Veintitres maestros, de corazón

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Mucha gente aún me pregunta (pesados) después de casi tres lustros, que por qué me gusta Gran Hermano. Si hoy tuviera que dar decirlo, sin duda emplearía esta película como respuesta. Me gusta porque se basa en las relaciones entre personas, porque cada persona es un mundo de situaciones impredecible cuando se junta con los demás, porque siempre que hay contacto con otros, se genera un maraviloso mundo de posibilidades de las que aprender o rectificar.

Hace ya algunos meses que descubrí la película «Entre maestros«, un proyecto documental a caballo entre la educación y el reality, basado en el libro «Veintitres maestros, de corazón» de Carlos González Pérez, también maestro protagonista de esta historia. No fue hasta ayer que pude verla completa, la historia de un profesor intentando un nuevo método educativo enfocado a la experiencia que cada uno llevamos dentro, once alumnos que terminarán siendo sus propios maestros y doce días para experimentar todo tipo de sentimientos encontrados.

Durante una hora y veinticinco minutos que dura el film, uno va cogiendo cariño y odiando a algunos de sus personajes. No sé hasta qué momento pudieron no predecir lo que pasaría en esa clase, pero ha salido un experimento realmente magistral, con violencia, dolor, bondad, sabiduría, cariño, una vez más se demuestra que allá donde hay seres humanos, estos sentimientos existen y van de la mano, muy cerca unos de otros.

El propósito de esta película no es sólo mostrar y ver, el espectador también aprende algo. Yo personalmente me quedo con dos enseñanzas, la del personaje, ese que todos interpretamos y que nos atrapa sin dejarnos salir, cuando estamos enfadados, cuando decimos lo que otros quieren oir o no decimos lo que queremos por miedo, cuando sabemos que estamos equivocados y aún así seguimos mintiéndonos.

También me quedo con la importancia de reconocer a los demás y lo que genera el que no te reconozcan, una sensación que nos lleva a perder la paciencia. «Entre maestros» ha sido capaz de mostrar un lado increíble de todos los personajes que habitan en él, esa pequeña parte que diferencia a una persona de otra, porque lo que nos diferencia no es sólo nuestro aspecto físico, sino los sentimientos y sabiduría que llevamos dentro y que compartimos con los demás a nuestra forma. Tanto es así, que una vez termina, uno ya los está echando de menos.

Canción fúnebre

El nuevo libro «El canto del cuco» de J. K. Rowling, o lo que es lo mismo, su seudónimo Robert Galbraith, comienza con una muerte, un presunto suicidio al que acuden en masa periodistas y medios de todo el mundo para dar cobertura a la noticia. A J. K. Rowling le encanta jugar con el misterio y hasta en los autores y versos elegidos hay escondido algún que otro pequeño secreto para desvelar.

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La autora elige como entradilla a su primer capítulo el poema «Canción fúnebre» de la famosa poetisa inglesa del siglo XIX Christina G. Rosetti, con la cual curiosamente no deja de tener un cierto parecido en su vida. Ambas sufrieron problemas económicos debido a situaciones familiares, las dos comenzaron a escribir desde muy pequeñas pero no fue hasta la treintena que escribieron su primer libro y además las dos se centraron en una determinada época de su vida en escribir para el público principalmente infantil (aunque no estoy de acuerdo con la idea de que Harry Potter sea infantil, pero va dirigido a este público).

¿Por qué naciste cuando la nieve caía?

Debiste haber nacido con la llamada del cuco,

o cuando las uvas están verdes en el racimo

o, al menos, cuando las ágiles golondrinas se reúnen

para su lejano vuelo

desde el verano agonizante.

¿Por qué has muerto cuando los corderos están paciendo?

Deberías haber muerto con la caída de las manzanas,

cuando el saltamontes se encuentra en apuros,

y los trigales son rastrojos empapados

y los vientos suspiran

por las cosas buenas que han muerto.

El libro secreto de J.K. Rowling, ‘The Cuckoo’s Calling’

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Robert GalbraithHa vuelto a hacerlo. La primera vez fue casi una necesidad. Ocultó su nombre, Joanna Kathleen bajo las iniciales J.K., ya que hace algunos años se pensaba que nadie compraría en el Reino Unido un libro inicialmente enfocado al público infantil (mira que me reviente esto ya, pero así se hizo entonces) escrito por una mujer. Sólo cuando el libro tuvo un éxito sin precedentes, se desveló el oculto secreto y muchos tuvieron que comerse sus ideales con patatas.

Hace unos meses, concretamente a finales de abril, aparecía en Amazon en exclusiva un libro a la venta, un libro de terror y misterio, escrito por un nuevo autor, Robert Galbraith, de la editorial Mullholland Books. En pocas horas se convirtió en el libro más vendido de las listas de ventas de la web y no solo eso, sino que las opiniones de los lectores en los sucesivos días no dejaban de alabar y otorgar sus cinco estrellas a una historia a la que calificaban de terrorífica, un debut excelente de su autor en el terreno de los crímenes y la investigación, un libro de misterio muy bien escrito y con un final grandioso y sorprendente, en el que poder sentir el ambiente, la atmósfera, la tensión y el dolor.

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Hasta uno de los lectores, curiosamente, se acercaba a la realidad, diciendo en su comentario que era un libro tan bien escrito que no le extrañaría nada que unos años más tarde termine saliendo a la luz el nombre verdadero del autor que se oculta bajo este seudónimo

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No hubo que esperar tanto tiempo. La propia escritora confesó haber escrito el libro bajo un seudónimo, Robert Galbraith resultó ser J.K. Rowling.

¿Y por qué este movimiento para la publicación de un libro, que por cierto tiene parte de sus beneficios destinados a labores sociales?

No es la primera vez que J.K. Rowling lo hace, ya trabajó con seudónimos con los libros adicionales del mundo de Harry Potter, también benéficos para Comic Relief, de ‘Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos’, ‘Quidditch a través de los tiempos’ y ‘Los Cuentos de Beedle el Bardo’, más que un seudónimo, escritos bajo nombres de los personajes que ella misma inventó para sus novelas.

Aparte del motivo benéfico, y de que ella misma afirma que fue divertido huir a bombo y platillo de las estrategias comerciales y publicitarias cuando publicas un nuevo libro (recordemos que es poco dada y le gustan más bien poco las entrevistas) y que quería ver los comentarios de la gente pensando que era otra persona, quizá este movimiento tenga también algo que ver con las críticas recibidas por su último libro, ‘Una vacante imprevista’, que no salió muy bien parado en opiniones. ¿Qué hubieran opinado esos mismos críticos y muchos de los lectores si ese mismo libro hubiera aparecido bajo otro nombre? ¿Qué hubiera pasado si ‘The Cuckoo’s Calling’ hubiera llevado el nombre de J.K. Rowling en su portada?

JK Rowling's Crime Novel Cuckoo's Calling Is Reprinted After Overnight Success

Tendemos a opinar y juzgar antes de tiempo, va en nuestra naturaleza. Si un autor nos gusta, compramos su siguiente libro con los ojos cerrados. Muchos críticos y lectores opinan sin saber, sin haber leído las obras, son los que más daño hacen, porque son capaces de orientar al público sobre lo que es bueno o malo, cuando en realidad no tienen ni idea de lo que están vendiendo a la sociedad, solo por el hecho de que un autor les ha parecido prepotente o no soportan que sea un best-seller.

Esta jugada magistral de J.K. Rowling demuestra una vez más que muchos de los que opinan deberían meterse de una vez por todas la lengua en el culo y callar para siempre. ¿A alguien le suena eso de «no juzgues a un libro por su portada»? Aquí tiene más sentido que nunca y siempre es bueno que alguien nos dé un buen baño de humildad.

Happy Birthday Harry Potter, happy birthday J.K.

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Harry Potter es a J.K. Rowling lo que un hijo para una madre, o mejor ejemplo imposible, lo que Pinocho a Geppetto. Ella fue cincelando en su mente cada rasgo hasta tener ese hijo imaginario, del que no sabría hasta cierto tiempo después, la cantidad de alegrías que le daría al traspasar la barrera de la ficción.

En su creación, decidió que ambos compartirían un mismo día de felicidad, el 31 de julio, el día de sus respectivos cumpleaños.

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Hoy miles de fans por todo el mundo felicitan a Harry Potter como si existiera en la realidad, muchos de ellos haciendo su propio dibujo homenaje a uno de los personajes más importantes. Un hecho realmente maravilloso el de que la literatura cobre vida de esta forma.

¡Felicidades Harry Potter, felicidades J.K. Rowling!

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El gato azul: El regreso de Sofía

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Después de algunas semanas en que apenas he tenido tiempo para sentarme a escribir como se merece, aquí os traigo la tercera entrega de esta historia. Escribir un relato o un libro conlleva mucho tiempo. Muchas veces cuando me viene la inspiración hago una sentada de algunas horas y, a veces, sale algo bueno. Otras veces en muy contadas ocasiones, me despierto en mitad de la noche y mi cabeza se inunda de buenas ideas, en ocasiones a consecuencia de sueños o pesadillas (que por qué no, también ayudan y mucho).

Detrás de mí, en la otra habitación, conservo una carpeta con decenas de hojas e historias de ese personaje que algún día espero sacar a la luz y que sólo los que estuvieron conmigo en la Residencia Universitaria Bartolomé Cossio tuvieron la oportunidad de leer en un fragmento que saqué en la primera revista mensual (esa que se nos quedó en el limbo del tiempo después, proyecto de los fanzines que tanto me gustan). Ellos, entre ellos mis amigos, pudieron leer el principio de todo, el primer episodio de la novela.

Ese personaje tiene su pequeña historia, y mientras crece y se desarrolla, otro ocupa mi tiempo, este curioso gato azul del que tengo tantas y tan buenas ideas que a veces no sé por cual comenzar. Muchos, a puerta cerrada, sobre el anterior capítulo le tomaron cariño al gatito que se salvó y el final lo consideraron un tanto trágico cuando pensaban precisamente que ese era el protagonista de la historia. No puedo contarles todo ni a ellos ni a vosotros. Me gusta saber que, cuando escribo, alguien no puede adivinar con tiempo lo que va a suceder en una historia, quiero que cuando una persona se siente a leer lo haga sabiendo que puede ser sorprendido… pero también que otras veces tiene el control, hasta el punto de no saber si lo que imagina será o no lo que ocurra.

Quizá con esta nueva entrega sepan perdonar la tragedia de la anterior. En el capítulo que váis a leer, se mezclan el tiempo presente y un pequeño flashback emotivo. Esa mirada atrás no es ni mucho menos el inicio de la historia, pero sí parte de ella.

El Gato Azul: El regreso de Sofía – por José Francisco Cedenilla

Sofía Tarenzi vio cómo su vida de repente daba un giro inesperado. Hacía apenas unos minutos ocupaba el asiento 42 de un pájaro volador en los cielos de Italia y ahora estaba sentada en el tercer banco de una iglesia. Pensó que se sentía como un mantel blanco colgando de una cuerda y meciéndose contra el viento bajo la luz del sol del atardecer de la Toscana, mientras alguien vareaba sus entrañas con fuertes sacudidas que, si bien eran dolorosas, tenian ese regusto amargo y a la vez dulce de la expiación de los pecados. Mientras enfocaba la vista en la figura de un Cristo crucificado, imponente sobre la cabeza del párroco, y bajaba la mirada hacia el ataúd semiabierto, no podía dejar de admitir que toda su vida se había visto condenada al mismo hecho, alejarse de las personas a las que más quería y quererlas en la distancia hasta perderlas para siempre. Un cariño que ella sentía de verdad, pero que nunca llegaba a transmitir.

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Sus manos, con más hueso que piel, dedos finos y alargados, agarraban los pantalones vaqueros de color negro. Dos anillos de plata colgando de su cuello por una cadena, contrastaban con el color añil de la camiseta. Semblante serio y pensativo, ojos verdes llenos de tristeza, rasgos finos con pómulos que sobresalían y se convertían en su rasgo más característico, acentuado por el negro color de su pelo en media melena, un poco rizado y despeinado, abombado y despegado de su rostro. Las palabras del Señor se habían convertido durante aquella media hora en un mero tránsito entre sus dos oídos, porque su cabeza estaba ocupada recordando el tiempo que pasó a su lado.

Sofía tenía apenas siete años cuando, de la mano de un hombre, cruzó la puerta por primera vez. Una mano grande acarició su cabeza, aquel hombre se agachó, le dio un beso en la mejilla y dejó a su lado una maleta de equipaje donde estaban algunas de las cosas que había recogido de su habitación. Allí se quedó estática durante unos minutos, desorientada. Aquella casa olía a bizcocho recién horneado, a madera, a flores, a primavera, olía a hogar. Mientras miraba hacia el fondo del pasillo, donde había unas escaleras que subirían a algún desván lleno de secretos, una voz ronca y desgastada salía del lugar de donde venía ese dulce olor. La puerta, rota y desgastada, se entornó con un chirrido y una señora mayor se acercó ilusionada a la pequeña niña, llenándola de besos y abrazos.

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Recordaba aquel momento mejor que ningún otro porque algo en su interior se rompió del todo. Fue cuando su abuela Olivia le cogió de la mano, mientras con la otra portaba su maleta, mientras subían juntas las escaleras del fondo hacia ese desván lleno de secretos que se convertiría en su nuevo hogar, fue mientras pisaba cada uno de los escalones y a cada pisada su corazón se iba llenando de un peso insoportable y le costaba más respirar, cuando notó las primeras lágrimas de sentimiento resbalar por sus mejillas y sintió que dejaba algo atrás.

Un pequeño alboroto en la iglesia le hizo despertar de su sueño de recuerdos, cuando el párroco pidió a todos ponerse en pie. A pesar del dolor, sabía que cuando había perdido a alguien en su vida, por suerte siempre aparecía alguien para consolarla, este era su destino.

Ensimismada aún en sus pensamientos, sintió que alguien a su lado le agarraba de la mano y le daba un pañuelo. Apenas se había percatado de que las lágrimas volvían a inundar su rostro. Sin llegar a levantar la mirada mientras se secaba, le dio las gracias. La otra persona le tendió la mano y le ayudó a levantarse mientras le susurraba bajito.

– Hola, me llamo Noel.

Safe & Sound

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Soy uno de aquellos a los que le molesta el final de una película en el cine, cuando salen las primeras letras de los créditos finales, las luces se encienden y no se puede saborear ese último acto, cuando la historia ya ha terminado y comienza la lucha de la reflexión en tu cabeza. Esa última parte se corta con el alboroto por salir del local, el bullicio de gente que comenta con palabras algo que pertenece a la intimidad.

Por eso disfruto a solas los créditos finales de las películas de misterio y drama, para pensar, porque me dejan desahogarme durante el tiempo suficiente, con la música adecuada para que afloren todo tipo de sentimientos encontrados, necesarios para obtener el premio, la moraleja, la razón, la similitud de lo visto con lo vivido, para imaginar un poco más allá.

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Comencé a leer «Los Juegos del Hambre» porque leí sobre su éxito en muchos países, sería un imbécil si nolo hiciese, máxime cuando mi historia preferida de todos los tiempos, la de Harry Potter, se convirtió en tal gracias a un recorte de periódico en el lugar y el momento oportunos, cuando nadie sabía que existía.

Si bien la historia de Suzanne Collins está muy lejos de alcanzar las cotas de la trama de la obra de J.K. Rowling e incluso el primer libro me dejó con una sensación encontrada entre la simplicidad y mi amor por los realities a los que tanto se ataca en él, aún es pronto para evaluarla en su conjunto cuando me restan dos libros a los que echar mano. No soy de los que se lanzan a leer y disfrutar de las típicas historias de amor, pero tanto la autora como el director de la película han conseguido hacer interesante y bastante original un argumento que cada día tiene lugar en nuestras vidas, el de las difíciles elecciones.

La película ha influído muy positivamente a mis ganas de continuar leyendo, porque detrás de la historia de los 74º juegos del hambre se aventura algo de dimensiones que parecen épicas, de conspiraciones en un mundo controlado por el gran hermano que todo lo ve (recordándome aunque sea un pòco a una de mis obras literarias preferidas, «1984»).

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Safe & Sound es la canción de Taylor Swift que suena tras el final del film, en unos créditos que merecen ser escuchados, mientras las letras, los nombres van pasando a ritmo lento por la pantalla, en la cabeza la canción va entonándose como un himno que deja también sentimientos encontrados, algo así como un collage de melancolía y superación.

Libros por el mundo

libros por el mundo

Cuando observo una fotografía, suelo mirar más allá de la simple imagen, intento pensar y expresar lo que me transmite, coincida o no con lo que su autor intentó reflejar, en eso consisten las obras de arte, aquellas con las que cada uno es capaz de ver algo diferente y adecuarlo a lo que le hace sentir.

Otras veces las fotografías me sorprenden por lo que muestran, ya sea un paisaje de ensueño, un edificio impactante o como en este caso, algo tan común como una pila de libros. Y esta pila de libros no tendría el mismo sentido como fotografía si no fuese por la mano que los lleva y los títulos sobre sus manos, un ciudadano de Bangladesh con obras que rozan extremos de estilos, desde el cosmos de Stephen Hawking, las novelas románticas de Danielle Steel, pasando por biografías históricas como la de Adolf Hitler, las novelas de aventuras de Dan Brown o lo último de J.K. Rowling y su vacante imprevista.

Estoy seguro que a los amantes de la lectura como yo, les encantará reconocer en esta fotografía libros que tienen en sus estanterías, saber que son, como los programas famosos de viajes, libros por el mundo.

El viento por la cerradura

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Finalmente los reyes este año no me hicieron mucho caso, pedí algo que quizá requería un poco más de tiempo y que no costaba nada de dinero, pedí el rescate de unos viejos altavoces que teníamos hace una década en casa, hasta el momento no he encontrado ningún otro que suene tan bien y encima con varias vías y que terminaron sustituídos por otros insoportables que han conseguido que no haga uso de la cadena de música en muchos años.

Mientras llegan de vuelta del trastero y ocupan el lugar que merecen, el regalo de este año ha sido un libro que continúa, por decirlo de alguna forma, si bien podría ser un libro aparte, la serie de ‘La Torre Oscura’ de Stephen King, una serie que ya tiene sus añitos, ya que empezó a escribirla en 1974 (para que después nos quejemos del ritmo de los libros de ‘Canción de Hielo y Fuego’, si es que ya no quedan J.K. Rowling que no nos hizo esperar medio siglo para saber el final de Potter).

Stephen King, aunque a mi hermana le repatea y no sé el motivo, es uno de mis autores favoritos. De pequeño no paraba de ver las miniseries de sus libros y recientemente, después de muchos años, le redescubrí con ‘La Cúpula’, que terminará convertida en serie (por un tiempo pensé que estaba cancelado el proyecto pero no, sigue adelante) al igual que ‘La Torre Oscura’. Me quedo ahora con las ganas de leer la mini novela ‘The Colorado Kid’, en parte gracias a esa serie que tiene el don de querer cargármela de lo mala que es, pero que después tiene momentos maravillosos con muy buenos cliffhangers, llamada ‘Haven’.

Le conocí un 31 de octubre de 1999

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Le conocí un 31 de octubre de 1999 por la mañana. Durante muchos días, hasta la noche de nochebuena de ese año, era sólo un libro infantil de color amarillo que había causado sensación en Estados Unidos, pero que en España no conocía casi nadie, ni siquiera los libreros. Pero aquella noche mágica, de madrugada, abrieron la puerta a diez años de fantásticas aventuras, de muchas ilusiones, una puerta que aún sigue abierta. En cierta forma la autora profetizó, sin saberlo, lo que ocurriría, en una de las páginas del primer capítulo.

Cada noche, cada mañana durante las fiestas de navidad, jamás había devorado un libro de esa forma, deseaba levantarme pronto para poder continuar leyendo, sentado en el suelo apoyado sobre el borde de la cama, con la poca luz que entraba por la ventana, antes de que nadie despertase, con la tranquilidad y la calma del amanecer. Terminaba de leer y me pasaba todo el día hablando de lo que había ocurrido, elucubrando sobre lo que pasaría después.

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Cuando apenas me restaban los dos últimos capítulos por leer de Harry Potter y La Piedra Filosofal, me levanté en la noche de reyes. Sobre mi zapatilla había un regalo, lo abrí y salté de emoción al ver que era el libro de Harry Potter y La Cámara Secreta. Con él sobre la cama continué con la lectura del primero, emocionado, sabiendo que al terminar podría continuar con otra nueva aventura.

En mi estantería ya hay ‘Una vacante imprevista’

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Mientras paseaba en la noche por las calles más antiguas de la ciudad camino de mi destino, no dejaba de pensar cómo fue aquella primera vez. La primera vez no se me ocurrió otra cosa que, sin saberlo, entrar en una librería religiosa para pedir un libro que había enamorado ya a más de 13 millones de lectores en todo el mundo. De los dos o tres dependientes que me atendieron, tras preguntarse entre ellos y entrar un par de veces al almacén, ni lo conocían ni lo tenían. A la segunda librería hubo más suerte y el dependiente que me atendió, aunque no sabía exactamente sobre ese libro que le pedía, apareció bajo las escaleras enseñándome las dos portadas de los dos libros que habían salido hasta el momento. Fui uno de los primeros, antes de que se generase un fenómeno, antes de las películas. Aquel dependiente seguramente nunca se acordará de mí, pero yo sí, aunque por sus manos habrán pasados centenares, miles de libros ya vendidos de Harry Potter.

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La historia se vuelve a repetir, debe ser cosa del destino, o más bien como yo digo, de lo inevitable. Una dependienta de la sección de libros de una conocida cadena de hipermercados, me hace repetir el nombre del libro y la autora, algo que me sorprende, porque la pequeña diferencia esta vez es que la autora ya es conocida. No me queda otro remedio que hacer algo que quería evitar a toda costa, «la autora de Harry Potter», pero tengo que hacerlo y me sonrío a mí mismo. Lo encuentra, pero cae en algo que sabía que caería, la fecha de puesta a la venta. Tras preguntar a su compañero y este a su supervisor (otra vez tres dependientes divagando), no me lo pueden vender hasta mañana, aunque me confiesan que ya lo tienen abajo en el almacén. Por un breve espacio de tiempo querían bajar a por él, pero no lo hacen.

A la segunda hay más suerte, entro en la librería que me consiguió la saga entera de La Torre Oscura y mientras llego al mostrador ya veo el libro de contorno amarillo y fondo rojo y se me hace la boca agua, ya está más cerca de mis manos para devorarlo. Sin andarse con tantos remilgos, la chica que me atiende le pregunta a otra si ya se puede vender y entre risas y muy simpática dice «véndeselo, a quién se lo va a contar a estas horas». Mientras me lo cobra, me dice que se lo va a leer porque le gustó mucho Harry Potter, aunque no tenga nada que ver. Ya con mi libro en las manos debatimos los cinco, ellas dos y una pareja que allí había, y que descubren gracias a mí que J.K. Rowling ha sacado un nuevo libro (al final terminarán comprándoselo), brevemente sobre la tontería de respetar la venta de un libro un determinado día, de los tiempos de Harry Potter y cuando fijaban incluso una hora a pesar de tener los libros muertos de risa durante quince días en el almacén.

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Desde aquí dejo bien claro que respeto que ciertos productos tengan una fecha de salida, pero no lo comparto. Me encanta que se creen mini presentaciones para ponerlo a la venta, fiestas, y que el día de salida sea como una celebración especial, pero deberían también respetar a los que disfrutamos de la lectura sin necesidad de tanta pomposidad, porque no nos hace falta que nos metan un libro por los ojos, porque no formamos parte de esos compradores a los que cazar, porque queremos ese libro en cuanto el librero lo tiene en las manos, porque en mi estantería y en mi cabeza hay ‘Una vacante imprevista’ que rellenar.

Para los más fans, os daréis cuenta que el libro está dedicado para Neil, su pareja, a quien ya dedicase de forma compartida Harry Potter y el Misterio del Príncipe.

No me quieras tanto, que de tanto amor muero

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«Déjalo en las ramas, es demasiado pequeño aún, se habrá caído del nido.»

Ella se resistía a abandonarlo a su suerte, tan pequeño e indefenso. Y si lo dejaba allí y se caía y se hacía daño.

«Déjalo entre las ramas, entre las hojas, así aprenderá a volar«. Y tras decir esto se dio la vuelta.

Ella no pensaba dejarlo allí, aún conservaba en su bolsillo el alpiste para las gallinas que se había traído de casa antes de salir hacia la ciudad y en un rápido pero cuidadoso movimiento, metió al pequeño pajarillo en su bolsillo, donde  tendría abundante cantidad de comida, donde estaría a salvo de caídas, de la lluvia y de pisadas de extraños, allí estaría confortable y calentito, al abrigo y sin faltarle de nada.

Mientras continuaba su día con normalidad, pensó en llegar a casa, dejar libre a ese pequeño amigo recién conocido y tenerlo para siempre. Su mente no estaba en los libros ni atenta a las palabras de la profesora, sino en un mundo imaginario muy lejos de allí. Su pequeño amigo, sería su pequeño amigo para siempre.

Pasaron las horas del mundo en las nubes y al salir metió la mano en el bolsillo para sacarlo y ver cómo estaba. Un ligero tinte impregnó su mano. Aquella persona que le había dicho que lo dejase entre las ramas se acercó.

«¿Qué tienes en la mano?»

«Sangre, tengo sangre«. Algo denotaba en su tono de voz que no quería terminar de reconocer la realidad, que no estaba preparada.

«Déjame que mire«. Introdujo la mano en el bolsillo y sacó alpiste tintado de rojo. Debía ser comida pasada que con el calor se había quedado así.

Volvió a introducir la mano y esta vez tocó algo más. Poco a poco, el cuerpo inerte de su pequeño amigo fue saliendo del bolsillo. De repente desaparecieron los sueños, la tarde que se antojaba soleada se tiñó de niebla igual que sus pequeños ojos. ¿Cuánto había durado aquella amistad? Si apenas fueron unos segundos, pensó.

a la memoria de Yoko, al que me unió una amistad de 13 años y que ahora perdura para siempre, siempre en los bolsillos te llevo

Relato : José Francisco Cedenilla

fotografía: Camino Natural del Tajo (Toledo), por José Francisco Cedenilla

música: Joshua Pearson «Where the Heart Begins»

Regreso a la «Vida de Pi»

Que haya pasado casi una década desde que el libro salió a la luz y nadie haya decidido, hasta este momento, trasladarlo a la gran pantalla, sólo puede significar que, o bien los que lo leyeron y podían convertirlo en celuloide prefirieron dejar entre las páginas de un libro su esencia o que los que podían hacerlo, nunca llegaron a leerlo.

La primera vez que vi «Vida de Pi» fue entre las páginas de una de las revistas de Círculo de Lectores. Aunque no confiaba en el título, su argumento ya me pareció alentador. Tenía miedo de aburrirme enseguida, una historia desarrollada en una sola localización, donde no hay conversación posible porque sólo hay un ser humano que ha de sobrevivir con y a los animales que le acompañan. Todo se disipó cuando comencé a pasar las páginas y asistí al comienzo de un gran relato, corto y capaz de conmover y a la vez enseñar para el que quiera ver en ello un aprendizaje de la vida.

Me alegra volver a hablar de este libro que ahora será convertido en película, del que apenas recuerdo algunos retazos, lo que hace que pudiera ponerme a leerlo con la misma incertidumbre de hace años.

El regreso de J.K. Rowling con «Una vacante imprevista»

Hace ya algunos años que Harry Potter nos abandonó. Atrás queda esa última tarde de lectura, que decidí terminar en el lugar que tantos buenos ratos me ha dado entre sus páginas, a pesar de que me congelase de frío, ya no sólo por la temperatura del exterior, sino por los nervios de saber que se acababan 10 años de lectura, que iba a llegar al final de todo después de haber imaginado durante una década entera.

Es muy bonito, y hasta romántico, el saber que algo no volverá, que ha terminado para siempre. Esa simple idea sobrevolando la mente, crea un profundo y complejo universo de emociones en el interior. Harry, Hermione y Ron siguen ahí para siempre, en los fan fics de los más fans, en los dibujos de los niños pequeños.

JK. Rowling no le ha abandonado, es difícil y sería absurdo desprenderse así de repente de un personaje que te ha dado tanto y del que todo el mundo habla (algo que vaticinó la escritora en el primer capítulo de la saga, aún cuando ni siquiera había sdo publicado, me rio yo de los profetas antiguos). Mientras dedica sus esfuerzos a completar Pottermore, un lugar mágico que nos desvela curiosidades sobre el mundo de Potter y sobre la propia escritora, J.K. Rowling ha lanzado ya un nuevo libro que poco tiene que ver con la magia.

La autora desembarca así en el terreno de la literatura para público potencialmente adulto, aunque ni Potter era para niños, por mucho que algunos que se creen expertos se empeñen, ni nadie puede asegurar que este libro no sea devorado por niños.El libro llevará en España el título de «Una vacante imprevista», la historia que habla de la variedad de situaciones y acciones humanas ante un mismo hecho, la muerte de un concejal y la lucha y loq eu la gente es capaz de hacer para conseguir ese puesto que ha quedado libre. El libro será publicado, como los de Harry Potter, por la editorial Salamandra. El perfecto regalo para estas navidades, porque se pone a la venta el 19 de diciembre.

Y nada mejor como homenaje y para recordar viejos tiempos, que ponerme a leerlo una buena noche del 24 de diciembre por la madrugada, tal y como hice ya hace 12 años con la historia del niño que vivió. Sólo echaré de menos cuando lo haga a mi pequeño ser, mi otra mitad que descansaba a los pies de la cama mientras soñaba entre las páginas.

Midtown Comics

No se puede decir que sea un apasionado de los comics, sin embargo tanto su mundo como todo lo que gira en torno a ellos me apasiona. De pequeño no tenía los típicos libros de Superman ni de Batman, sino montones de revistas de Disney que leía una y otra vez. Las que más me gustaban eran las de Patoaventuras, o lo que más tarde en la serie de dibujos animados se llamaría así. Aquellos comics me despertaron un interés por Mickey, Donald, Goofy y todos esos personajes, que aún continúa a día de hoy.

Más tarde, entre la etapa de mi niñez y la adolescencia, me acercaba cada sábado al kiosco para comprar una bolsa de un periódico ya desaparecido hace años y que el dependiente me dejaba llevarme sin tener que pagar el periódico. Dentro de esa bolsa que costaba unas 150 pesetas si mal no recuerdo, venían algunas joyas del comic, aventuras variadas en cada número. Todas esas aventuras deben andar por ahí en las cajas escondidas con Thor, Superman y Lobezno en su interior, entre otros.

Mentiría si dijese que soy más de comics que de libros, de hecho de pequeño solía enfadarme si entre mis regalos se escondía un gran libro con viñetas en lugar de cientos de páginas para leer y disfrutar. Los comics tienen una lectura más ligera y visual, dejan menos campo a la imaginación, y eso es algo que personalmente es lo que menos me gusta de ellos. A pesar de este inconveniente personal, soy capaz de reconocer una buena obra cuando la tengo delante, y si tuviera que elegir un comic de entre todos los comics, el mío sería sin duda Tintín.

Si hay un lugar en el que saben tienen más comics que en ninguna otra parte del mundo, ese lugar es sin duda Midtown Comics, una sede con cuatro tiendas repartidas en pleno Nueva York, la principal de ellas en Times Square. El emporio de los comics, el lugar en el que comprar, vender, participar y disfrutar, el lugar en el que cualquier aficionado o veterano no pueda sentirse extraño al ir a buscar a su superhéroe favorito, ya sea de ahora o de hace setenta años, porque aquí lo viven todo con mucha pasión.

La tienda no se queda atrás en tecnologías e información. Compra-venta de ejemplares impresos, varias redes sociales a través de las cuales seguir sus noticias, un blog, canal de youtube y hasta una aplicación en iTunes para venta de números online en todo el mundo. Y por si esto fuera poco, además dan la oportunidad a nuevos artistas para exponer sus trabajo en la tienda y convertir su superhéroe en una leyenda.

Hoy me he sentido identificado de alguna forma con el reportaje que simultáneamente para varios países ha emitido National Geographic centrado en esta tienda, como homenaje a todos los fans de los comics. No hace mucho me hice con una edición de coleccionistas, el baúl con todas las obras de Tintín, incluído el número inédito que Hergé nunca pudo finalizar y que abrí con sumo cuidado, como si fuera un tesoro.

Algunos comics de Disney siguen apareciendo en alguna estantería de la casa. Desde entonces todo ha cambiado mucho. Ahora ya no es necesario ni siquiera ocupar espacio, basta con hacer un simple click y leerlo en la tablet pasándo sus páginas con un simple arrastre del dedo. Un movimiento, sin embargo, que jamás podrá sustituir la sensación del olor de las páginas impresas, pero que sigue encerrando la misma magia de siempre.

National Geographic España, 25 años de magazine

Hace ya 25 años que National Geographic en Español forma parte de mi vida. No hay rincón de la casa que no esté teñido por ese característico color amarillo del marco de su portada. Llevo un retraso de varios años en la lectura, cierto es, pero todos los números están ahí, desde el primero en octubre de 1997, algunos antiguos que tengo sin leer pueblan las estanterías más cercanas a mi cama, otros ya leídos están en sus encuadernaciones de piel, mientras que los más modernos se apilan sobre las estanterías del salón junto a las decenas de mapas, esperando sus tapas como los demás.

Recuerdo que lo compré una tarde con mucha ilusión, me acerqué a la papelería que acababa de abrir en el barrio y allí conocí a la dependienta, que me dio la revista y me invitó a ir allí cada mes, que ella me la guardaría, y así ha sido durante casi 300 meses cruzando sus puertas, como esta misma mañana para comprar el último número.Y ha sido hoy cuando casualmente he caído en la cuenta de que había pasado tantísimo tiempo, mientras leía por encima las páginas del número especial sobre el Universo, al pensar cuán pequeño era nuestro planeta, como un grano de arena en una inmensidad gigante, extensa y profunda.

Esa primera tarde, después de tanto tiempo deseándolo, sabiendo que era una de las revistas más prestigiosas en EEUU y que ahora estaba en mis manos traducida, me sentí especial, como con un tesoro entre las manos. Difícil olvidar la primera portada de los niños indígenas tocando los tambores, abrí sus páginas y comencé a leer, una lectura que comenzó aquel día, que trataba sobre la historia, sobre la ciencia, sobre la fé y los conocimientos y sobre la aventura del ser humano dentro y fuera de su espacio, una lectura que comenzó entonces y que aún no ha acabado.

Con un beso de amor verdadero

«Y un día se encontraron atrapados en un lugar en el que la felicidad les había sido robada, nuestro mundo. Así es como sucedió…»

Crecí a mis espaldas con las historias de Pinocho, ese muñeco de madera hecho con tanto mimo por Gepetto, que de repente una noche mágica cobró vida, disfruté de sus aventuras, de esa nariz que crecía con sus mentiras y que nos dejó ese «te va a crecer la nariz como a Pinocho», y de cuando finalmente un hada lo convirtió en el hijo de carne y hueso que aquel hombre deseaba.

Hansel y Gretel que cayeron en la tentación de la dulce casa de chocolate, el despistado Pulgarcito, la niña que no quería ver la realidad de su mundo y se internaba en aquel país de las maravillas con el sombrerero loco y su té en la eterna fiesta del feliz no cumpleaños.

La imagen de la bruja en el libro de cuentos, gorro puntiagudo, cara demacrada, alargada nariz, una verruga, vestida toda de negro y con una roja y envenenada manzana en sus manos, preparada para vengar su odio hacia la mujer que el espejo consideraba la mujer más hermosa del mundo. Un ataud de cristal velado por siete enanitos, donde yace Blancanieves. Un príncipe roto de dolor que, con lágrimas en los ojos, da a su amada el último beso de amor verdadero.

Allá donde acabaron aquellos cuentos, sólo quedaba vivirlos una y otra vez, generación tras generación, millones de niños creciendo, como yo, con sus historias, sus finales felices y moralejas que uno no lograba entender hasta que pasaba el tiempo. Pero nunca nos preguntamos tras ese «vivieron felices y comieron perdices» qué ocurrió. ¿Qué cúmulo de casualidades hicieron que Pepito Grillo llegase a ser la voz de la conciencia? ¿Por qué Gepetto nunca pudo tener el hijo deseado hasta que apareció Pinocho? ¿De dónde nació esa manzana roja envenenada? ¿Por qué la malvada bruja tenía aquel odio tan grande hacia Blancanieves como para desear su eterno suspiro? ¿Qué hubo antes y que pasó después de las historias que nos contaron y leímos?

No podré agradecer lo suficiente a Adam Horowitz y Edward Kitsis que hayan recogido todos esos cuentos de nuestra infancia, a todos los personajes que tan bien conocemos, como si fuesen parte de nuestras vidas, tanto que no necesitan presentación, hayan decidido contestar a todas esas preguntas que jamás nos hicimos y mezclarlas y entrelazarlas como piezas de un complejo puzle para dar vida a una obra de arte llamada «Érase una vez».

Ojala pudiéramos recuperar todo lo perdido con un beso de amor verdadero, aunque si uno lo desea muy muy fuerte, quizá, aunque no sea como lo imaginamos, consigamos traer de vuelta de ese mundo de fantasía, un suspiro que bien vale una vida.

National Geographic HD y NG Wild HD llegan a TiVo

Soy un apasionado de la naturaleza desde que tengo conocimiento. Debe venir de genética, cuando mi madre y mi padre, antes incluso de nacer yo, ya coleccionaban los fascículos semanales de la obra magna de Félix Rodriguez de la Fuente: «La Enciclopedia de la Fauna». Antes incluso de aprender a leer, ya me sumergía entre las páginas de sus volúmenes, intentando aprender algo más sobre los animales salvajes que no estaban al alcance de cualquiera. Todavía queda por ahí alguno de los últimos volúmenes incompletos sin encuadernar, con un ridículo (ahora) precio en pesetas.

Seguidores de su obra y de la serie televisiva que nunca nos perdíamos, «El hombre y la Tierra», la pérdida del naturalista significó un duro golpe para todos, pero la semilla y el espíritu ya estaban ahí, o más bien siempre habían estado potencialmente ahí.

Tras un gran espacio de tiempo, en octubre de 1997 volví a recuperar la ilusión por el mundo de la naturaleza gracias a la llegada de la edición en español de la revista mensual National Geographic Magazine, de la que a fecha de hoy no me falta ni un solo número después de haber pasado más de 15 años, sin duda una tarea más ardua que la que significó para mis padres la obra de Rodriguez de la Fuente y, de cierta forma, una deuda con el pasado, donde esos últimos números les fueron arrebatados e imposibles de localizar por ciertas circunstancias de la vida.

Años más tarde, cuando estaba en la Universidad, comenzó en España la emisión de National Geographic Channel como complemento a la revista, sólo en una plataforma digital en exclusiva y algo de lo que sólo podía disfrutar en la Residencia Universitaria, así que, cuando nadie estaba viendo la tele o aprovechando un rato antes de ir a dormir, pedía a Julio o Dolores que me cambiasen el canal para poder ver un documental. Me gustaba poder pasar un rato viendo algo diferente y deseaba algún día poder tenerlo. Harían falta varios años para que finalmente llegase Ono a la ciudad y con la operadora, entre todos los canales, NG Channel, al que pude suscribirme por fin y poder disfrutarlo cuando quisiera, ya sin tener que pensar en los demás ni aprovechar momentos en que nadie veía la televisión.

Hoy 10 de julio, después de un par de meses con el servicio TiVo de Ono, por fin llegan nuevos canales en HD y entre ellos dos que ya se encuentran entre mis favoritos, National Geographic HD y NG Wild HD, lo que significa un paso más allá. Quién me hubiera dicho esto, cuando me sumergía apenas sin saber leer entre los tomos de Félix. El primero de ellos es el canal normal pero en alta definición y el segundo, aunque de momento no hay información sobre la programación, ha conseguido engancharme y me he quedado viendo un documental sobre un tio de Australia que le daría mil vueltas en educación y trato animal al Frank de la Jungla, basado en el trabajo del día a día en el centro salvaje Australiano, desde el manejo de helicópteros para conducir al ganado y conducir al corral a los caballos salvajes sustituyendo el viejo oficio de vaquero, hasta la doma de otras criaturas salvajes que pueblan el interior del continente, toda una gozada.

No puedo evitar quedarme embelesado frente a la pantalla y sorprenderme con información que desconocía. El complemento visual de algo que antes sólo estaba disponible en lectura, le da una mayor profundidad y realismo. La naturaleza en estado puro. Por cierto, la generación que me siga, tendrá buenos volúmenes entre los que sumergirse.

El gato azul : Nacimiento

El Gato Azul: Nacimiento – por José Francisco Cedenilla

Margaret fue corriendo hacia la cocina, había perdido ya la cuenta. ¿Eran horas o quizá días? Aunque ahora que se daba cuenta, en realidad había pasado todo este tiempo corriendo de un lado a otro de la casa intentando encontrar una salida. Pero ahora sólo tenía una cosa en mente, debía beber, beber mucha agua, se lo pedía su cuerpo, se lo pedían sus cuerpos. Como pudo, se hizo con el control de la puerta de la cocina, a la que le faltaban tirador y bisagra, el tirador había sido sustituído por un cómodo agujero del tamaño de una moneda y la puerta siempre se quedaba entornada sin llegar a cerrarse del todo, lo cual era una suerte.

La suciedad comenzaba a campar a sus anchas. Huellas de pisadas resecas sobre agua evaporada y cristales rotos, las ultimas pastillas que habían rodado por el suelo junto con la caja y el prospecto pegado al pavimento. Sorteó con un gran salto aquel desastre ante el cual nada podía hacer y empezó a beber pequeños sorbos de lo que quedaba, en aquella casa, cada vez más vacía de todo. El líquido le dio nuevas fuerzas para hacer el camino de vuelta y también le quitó ese mal sabor de boca. Recorrió una vez más toda la planta baja de la casa en busca de una salida, una puerta, una ventana, un resquicio por el que escapar, sin éxito. Durante las siguientes seis horas lo intentaría una y otra vez y tras cada intento se quedaba quieta, mirando las escaleras de madera que se dirigían hacia el segundo piso, desde el que sonaba un extraño tintineo. «Si tan sólo pudiera hacer ese esfuerzo» se preguntaba. Pero en su estado, la longitud de cada peldaño era totalmente incompatible con el esfuerzo que requería subirlos, una caída y todo habría sido en vano. «Aunque quizá allá arriba esté la salida» pensó.

Muy poco a poco y apoyándose contra la barandilla, intentó subir los primeros escalones. Cerró los ojos y aguantó el dolor. Sintió un calor asfixiante pero siguió adelante, tenía un objetivo, tenía que salvar su vida, sus vidas, a cualquier precio. El calor se convirtió en un terrible frío repentino que le paralizó todo el cuerpo y mientras caía hacia atrás, rodando por las escaleras, sintió que algo se había desprendido en su interior y de repente supo que lo último que había decidido en su vida, había sido la elección correcta. Sacó fuerzas para completar su misión en esta vida y lanzó un último grito desgarrador. Murió a las 19:38 de un 9 de diciembre, una hora que, trágicamente, nadie registraría en ninguna parte, al fin y al cabo había sido una muerte natural, tranquila y silenciosa. Aunque qué importaba la hora, el reloj que la marcaba y que estaba a pocos metros de allí, llevaba con las agujas paradas en ella hacía más de dos días, un bonito reloj de pulsera bañado en una plata que no había perdido su brillo en cincuenta años y que llevaba grabadas unas iniciales, «T y O» y una frase en latín «Eram quod es, eris quod sum».

En aquella casa, la muerte había significado el límite de las cosas. Con un pequeño gruñido, la puerta de la cocina volvió a entornarse y todo se sumergió en el más absoluto silencio, tan sólo empañado por el breve tintineo que venía de la parte de arriba, cuando la ligera brisa de aquella tarde entraba por la ventana abierta y golpeaba los bonitos adornos de la lámpara de una habitación ya olvidada.

El personal de policía y sanitario llegaron poco tiempo después rompiendo la calma, alertados por la llamada de una vecina que «oyó algo». En un primer instante nadie reparó en las escaleras, que estaban enfrente de la entrada a pocos metros, sólo un estudiante que ese año comenzaba las prácticas. Mientras Noel se acercaba atónito hacia aquel punto, los demás descubrieron el cuerpo de la anciana en la sala de estar. Su cuerpo yacía en el suelo cerca de una banqueta, la falda un poco levantada y un paño en la pierna izquierda. Una brecha en la cabeza y un reguero de sangre ya seca, a consecuencia de una caída mientras limpiaba viejos recuerdos y fotografías. Mientras el personal sanitario certificaba la muerte y se ponían en contacto con un forense, la policía logró identificar a la víctima. Olivia Deseps se llamaba.

Noel sintió lástima. Varios cuerpos yacían al límite de las escaleras. Ella tenía la lengua con algún rastro de sangre, ojos apagados pero rostro sereno. Los recién nacidos no habían sobrevivido. La cogió suavemente de las patitas y al cambiar de ángulo lo vio. Eran diminutas pisadas, demasiadas juntas, y dos hilos de mezcla entre fluídos y sangre que se alejaban de allí en dirección a una puerta entreabierta. Rápidamente se incorporó y no tardó en entrar en la cocina. Pudo ver el desastre, pero también vio lo contrario y esbozó una tierna sonrisa.

Era pequeño, muy pequeño. ¿Cómo había conseguido llegar allí? Entre los restos resecos de pisadas sucias había un pequeño cacharro de color blanco, adornado con un par de pegatinas de florecitas y un nombre, «Margaret» cada letra de un color. Dentro de ese bebedero estaba él, acurrucado y sereno, durmiendo plácidamente sobre el charco de agua que quedaba. Noel se sentó y acercó lentamente la mano hacia el sensible cuerpo que respiraba agitadamente. Con un dedo acarició con cuidado la pequeña cabecita. Al menos en aquella casa algo había quedado con vida.

Cogió el cacharro cuidadosamente con él dentro y salió por la puerta, depositándolo en el primer peldaño de las escaleras sin apartarse de él, mientras un compañero le daba una bolsa con las pertenencias de la víctima entre las que destacaba un bonito reloj de plata grabado con una frase que pronunció en voz alta sin saber su significado.

Buscó el cuarto de baño y cogió una toalla para envolver al pequeño superviviente antes de salir a la calle. Abandonaron la casa ante la atenta mirada de numerosos vecinos, de aquellos que se lamentaban por la muerte y de los que observaban esa nueva vida entre las manos de Noel. A veces hay tan poco tiempo para observar una vida y sorprenderse por el milagro y sin embargo toda una vida para observar tantas vidas que se cruzan.

Cuando Noel entregó al gatito al veterinario se aseguró de que lo dejaba en buenas manos y de que se llevaba buenas noticias antes de partir, pero decidió acercarse una última vez para acariciar de nuevo con su dedo la pequeña cabecita, le hubiera gustado ver los pequeños ojillos recién abiertos, aunque ahora apenas pudiera ver manchas difusas. Antes de salir por la puerta miró de reojo una vez más y con la luz que dejó entrar y que impactaba en su carita, comenzó a desplegar los párpados. Tenía unos ojos preciosos que no olvidaría, pero era hora de marchar y dejar que todo siguiera su curso. Mientras subía a la ambulancia y se alejaba de allí, se llevó consigo la última imagen, la del sol del atardecer grabando a fuego los primeros instantes de una nueva vida.

El pequeño murió dos horas más tarde.

Palabras de Borges en el Hotel Cuevas del Fraile

Hace ya algunos años desde que subimos con mucha ilusión al Hotel Cuevas del Fraile en Cuenca para grabar nuestro cortometraje. Dos estupendas actrices que colaboraron y actuaron desinteresadamente al igual que todos los demás que allí estábamos. Una simple habitación se convirtió en el escenario perfecto, creamos un ambiente cálido en una ficticia noche y, tras solventar los problemas de sonido, terminamos muy contentos con el resultado, mucho más con la edición, pero eso ya es cosa de contarlo otro día junto con el cortometraje.

Durante la grabación fue necesario que Begoña abriese las páginas de un libro y leyese las palabras de Borges que a todos se nos quedaron grabadas a base de repetición. Begoña interpretaba a la muerte y sus palabras iban dirigidas a Estrella, una chica que deseaba acabar con su vida:

Si pudiera vivir nuevamente mi vida.
En la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido, de hecho
tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría
más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería
más helados y menos habas, tendría más problemas
reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener
solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos;
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas;
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

Libro estándar de hechizos por Miranda Goshawk – El próximo libro de J.K. Rowling sobre el universo Harry Potter no se escribirá en papel

Con Harry Potter, la autora J.K. Rowling imaginó un rico mundo de detalles que compartió con todos los lectores, ávidos por saber más y más acerca de las aventuras del joven mago. Ese rico universo se saldó, en la literatura, con siete tomos, entre los cuales aparecieron un par de pequeños libros recién salidos de la biblioteca de Hogwarts y de la mochila de Potter: Animales Fantásticos y Dónde Encontrarlos de Newt Scamander (su autor ficticio) y Quidditch a Través de los Tiempos de Kennilworthy Whisp (seudónimo de la autora real). Estos dos libros nacieron de la necesidad de hacer de Harry Potter un mundo más real, dos libros que se mencionan dentro de los libros, sacándolos a la venta con fines benéficos. Apenas poco más de 50 páginas cada uno pero con más detalles que a uno le hacen sentirse un poco más cerca de losm protagonistas de los libros originales cuando leen estas obras dentro de la historia.

Con el último libro nacería otra pequeña obra, esta un poco más extensa, también con fines benéficos, Los Cuentos de Beedle el Bardo, siete ejemplares escritos a mano para una subasta que nunca iban a salir a la venta pero que al final vieron la luz. (Y yo me enteré por sorpresa (ver el enlace)). Un libro único para aquellos que deseen saber mucho más sobre las reliquias de la muerte.

Tras finalizar todas las obras, J.K.Rowling afirmó que estaba trabajando en una gran enciclopedia, aunque con el tiempo esa enciclopedia se convirtió en algo más llamado Pottermore, un sitio que ha tardado en ver la luz pero en el que revivir y vivir nuevos aspectos de ese universo inmenso. Tras siete libros, tres mini libros, ocho películas y sus respectivos videojuegos, el próximo libro basado en el universo de Harry Potter por primera vez no se escribirá en papel (al menos de momento) y su título será conocido por todos los fans, así como el nombre de su autora, se trata ni más ni menos de un tomo que se nombra en la primera obra de la saga, el Libro Estándar de Hechizos de Miranda Goshhawk.

Y no se escribirá en papel, sino que empleará la magia que es capaz de ofrecer la tecnología de los mandos de movimiento y reconocimiento de las consolas de la actual generación. Será este en colaboración con J.K. Rowing uno de los primeros títulos que aparezcan para el libro mágico Wonderbook, una de las sorpresas inesperadas de este E3 2012, y nos permitirá no sólo leer cada una de sus páginas en la pantalla, sino además practicar los hechizos a través de divertidos minijuegos, un libro más interactivo que nunca.

Un regalo para todos los fans. Las próximas navidades podremos volver a soñar, como ya lo hicimos hace más de 13 años. Una vez más las campañas publicitarias irán enfocadas al público infantil, como se ha estado haciendo desde el principio de la saga por desgracia. Pero por suerte, aquellos que hemos leído las aventuras del niño que vivió, sabemos perfectamente que cada uno de sus libros, aunque puede,  dista mucho de ser infantil como lo pintan y eso sólo se descubre pasando cada una de sus páginas, profundizando en una historia que es capaz de engancharte irremediablemente de por vida.

Hasta siempre señora McCluskey

Así es la vida, me disponía a escribir algo totalmente distinto hoy y todo da un giro, como suele ocurrir fuera de estas páginas, cosas que lo cambian todo. No recuerdo ahora un personaje televisivo al que le haya cogido más cariño que a mi querida señora McCluskey. Por ella ha pasado la vida de casi todos y cada uno de los personajes de ‘Mujeres Desesperadas’, directa o indirectamente.

Allí estaba siempre, haciéndose cargo de los revoltosos gemelos, dando sabios consejos a las desesperadas, hasta que un buen día se decidieron a contarnos su triste historia de amor, comenzando en aquella inolvidable escena de apertura en que uno de los gemelos se adentra a hurtadillas en la casa de la hasta entonces «normal» Karen McCluskey, y descubriendo en su congelador algo más que helados. Uno de esos episodios irrepetibles que hicieron que descubriésemos la otra cara de este simpático personaje.

Karen ahora nos deja para siempre el día de ayer viernes, por culpa de un cáncer. Siempre nos quedará su tierna mirada, su pícara sonrisa, la sabiduría reflejada en sus palabras y los ojos bajo las gafas, ocho largos años en que siempre estuvo ahí, pocas veces protagonista, pero suficientes para adorarla como si fuese de la familia. Sé que le daré mi particular adiós viendo los últimos episodios y sufriré cuando ocurra lo inevitable y la ficción se mezcle con la realidad, diciendo adiós a personaje y persona.

Hasta siempre señora McClusky.

No te quedes junto a mi tumba a llorar.

Yo no estoy ahí, estoy dormida,

soy mil vientos que soplan,

soy el resplandor de la nieve,

soy la luz del sol sobre los trigales,

soy la plateada lluvia que cae en otoño,

no te quedes junto a mi tumba a llorar,

yo no morí, no estoy ahí

La Cúpula de Stephen King

Hace ya muchos años que leí algún libro de Stephen King, después de ver esa película de la habitación de los objetos de deseo de sus habitantes. Los mundos que recrea el autor siempre están rodeados de un halo de misterio, podría ser cualquier pueblo perdido en la inmensidad de las montañas donde sucediesen todas las historias que cuenta (o casi todas), pero cada uno parece distinto, con habitantes que parecen cobrar una vida más allá del libro.

La Cúpula, tal y como él mismo deja constancia en las últimas páginas, ha sido uno de sus mayores retos, con una idea que permaneció dormida durante una década y que de nuevo ha rescatado, una historia muy complicada ya no sólo para el autor, sino para los lectores. Me faltan dedos de las manos y los pies para recordar la cantidad de veces que me he perdido con tantos personajes, al final por circunstancias se repiten los mismos nombres y terminas viendo la luz, que cuesta lo suyo, ni siquiera tirando de la pequeña guía que se nos proporciona antes de empezar a leer es suficiente para recordarles a todos. Es una de esas novelas en las que, sin querer, el que lo lea se sentirá más o menos identificado con algunas actitudes de unos y de otros y se situará en un bando concreto e incluso tendrá ese personaje preferido por el que sienta especial afinidad y saque alguna que otra sonrisa al ver que aparece de nuevo. Pero lo que no se olvida es su historia.

Stephen King bien podría convertirse en guionista de cualquier inicio de episodio de Fringe, en el que cada semana consiguen sorprendernos con algo nuevo. El autor ha elegido para la ocasión un hecho insólito. Imagina que de repente llevas tu vida diaria normal, que todo un pueblo se dispone a seguir su rutina, cuando de repente de la nada cae a cuchillo un cristal en varios kilómetros a la redonda formando una cúpula. El caos está asegurado, aunque es sólo el principio. Puedes tener la mala suerte de que el cristal se cruce en tu camino o ir en coche y estamparte contra él porque es invisible (al principio, cristal nítido), por ejemplo. Y efectivamente, es sólo el principio.

No sólo cuenta el hecho de los sucesos al caer una cúpula, sino de lo que comienza a ocurrir dentro de ella con el paso de los días, dentro de ella y fuera, donde los afortunados deben limitarse a contemplar aquella burbuja como si de un hormiguero se tratara. Las hormigas, uno de los insectos a los que el autor recurre de forma insistente para explicar la similitud con el suceso final que no desvelaré. Como en todo lugar cerrado y sin posibilidad de huir y con muchos tipos de gente, esa burbuja de cristal no deja de convertirse en un experimento sociológico, con aquellos que quieren escapar a toda costa, con otros que afrontan la desdicha y esperan pacientes, otros que poco a poco van buscando la forma de salir de su encierro y esos otros locos que ven en el claustro una posibilidad de provocar el mal e imponer sus ideas. Esta es la base sobre la que se asienta el delgado cristal unida a un componente fantástico que esta vez Stephen King ha sabido posponer hasta cierto punto, dejando al lector que asimile la idea e imagine distintas posibilidades.

Muchos compararán el final de La Cúpula con el de nuestra queridísima serie de Perdidos y es que ambas guardan cierta similitud (por ejemplo ya no sólo la mención a una inexistente secuela de la serie que los personajes ven, sino a cierto perro estilo Vincent), incluso uno de los guionistas de nuestra serie preferida será el encargado de sacar adelante el proyecto sobre la serie que muy pronto si todo va bien comenzará a grabarse. Los que esperen tener todas las respuestas por escrito vivirán una apasionante aventura pero se desilusionarán con su final. Sin embargo, aquellos que logren profundizar y pensar sobre los últimos episodios se darán cuenta de que todas las respuestas se encuentran allí mismo y de que no existe la necesidad de que nadie las escriba, se trata de ser «hombre de fe». La historia no quedará bordada sobre el papel, pero si logras entender la idea, o incluso si no es la idea exacta, una idea que tú imagines, entonces todo quedará grabado a fuego en otro lugar más interesante.

El gato azul : Encuentro (parte I)

Hace ya más de año y medio, era un 13 de septiembre del año 2010 cuando el gato azul apareció en mi vida. He de reconocer que los gatos no me gustan, pero no puedo evitar verles como seres que saben más de lo que cuentan, con ojos que parecen destilar inteligencia, sabiduría y sobre todo misterio. La historia comenzó a dar vueltas en mi cabeza durante bastante tiempo, pero aún faltaba consistencia, quería un punto de inicio que tuviera un trasfondo, digamos que lo que quería era el principio que imaginé durante tantos días, pero que detrás de todo aquello hubiera algo más, algo así como otro punto de inicio que también tuviese su parte de misterio, todo con el fin de darle profundidad a la historia. Una historia de historias comunes pero que para ser desvelada viajará a su punto final y al pasado.

El gato azul tiene un origen que irá siendo desvelado y que su vida se entrelaza estrechamente con hilos finos con alguien a quien todavía no conocéis y con la vida del otro protagonista. La pesadilla de este protagonista fue mi pesadilla y por eso les hago conocerse a ambos en este punto de encuentro.

El gato azul: Encuentro (parte I) – por José Francisco Cedenilla

La existencia se teje con hilos tan finos que a menudo no comprendo por qué estos no se rompen más a menudo, cuando se cruzan unos con otros, expuestos a las inclemencias del tiempo y el destino. Mientras aquel gas me pisaba los talones, si es que les puedo llamar así, tras saltar torcí la esquina con toda la rapidez que me fue posible y entonces allí le vi, allí estaba, de pie, forcejeando la puerta y girando la vista atrás, mirando absorto el humo que salía como una esponjosa nube sobre mi cabeza, dulce algodón blanco. Me quedé inmóvil en el recodo del pasillo, entonces bajó la vista y nuestras miradas se cruzaron por primera vez. Pude ver el sudor de su frente que resbalaba e intuir su estado de pánico, pero aún así, también tuvo un breve espacio de tiempo para salir de ese estado incoherente, mirarme con otros ojos y fruncir el ceño.

Fui consciente de que no entendía nada, no obstante aquel día se había convertido para él en su peor pesadilla y, entre el estado de pánico y la sensación de impotencia, encontrarme, encontrar algo así en un lugar como aquel, no tenía ya sentido alguno. Hasta un loco se hubiera vuelto más loco en sí.

Como cuando uno en el mundo normal, donde todo lo que pasa entra dentro de lo razonable y actúa según las reglas humanas, aquel día de sin sentidos y cosas inexplicables debió convertirse de repente en su mundo real y le continuó el juego. Mientras cogía ese objeto rojo, por su cabeza pasaron las imágenes de ese maldito cuadro, de sus compañeros, de la suerte que había tenido, del pánico y de esa nube de gas flotando al otro lado del pasillo y, mientras suplicaba a un ser superior que se rompiese la pequeña abertura de la puerta, terminó pensando qué diablos hacía esa criatura parada al final del pasillo observando sus movimientos ni qué diablos estaba pasando allí. Pánico.

Sé que no todos los días uno teme por su vida encerrado en un lugar apartado, en el que en doscientos kilómetros a la redonda no existen señales de vida humana. En estas circunstancias lo último que uno espera, entre el miedo y el descontrol, es encontrarse a un gato azul, en medio del pasillo de un psiquiátrico de mala muerte.

(continuará…)

Este cuarto

La última noche en aquel lugar, el que le vio nacer, donde pasó de una cuna a la cama, de la que tantas veces se cayó mientras dormía entre sábanas empapadas en sudor por culpa de alguna pesadilla. Se levanta a tientas en la oscuridad de la noche, con sólo el reflejo de la luna menguante que se cuela por la ventana y recorre aquel suelo por el que antaño gateaba y sobre el que dio sus primeros pasos, el que sirvió de escenario improvisado para las historias de sus muñecos y coches con los que pasaba las tardes después de la merienda, el que pisarían los amigos y familiares para celebrar cada 365 días esa gran fiesta de cumpleaños.

En su camino a la ventana respira un agradable aroma y de repente su cuerpo se hace más lento y pesado, como si para llegar a su destino tuviera que atravesar las risas de los invitados que alguna vez acudieron a aquel lugar, el aroma de tartas y bizcochos, su primera varicela, seres queridos, el recuerdo de aquella primera vez, un perro pelirrojo que de repente frena un instante su marcha, que descansa a sus pies hecho un pequeño ovillo. Se agacha y lo acaricia con el recuerdo.

Cuando se incorpora y consigue dar un paso al frente, se percata de que en la silla hay un niño pequeño que llora desconsolado por sentirse incomprendido, extraño, pero no le preocupa, porque sabe que dentro de unos años ese dolor habrá desaparecido y lo habrá hecho más fuerte. Apoya los brazos sobre la ventana y respira hondo. Abajo en la calle todo cambia muy deprisa. Una madre que da de merendar a un niño en la calle mientras juega con su camión, un grupo de niños que se divierten jugando en el barro, un balón que se cuela por la casa de al lado, tres hermanos que se dirigen hacia un cobertizo donde guardan las bicicletas, ellas tienen una blanca, él una roja con el faro trasero roto.

Levanta sus brazos apoyados en la ventana y vuelve dentro, donde parece que la claridad de esa media luna ha logrado invadirlo todo, todo lo que queda. Las cajas de cartón se apilan por toda la habitación y ya sólo algunas fotografías adornan las desnudas paredes. Acerca su mano a ese ser al que tanto quiso y con la yema de los dedos intenta acariciar lo que ya no existe. Una a una las fotografías van desapareciendo, arranca con cuidado a ese grupo de amigos que están sentados alrededor de una fuente, sonrie con la sonrisa cómplice de dos amigas que hacen muecas a la cámara, y con esa en la que él y sus hermanas posan con algunos personajes de peluche de la tele.

Vuelve a la cama y se tumba boca arriba con las manos detrás de la cabeza, pensando en los momentos que ese lugar le regaló, un lugar que desde hace un tiempo estaba frío y distante, como si ya no sucediese nada importante que recordar entre sus paredes, como si estuviera perdiendo la vida. Se durmió pensando que quizá en un futuro, otra pequeña vida ocuparía su suerte, que habría otros primeros pasos, montones de cumpleaños con olor a tarta y bizcocho de chocolate y pequeños seres bajitos con los que lucharía sobre ese suelo, entre risas y mordiscos.

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Perdidos en La Cúpula. Horace y Vincent

Dentro de pocos meses hará 2 años que ‘Perdidos’ nos abandonó para siempre, dejando tras de sí una estela de misterios, personajes e historias que bien podrían formar un universo aparte por sí solas. También dejó una legión de fans y seguidores, muchos de los cuales ahora son los que comienzan a tomar las riendas de nuevas series (incluso alguna vocación como guionista o director ha despertado y reconducido)  y en las que en cierta forma dejan esa pequeña píldora, esa imagen, esa frase de alguno de sus personajes que hace mención a esta magnífica obra televisiva.

Pero no son los únicos que le hacen mención. Hoy leía con sorpresa (para qué negarlo, lo he releído unas cuantas veces) en ‘La Cúpula’ de Stephen King, el libro que actualmente ocupa un rato de mi ocio, en una de sus páginas, un comentario acerca de ‘Perdidos’ y que además el autor ha hilvanado concienzudamente. Se trata de un comentario acerca no de la serie en sí, sino de ‘The Hunted Ones’, a la que describe como una ingeniosa continuación de ‘Lost’, refiriéndose de esta forma a una de las series que una de las protagonistas del libro, Andrea, veía en su sofá. Pero lo curioso y llamativo es que hace mención a esto en un capítulo en el que es su perro, Horace, el protagonista del mismo, un capítulo corto en el que a través de la visión del can, se descubre un secreto. La cosa no queda ahí, ya que es en este episodio se desvela de forma anecdótica que Horace puede ver a los muertos, un detalle que nada tiene que ver con la trama, pero que no deja de ser un homenaje a ‘Perdidos’ y a Vincent. Recordemos además que en la serie había un personaje con el mismo nombre, Horace Goodspeed, matemático que perteneció a la Iniciativa Dharma.

Por cierto, como detalle más curioso aún, decir que no busquéis ‘The Hunted Ones’ por ninguna parte, al menos de momento, ya que el nombre de esta serie se lo inventó Stephen King al escribir el libro, quizá como deseo de que alguien hiciese una continuación y adelantarse al futuro.

Podcast El Ladrido de Yoko – Episodio 1: Las aventuras de Lor, el caballo mágico

De vez en cuando abro esa gran carpeta que guardo como un tesoro, en la que desde pequeño recopilo los viejos cuentos que escribía estando en la escuela, los relatos del instituto, los que vendrían después como intentos o como obras preentadas a concursos, también bocetos de historias inacabadas que quizá algún día vean la luz.

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No recuerdo cómo nació Lor, el caballo mágico, que presento en esta historia narrada en el siguiente audio. Formó parte de un trabajo narrativo para el colegio, cuando seguramente contaba con 4 o a lo sumo 5 años de edad, una edad en la que mi imaginación volaba cada tarde inventando cosas nuevas recién salía de clase, cuando mientras tomaba la merienda y veía los dibujos animados, estaba deseando ponerme a dar rienda suelta a todas las ideas que se habían agolpado en mi mente a lo largo del día.

Una vez narrado el cuento, uno observa ahora con el tiempo muchos fallos que desearía corregir, repeticiones de palabras, cambios de escenario inconexos, diálogos demasiado vacíos y rápidos sin detenerse a saborear la historia. Quizá esos fallos sean el fiel reflejo de lo anterior, de las ganas de terminar algo que necesitaba contarme a mí mismo sin pensar cómo lo verían los demás, para dedicarme a narrar la siguiente historia sin perder más tiempo en algo que ya daba por hecho. Y por ese mismo motivo, hubiera sido un sacrilegio mutilar, ampliar o corregir esta historia. Al fin y al cabo es cuento con 30 años de historia de cuando era un enano y que sólo tres personas han leído: mi madre, mi profesor en aquel entonces y yo.

Tres décadas más tardes, con voz y la música que le corresponde, he querido que sea este cuento y no otro. el que abra esta nueva ventana a las posibilidades de seguir compartiendo con el mundo. Un relato que aún conserva en su página principal los colores de los rotuladores con los que dibujé una portada, en una época en la que aún no pasaba por mi mente que un ordenador pudiera después hacerlo todo mucho más bonito, nunca más personal, en el que las letras son perfectas con una caligrafía impensable hoy y en el que se puede leer la anotación detrás del 9 de nota: «demasiado mágico, pero muy bien».

¿Que de dónde procede la ilusión por hacer «El ladrido de Yoko»? Es una historia muy sencilla que quizá algún día cuente.

La iniciativa para el libro de Gran Hermano de Gilda Santana

Propuesto y hecho. Después de que no pudiera pegar ojo desde la noche de mi cumpleaños en que Mercedes Milá me felicitó antes de finalizar el programa, ya tenía claro a qué iba a ir destinada una parte del dinero de mi aniversario, al libro de «Diez años en Gran Hermano. Diario de una guionista» que cuando termine de leer desmenuzaré en elogios aquí mismo, por lo que estoy leyendo hasta el momento.

El libro nos transporta a ese side-flashforward (a ver, palabra de la cultura LOST, el que no lo entienda que no lea xD), ese lado opuesto, los acontecimientos que mientras nosotros vivíamos frente al televisor, incluso tiempo antes de que pudiésemos disfrutarlos, ya eran un mecanismo puesto en marcha sin remedio hacia el éxito, aunque entonces nadie lo sabía y confiaron ciegamente. Sólo por eso ya lo vale todo, porque no puedo imaginar mejor recuerdo que aquel día de la primera expulsión, en que decenas de compañeros nos juntamos por primera vez a ver la tele en el mismo lugar, incluso con apuestas en la mano, ni la noche que siguió con risas e imitaciones y un día que amaneció con un país convulsionado por un programa de televisión que cambiaría nuestras vidas.

Por eso, por ese prólogo de Mercedes Milá que vale oro y porque estoy en deuda con tantas horas de emociones, de ilusiones y de sueño que gracias a profesionales como Gilda hemos podido disfrutar, no podía dejar de hacerme la foto con el libro, una iniciativa de una lectora que la editorial ha tenido en cuenta y que se utilizarán para proyectar en las futuras presentaciones del libro que comienzan este viernes en la FNAC de Callao.

352 páginas que significan 10 años de historia, de quién me pone la pierna encima, de no lloréis que me voy a casar con ella, de nomino a la familia monster entera, de pa chulo chulo mi pirulo, de pipos de sandía y miguitas de pan, de la casa de Gran Hermano no nos moverán….

El niño del siglo

Hace ya doce años que, en esten mismo lugar desde el que estoy escribiendo, me ponía frente a un papel en blanco, con los rayos de sol de la última tarde del año, de la última tarde de 1999, penetrando por la ventana y golpeando mi cara y mi espalda, regalándome sin saber cómo, la inspiración para un pequeño relato de apenas un par de páginas, impregnado por en renaciente fervor de las historias de Harry Potter, cuando aún en el país apenas nadie conocía nada sobre su existencia, antes de que se convirtiese en un fenómeno imparable.

He buscado en vano aquel relato sin éxito en la carpeta a la que van a parar todos mis retazos y quizá ande perdido en algún disco duro, un disquete o un disco compacto y sin querer algún día aparezca y me regale una pequeña dosis de lectura y pueda compartirla por entero entre estas páginas que antes no tenía.

Recuerdo muy bien lo que sentí al escribirlo, la inspiración me llegaba mirando a través de la ventana, sabía lo que quería, quería que en la fiesta y la incertidumbre del cambio de 1999 a 2000 hubiera celebraciones en un mundo real pero imaginario, pero a la vez quería un misterio, la parte ajena a todos los cambios, ajena a las risas, ajena a la diversión. Y así surgió el comienzo de esa pequeña historia en el que en una ciudad costera la gente se preparaba para vivir una gran fiesta, la música sonaba por todos los rincones y los fuegos artificiales iluminaban los cielos. Y así surgió también el lado misterioso, de aquella persona ajena a todo que vivía su propio dolor. Cerca de una cueva al lado del mar, una mujer se debatía entre la vida y la muerte dando a luz a un niño, se levantaría contra sus mermadas fuerzas y se encaminaría hacia la algarabía para pedir ayuda. Pero nunca llegaría a su destino, porque en el callejón oscuro, tan cerca de su meta, las fuerzas le fallarían y la vida de un niño quedaría abandonada a su suerte en aquel lugar lejos de las miradas.

«El niño del siglo», un relato corto que dejé inacabado, que me brindó una tarde de fin de siglo que nunca olvidaré por lo que disfruté escribiéndolo, pero que años más tarde continuaría de otra forma, hilando sin querer una historia que algún día espero poder contar, una historia que sin pretenderlo va surgiendo como si todos sus textos estuieran interconextados entre sí, o mejor dicho, como si realmente pudieran interconectarse entre sí.

Superman inmortal

Cuando un personaje supera ampliamente tus años de vida y, más aún, cuando su futuro inmediato deja claro que continuará viviendo en los comics, libros y pantallas durante siguientes generaciones, intentar hacerse con todo lo que le rodea es una tarea que se vuelve casi imposible.

Superman ha formado parte de las vidas de varias generaciones y lo seguirá haciendo. Desde el reciente final de Smallville, las películas y su música inconfundible y característica, numerosos comics en los que se entremezcla con otros superhéroes, Lois y Clark, las aventuras como el joven Superboy, las series animadas, tanto en solitario como acompañado en La Liga de la Justicia. Decenas de miles de páginas, miles de minutos televisados que parecen no tener fin a medida que uno se pone a indagar, intentando llegar al origen de todo.

Fue en junio de 1938 cuando Superman apareció por primera vez en nuestras vidas (en las de aquellos que lo vivieron). Fue en la revista Action Comics y lo hizo de la mano de Jerry Siegel y Joe Shuster, apareciendo por primera vez en su historia en la portada, en una ciudad sumida en el caos y levantando un coche para salvar la vida de un hombre, exhibiendo sus poderes desde bien pequeño ya en la primera página interior levantando con sus brazos un sofá.

Dónde residen las ganas de saber más y más de uno de los personajes que más ha marcado la infancia. El deseo por conocer el devenir de la historia, cómo se entrelazan los personajes y esas pinceladas que tan bien supo pintar Smallville, haciendo guiños contínuos a lo que ya sabríamos que sucedería en un futuro. Esas son las respuestas, la magia de la imaginación entendida como un mundo ficticio que cobra sentido y realidad.

Dónde me trasladan estas notas… a un mundo en el que los superhéroes se ocultan bajo unas gafas, a un mundo que vivirá siempre.