The last remember Mujeres Desesperadas

Aunque sabía que se estaba acercando, mi cabeza parecía no querer admitirlo, pero ya no le ha quedado más remedio, de repente los episodios han tomado un rumbo que huele a un final, de esos que me dejarán delante del televisor, durante varios minutos, con un gran vacío cuando todo acabe.

‘Mujeres Desesperadas’ llegó a mi vida hace ocho años, un jueves por la noche, en la misma semana en que se estrenó en nuestro país ‘Perdidos’. Ambas iniciaban un camino que la cadena FOX España daba a conocer como «las series de nueva generación». Estas series se diferenciaban de las otras que habíamos visto de pequeños en sus tramas, mucho más elaboradas y complejas, además de una mezcla de géneros en los que tenía cabida el misterio. ‘Mujeres Desesperadas’ era y es la mezcla perfecta de comedia, drama y misterio.

Vi el primer episodio en el salón, y aún recuerdo ese cosquilleo y esas ganas de descubrir otra de las nuevas series que abrirían un camino que en ese momento jamás hubiera acertado a pronosticar. Hacía pocas horas que mi boca se había quedado abierta con el final del piloto de ‘Lost’, así que decidí olvidar todo lo visto y me dejé sorprender con la primera y sorprendente escena en que su protagonista principal se suicida. Por mi cabeza pasan las imágenes de un día normal, de Martha Huber acercándose a por su batidora cuando por la ventana ve el cuerpo y el charco de sangre. Y aquel final en que las cuatro amigas reciben una carta de amenaza y el misterio hace acto de presencia mientras la cámara se aleja, dejándome con tantas ganas de más y preguntándome por qué Mary Alice se suicidó.

La primera temporada fue trepidante, combinando el sentido del humor (he de confesar que muchas veces han consegido que me tire por el suelo de la risa) con los pequeños detalles que ayudaban a resolver el misterio del suicidio, tan complejo, que fui incapaz siquiera de imaginar la realidad de lo sucedido. Una traca final de sucesos que me dejaron impresionado por el detalle con que se había cuidado cada personaje y movimiento.

El resto de temporadas se basaron en otros misterios concretos que me resultaron algo más sencillos de resolver, sólo a la espectativa de saber si mis intuiciones eran ciertas. Mientras que la sensacional primera temporada se centraba en el suicidio de Mary Alice y la tormentosa relación de la familia Young, la segunda nos trajo a Wisteria Lane a nuevos inquilinos, los Applewhite y el misterioso personaje que guardaban en secreto en el sótano. El final de aquella fase nos trajo a Orson y la desaparición de su mujer, una temporada irregular debido a la huelga de guionistas que hizo que los misterios se desencadenasen antes de lo previsto. Con la cuarta temporada, la casa de los sucesos (casi comparable ya a la de American Horror Story) recibía después de doce años a su antigua propietaria, Katherine Mayfair con todos sus secretos, permitiéndonos conocer más detalles.

La quinta temporada nos trajo consigo un sensacional regalo, cinco años adelante en el tiempo. He de decir que fue una de las temporadas que más disfruté después de la primera, quizá por el hecho de ver a esos pequeñajos de Wisteria, que ahora ya no eran tan enanos, tomando el control de muchas de las tramas, haciendo cobrar vida y dando un nuevo sentido al barrio residencial más famoso de la tele. De hecho, a fecha de hoy, cada vez que veo a Porter, Juanita o MJ, echo la vista atrás, como si a pesar de saber que sólo es una serie de televisión, realmente hubiera formado parte de mi vida de alguna forma.

MJ siempre ha conseguido sacarme una sonrisa gracias en parte a su sensacional doblaje al castellano, esa cara de pillo e inteligente y esa vocecita, se convertiría sin quererlo en uno de los protagonistas del final de la quinta temporada como parte de los planes de Dave. La siguiente y sexta temporada se centró en el misterio de los nuevos vecinos, los Bolen, una familia aparentemente familia y perfecta, nada más lejos de la realidad. Tras esta temporada, decidieron rescatar a viejos personajes, puede que ya intuyendo el cercano final de la serie, resolviendo por fin los cabos sueltos de Paul Young.

Para la última temporada y final, después de tantas vicisitudes, ya no serían ni nuevas familias ni antiguos vecinos, sino el crimen de las propias protagonistas, una vuelta de tuerca final para aquellas que siempre habían visto todo desde la ventana, ahora el misterio eran ellas mismas.

La serie me deja momentos inolvidables. Nunca olvidaré algunas de las muchas frases finales de cada episodio que, a modo de epíteto, ponían cada semana punto y final al episodio en la voz de Mary Alice, frases que siempre han conseguido emocionarme y hacerme llorar, algunas veces con una sonrisa acompañando y otras con una desconsolación total por la intensidad de las palabras y lo acertado de su mensaje, basadas en cosas que todos los seres humanos hemos pensado o vivido en alguna ocasión.

No podré olvidar el intenso final de «Bang!», el episodio del supermercado, el que hasta el momento ha sido inigualable y es por derecho el mejor episodio de una serie que haya visto jamás además de la verdadera esencia de ‘Mujeres Desesperadas’. Como tampoco podré olvidar los emocionantes episodios que sólo encuentran comparación con series como ‘Falcon Crest’, en que vivimos esa incertidumbre del suceso de la avioneta o del tornado que llegó a Fairview.

Esta última temporada me ha dejado otro de los grandes momentos,y ahora comprendo que necesario, que ha conseguido que me tire todo un episodio llorando, precisamente, como bien dije antes, por el hecho de que la serie y sus personajes llegan a formar parte de la vida de uno, se meten cada semana dentro de ella y juegan a tocarte en lo más profundo. Es por ello que, si bien el final del episodio de la muerte de Mike Delfino, uno de mis personajes preferidos, de esos que pedí muchas veces hablando solo al televisor «por favor que no se muera nunca», me dejó trastocado, no fue tan intenso como lo que vino después con su funeral, uno de esos episodios «flashback» que tanto me gustan (como el del manitas) en que la serie te muestra que el día a día cobra sentido con cada persona que nos cruzamos, que todo lo que nos dicen y nos enseñan sirve para remodelar nuestras vidas en uno u otro sentido aunque parezca que no son importantes hasta que las perdemos.

Ayer asistí a una de esas grandes escenas que me costará olvidar y que hizo que las lágrimas fluyesen, la secuencia en la que Susan reconduce el dolor de MJ por la pérdida de su padre lanzando unos botes de mermelada hacia la pared. No puedo describir lo que sentí cuando MJ deja resbalar por su mano uno de los botes y decide que su dolor debe ser compartido a través del abrazo de su madre.

Porque esta serie está llena de momentos mágicos que de repente hacen que tu mundo se pare, te hacen reflexionar, con palabras o simplemente llevándote de la mano a través de una historia para terminar en un tiempo en el que tu vida y la de los personajes parecen darse de la mano. Entonces sale una sonrisa de complicidad o unas lágrimas de tristeza, creando un lazo que te une a ella, inseparable.

Ahora estas dos, las dos primeras series de esa llamada nueva generación se acaban para siempre, en mi espacio temporal. Nunca escribí sobre el final de ‘Perdidos’, probablemente nunca escribiré sobre el final de ‘Mujeres Desesperadas’, quizá porque, al igual que hice con ‘Lost’ y acabo de hacer ahora, prefiera contar lo que siento antes de que todo termine, y una vez termine, no haga falta contar nada porque ya se sepa lo que siento sin necesidad de hablar, algo así, tan parecido, como cuando perdemos a alguien que queremos tanto.

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