Una mañana en las rebajas de enero

Todo ha sido propicio, un día de libranza en pleno día donde las rebajas se ponen en marcha. Levantarse pronto es una de las reglas, no por ser el primero en llegar, algo que queda reservado para esos y esas maniáticas que después entran en las tiendas arrasando con todo para después dejarlo por los suelos o inundando de trabajo a los dependientes, que no tienen culpa de gente tan desordenada, además de impedir que los demás puedan coger absolutamente nada, sino para poder tener vía libre en los probadores.

Seamos conscientes, a las 10 de la mañana hay menos gente en cualquier parte que a las 12.

Unos pantalones, una camiseta y una cazadora o como se llame, media hora buscando (y unos minutos de espera en los probadores porque me metí en la hora fatídica aproximada de las 12) para conseguir las prendas que más me han gustado de mi talla, la más común y esa que después se agota a los dos días y todo por la mitad de precio casi que en una época normal.

Eso sí, una duda me ha quedado. ¿Es posible que algunos comercios guarden durante unos días productos que la gente reclama más y en su lugar dejen otros con menos reclamo para de esa forma incrementar sus ventas? Porque si no, por ejemplo,  no se puede entender cómo un día 5 de enero  hay 10 copias de la última de LOST en Blu Ray que llevaban semanas ahí a un precio desorbitado y de repente llegan las rebajas tras un día de fiesta en que cuesta -40% y no queda ni una a primera hora de la mañana recién abiertas las puertas a las rebajas… ¿acaso los reyes magos bajaron por la chimenea del centro comercial y se llevaron todas?