El mismo día que Jorge V fue coronado rey en la abadía de Westminster, en Londres, Billy Williams bajó por primera vez a la mina en Aberowen, Gales del Sur.
El 22 de junio de 1911, Billy cumplía trece años. Su padre empleó su técnica habitual para despertarlo, un método que se caracterizaba por ser mucho más expeditivo y eficaz que cariñoso, y que consistía en darle palmaditas en las mejillas a un ritmo regular, con firmeza e insistencia, una y otra vez. El muchacho dormía profundamente y, por un momento, trató de hacer caso omiso a aquellos cachetes, pero los golpes se sucedían incesantes. Experimentó una brusca y fugaz sensación de enfado, pero entonces se acordó de que tenía que levantarse, de que hasta tenía ganas de hacerlo, de modo que abrió los ojos y se incorporó de golpe en la cama.
Así, como una nueva aventura que comienza cada día, despertamos a la nueva obra de Ken Follett. Aún perduran en la memoria aquellos Pilares de la Tierra que tan buenas ventas y críticas cosecharon y siguen cosechando con la aclamada serie para televisión en 8 episodios, pero que sobre todo perdura gracias a una obra de dimensiones épicas que conformaron para el lector toda una amalgama de buenos momentos, el placer de la lectura en sí mismo.
Con La Caída de los Gigantes, se inicia una trilogía llamada THE CENTURY y que una vez más nos sumerge en lo épico y lo dramático del ser humano. Esta primera obra nos llevará a descubrir a los personajes y su entorno dentro de la I Guerra Mundial y la Revolución Rusa, mientras que la segunda y tercera obras que están por llegar basarán el entorno del argumento en la II Guerra Mundial y La Guerra Fría.
Muchos recordamos con cariño el comienzo de Los Pilares de la Tierra, tan sólo el principio de una odisea estremecedora que hace que cada personaje se convierta en un ser de carne y hueso en nuestra imaginación, con una historia que pasa por las páginas como si de tiempo se tratase, vivimos su nacimiento, su vida, su muerte, trascendemos a varias generaciones… Billy despierta esa mañana, sin saber que su vida, sufrimiento y alegrías van a ser nuestro placer durante los siguientes años. Cuando todo acabe, ¿recordaremos a Billy? ¿En qué lo habrá convertido nuestra mente?