Making of: La parada de verano

Una niña que estaba paseando a su perro, se acercó a mí y me preguntó: «¿Eres un forógrafo de esos?». Después de gracia que me hizo el cómo sonaba esa palabra inventada de «forógrafo» y entendiendo que no estaba acostumbrada a ver a alguien con una cámara de fotos semiprofesional, le respondí: «Hombre, fotógrafo fotógrafo como que no, sólo estoy practicando un poco». Soltando un profundo «ahhhh», la niña dio media vuelta y siguió el camino marcado con su mascota.

Pude haber escogido entre multitud de lugares en la ciudad (que mostraré más adelante con tiempo), el estilo modernista del edificio antes de La Calle San Francisco, el nuevo Puente de cuerdas, el antigüo puente viejo o el de hierro, el cauce del Río Tajo… pero me decidí, en esta primera incursión con la cámara a la ciudad, por un rincón personal que a cualquier transeúnte no le llamaría la más mínima atención, situado frente al campo de fútbol, un lugar tan normal como cualquier otro a simple vista, pero en el que viví experiencias personales irrepetibles, algunas de las que doy buena cuenta en la entrada La parada de verano.

@ fotografías por cedequack

Cámara en mano, poco más de las 15:00 de la tarde, para visualizar, preparar y comenzar a tirar fotografías con diferentes planos, para valorar los detalles, una hora muy cercana a esa en que con mucho calor esperábamos ansiosos la llegada del autobús que nos llevaría a la piscina de Los Alcores, la hora ideal, el momento adecuado para representar fielmente, para recrear el tiempo exacto de entonces.

Incluyo en este making of todas las fotografías. Además de fotografiar el momento, quise enfatizar el color verde del cesped y las hojas, de alguna forma fue lo más importante, por aquel sábado que pasamos allí en una piscina imaginaria. No podía dejar de lado tampoco esos amplios y frondosos ramajes, que nos daban sombra aliviando el calor del agobiante sol de las tardes de agosto, ni los arbustos cercanos, a esos a los que me acercaba para matar el tiempo de espera y de los que arrancaba alguna hoja que rompía entre mis manos como si fuese una hoja de papel.

La calle estaba medio desierta, a excepción de la niña «forógrafa» y de algún otro paseante dueño de perro. Contento con las fotografías y sin nada más que llevarme de aquel lugar, di media vuelta, no sin antes encontrarme con mi compañero de trabajo que le tocaba ese sábado por la tarde. Por cierto, la parada de verano, fue lo que fue en su tiempo, ahora ya no hay ningún autobús que pare en sus márgenes, al menos no alguno que lleve a la piscina de Los Alcores.

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