Hasta siempre señora McCluskey

Así es la vida, me disponía a escribir algo totalmente distinto hoy y todo da un giro, como suele ocurrir fuera de estas páginas, cosas que lo cambian todo. No recuerdo ahora un personaje televisivo al que le haya cogido más cariño que a mi querida señora McCluskey. Por ella ha pasado la vida de casi todos y cada uno de los personajes de ‘Mujeres Desesperadas’, directa o indirectamente.

Allí estaba siempre, haciéndose cargo de los revoltosos gemelos, dando sabios consejos a las desesperadas, hasta que un buen día se decidieron a contarnos su triste historia de amor, comenzando en aquella inolvidable escena de apertura en que uno de los gemelos se adentra a hurtadillas en la casa de la hasta entonces «normal» Karen McCluskey, y descubriendo en su congelador algo más que helados. Uno de esos episodios irrepetibles que hicieron que descubriésemos la otra cara de este simpático personaje.

Karen ahora nos deja para siempre el día de ayer viernes, por culpa de un cáncer. Siempre nos quedará su tierna mirada, su pícara sonrisa, la sabiduría reflejada en sus palabras y los ojos bajo las gafas, ocho largos años en que siempre estuvo ahí, pocas veces protagonista, pero suficientes para adorarla como si fuese de la familia. Sé que le daré mi particular adiós viendo los últimos episodios y sufriré cuando ocurra lo inevitable y la ficción se mezcle con la realidad, diciendo adiós a personaje y persona.

Hasta siempre señora McClusky.

No te quedes junto a mi tumba a llorar.

Yo no estoy ahí, estoy dormida,

soy mil vientos que soplan,

soy el resplandor de la nieve,

soy la luz del sol sobre los trigales,

soy la plateada lluvia que cae en otoño,

no te quedes junto a mi tumba a llorar,

yo no morí, no estoy ahí

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