Aún faltaban muchos años para que yo naciese, cuando la gente se reunía con vecinos y amigos en aquella noche de 1969 frente a los pocos televisores en blanco y negro para ver pisar la luna por primera vez, escuchando esas palabras, ya leyenda, de un hombre que nos abandona hoy, Neil Armstrong, a la edad de 82 años, algo que deja constancia de que los viajes al espacio al menos no son tan nocivos.
Aquella frase, estuviera o no preparada para cuando se pisase el suelo lunar, significó el primer paso de un rumbo, un camino que continúa para el hombre, abriéndose paso por el universo, incluso llegando a sus orígenes. Miramos al cielo y sólo vemos un vacío inmenso salpicado de estrellas, pero allá arriba, invisibles a nuestros ojos porque no brillan, hay satélites que siguen indagando en la vida desconocida, naves que van en busca de respuestas a preguntas.
Al final todo es roca, agua, elementos, y las respuestas que buscamos las tenemos tan cerca como que somos nosotros mismos la composición de aquello que podamos encontrar ahí fuera por muchos años luz que haya de diferencia. Aún así, la ilusión sigue intacta, porque aunque podamos encontrar parecidos allá afuera, nunca se sabe lo que el tiempo y el espacio han podido hacer a su antojo y albedrío.
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Aunque existen muchas incertidumbres sobre el alunizaje del hombre en la luna, lo cierto es que esto permitio revolucionar la tecnología ha pasos agigantados y nunca imaginados; muchos creen que es una frasa bien montada y otros aseguran sert los primeros, la verdad solo investigando la sabremos
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