí es como una cárcel, y no hablo de fronteras físicas con rejas, sino de una cárcel de sentimientos, sin poder disfrutar de los amigos que están a cientos de kilómetros.

Ya hace un año que planeé volver a retorcer mi vida, no obstante ya lo hace sola cada cierto número de años de una forma incomprensible y me cambia por completo. Ahora sólo queda definir de nuevo el cuento para que de alguna forma pueda continuar con ese final feliz y eterno que no acabe nunca, para poder sentir que no estoy dsperdiciando ni un solo momento de mi vida.

Los 80

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La maravillosa etapa de los años que cambiaron por completo nuestras vidas me pilló cuando apenas podía mantenerme en pie. Es por eso que la recuerdo como si de un álbum de fotografías se tratase. En mi cabeza se agolpan olores, sabores, sentimientos, todos viajando por el tiempo, momentos intensos que nunca jamás podré olvidar.

Mientras el mundo adulto se rehacía y de la necesidad surgieron nuevas ideas que nos cambiarían para siempre y que aún hoy persisten y se mejoran, yo me limitaba a vivir, ajeno a todo, pero dentro de ese mundo en constante movimiento. Crecí con las canicas y las chapas y un pedazo de tierra para jugar, con el Cola Cao en polvo, las galletas Tosta Rica, Mecano, las canciones del verano, el cubo de Rubik, los juegos de dados y aventuras desmontables, los juegos de MB, el boom de las maquinitas de game watch y sus imitaciones, el tetris, la game boy, mi primer PC MSX y el de mi prima, un Spectrum, el come cocos, los marcianitos, el walkman, el loro que te llevabas a todas parte y ponías a todo volúmen para que los demás escuchasen la música que te gustaba y fardar, los Pitufos, Ferdy, los Fraggle, Barrio Sésamo, Los Aurones y el simpático poti poti, Falcon Crest y la Ángela Chaning, las telenovelas, Candy Candy y la llegada de los animes con las televisiones privadas, Los Mundos de Yupi, Cajón Desastre, La Rosa Amarilla y esas mañanas de sábado madrugando mientras los demás dormían… y tantas y tantas cosas nuevas. Los bicivoladores, los Goonies, Roger Rabbit, las pelis de cine de sábado tarde donde podías llevarte tus chuches, esas que comprabas en la tienda de al lado. E.T. y lo que todavía hoy me hace sentir porque su mensaje es inmortal.

Mis primeros cumpleaños y lo que deseaba que llegasen acompañados con gusanitos que mi madre compraba. Me cogía la bolsa y no paraba de comerlos, y si eso de vez en cuando le daba uno a alguno de los invitados a la fiesta. El resto de cumpleaños rodeado de primos y amigos. El día que el 23-F me pilló en la calle jugando con mi camión, la caída del muro de Berlín que era tan comentado en la escuela al día siguiente como lo fue en los 00’s la expulsión de Maria José Galera.

Mis primeras vacaciones en la playa, nuestros fines de semana en un lugar al que ya no sabría ni cómo llegar, entre juncos, una auténtica aventura cada sábado, decorando una casa derruída con pegatinas de la Teleindiscreta y dándole algo de aire tecnológico gracias a los experimentos que hacíamos en la escuela. La primera vez que pisé el Club Social Los Alcores aquel mágico viernes a pocos días de acabar las clases y todo lo que viviría allí dentro, la primera vez que me enamoré.

Los 80 fueron una época maravillosa, increíble, indescriptible, inabarcable. Todo lo que sucedió entre sus barreras temporales es lo que hoy soy. Cada recuerdo, cada fotografía, no hacen sino sacarme una sonrisa y una ilusión, porque detrás de cada una se esconde un momento irrepetible.

Mamá Sara

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Es, además de mi prima, una de las mejores amigas que tuve desde la infancia. Juntos recorrimos muchos lugares, desde La Manga del Mar Menor, hasta Cuenca. Siempre inseparables, cada fin de semana en Los Alcores, jugando con bolas de tierra, al tenis, en la piscina, en el parque, no nos despegábamos el uno del otro.

Sólo el tiempo y el destino con sus caminos consiguieron separarnos y ahora apenas hablamos una vez cada año. Pero aquello que vivimos sigue estando ahí en el recuerdo… y es bonito, muy bonito.

El día 22 de mayo en la madrugada se convirtió en mamá y me invadió una enorme felicidad que acabó con todo lo malo del día, un sol entre las nubes. Me puse a rebuscar entre nuestras fotografías.

Y al final me decanté por uno de los lugares donde pasamos los 7 días más felices de nuestras vidas, en la playa, donde no hubo día igual, donde no hubo noche igual, cerca de donde se juntaban los dos mares, a unos kilómetros más allá de Oasis, donde decían que el barro de aquellas playas tenía propiedades únicas. Así decidimos posar, con el barro en la cara y felices, con ese Seat 127 amarillo al fondo que consiguió llevarnos hasta allí.

Teníamos tantas fotografías, entre viajes, cumpleaños y la antigua casa de los abuelos, que me costó decidirme por una para poner aquí, en esta, su entrada, porque es suya y para ella. ¡Felicidades mamá!

El gato azul: El regreso de Sofía

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Después de algunas semanas en que apenas he tenido tiempo para sentarme a escribir como se merece, aquí os traigo la tercera entrega de esta historia. Escribir un relato o un libro conlleva mucho tiempo. Muchas veces cuando me viene la inspiración hago una sentada de algunas horas y, a veces, sale algo bueno. Otras veces en muy contadas ocasiones, me despierto en mitad de la noche y mi cabeza se inunda de buenas ideas, en ocasiones a consecuencia de sueños o pesadillas (que por qué no, también ayudan y mucho).

Detrás de mí, en la otra habitación, conservo una carpeta con decenas de hojas e historias de ese personaje que algún día espero sacar a la luz y que sólo los que estuvieron conmigo en la Residencia Universitaria Bartolomé Cossio tuvieron la oportunidad de leer en un fragmento que saqué en la primera revista mensual (esa que se nos quedó en el limbo del tiempo después, proyecto de los fanzines que tanto me gustan). Ellos, entre ellos mis amigos, pudieron leer el principio de todo, el primer episodio de la novela.

Ese personaje tiene su pequeña historia, y mientras crece y se desarrolla, otro ocupa mi tiempo, este curioso gato azul del que tengo tantas y tan buenas ideas que a veces no sé por cual comenzar. Muchos, a puerta cerrada, sobre el anterior capítulo le tomaron cariño al gatito que se salvó y el final lo consideraron un tanto trágico cuando pensaban precisamente que ese era el protagonista de la historia. No puedo contarles todo ni a ellos ni a vosotros. Me gusta saber que, cuando escribo, alguien no puede adivinar con tiempo lo que va a suceder en una historia, quiero que cuando una persona se siente a leer lo haga sabiendo que puede ser sorprendido… pero también que otras veces tiene el control, hasta el punto de no saber si lo que imagina será o no lo que ocurra.

Quizá con esta nueva entrega sepan perdonar la tragedia de la anterior. En el capítulo que váis a leer, se mezclan el tiempo presente y un pequeño flashback emotivo. Esa mirada atrás no es ni mucho menos el inicio de la historia, pero sí parte de ella.

El Gato Azul: El regreso de Sofía – por José Francisco Cedenilla

Sofía Tarenzi vio cómo su vida de repente daba un giro inesperado. Hacía apenas unos minutos ocupaba el asiento 42 de un pájaro volador en los cielos de Italia y ahora estaba sentada en el tercer banco de una iglesia. Pensó que se sentía como un mantel blanco colgando de una cuerda y meciéndose contra el viento bajo la luz del sol del atardecer de la Toscana, mientras alguien vareaba sus entrañas con fuertes sacudidas que, si bien eran dolorosas, tenian ese regusto amargo y a la vez dulce de la expiación de los pecados. Mientras enfocaba la vista en la figura de un Cristo crucificado, imponente sobre la cabeza del párroco, y bajaba la mirada hacia el ataúd semiabierto, no podía dejar de admitir que toda su vida se había visto condenada al mismo hecho, alejarse de las personas a las que más quería y quererlas en la distancia hasta perderlas para siempre. Un cariño que ella sentía de verdad, pero que nunca llegaba a transmitir.

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Sus manos, con más hueso que piel, dedos finos y alargados, agarraban los pantalones vaqueros de color negro. Dos anillos de plata colgando de su cuello por una cadena, contrastaban con el color añil de la camiseta. Semblante serio y pensativo, ojos verdes llenos de tristeza, rasgos finos con pómulos que sobresalían y se convertían en su rasgo más característico, acentuado por el negro color de su pelo en media melena, un poco rizado y despeinado, abombado y despegado de su rostro. Las palabras del Señor se habían convertido durante aquella media hora en un mero tránsito entre sus dos oídos, porque su cabeza estaba ocupada recordando el tiempo que pasó a su lado.

Sofía tenía apenas siete años cuando, de la mano de un hombre, cruzó la puerta por primera vez. Una mano grande acarició su cabeza, aquel hombre se agachó, le dio un beso en la mejilla y dejó a su lado una maleta de equipaje donde estaban algunas de las cosas que había recogido de su habitación. Allí se quedó estática durante unos minutos, desorientada. Aquella casa olía a bizcocho recién horneado, a madera, a flores, a primavera, olía a hogar. Mientras miraba hacia el fondo del pasillo, donde había unas escaleras que subirían a algún desván lleno de secretos, una voz ronca y desgastada salía del lugar de donde venía ese dulce olor. La puerta, rota y desgastada, se entornó con un chirrido y una señora mayor se acercó ilusionada a la pequeña niña, llenándola de besos y abrazos.

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Recordaba aquel momento mejor que ningún otro porque algo en su interior se rompió del todo. Fue cuando su abuela Olivia le cogió de la mano, mientras con la otra portaba su maleta, mientras subían juntas las escaleras del fondo hacia ese desván lleno de secretos que se convertiría en su nuevo hogar, fue mientras pisaba cada uno de los escalones y a cada pisada su corazón se iba llenando de un peso insoportable y le costaba más respirar, cuando notó las primeras lágrimas de sentimiento resbalar por sus mejillas y sintió que dejaba algo atrás.

Un pequeño alboroto en la iglesia le hizo despertar de su sueño de recuerdos, cuando el párroco pidió a todos ponerse en pie. A pesar del dolor, sabía que cuando había perdido a alguien en su vida, por suerte siempre aparecía alguien para consolarla, este era su destino.

Ensimismada aún en sus pensamientos, sintió que alguien a su lado le agarraba de la mano y le daba un pañuelo. Apenas se había percatado de que las lágrimas volvían a inundar su rostro. Sin llegar a levantar la mirada mientras se secaba, le dio las gracias. La otra persona le tendió la mano y le ayudó a levantarse mientras le susurraba bajito.

– Hola, me llamo Noel.

Abuelo no llores que pronto vendrá la Luna

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Hoy aquellas discusiones, las pinzas que siempre ponía a las bolsas, las gomas con las que solucionaba todos los problemas, para arreglar cualquier cosa, para juntar las cartas de naipes que nos escondía junto con las pilas del radiocasete, sus discusiones con ella durante todo el día, los pájaros que tenía y cuidaba en la terraza…

… hoy todo eso que antes no soportaba, hoy me parece adorable y lo echo de menos.

Rocío y Claudia

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Creo que tengo que desvelar ya cómo inicié esa aventura llamada Universidad. Muy pocos conocen la historia de esos primeros momentos, pero Claudia me ha obligado a hacerlo ahora y no en otro momento.

Aquella mañana de un 13 de octubre y que encima caía en martes, desperté en una habitación con la extraña sensación de que estaba en otro lugar, hasta que caí en la cuenta de que efectivamente aquella ya no era mi casa, sino una habitación compartida (de momento por dos personas, el tercero estaba por llegar ese mismo día) de la Residencia Universitaria.

Primera mañana y primer desayuno. Mi compañero ya apuntaba maneras a que aquello no iba a salir bien. Digamos que cuando uno encaja con otra persona, la situación no es tirante. Para qué engañarse, sólo hablábamos de tonterías y apenas había conversación posible, no coincidíamos ni llegamos a coincidir en nada, ni en gustos musicales, ni en aficiones ni en temas comunes y su interés por realizar esa carrera distaban mucho de los míos. Así de esa manera llegamos al primer desayuno en el comedor, donde a cuentagotas la gente iba llegando formando fila para prepararse el zumo, la leche y algo de repostería. No sabía cómo sacar la leche de aquel aparato, toda la vida abriendo el tetrabrick, pero alguien me echó una mano (no recuerdo quién).

Dicen que teníamos una enorme suerte y efectivamente así es. Aquello era como tener la Universidad en la propia Residencia Universitaria, a un tiro de piedra, nunca mejor dicho, cómo decirlo, que si me hubiera planteado lanzar un pedrusco a la Universidad desde las escaleras de la residencia, hubiera acertado al cien por cien, porque está cruzando la carretera.

La hora de la presentación se acercaba y mi nuevo compañero (al que conocí apenas hacía un día) y yo, comenzamos a patear, sin tener ni idea de dónde íbamos, cada planta del edificio. Ante nuestro tremendo desconocimiento (llamémoslo así por no decir torpeza), decidimos regresar al punto de partida, a la recepción, donde una amable pareja, que pasarían con el tiempo a formar parte de nuestra vida diaria, nos indicó que el Salón de Actos, ese que después se convertiría casualmente en mi causa defendida para poner fin a la carrera, se encontraba justo detrás de nosotros.

Y al darnos la vuelta allí estaba ella, Rocío, la chica con pecas de pelo pelirrojo y rizado, lanzando una sonrisa gigante de oreja a oreja, preguntándonos dónde se encontraba el Salón de Actos. «¿Tú también eres de Teleco?» le pregunté, «Sí, no me digas», me respondío alegre como sin poder creérselo.

En vistas a que hubo un retraso porque aún debían llegar algunos profesores, aprovechamos el antes y el después para estar los tres juntos. Bajamos al Alcampo (antiguo Pan de Azúcar en la época en que estuvo allí mi hermana) y nos quedamos en una de las terracitas interiores tomando algo (la misma terracita que me vio partir el primer año comenzando con un buen desayuno) y conociéndonos mejor. Allí Rocío nos contó de dónde venía y algunos datos de su vida, mientras nosotros hacíamos lo mismo. No paraba de hablar, lo cual en cierta forma era un alivio, si tenemos en cuenta que entre mi nuevo compañero y yo no había apenas nada más que decir desde el momento en que nos conocimos.

Ella creó un pequeño vínculo con nosotros, de esos de los primeros compases de una convivencia, como si fuese mi propio gran hermano. Comienzas a conocer a muy diversas personas, al principio vas como el agua o el viento, siguiendo la corriente, hasta que con el tiempo te plantas como una piedra en el camino que decides seguir, rodeándote de las personas con las que convivirás finalmente.

Rocío fue la compañera de esos primeros compases, y aunque nunca se convirtió en amiga, sí fue algo que puede acercarse a la amistad. Era siempre sonrisa, alegría y eso que tanto me gusta y que tanto escasea, una persona sin maldad. Todo lo que ella mostraba, era lo que había, sin dobleces.

Hoy aquella chiquilla ha dado a luz a su primera hija,Claudia. Se me hace difícil ver la primera imagen de ese nacimiento y no recordar a la muchacha pelirroja que me encontré al darme la vuelta en la recepción, con su sonrisa siempre. Y yo estoy feliz, por ella, por los que le rodean, por mí, por haber formado y seguir formando en cierta forma parte de su vida. Quizá un día pueda contarle a Claudia como conocí a su madre.

Vicky

Vega-India-Frontal

Una noche de otoño del año 2001, una guapa chica cordobesa de pelo largo y carita delgada se sentaba en una butaca y apoyaba en sus rodillas su guitarra, que había viajado con ella hasta allí.

Desde el primer segundo en que su voz sonó sabía que algo grande estaba pasando, lo que no pude imaginar es todo lo que vendría después, más de diez años siguiéndo su música.

Era verano de 2002 cuando la aventura comenzó de verdad, en serio. Atrás quedaba ese empate técnico que nos regaló una semana más, atrás quedó la meta de esas 200,000 copias de un single que destilaba grandeza y que conservo con mucho cariño, atrás quedaban las críticas que sólo confirmaban que una estrella había nacido. Aquel verano fue el verano de «Grita», fue el verano en que Vicky vino de Alemania y se llevó allí su música.

Hace pocos días Vicky regresó y al verla de nuevo recordé ese verano, ella me traía de nuevo el comienzo de una aventura que ya es mía, nuestra.

«… mira atrás, las cosas no han cambiado tanto…»

Isabel

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Hay días que me rondan ideas y recuerdos por la cabeza, entonces vengo aquí, a mi lugar, un lugar en el que sé que pasa gente, algunos asiduos lectores, otros pasajeros, es como lanzar un mensaje de alegría, para compartir, de desesperanza, como lanzar un grito necesario en la calle, lo escuche quien lo escuche.

Hace unos días, debido a un grave accidente de una persona que apenas ví dos veces en mi vida cuando era pequeño, recordé a Isabel y así titulé este post que lleva en la recámara dos semanas.

Yo era apenas un crío que iba a cuarto o quinto curso de la EGB cuando unos señores llegaron, avisaron a la profesora y esta a su vez avisó a Isabel para que saliese fuera. Fue en ese momento cuando comprendí que aquello que rompe el ritmo habitual del día no siempre trae cosas buenas, que tras las puertas cerradas hay noticias y lamentos de esos que uno desearía tener el poder para dejar fuera, sin que nunca se abran y entren, dejando entrar con ellos la pena y la angustia.

Desde ahí no recuerdo nada más de aquel día, sólo una puerta cerrada, que la profesora nos comunicó la triste noticia del fallecimiento de la madre de Isabel y que una sensación de silencio y vacío lo invadió todo. Al día siguiente todos quisimos estar con nuestra compañera y fuimos a la misa. Yo me quede fuera con mis dos compañeros, Diego, ahora todo un director y cineasta y Rubén, desde hace tiempo jugador profesional de fútbol. Recuerdo las lágrimas de Rubén, al que nunca había visto llorar, el dolor de todos los que había alrededor, y recuerdo mis propias lágrimas de desesperación. Allí estuvimos hasta que vimos a Isabel montar en un coche camino del cementerio.

Y allí mismo, en la iglesia redonda frente al colegio, me juré que jamás iría a una misa de entierro, aquella sensación desgarradora del alma por una pérdida no me gustaba, dolía demasiado. Pude cumplirlo y así lo hice, nunca fui al entierro de mis dos tios ni de mi amiga.

Y esta promesa quedó rota en el momento en que Yoko dio su último suspiro con mi mano en su costado. A pesar de sentir el dolor más desgarrador de toda mi vida, aprendí a afrontar la pérdida, aprendí a dar el último adios a mis seres queridos.

Hoy esta entrada de repente cobraba su sentido y volvía a cerrarse una nueva puerta, aunque de otra forma diferente, como si todo volviese a suceder de nuevo en un círculo ininterrumpido. Porque no deja de ser la vida sino ese ciclo sin fin.

Palitos de merluza

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De nuevo anoche se coló en mis sueños, mi cincuenta por ciento. Pasó por allí y se comportó como siempre, como si hubiéramos estado juntos todo este tiempo de ausencia. Estaba a mi lado dando vueltas y moviendo la cola, esperando mientras escuchaba cómo sacaba su comida y se la echaba en el plato.

En un movimiento imposible, se metió en el plato de comida, donde le mezclé su comida con algunos palitos de merluza. Estaba contento y eso me sirvió, desperté y le dejé allí comiendo, en mis sueños.

Safe & Sound

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Soy uno de aquellos a los que le molesta el final de una película en el cine, cuando salen las primeras letras de los créditos finales, las luces se encienden y no se puede saborear ese último acto, cuando la historia ya ha terminado y comienza la lucha de la reflexión en tu cabeza. Esa última parte se corta con el alboroto por salir del local, el bullicio de gente que comenta con palabras algo que pertenece a la intimidad.

Por eso disfruto a solas los créditos finales de las películas de misterio y drama, para pensar, porque me dejan desahogarme durante el tiempo suficiente, con la música adecuada para que afloren todo tipo de sentimientos encontrados, necesarios para obtener el premio, la moraleja, la razón, la similitud de lo visto con lo vivido, para imaginar un poco más allá.

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Comencé a leer «Los Juegos del Hambre» porque leí sobre su éxito en muchos países, sería un imbécil si nolo hiciese, máxime cuando mi historia preferida de todos los tiempos, la de Harry Potter, se convirtió en tal gracias a un recorte de periódico en el lugar y el momento oportunos, cuando nadie sabía que existía.

Si bien la historia de Suzanne Collins está muy lejos de alcanzar las cotas de la trama de la obra de J.K. Rowling e incluso el primer libro me dejó con una sensación encontrada entre la simplicidad y mi amor por los realities a los que tanto se ataca en él, aún es pronto para evaluarla en su conjunto cuando me restan dos libros a los que echar mano. No soy de los que se lanzan a leer y disfrutar de las típicas historias de amor, pero tanto la autora como el director de la película han conseguido hacer interesante y bastante original un argumento que cada día tiene lugar en nuestras vidas, el de las difíciles elecciones.

La película ha influído muy positivamente a mis ganas de continuar leyendo, porque detrás de la historia de los 74º juegos del hambre se aventura algo de dimensiones que parecen épicas, de conspiraciones en un mundo controlado por el gran hermano que todo lo ve (recordándome aunque sea un pòco a una de mis obras literarias preferidas, «1984»).

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Safe & Sound es la canción de Taylor Swift que suena tras el final del film, en unos créditos que merecen ser escuchados, mientras las letras, los nombres van pasando a ritmo lento por la pantalla, en la cabeza la canción va entonándose como un himno que deja también sentimientos encontrados, algo así como un collage de melancolía y superación.

Tico y Rigodón

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Un buen día de mediados de la década de los años 80, me senté a ver la tele cómodamente en el sofá. Un león llamado Willy Fog se metió en un lío de un par de cajones (que diría cierto personaje de ficción) apostando por un imposible y comenzando una aventura que lo llevaría a dar la vuelta al mundo en 80 días.

Para mí aquella fue la historia original, aunque con el tiempo descubriría que estaba basada, esa y las siguientes aventuras por llegar varios años después con 20,000 leguas de viaje submarino y viaje al centro de la tierra, en novelas de Julio Verne. Era la época en que los animales eran un canalizador para el público infantil, para llevarnos la literatura y las mejores historias a nuestro pequeño plano de realidad imaginaria.

Así que para mí Willy Fog no era una persona de carne y hueso, era un león, igual que Dartaçan no era sino un perro mosquetero. Y sin querer hicieron que me interesase por esas historias cuando crecí.

Hace apenas un par de semanas comencé una nueva aventura de la mano de Studio Ghibli y Level 5 con Ni No Kuni y la Ira de la Bruja Blanca. No pensaba yo que a estas alturas de la película algún personaje de videojuego iba a sacarme unas risas, pero hubo uno que lo consiguió y se llama Drippy.

Inmediatamente sus ocurrencias, la soltura al hablar como si todo lo que le viniese a la mente lo soltase sin pensar, su agilidad mental y falta de tacto, me recordaron de alguna forma a ese querido personaje con acento andaluz que acompañaba sin descanso al francés Rogodón en sus aventuras como mayordomo de Willy Fog en su vuelta al mundo.

Tico es ese personaje que sabe que existe algo malo merodeando a su alrededor, pero cuyo carácter hace que ese miedo se disipe, que los fantasmas y peligros al final se conviertan en pequeños ratoncitos indefensos.

El sexto cumpleblog

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Será verdad eso de que cuando uno ya se acostumbra a algo y forma parte de su vida, se llega a perder la noción del tiempo y este puede pasar más rápido o más deprisa, dependiendo de la intensidad de los acontecimientos. Los malos tragos parecen pasar a cámara lenta, mientras que los buenos momentos son tan fugaces que apenas duran lo suficiente como para poder darse cuenta de que estás inmerso en ellos. Y como al final la vida acelera y frena en ciclos ininterrumpidos, el tiempo que pasa es simplemente «el tiempo».

Es por eso que no mentiré si digo que cuando llegó el sexto cumpleblog el 11 de octubre de 2012, ni me di cuenta. Algo que ya lleva pasándome algunos años, por lo que he decidido desde entonces celebrar el cumpleblog cuando me salga «del bolo» (un saludo a la Milá que tuvo el detalle de felicitarme el anterior desde mi programa favorito de tv) y este año lo he hecho coincidir con el día de mi cumpleaños, porque al fin y al cabo este blog es también como un regalo todos los días.

Hoy he conseguido realizar un sueño que me fue «secuestrado» hace más de diez años. Ese día me arrebataron el sábado en que escuché por primera vez a Ella Baila Sola, de sábados por la mañana cantando hasta dejarme la voz, en que dos años después me emocionaba con «despídete» mientras el sol se ocultaba y yo miraba por la ventana sabiendo que al día siguiente comenzaría otra vida en otra ciudad distinta…

Hoy ellos han vuelto y es uno de los mejores deseos y regalos que me podían conceder.

El viejo silo

el viejo silo

Tenía ya ganas de comenzar esta aventura fotográfica, han sido muchos meses de estos de ideas en la cabeza que dan vueltas y vueltas y con las que uno no queda conforme en última instancia, porque al final siempre surge otra nueva idea mejor que la anterior, así una y otra vez, sin fin.

Lo mejor de la fotografía es que al final, por muchas ideas y preparaciones que se hagan, siempre surge algo que rompe los esquemas. Incluso a veces, como por arte de magia, la mejor fotografía, la que derrite el objetivo, no resulta de aquello que tenías en mente, sino de ese algo inesperado que se te pone enfrente en el momento oportuno. Y aún cuando pienso en el marco de mi fotografía, no vale para nada, porque sé lo que quiero, pero no sé cómo lo quiero hasta que lo tengo delante.

Mi primer objetivo, mi primer proyecto a lo grande, el Puente de Castilla La Mancha, una obra titánica de la que he sido testigo en su levantamiento desde la primera piedra, un puente que he contemplado desde numerosas vistas durante varios meses, intentando decidir el momento, el tiempo, el lugar para inmortalizarlo.

Cuando parecía tenerlo todo claro y cómo lo quería, durante el camino me cambiaron los esquemas y me interné por un sendero que jamás había cruzado, digamos que en lugar de bordear por lo seguro, atravesé la ciudad en línea recta para llegar. No sabía por dónde me estaba metiendo, ni siquiera si era terreno privado. Árboles y trigales salían a mi encuentro hasta que de repente salí a una esplanada de cesped verde y charcos y de fondo el puente.

Mi objetivo estaba allí delante de mis ojos enorme y espléndido, dispuesto a ser fotografiado en una panorámica inédita, pero al mirar hacia atrás me encontré con ese poquito de magia.

Entrecerré los ojos y me llevé una mano de visera a la cara hasta que mis ojos se acostumbraron. Allí se alzaba majestuoso, entre los trigales, el viejo silo. El sol, semi escondido entre las nubes que se estaban acercando a la ciudad, le daba un brillo dorado al escenario, confiriendo al viejo silo una silueta oscura dibujada contra el cielo.

Es esta una de las imágenes más bonitas de esta aventura y quiero que también sea la primera, porque significa todo lo que la fotografía es y todo lo que aporta, porque es historia, porque es aventura, porque es magia, porque no deja de ser como esa serie de pequeñas cosas inevitables que suceden cada día, que ordenamos en nuestra mente como en un álbum de fotos y a la que llamamos vida.

fotografía (ver en alta resolución) @ José Francisco Cedenilla

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